Opinión

La paradoja del hambre: somos la despensa del mundo, pero le fallamos a nuestra población

Aunque los países de América Latina generan ingresos importantes a través de exportaciones de alimentos, sus inversiones en agricultura local y redes de protección social siguen siendo insuficientes para garantizar el acceso a alimentos saludables para sus poblaciones vulnerables. Estos son algunos apuntes a partir del informe del estado de la seguridad alimentaria y la mutrición en el mundo 2024.

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Las sequías e inundaciones han afectado la producción de alimentos en América Latina.
Foto: Freepik

América Latina desempeña un papel vital en el sistema alimentario global, abasteciendo enormes cantidades de productos como soja, maíz, café, carne de res, pollo, azúcar y frutas a mercados de todo el mundo. Las fértiles tierras de la región y su capacidad agrícola garantizan exportaciones constantes que alimentan a millones más allá de sus fronteras. Sin embargo, debajo de esta imagen de abundancia yace una paradoja preocupante: mientras América Latina contribuye a la seguridad alimentaria global, el hambre sigue siendo un problema generalizado y arraigado para millones dentro de su propia población.

El informe El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo (SOFI 2024) revela que la inseguridad alimentaria afecta a más de 2.400 millones de personas en todo el mundo, y América Latina no está exenta de esta crisis, con focos de hambre extrema y malnutrición que persisten incluso en países productores de alimentos.

La desconexión entre la riqueza agrícola y la inseguridad alimentaria local refleja problemas estructurales que van más allá de la producción. La desalineación financiera y las políticas fragmentadas —a nivel local y global— socavan los esfuerzos por combatir el hambre de manera eficaz. Aunque los países latinoamericanos generan miles de millones a través de exportaciones de alimentos, las inversiones en agricultura doméstica y las redes de protección social siguen siendo insuficientes para garantizar el acceso a alimentos saludables para sus poblaciones vulnerables. Abordar esta contradicción requiere algo más que aumentar la producción; se necesitan políticas intencionales y bien coordinadas que prioricen tanto el crecimiento de las exportaciones como la seguridad alimentaria local, la cultura y la nutrición.

La región ha logrado avances significativos en la reducción del hambre en comparación con otras partes del mundo. Entre 2022 y 2023, el número de personas que enfrentan hambre en América Latina y el Caribe disminuyó, con la subalimentación bajando del 6,6 % al 6,2 %. Este progreso es especialmente notable en América del Sur, donde las tasas de hambre han disminuido constantemente tras un pico en 2021 debido a la pandemia. Este éxito regional se debe en gran medida a políticas públicas eficaces centradas en mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición, especialmente en Brasil. Estas políticas incluyen esfuerzos para aumentar la productividad agrícola, expandir los programas de protección social y mejorar el acceso a dietas saludables.

Sin embargo, los avances no han sido iguales en todos los países. Colombia y Perú siguen enfrentando dificultades debido a problemas económicos, inestabilidad política y pobreza. Las cuestiones climáticas, como sequías e inundaciones, han agravado la situación al interrumpir la producción de alimentos. Estos países necesitan políticas más enfocadas, incluidas estrategias de adaptación al cambio climático y un mayor apoyo al sector rural.

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Perú es uno de los países con mayor inseguridad alimentaria en América del Sur.

América Latina y el Caribe es la región con la mayor prevalencia de obesidad adulta en el mundo, con casi el 30 % de la población afectada en 2022. Esta tendencia creciente representa un importante desafío para la salud pública, junto con otras formas de malnutrición.

El informe SOFI 2024 también señala que el hambre y la agricultura familiar en países de ingresos bajos y medios están significativamente subfinanciados. En 2021, el gasto público en agricultura fue de solo 8 USD por persona rural en países de bajos ingresos, en comparación con 37 USD en países de ingresos medios-bajos. Esta falta de inversión en agricultura es crucial, ya que este sector desempeña un papel clave en la lucha contra el hambre y la malnutrición.

La Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, lanzada por el presidente brasileño Lula da Silva en julio de 2024, es una importante iniciativa para combatir el hambre y la malnutrición en todo el mundo. A medida que la inseguridad alimentaria, la malnutrición infantil y la pobreza empeoran, esta Alianza busca unir a países, organizaciones y actores clave para abordar estos problemas. Respaldada por el G20 liderado por Brasil y socios internacionales, la Alianza pretende impulsar la cooperación global, recaudar recursos esenciales y promover políticas eficaces para combatir el hambre y la pobreza a nivel mundial.

El 25 de septiembre pasado, 113 organizaciones de 37 países exigieron acción global entregando una Carta Abierta a los líderes mundiales en un evento paralelo de la Asamblea General de la ONU en Nueva York. El evento, organizado por Visión Mundial y coorganizado por BRAC, la ONG brasileña Ação da Cidadania y el Gobierno de Brasil, contó con discursos de líderes globales como Amina J. Mohammed, Vicesecretaria General de la ONU; José Wellington Dias, Ministro de Desarrollo Social de Brasil; y la Primera Dama Janja Lula da Silva. Este encuentro destacó la necesidad urgente de esfuerzos globales coordinados, con la Alianza Global desempeñando un papel clave para revertir las tendencias actuales y alcanzar los objetivos de 2030 para erradicar el hambre y la pobreza extrema. Más de 120 organizaciones de todo el mundo han firmado una carta abierta pidiendo a los países que se unan a la Alianza.

Todos estos esfuerzos culminarán durante la Cumbre del G20 en noviembre en Río de Janeiro, donde se lanzará oficialmente la Alianza. Para entonces, se espera que un número significativo de países se haya comprometido a actuar para cumplir la promesa de un mundo en el que todos tengan pleno acceso a alimentos saludables y nutrición. Brasil ha liderado el camino. Ahora es el momento de que los países se unan a la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza y actúen de manera efectiva para poner fin a la crisis alimentaria. Si no se cierra esta brecha, América Latina corre el riesgo de perpetuar una trágica ironía: ser el granero del mundo mientras deja atrás a su propia población.

Sobre los autores:

  • Andrea Galante: Asesora Senior de Política en Seguridad Alimentaria y Nutrición en World Vision International
  • Rodrigo Afonso: Director ejecutivo de Ação da Cidadania
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