Para muchas personas hay una cosa que no puede faltar en la bolsa o el botiquín familiar: un antiácido para evitar ese reflujo incómodo que aparece de un momento a otro. El problema es que, en muchos casos, el consumo de antiácidos ha pasado de ser una medida de emergencia a convertirse en un patrón común y permanente, incluso antes de sentir cualquier síntoma como dolor o ardor estomacal. Prueba de ello son los múltiples productos en el mercado, desde el omeprazol y todos sus derivados, hasta Alka-Seltzer, Melox, Bismutol (o cualquier otra marca de bismuto subcitrato) o los populares y coloridos Tums, que mucha gente consume como si fueran dulces.
Para los médicos, es necesario concientizar a la población sobre las verdaderas causas de la acidez estomacal y las mejores formas de prevenirla, sobre todo dada la tremenda cantidad de personas que la padecen de manera crónica. Tan solo en Estados Unidos, según información de la Biblioteca Nacional de Medicina, hay 60 millones de personas que tienen acidez estomacal una vez al mes, y más de 15 millones la padecen diariamente.
Una de las primeras cosas que hay que explicar es que, a pesar de su mala fama, el ácido gástrico no es el culpable. “La creencia coloquial es que el ácido es malo, cuando en realidad no es así. El ácido que produce el estómago (ácido clorhídrico) tiene muchos beneficios. Primero: participa en las primeras fases de la digestión, es un importante catalizador para desdoblar proteínas, grasas y carbohidratos. Pero, sobre todo, es un gran mecanismo de protección porque mata bacterias, virus y parásitos”, explica el especialista en padecimientos gastrointestinales y en cirugía de colon y recto, Iván de la Serna.
Si no es el ácido gástrico el que provoca la enfermedad ácido péptica, como se conoce a todos a todos los padecimientos gastro intestinales relacionados con sangrado o úlcera, entonces ¿qué es? La respuesta son un conjunto de factores que incluyen el consumo de ciertos medicamentos, el abuso del alcohol, el reflujo gastroesofágico (ERGE) o la infección en el estómago por la bacteria Helicobacter pylori.
Todo eso provoca que la mucosa del estómago (la capa interna que recubre las cavidades del tracto digestivo) se irrite o inflame. “Cuando una mucosa está inflamada es más propensa a lastimarse con el mismo ácido que produce”, dice De la Serna. Por eso, la gente piensa que el ácido es el problema, cuando en realidad es el daño a la mucosa lo que la hace más sensible a los efectos del ácido. Y por eso, tomar antiácidos de por vida sin que un especialista identifique la verdadera causa de la acidez, no solo puede ser inútil sino incluso podría propiciar riesgos a largo plazo como el síndrome del intestino irritable.
Las verdaderas causas de la acidez
Uno de los padecimientos que más frecuentemente producen acidez es la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE), que afecta a más del 40% de la población en América Latina, y que ocurre cuando la válvula que conecta al esófago con el estómago permite que el ácido gástrico escape hacia el esófago. Si esto pasa de forma regular se generan lesiones en el esófago que provocan la sensación de ardor desde la boca del estómago hasta el pecho o la garganta, regurgitación (la sensación de que el alimento que se ingirió vuelve a la garganta), dolor o sabor amargo o ácido en la boca.
Según la Biblioteca Nacional de Medicina, hay factores que pueden incrementar estos malestares, como la obesidad, el tabaquismo, el consumo de alimentos con exceso de grasa, picantes o ácidos (como las frutas cítricas), así como el alcohol o bebidas con cafeína como café o té. Médicos del Servicio de Gastroenterología, del Hospital Universitario Ramón y Cajal, en Madrid, advierten en un artículo que muchos pacientes se aliviarán del reflujo simplemente evitando las comidas ricas en grasa, chocolates, tabaco o alcohol en alto grado. “En todas las farmacias se dispone de antiácidos (alcalinos) que no necesitan receta médica y que pueden aliviar los síntomas de inmediato. Sin embargo, si el reflujo ha comenzado a deteriorar su calidad de vida, con toda probabilidad su médico prescribirá un medicamento capaz de reducir de forma significativa y prolongada la secreción gástrica de ácido”.
Otra causa importante de problemas gástricos es la infección de Helicobacter pylori, una bacteria presente en más del 69% de la población en América Latina y el Caribe. Aunque aún no está claro cómo se adquiere, una de las rutas principales es la transmisión directa entre persona a persona (boca a boca o al amamantar, entre otras). De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la bacteria causa “gastritis crónica y en el 15-20% de los casos provoca úlceras pépticas, linfomas tipo MALT (tejido linfoide asociado a la mucosa) y cáncer gástrico”.
La bacteria infecta el revestimiento del estómago, un lugar ideal porque está menos expuesta a los jugos gástricos. Ahí hace que se produzca más ácido gástrico de lo normal, lo cual daña el revestimiento de estómago y provoca, en muchos casos, inflamación (gastritis) y úlceras. Una de las principales preocupaciones de los especialistas es que la bacteria es altamente resistente a los antibióticos a consecuencia de la gran cantidad de personas que se automedican, lo que dificulta aún más su tratamiento. Por eso, afirman distintos expertos, lo recomendable es seguir las recomendaciones del gastroenterólogo, no automedicarse ni abandonar el tratamiento antes de tiempo.
El efecto de los antiácidos
Aunque solemos llamar “antiácidos” a todos los medicamentos contra la acidez estomacal, la realidad es que no todos son iguales. Los antiácidos son estrictamente los que neutralizan el ácido en el estómago, y tratan síntomas como el reflujo, la regurgitación, el ardor o la indigestión. Pueden ser líquidos, masticables y en forma de tableta, y los más comunes son el Alka-Seltzer, Melox o Tums.
Pero hay otros fármacos que no tratan síntomas, sino que reducen el ácido gástrico; los más efectivos son los inhibidores de la bomba de protones, como el omeprazol y todos sus sucedáneos. “En el estómago tenemos unas células llamadas parietales que son las encargadas de producir el ácido clorhídrico y para liberarlo usan una especie de bomba; los antiácidos como el omeprazol bloquean el funcionamiento de esta bomba”, explica De la Serna. Pero lo que los hace tan efectivos es también lo que los puede volver dañinos. Si hay un abuso de estos inhibidores, las bombas de protones pueden atrofiarse, lo que disminuye la cantidad de ácido necesario para deglutir los alimentos y también para protegernos contra bacterias o patógenos.
De acuerdo con Iván de la Serna los antiácidos son medicamentos que se tienen que dar por periodos cortos, regularmente en tratamientos que no deberían pasar de los 14 días. Sin embargo, dice, “esa no es la realidad. La realidad es que, en gran medida, nosotros los médicos recetamos de manera excesiva este tipo de medicamentos. Un poco presionados porque hay que darle algo al paciente; un poco porque el paciente está muy acostumbrado a tomar medicamento por meses, o incluso años; y un poco porque todos nos quedamos con la idea de que hay que tomar omeprazol hasta el fin de la vida porque es la mejor forma de proteger al paciente. Y no es así”.
Un consumo excesivo
A pesar de que tomar medicamentos para aliviar la gastritis o reducir los síntomas suele ser efectivo y seguro, el consumo permanente y excesivo (tomarlo dos o tres veces por semana, o más) puede derivar en efectos a corto y largo plazo. Por ejemplo, de acuerdo con las recomendaciones del médico Jay W. Marks, tomar aquellos que contienen mucho aluminio puede provocar estreñimiento, mientras que los que tienen magnesio (como la leche de magnesia) puede propiciar diarrea. Además, tomar antiácidos como dulces (en el caso de los Tums) puede “afectar los equilibrios de calcio y ácido en el cuerpo y dañar los riñones”. Demasiados antiácidos pueden provocar una sobredosis de calcio que derive en náuseas, vómito, piedras en el riñón o alcalosis, que sucede cuando el cuerpo no genera suficiente ácido.
Otro efecto, éste de largo plazo, es el síndrome del colon o intestino irritable (SII), que afecta al intestino grueso y genera cólicos, dolor e hinchazón abdominal, gases, diarrea y estreñimiento. “Tenemos una cantidad enorme de pacientes, hasta el 40% de la consulta de gastroenterología, con colon irritable. Y todo el mundo sigue teniendo la creencia popular de que la colitis, como se le llama de manera coloquial, aunque ya es un nombre obsoleto, es derivada del nerviosismo”. Pero los nervios o el estrés no son la causa del SII, solo lo exacerban. “La realidad es que el colon irritable y el consumo excesivo de Omeprazol están conectados”, dice De la Serna.
El colon irritable puede deberse a diversos factores: anomalías en el sistema nervioso o en la contracción de los músculos del intestino, o por infecciones de ciertas bacterias o virus, pero también se ha asociado con un exceso de bacterias en los intestinos. De ahí la conexión con los antiácidos: “si yo tomo Omeprazol y no permito que el ácido gástrico arrastre y mate bacterias para que no tenga de más, se convertirá en un factor de riesgo para el colon irritable”, explica el especialista.
Probablemente uno de los riesgos más serios del consumo excesivo de antiácidos es que al aliviar temporalmente ciertos síntomas podrían estar ocultando señales de padecimientos más serios y graves. Por eso la recomendación siempre es la misma: evitar la automedicación y acudir con un especialista que indique cuándo es pertinente tomar un medicamento y durante cuánto tiempo.