El hígado es el órgano más grande que tenemos, y el encargado de transformar lo que comemos en energía y de eliminar toxinas para que no se acumulen en nuestro cuerpo. A pesar de ser uno de los órganos más importantes, durante mucho tiempo no le prestamos mayor atención a su cuidado. Sin embargo, eso ha cambiado en los últimos años con el aumento de la enfermedad por hígado graso no alcohólico (EHGNA). El vínculo entre esta condición con casos de cáncer, cirrosis y fibrosis hepática es suficiente para que los doctores nos recomienden tener una actitud preventiva en el cuidado de nuestro hígado.
Un artículo publicado en 2020 sobre la incidencia de enfermedad hepática en el mundo muestra un aumento importante de muertes por esta causa en los últimos años. Los autores reportaron un promedio de 2.14 millones de muertes relacionadas con el hígado en 2017, lo que representa un incremento de 11,4% respecto al de 2012.
Aunque existe la noción de que hay múltiples alimentos que pueden ayudar a mejorar la función hepática, en realidad son pocos los alimentos que verdaderamente han probado tener un efecto positivo en seres humanos: el café es el alimento que ha demostrado mayor beneficio, mientras que otros como el té verde o los frutos rojos muestran evidencia parcial de su eficacia.
Consumir alimentos que efectivamente protejan al hígado es importante, pero deberíamos saber qué funciona y para qué. De acuerdo con la Mayo Clinic, la enfermedad hepática puede ocurrir por causas genéticas, por virus que se transmiten a través de la sangre, el semen, o por consumir alimentos contaminados, también puede ser una consecuencia de tomar medicamentos de dudosa procedencia o ciertos compuestos herbales, así como por el consumo excesivo de alcohol.
Entre todas las enfermedades del hígado, hay una que está provocando mayor preocupación por las consecuencias graves que conlleva y por el número de personas (incluso, jóvenes y niños) que la padecen: la enfermedad de hígado graso no alcohólico (EHGNA) sucede cuando hay un exceso de grasa en este órgano en personas que no necesariamente consumen alcohol. Este padecimiento puede ser causado por la obesidad, la hiperlipidemia o la diabetes tipo II y puede provocar fibrosis hepática, cirrosis o cáncer. Un informe publicado en 2019 reporta que en Bolivia, Ecuador y Perú, esta enfermedad “se relacionó con el 17% de las muertes por cáncer de hígado y el 23% de muertes por cirrosis”. Un estudio de 2016 revela que entre 17% y 35% de la población de América Latina lo padece.
Frente a los múltiples factores que pueden dañar el hígado, y específicamente frente a la enfermedad de hígado graso no alcohólico, hay algunos análisis que proponen ciertos alimentos con el potencial de reducir su deterioro y disminuir así la velocidad con la que la enfermedad hepática puede derivar en daños irreversibles.
Café: buenas señales
El café es probablemente el alimento del que se cuenta con más estudios sobre sus potenciales efectos positivos en el hígado. Por ejemplo, un artículo de 2014, liderado por el investigador Shaohua Chen, incluyó la revisión de decenas de pruebas para verificar si el consumo de café reducía la severidad de la enfermedad de hígado graso no alcohólico. Y aunque las metodologías varían, Chen concluye que hay algunos mecanismos del café, como su potencial antioxidativo, antiinflamatorio y antifribrótico, que parecen estar relacionados con la reducción en la prevalencia de EHGNA. No se entienden del todo cómo funcionan esos mecanismos, pero se sospecha que podrían estar relacionados con algunos componentes del café distintos a la cafeína.
En otro artículo del mismo año, un grupo de investigadores revisó varios análisis sobre el efecto del café y también halló menos afectaciones de hígado graso en los bebedores frecuentes de café, respecto a quienes no lo beben. El equipo agregó que algunos estudios in vitro muestran que el café puede estar involucrado en la desintoxicación de carcinógenos. Sin embargo, afirman que “no está claro si los beneficios son lo suficientemente significativos como para ‘tratar’ a los pacientes con enfermedades hepáticas crónicas (CLD, por sus siglas en inglés). A la espera de una aclaración, el uso moderado y diario de café sin azúcar es un coadyuvante razonable de la terapia para estos pacientes”, afirmaron.
Aunque estas revisiones de estudios ofrecen buenas señales de los efectos positivos del café, fue hasta hace un año, en junio de 2021, que se publicó uno de lo mayores estudios con seres humanos. La investigación incluyó poco menos de un millón de pacientes del Reino Unido, a quienes les dieron seguimiento durante 10,7 años para evaluar cuántos de los bebedores y no bebedores de café desarrollaban algún padecimiento hepático. “El hallazgo de que todos los tipos de café [descafeinado, instantáneo o molido] son protectores contra las enfermedades hepáticas crónicas es significativo dada su creciente incidencia en todo el mundo y el potencial del café como intervención para prevenir la aparición o la progresión de estos males”, concluyeron.
Para muchos, es una buena señal y una razón poderosa para llevar a cabo diversos ensayos clínicos que permitan entender cómo es que el café ayuda. Mientras tanto, para el autor del estudio, Oliver Kennedy, hay que aprovecharlo: "el café es ampliamente accesible, y los beneficios que observamos en nuestro estudio pueden significar que podría ofrecer un potencial tratamiento preventivo para la enfermedad hepática crónica. Esto sería especialmente valioso en los países con menores ingresos y peor acceso a la asistencia sanitaria y donde la carga de la enfermedad hepática crónica es mayor".
Té verde: con resultados variables según quién lo tome
Existe una idea generalizada de que beber té, especialmente el té verde o la catequina (un tipo de flavonoide con potencial antioxidante que está presente en el té verde, manzanas, frutos rojos y chocolate negro), puede ayudar a proteger el hígado. Y aunque hay varios estudios que sugieren esta asociación, la evidencia más reciente muestra que estos alimentos pueden tener efectos positivos y negativos según el estado de salud de la persona que los consuma.
Un estudio publicado en 2020 en la revista Phytotherapy Research incluyó un total de 15 ensayos clínicos en los que se analizaban el rol del té verde, las catequinas y suplementos de ese tipo en las enzimas del hígado; estas enzimas ayudan al órgano a transformar el alimento en energía, pero si están en concentraciones muy altas puede ser una señal de lesión o irritación.
El estudio concluyó que a pesar de que no hay una asociación significativa sí hay un efecto del té verde sobre las enzimas hepáticas que depende del estado de salud de los individuos.: “mientras que en los pacientes con hígado graso no alcohólico se observó un efecto reductor moderado, en los sujetos sanos se encontró un pequeño efecto de aumento”.
Especial atención merecen los suplementos y extractos de té verde porque, aunque la evidencia no es contundente, algunos estudios alertan que pueden estar relacionados con daños en el hígado debido a que propician un exceso de sustancias como los grupos hidroxilos. Por lo tanto, hay que tomar con cautela los beneficios del té verde y sobre todo sus suplementos. Si se goza de buena salud, lo recomendable es evitarlos.
Por otro lado, se han hecho pruebas sobre si las hierbas medicinales (como las usadas en la medicina tradicional china) podrían tener algún efecto en el hígado graso no alcohólico, pero la evidencia es poco contundente y se requieren más experimentos en seres humanos para probar si realmente funcionan.
Frutos Rojos: por ahora solo con beneficios en animales
A diferencia del café o del té, en el que sí ha habido estudios en seres humanos, en el caso de los frutos rojos, como las uvas y los arándanos, la mayoría de los estudios han incluido únicamente ensayos con animales, lo que limita la posibilidad de hacer conclusiones sobre su eficacia contra el hígado graso no alcohólico.
Aun así, hay señales de que el poder de los frutos rojos contra la enfermedad hepática está en las antocianinas, que son los pigmentos por los que adquieren sus colores rojos y morados. Por ejemplo, un estudio con roedores, publicado en 2019 en la revista Nutrients, probó que los ratones con hígado graso que habían sido alimentados con antocianinas polimerizadas (la misma sustancia, pero con mayor peso molecular) habían mostrado una disminución de inflamación y estrés oxidativo. “Nuestros resultados demuestran que la antocianina polimerizada puede mejorar la función hepática de los ratones con EHGNA, regulando los lípidos en sangre, reduciendo la acumulación de grasa en el hígado y regulando el metabolismo de los lípidos”, concluyeron los autores.
Lo mismo ocurrió en otro estudio con conejos albinos a los que se alimentó con otro tipo de antocianina (leucoantocianina de uva). La evaluación mostró que la leucoantocianina redujo la EHGNA en comparación con el grupo no tratado. De acuerdo con los autores, “el grupo tratado tenía menos focos de tejido graso. Por lo tanto, la leucoantocianina puede ser una sustancia prometedora para tratar la EHGNA, aunque se necesitan más estudios”.
Jugo de betarraga
La betarraga es una hortaliza baja en grasas y rica en fibra que también tiene algo que ofrecer para el cuidado del hígado: la betaína, un compuesto activo que le da su color rojizo. Sobre la evidencia de su efecto en la enfermedad del hígado graso no alcohólico, hay pocos estudios.
Por ejemplo, uno publicado por un grupo de académicos de una universidad privada en la India evaluó el efecto terapéutico de un suplemento de betarraga en polvo en 40 pacientes con hígado graso no alcohólico. Sus resultados muestran que, aunque el suplemento “mejoró los síntomas clínicos, redujo significativamente las enzimas hepáticas y los perfiles lipídicos, no se encontró ningún efecto significativo de la suplementación de betarraga en el grado de hígado graso”.
Otras verduras
Otras verduras crucíferas, como el brócoli y las coles de Bruselas, también han mostrado prometedoras señales en estudios con animales. Incluso, hay pruebas de que la forma en la que se cocinan puede influir en un mayor o menor beneficio: si las coles de Bruselas son secadas al horno pueden tener bajas concentraciones de glucosilonatos, relacionados con la desintoxicación, por lo que se recomienda otro tipo de cocción.
A pesar de los estudios para descifrar con mayor certeza qué funciona y qué no contra la enfermedad de hígado graso no alcohólico, lo cierto es que el mayor consenso por ahora está a favor de que una dieta saludable y balanceada puede ayudar a tener un hígado más sano.
Un artículo publicado en Pediatric Obesity que analizó a 397 jóvenes de diferentes etnias, concluyó que “incluso en jóvenes sanos, una dieta rica en frutas y verduras se asocia a una menor fracción de grasa hepática, mientras que una dieta rica en alimentos fritos y carbohidratos refinados se relaciona con una mayor fracción de grasa hepática”. Por lo tanto, advierten, “los cambios en la dieta pueden servir como medida preventiva temprana para mitigar la acumulación de grasa en el hígado”.
Así que no es necesario esperar a desarrollar enfermedad del hígado graso no alcohólico para optar por una dieta balanceada que prevenga padecimientos en el hígado y en otros órganos vitales. Es mejor prestar atención a nuestros alimentos a diario: evitar el alcohol en exceso, la comida frita, productos con azúcar añadida (galletas, refresos, jugos de caja, etc), exceso de pasta, arroz, pan blanco o carne roja.