La primera semana con el nuevo coronavirus en el país nosotros seguimos atendiendo sin ningún cambio. No había un protocolo para mi área así que recibíamos pacientes sin tener suficiente Equipo de Protección Personal (EPP). Felizmente una doctora de mi equipo también trabaja en una clínica privada y ella nos suministró mascarillas. Al inicio, según indicaciones oficiales, solo se mantendría en los establecimientos médicos al personal que estuviese en la primera línea de batalla contra la pandemia. Nutricionistas, psicólogos y otros colegas se fueron a casa. Nosotros no. Los obstetras no hemos parado ni un día. Aún cuando hay tanta muerte, la vida continúa. Entonces, ¿por qué no se nos considera en ese frente contra el coronavirus? Al excluirnos, nos dejan sin protección. Vamos más de cincuenta días en estado de emergencia y ya se nos agotaron las mascarillas N95.
La cuarentena no va a detener el proceso de gestación de una mujer. El organismo de una embarazada sigue su propio ritmo sin importar lo que pase afuera. Ahora que se han cancelado los controles prenatales en los centros de salud, los obstetras nos acercamos a sus casas para asegurarnos que tanto mamás como bebés estén bien. Al día puedo visitar hasta tres hogares. Como nos enfrentamos a un virus invisible y algunas veces asintomático, trabajar sin el EPP adecuado es un riesgo inminente. Las madres también tienen miedo. Antes la mayoría temía alguna complicación en el embarazo o tener que hacerse una cesárea, hoy les aterra la idea de contagiarse. En la zona de Huarochirí muchas quieren dar a luz en sus casas porque “en los hospitales está el COVID”. Nosotros tenemos que ganarnos su confianza y asegurarnos de que el parto termine dentro de una institución de salud.
Mis colegas y yo sabemos que un embarazo necesita atención constante porque en cualquier momento se pueden presentar complicaciones. Por eso no nos detenemos a pesar de nuestras necesidades. Estas últimas dos semanas nos las hemos ingeniado para conseguir mascarillas, mantener el centro lo más seguro posible y seguir atendiendo a nuestras pacientes. En medio de la pandemia, hemos asistido el nacimiento de tres varones y dos mujercitas. Todos sanitos felizmente. Uno de los motivos por los que elegí esta especialidad es que siempre me gustó la idea de cuidar al trinomio completo de una nueva vida: mamá, papá e hijo. Ahora no puedo evitar sentir tristeza al comprobar que hay quienes no entienden la importancia de la obstetricia, una profesión que en esencia se dedica a salvar vidas.