Salud mental

Sonríe, te estamos mirando

La positividad tóxica, esa creencia de que debemos mostrarnos sonrientes las veinticuatro horas del día, afecta sobre todo a quienes vivimos con un diagnóstico. La “dictadura de la felicidad” puede llegar a ser más perjudicial que el propio trastorno.

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Ponernos una máscara de sonrisa fingida solo va a terminar por pasarle factura a nuestra mente y a nuestro cuerpo en lugar de ayudarnos.
Vectorium/Shutterstock

Es una de esas semanas en las que me cuesta más de lo normal salir de la cama. Solo abrir la llave de la ducha puede ser un proceso difícil y doloroso, y ni hablemos de comer, con suerte me queda energía para desayunar un pan sin nada.

Después de mi cero nutritivo desayuno, decido entrar a Instagram y me encuentro con un post que podría parecer positivo, pero que empeora mi estado: “Ser feliz es una decisión”. Esa frase se siente como una cachetada y me lleva a hacerme varias preguntas. ¿Es que no estoy esforzándome lo suficiente? ¿Es mi culpa sentirme así de mal? ¿Yo elegí esta vida?

Este tipo de contenido es un clásico ejemplo de positividad tóxica, una corriente de pensamiento que está presente no solo en las redes sociales, sino en productos que podemos encontrar en tiendas o en los consejos no solicitados, pero bienintencionados, que suelen darnos nuestros familiares y amigos. ¿Les suena “todo pasa por algo”, “todo es cuestión de actitud” o “tú puedes con todo”?

El problema es que, aunque parezcan frases inofensivas, nos imponen una presión que no necesitamos. Mucho menos si nos encontramos en un estado vulnerable en el que nos hace falta validación, no alguien con pompones que nos repita una y otra vez que la vida es hermosa y que tenemos que verle el lado positivo siempre.

La verdad es que no siempre lo tiene. A veces nos pasan cosas terribles, innombrables, que nos dejan un trauma que no es superable con un par de sesiones de terapia y es demasiado pedir que tengamos que sacar una lección de esas heridas. Es incluso retraumatizante exigir que lo hagamos.

Lo cierto es que sentir frustración, miedo, enojo, tristeza y tantas otras emociones que podemos llegar a experimentar por ser humanos, no son nada del otro mundo. No son demonios tratando de tomar nuestro cuerpo y no tenemos por qué temerles. Son simplemente respuestas fisiológicas que se dan por razones particulares, aun cuando a veces se sientan ilógicas.

Por eso también sería comprensible si respondemos “mal” cuando alguien nos escribe para preguntarnos cómo nos sentimos, aunque eso nos haga sentir que nos hemos salido del libreto o que podemos llegar a incomodar.

Porque también existen los días complicados, el sol no brilla siempre y lo positivo es más bien admitirlo, aunque sea de vez en cuando y en espacios en donde nos sintamos seguros y sin guardarlo todo el tiempo en la garganta.

Ponernos una máscara de sonrisa fingida (como la de los personajes del videoclip de "Black Hole Sun" del grupo Soundgarden), solo va a terminar por pasarle factura a nuestra mente y a nuestro cuerpo en lugar de ayudarnos.

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