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¿Energías renovables para disminuir la contaminación del aire?

Hay muchas razones para impulsar las energías renovables y muchos recursos disponibles para generarlas. El objetivo: lograr una matriz energética más limpia que proteja nuestra salud y nuestras necesidades de energía.

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Hay, al menos, dos problemas en Lima, y probablemente en muchas otras ciudades de América Latina y El Caribe, que, aunque tienen causas distintas, podrían paliarse con la producción masiva de las energías renovables: la calidad del aire y la seguridad energética.

Por un lado, Lima es una de las ciudades con el aire más contaminado del mundo. Según el índice State of Global Air, el aire de la ciudad supera los niveles máximos de dos contaminantes principales: materia particulada fina (comúnmente conocida como PM 2.5, porque su diámetro es inferior a las 2,5 micras) y dióxido de nitrógeno (NO2), que se generan por la quema de combustibles fósiles proveniente del parque automotor e industrias como la pesquera, minera o metalúrgica. Este exceso de emisiones podría reducirse si en vez de quemar combustibles se obtuviera energía de fuentes no contaminantes.

Por otro lado, el país enfrenta una inseguridad energética debido a que obtiene su electricidad de dos fuentes principales: termoeléctrica y, sobre todo, hidroeléctrica. Según datos del Ministerio de Energía y Minas del gobierno, Perú tiene más de 200 centrales hidroeléctricas en todo el país, que, como su nombre señala, dependen del agua. Después de que se acumula en represas por las lluvias, el agua hace girar las turbinas hidráulicas y, luego, un generador eléctrico convierte la energía mecánica en electricidad. El problema con ello es que cuando falta el agua, cosa que es cada vez más recurrente en un escenario de constantes sequías por el cambio climático, varias centrales hidroeléctricas no tienen recurso suficiente para abastecer de energía a todo el país. Así que recurren al diésel, como combustible de respaldo.

Cuando no hay suficiente agua, como ahora, “empezamos a quemar diésel, lo cual implica más contaminación y también aumentos increíbles en los costos”, dice Paloma Sarria, directora ejecutiva de Asociación Peruana de Energías Renovables (SPR). En los últimos días el megavatio/hora (MWh) en Perú pasó de 30 dólares a más de 180 dólares. Así que “si tuviésemos más energías renovables y una matriz energética más diversificada, no tendríamos esos problemas”, dice Sarria.

De manera que dos problemas que aquejan a los ciudadanos en el día a día, y que tienen que ver con su salud y con su consumo eléctrico, podrían disminuir con la llegada de las energías renovables no convencionales, especialmente la solar y eólica que, aunque durante muchos años fueron etiquetadas como caras e inestables, hoy es cada vez más claro que son energías baratas y viables para Perú y Latinoamérica.

Así lo ha sido en la última década. Según datos de la Plataforma para el Desarrollo de hidrógeno verde en Latinoamérica y El Caribe, Perú pasó de ser prácticamente hidroeléctrico -el 85% del total de energía generada venía de esa fuente en 2002-, a tener una matriz energética mucho más diversa a partir de 2008. Hoy, el país genera: 56,09% de fuente termoeléctrica; 38,70% de hidroeléctrica; 3,08% de eólica; y 2,13% de solar. Los porcentajes de eólica y solar todavía son pequeños, pero varios especialistas apuntan que es perfectamente viable que esta producción aumente en las próximas décadas. Son positivos, y tienen argumentos para serlo.

Son cada vez más baratas

“Generar electricidad con energía solar y eólica ya es más barato que producir energía con cualquier combustible fósil, e incluso más barato que la hidroeléctrica (…) Ya no se tiene que recurrir a incentivos o subsidios para generar esas energías, como antes”, dice Paloma Sarria.

Y es cierto. Un reporte de 2020 de la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA) muestra que de 2010 a 2020 el costo de generar energías solar y eólica disminuyó significativamente: la solar fotovoltaica tuvo una disminución del 85%; la termosolar de concentración bajó 68%; la eólica en tierra (onshore) cayó un 56%; mientras que la eólica en el mar (offshore), disminuyó un 48%.

Todo esto tiene que ver con un mejor conocimiento y expansión de las tecnologías para generarlas. “Los costes de generación de energía renovable han descendido drásticamente en la última década, impulsados por la mejora constante de las tecnologías, las economías de escala [cuando una empresa reduce sus gastos al expandirse], las cadenas de suministro competitivas y la mayor experiencia de los promotores”, dice la IRENA.

“Los nuevos proyectos solares y eólicos son cada vez baratos, incluso más que la opción más barata y menos sostenible de las centrales de carbón existentes”. El análisis de IRENA sugiere que, si se sustituyen las centrales de carbón existentes por proyectos de energía renovable, se reducirían los costes anuales del sistema en 32,000 millones de dólares y se eliminarían unas tres gigatoneladas de CO2 al año.

Un ejemplo de que la reducción de los costos ya está cambiando la forma de generar y consumir energía en Perú es la iniciativa del Banco de Crédito del Perú (BCP) que ya instaló 48 paneles solares en 45 agencias y tres sedes del banco en Lima y provincias. “Esto nos permite disminuir las emisiones de gases que ocasionan el cambio climático”, aseguró el BCP en su cuenta de LinkedIn.

La tendencia es que el costo de generar energías renovables siga disminuyendo. En un artículo de 2020, Aaron Larson, el director ejecutivo de la revista Power, apunta que “si continúan las tendencias actuales, se estima que el costo de los proyectos solares y fotovoltaicos serán menos de 20 dólares por MWh antes del 2030”.

Hay tecnología a mayor escala

Uno de los cambios que han hecho que las energías limpias sean cada vez más viables es el hecho de que la tecnología fotovoltaica y eólica es cada vez mejor en la extracción de recursos renovables. Pero, además de la tecnología en sí misma, ha pesado la decisión de muchas empresas y productores de aumentar el tamaño de proyectos e instalaciones, lo cual permite recortar los gastos de operaciones y mantenimiento.

Un ejemplo de ello es el tamaño de las turbinas eólicas terrestres. Un análisis de la Oficina de Eficiencia Energética y Energías Renovables de Estados Unidos muestra que mientras que la potencia promedio de los aerogeneradores en 2019 era de de 2,5 MW, hoy es de 4 MW, y se espera que para 2035 llegue hasta 5,5 MW. También ha cambiado y cambiará el tamaño de los diámetros de los rotores y las alturas de los bujes: de 120 metros de diámetro y 80 metros de altura que tenía la mayoría de las turbinas en 2019, tendrán 174 metros de diámetro y 130 metros de altura en 2035. “Se espera que las turbinas eólicas marinas sean aún más grandes en el futuro: 17 MW de media para los proyectos construidos en 2035 (frente a 6 MW en 2019)”, dice el análisis.

El aumento de potencia y tamaño significa mejor costo nivelado de energía, que es el costo promedio total de construir y operar una central eléctrica y dividirlo entre la energía total a ser generada durante su vida útil. Según un informe de BloombergNEF, “Brasil, que cuenta con abundantes recursos eólicos, ha registrado el costo nivelado de energía más bajo del mundo (24 dólares por MWh) en los mejores proyectos eólicos terrestres de su clase. Los proyectos de Estados Unidos no se quedan atrás (26 dólares por MWh), mientras que los de India y España alcanzan los 29 dólares por MWh”.

Hay cada vez más razones de salud

Una más de las razones para pensar que las energías renovables tienen futuro es la salud. Como dijimos, el aire de Lima es uno de los más contaminados, y eso tiene consecuencias importantes en la salud de las personas, los más obvios son los relacionados con los pulmones y las vías respiratorias como el cáncer de pulmón y la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), pero hay más: un estudio publicado en 2018 en la revista Chest muestra evidencia sobre cómo el aire contaminado “también puede dañar la mayoría de los otros sistemas de órganos del cuerpo”.

De acuerdo con los autores, se relaciona la contaminación del aire con enfermedades como el cáncer de vejiga y la leucemia infantil, así como la diabetes mellitus, la rinitis alérgica, la sensibilización alérgica, la osteoporosis, las fracturas óseas, la conjuntivitis, la enfermedad del ojo seco, la enfermedad inflamatoria intestinal, el aumento de la coagulación intravascular, la disminución de la tasa de filtración glomerular, la enfermedad cutánea atópica y urticaria, el acné y el envejecimiento de la piel. Además, “la contaminación del aire también representa el 19% de todas las muertes cardiovasculares y el 21% de todas las muertes por accidente cerebrovascular.

Por estas razones, cualquier forma de reducir esta contaminación, como el impulso de las energías renovables, se convierte en un tema de salud. De hecho, hay especialistas que han mostrado que el consumo de energías renovables puede tener impactos directos en la salud de las personas. Un artículo publicado en agosto de 2020 en la revista Environmental Science and Pollution Research muestra que el proceso de transición energética que ocurrió de 1990 a 2016 en América Latina está relacionado con una reducción de muertes a causa de la mala calidad del aire.

“El consumo de energía renovable [biomasa, geotérmica, solar, fotovoltaica, residuos y eólica] juega un papel crucial en la reducción de las tasas de mortalidad por contaminación del aire exterior”, concluyen los autores. Esto ocurre porque cuando entran en juego las energías renovables se reduce el consumo de combustibles fósiles y, en consecuencia, bajan las emisiones de CO2 que contribuyen a muchos problemas ambientales que dañan la salud humana.

El desafío: regulación para la transmisión distribuida

Hay muchas razones para impulsar las energías renovables y muchos recursos (naturales, tecnológicas y humanos) disponibles para generarlas. En Perú, por ejemplo, eso ya ha empezado a ser una realidad: actualmente hay siete centrales que generan electricidad con la fuerza del viento, que suman una capacidad instalada de 408 MW y aportan alrededor del 3.1% de la producción de energía eléctrica a nivel nacional; además de otras siete plantas solares fotovoltaicas, con una capacidad total instalada de 284.48 MW.

Pero está pendiente un aspecto clave: la regulación que permita la generación distribuida, es decir, la posibilidad de inyectar a la red eléctrica el excedente de electricidad que generen pequeños usuarios. Para Sarria, “lo que falta en Perú es generar igualdad de condiciones en el marco regulatorio para que esas energías, sobre todo la eólica y solar, que son más baratas, puedan participar en la generación de energía. Es inaceptable que no se le permita a tecnologías limpias y baratas tener igualdad de condiciones que otras tecnologías para poder competir (…) El día que eso se logre, se vería una verdadera masificación”.

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