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No, los suplementos vitamínicos no van a protegerte contra la COVID-19

La idea de que los suplementos alimenticios “fortalecen” nuestro sistema inmune no es nueva, pero ha encontrado mayor eco durante la pandemia del coronavirus. Por desgracia, no existe evidencia suficiente que la apoye.

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Mientras el nuevo coronavirus se propaga de una persona a otra también se difunde el miedo a contagiarse. Y con él, los rumores sobre cómo evitarlo. En un cuerpo sano, el virus no tendrá cómo desarrollarse libremente, dicen. Si queremos tener las fuerzas necesarias para resistir o superar una infección por el SARS-CoV-2, entonces debemos fortalecer nuestro cuerpo. En especial, su red de defensa: el sistema inmune.

La misma idea de entrenar el sistema inmune para que afronte un patógeno completamente nuevo resulta un poco extraña. La realidad es que hasta hace pocos meses ningún ser humano había entrado en contacto con este virus. Ningún sistema inmune de ninguna persona estaba preparado para combatir la COVID-19. Es por ello que millones han enfermado y cientos de miles han muerto. Por ahora, los únicos que en teoría podrían estar más preparados contra una futura infección son quienes ya se recuperaron de ella. Pero la comunidad científica todavía no se atreve a apostar por eso.

Más allá de la novedad de este virus, sugerir que el sistema inmune puede fortalecerse no tiene mucho sentido. Esto es particularmente cierto si hablamos del uso de vitaminas y otros suplementos alimenticios, que muchas personas han anunciado durante años como remedio para prevenir y curar enfermedades. “Nadie te puede asegurar que por tomarte una pastilla durante una semana tú vas a hacer un boost del sistema inmune”, dice Fabiola Osorio, presidenta de la Asociación Chilena de Inmunología e investigadora en la Universidad de Chile en Santiago.

El sistema inmune no se enciende ante un posible riesgo para después apagarse, sino que funciona gracias a incontables células y moléculas que se comunican entre sí todo el tiempo. Casi siempre trabaja tan bien que ni siquiera nos damos cuenta porque estamos sanos.

En el fondo, el sistema inmune “es el único que nos protege contra agresiones, ya sea un patógeno, un microbio, un alérgeno o una toxina. O incluso nosotros mismos, en el cáncer”, dice Osorio. “Esta capacidad de ser un sistema de defensa tan fino es lo que me maravilla”.

A diferencia de otros sistemas del cuerpo, el sistema inmune es móvil. Y también omnipresente. No pertenece a un tejido, sino a todos. Las células que lo componen ––los famosos glóbulos blancos, que en realidad son un grupo enorme de cinco diversos tipos de células–– patrullan todo el cuerpo y migran de un lugar a otro llevando mensajes, descifrándolos, reconociendo a los que habitan en nosotros de forma armónica y atacando a las sustancias extrañas o a los microbios infecciosos que llegan para causar daño.

Hay dos momentos en que el sistema inmune responde, dice Thalía García Téllez, inmunóloga especializada en enfermedades infecciosas que trabaja como asesora independiente en París, Francia. Su respuesta inmediata ocurre al segundo en que detecta algo extraño. El objetivo será uno solo: impedir que se asiente y se establezca una infección. En ese instante, la maquinaria inmune se dedica a hacer lo posible para que, por ejemplo, un microbio no comience a multiplicarse dentro de nosotros. Si la estrategia falla, dice García Téllez, “entonces viene un segundo escuadrón que tiene una respuesta mucho más compleja: va a tratar de eliminar no solamente al virus o la bacteria sino también a las células infectadas”.

La segunda respuesta es más a largo plazo. Después de una primera infección, el sistema inmune genera una ficha de identificación del patógeno, específicamente de algunas de las proteínas en su superficie. Esto activa la producción de anticuerpos, moléculas que sólo se unirán a esas proteínas cuando el cuerpo vuelva a encontrarse con el mismo patógeno, lo cual nos protege de dos maneras. Al unirse a las proteínas en el exterior del microbio, algunos anticuerpos (pero no todos) evitan que entre a las células humanas. Esto es particularmente importante para impedir el paso de virus como el SARS-CoV-2. Además, los anticuerpos también llaman la atención de otros glóbulos blancos que llegan y engullen el virus.

Todas estas respuestas están mediadas por una orquesta entera de moléculas. Unas envían mensajes, otras activan procesos y algunas inhiben ciertos mecanismos. Sólo un porcentaje de ellas son derivadas directamente de vitaminas. Y desde hace décadas sabemos que las vitaminas, como la A, la C y la D, juegan un rol en la respuesta de corto y de largo plazo del sistema inmune.

Saber que algunas vitaminas participan de manera indirecta en una respuesta inmune efectiva no quiere decir que para estar más saludables debemos consumir suplementos alimenticios. En especial si hablamos de COVID-19. “Las vitaminas y los suplementos alimenticios, por sí mismos, no son curativos ni preventivos de nada”, dice García Téllez. Esta no es una especulación. Son años de evidencia resumidos.

En 2013, por ejemplo, la Cochrane Library, una iniciativa internacional que recopila la mejor evidencia disponible en cuanto a tratamientos y dispositivos médicos para dar la respuesta más exhaustiva y certera sobre su efectividad, publicó un artículo que iba en contra de décadas de creencia popular. Sus autores revisaron más de 60 estudios y concluyeron que el consumo regular de vitamina C no reducía la incidencia de resfriados en la población general. Este año, otra revisión similar encontró que los datos de siete estudios distintos no eran suficientes para sugerir que la vitamina C pueda usarse para prevenir o tratar la neumonía. No existe tampoco evidencia de que esta vitamina sea importante para infecciones por coronavirus, como los que provocan el SARS, el MERS o la COVID-19.

En el caso de la vitamina D, cuya ingesta se ha difundido en redes sociales como una posible forma de reducir la gravedad de los síntomas de COVID-19, varios ensayos clínicos sugieren que puede proteger de manera moderada de sufrir infecciones respiratorias. Pero no en todos los casos: sólo se ha observado en personas que tenían una deficiencia grave de vitamina D y la comenzaron a recibir en dosis bajas. Pero otros estudios ofrecen pistas contradictorias. En 2019, un análisis del Instituto Nacional del Corazón, Pulmones y Sangre de Estados Unidos no pudo encontrar ningún beneficio de administrar vitamina D a pacientes críticamente enfermos con deficiencia de esa vitamina. Hasta ahora, ningún estudio ha intentado establecer alguna relación con pacientes con COVID-19.

El problema de ir a la tienda y comprar un bote de vitaminas es que este tipo de suplementos no está regulado ni en Estados Unidos ni en América Latina, advierte Ana Carla Cepeda López, nutricionista poblacional de la Universidad de Monterrey en México. “La regulación de suplementos es bastante laxa”, dice. “Realmente lo que se dice que hay en los suplementos no es real, no sabemos o no está verificado”.

Y muchas personas los consumen sin consultar a un médico. Eso trae problemas. En 2015, un grupo de investigadores estimó que en los Estados Unidos las salas de emergencia de hospitales reciben 23,000 visitas cada año a causa de los efectos adversos provocados por la ingesta o abuso de suplementos alimenticios.

Aunque las vitaminas y otros suplementos alimenticios no sean la respuesta más adecuada, la ciencia sí ha recopilado mucha información sobre lo que realmente ayuda al sistema inmune. “Comer frutas y verduras. Así de trillado que se oye”, dice Cepeda López. Una dieta balanceada, vigilada por un seguimiento médico, asegura que el cuerpo tenga lo que necesita para combatir una infección.

Otros clichés, como ejercitarse y dormir bien, también tienen efectos positivos demostrados sobre el sistema inmune. “La recomendación no es: ‘haz algo para evitar que te dé COVID-19’. Es: ‘haz algo para mantener tu estado de salud’”, dice García Téllez.

No hay pastilla que nos ayude a tener una respuesta inmune adecuada. Y una buena respuesta inmune tampoco asegura que nuestro cuerpo podrá resistir la maraña de síntomas que trae consigo el SARS-CoV-2. Consumir vitaminas no está mal mientras algún doctor nos las recete, pero la mejor manera de prevenir contagiarnos ha estado clara desde el principio de la pandemia. Distanciarse de la gente, lavarse las manos y no tocarse la cara es, por ahora, lo mejor que podemos hacer para protegernos de este coronavirus.

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