En veterinaria, la ivermectina es un viejo aliado. Con más de treinta años en el mercado, el fármaco ha sido muy exitoso para desparasitar diversas especies de animales e incluso para deshacerse de algunos gusanos parásitos en seres humanos con mínimos riesgos.
Además, ha habido experimentos in vitro que muestran su capacidad para inhibir la replicación de virus como los del VIH, dengue, la influenza o la fiebre amarilla. Lo cual, sumado a su disponibilidad y precio accesible, le han dado un nuevo protagonismo durante la pandemia por COVID-19.
Alrededor del mundo, muchos científicos están haciendo pruebas con diversos fármacos que ya existen en el mercado para combatir la nueva pandemia. Esta es una práctica común de la medicina. A finales de los ochenta, por ejemplo, el primer fármaco que aprobó la Agencia de Medicamentos y Alimentos (FDA) para tratar el VIH fue un retroviral que se utilizaba en pacientes con cáncer. Mientras se trabaja en la creación de una vacuna exclusiva para el coronavirus, la ciencia trata de aprovechar los recursos que ya tiene al alcance y averiguar si alguno puede contenerlo.
Es así como la ivermectina consiguió su nueva fama global el 3 de abril de 2020, cuando un grupo de investigadores del Peter Doherty Institute for Infection and Immunity de la Universidad Monash, en Australia, publicaron un artículo en el que concluían que, tras aplicar ivermectina en células infectadas en un laboratorio con SARS-CoV-2, el fármaco lograba inhibir su replicación en menos de cuarenta y ocho horas.
El estudio fue retomado por centenas de medios de comunicación alrededor del mundo, en parte, por su atractivo título: “La droga aprobada por la FDA, ivermectina, inhibe la replicación del SARS-CoV-2 in vitro”.
“Usaron un título muy desafortunado. Cuando alguien lo lee, especialmente el lector más laico en el tema, puede interpretar fácilmente que la Agencia de Medicamentos y Alimentos (FDA) ha aprobado la ivermectina para el coronavirus y esto no es así”, dice Carlos Chaccour, médico venezolano con más de doce años trabajando con este fármaco.
Lo que la FDA aprobó fue el uso de ivermectina como antiparasitario, y lo hizo en los noventa. Desde entonces, se receta en forma oral para personas con gusanos parásitos o también en forma tópica para algunos parásitos externos como los piojos o para afecciones de la piel como la rosácea y la sarna.
A pesar de que los autores del artículo de Monash alertaron de que su estudio en ningún caso recomendaba el uso de ivermectina en pacientes con COVID-19, la publicación bastó para que médicos en distintos países, como República Dominicana, empezaran a probarlo en seres humanos. Varios de ellos han afirmado resultados observacionales positivos.
Sin embargo, a la fecha no hay ningún estudio clínico aleatorizado, es decir, con pacientes elegidos al azar, que pruebe la reducción de la carga viral en pacientes con COVID-19. Los pocos estudios observacionales que se han llevado a cabo no han sido revisados por pares, e incluso uno de ellos fue retractado después de serias críticas a la calidad de sus resultados.
Por lo tanto, hasta ahora no existe ninguna autorización para que se utilice ivermectina en humanos como tratamiento o prevención para COVID-19. La misma Organización Mundial de la Salud y varios ministerios de la región desaconsejan su uso.
A pesar de eso, países como Perú, Bolivia, y Honduras incluyeron el antiparasitario en la primera línea de acción terapéutica para COVID-19. En Guatemala, el Ministerio de Salud anunció hace unos días que incluiría ivermectina en los kits para pacientes con síntomas leves.
Aunque su aplicación está sujeta a la prescripción médica, algunos especialistas han reportado casos en los que los pacientes la usan sin ninguna receta ni seguimiento profesional.
Más grave aún, es que las personas utilicen ivermectina para animales. “En la desesperación, la gente está buscando tomar lo que sea. ¿Quién está controlando qué productos podrían estarse vendiendo como si fuera ivermectina? Productos que podrían causar otros efectos tóxicos. La ivermectina veterinaria no tiene el mismo control de calidad que la humana”, dice Patricia García, ex ministra de Salud de Perú.
El uso de ivermectina veterinaria para tratar o prevenir COVID-19 se ha vuelto tan común en algunos lugares de Bolivia y Perú, que la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas del Perú tuvo que lanzar un comunicado para alertar de sus riesgos.
Pero estas alertas se enfrentan a otros mensajes por parte de médicos como el peruano Armando Massé, con amplia presencia en medios de comunicación de ese país, quien ha recomendado el uso de ivermectina para animales: “La ivermectina también lo usan las personas que crían vacas porque la tienen para desparasitar a sus animales. Y esa ivermectina es mucho más barata. Es la misma que venden en los frasquitos de quanox”, dijo en su programa de radio.
Pero no es la misma cosa. “Los medicamentos humanos y veterinarios tienen diferente proceso de control de calidad, aunque usen el mismo Principio Farmacológico Activo. Este diferente control de calidad puede incluir medidas más laxas en cuanto a pureza. Es por eso que los responsables de atención sanitaria no recomiendan el uso de medicamentos veterinarios”, dice Chaccour.
El mismo investigador subraya que hay varias razones para pensar que la ivermectina sí puede tener potencial biológico para responder a la enfermedad como, por ejemplo, su tendencia a concentrarse en mayores niveles en los pulmones y también su potencial para modular el sistema inmune de una persona, al impedir que lleguen al núcleo de las células humanas proteínas importantes para que el coronavirus se replique.
Sin embargo, antes de sugerir su uso son necesarios los estudios clínicos que prueben su seguridad y sirvan para definir la dosis efectiva contra este nuevo virus.
Esos estudios ya están en curso. Según los datos de la plataforma ClinicalTrials, donde se registran todos los estudios clínicos que se están llevando a cabo actualmente, hay 32 ensayos en desarrollo para probar la efectividad de la ivermectina en pacientes con COVID-19; hasta el 17 de julio, ninguno tenía resultados publicados.
Mientras tanto, los especialistas coinciden en que el uso automedicado de la ivermectina (y especialmente en su presentación veterinaria) puede tener riesgos importantes:
- Daños graves en la piel
Aplicar ivermectina veterinaria en forma subcutánea o intramuscular y con dosis no controladas puede propiciar lesiones en la piel, desde llagas hasta úlceras profundas. Se han registrado casos de pacientes que se aplican el fármaco como suelen inyectarlo en animales, generándose daños significativos en la piel y ningún beneficio frente a COVID-19. - Posible toxicidad al interactuar con otros fármacos
Todos los medicamentos que se toman por vía oral pasan por un proceso de transformación (metabolismo) en nuestro sistema digestivo que regula la cantidad de fármaco que llega a la sangre para que se distribuya en todo el cuerpo. Lo que puede suceder con la ivermectina es que si se combina con otros medicamentos (como el ritonavir) estos pueden inhibir las proteínas responsables del metabolismo y propiciar que llegue más ivermectina a la sangre, con el riesgo de que se alcance una dosis tóxica en la circulación. - Falsa sensación de seguridad
Al pensar que ya recibieron un tratamiento seguro para COVID-19, muchas personas pueden creer que están protegidos frente al virus y descuidar las medidas preventivas que sí funcionan como el distanciamiento social o el uso de cubrebocas. - Cambios no predecibles en el sistema inmune
Un artículo en la revista Nature plantea la posibilidad de que la ivermectina altere la respuesta inmune al virus de las personas y propicie efectos más severos frente a la infección, especialmente en poblaciones que tienen una gran prevalencia de parásitos como los de América Latina. - Oportunidad para el mercado negro
La demanda del antiparasitario ha provocado la comercialización del producto en el mercado negro, poniendo en riesgo su calidad. Por ejemplo, algunos medios reportaron la incautación de veinte mil frascos de ivermectina veterinaria en San Martín de Porres, Perú, procesados y envasados sin las medidas sanitarias adecuadas.