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La organización en medio del caos

Mientras el personal médico iba cayendo frente al covid-19, Paulina Soto hacía malabares para mantener todos los turnos con suficientes doctores. Esta jefa de Kinesiología del Servicio de Medicina del Hospital Sótero del Río dice haberse sentido como una generala en plena guerra.

Jefa de Kinesiología del Servicio de Medicina del Hospital Sótero del Río

Hace 29 años que trabajo en el Hospital Sótero del Río, y hace cinco que tengo la jefatura de Kinesiología del Servicio de Medicina, una de las áreas que más creció durante la pandemia. Pasé de tener doce kinesiólogos a mi cargo a 42. De la gente con más experiencia, esos que siempre estuvieron conmigo, al menos diez se fueron con licencia psiquiátrica. De las cuarenta personas que se sumaron, la mayoría eran cabros recién egresados, con cero experiencia, que trabajaban en otra cosa. Era difícil de manejar, pero tú tenías que tomar gente y tirarla a los leones nomás.

Hubo una época en que no dormía. Este trabajo de coordinación significa que, además de revisar cómo están los pacientes y qué es lo que falta en las salas, también tengo que organizar los turnos, y me pasaba las noches solucionando problemas, porque se iban cayendo todos los doctores y enfermeros como pollos. El 80% de mi personal se ha enfermado. Un jefe que trabajaba conmigo en Broncopulmonar lleva dos meses en ventilación mecánica, con una falla catastrófica. Otro médico que trabajaba con nosotros falleció. Enfermeras, cabras jóvenes, también cayeron y quedaron en ventilación mecánica.

Por eso los que estábamos en pie teníamos que estar disponibles a la hora que fuera, y yo no tenía un relevo. Entonces era como estar en la guerra, y yo era la generala de mi grupo. En los meses más terribles, los mismos médicos me decían: "Pauli, no te puedes ir. No te puedes enfermar". Pasaba que estaba en mi casa, en un fin de semana, y me empezaban a llamar del hospital para decirme: “Se enfermó este que hay que cubrir, que este otro cayó en ventilación, que este otro se fue para allá", y yo terminaba a las doce del día, almorzando y llorando porque era una angustia terrible.

Siento que ahora las cosas están mejor. La pandemia es más estable y estamos más preparados para otra ola de contagios. Sin embargo, el inicio de la emergencia fue para reventar a cualquiera y yo aún arrastro temores. Es difícil dejar de preguntarte ¿y a mí me va a tocar? ¿me va a tocar suave, más o menos grave, o me voy a morir de esto? La guerra con el coronavirus aún no ha terminado.

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