En la nueva normalidad, es cada vez más frecuente encontrarse en la entrada de los espacios públicos, como restaurantes, escuelas, centros comerciales o aeropuertos, a personal con la encomienda de tomarnos la temperatura a través de termómetros infrarrojos con el fin de identificar a las personas con fiebre (igual o mayor a 38°C) y negarles el acceso para evitar posibles contagios.
Sin embargo, estos termómetros no son infalibles y su eficacia y fiabilidad dependen de que se usen de forma correcta. De lo contrario, pueden propiciar diversos problemas: desde un gasto inútil de recursos y tiempos, hasta lecturas confusas o erróneas que les hagan creer a las personas que su temperatura es normal cuando no es así o, por el contrario, alarmarlas por tener un síntoma que en realidad no tienen.
¿Cómo funcionan?
El principio básico de estos termómetros infrarrojos es la termografía, es decir, captar el calor o la radiación que emiten las personas, y dependiendo de su longitud de onda, determinar su temperatura. A través de un algoritmo, el aparato convierte esas longitudes de onda en señales eléctricas y, luego, en señales digitales, que podemos interpretar fácilmente en grados.
Importa saber, entonces, que estos dispositivos no emiten luz ni radiación, únicamente la reciben, por lo tanto, no implican ningún riesgo para las personas, ni para alguna parte de su cuerpo.
“Muchas personas le temen a la luz que ven cuando les colocan el termómetro en la frente, pero realmente esa luz no es dañina, solo sirve para marcar el punto donde se va a hacer la medición. El aparato no emite ninguna luz infrarroja, sino que capta las ondas infrarrojas que el cuerpo, en este caso la piel, emite”, dice Randall Gutiérrez Vargas, de la Universidad Nacional de Costa Rica, quien ha utilizado la termografía infrarroja en distintas investigaciones.
¿Dónde deben colocarse?
Por el miedo infundado al termómetro infrarrojo, muchas personas exigen que les tomen la temperatura en el brazo o la muñeca en lugar de la frente, sin saber que al hacerlo están propiciando un resultado inexacto.
Por el miedo infundado al termómetro infrarrojo, muchas personas exigen que les tomen la temperatura en la muñeca, sin saber que al hacerlo están propiciando un resultado inexacto
Cada termómetro está diseñado para medir la temperatura en una parte específica del cuerpo. Esa información está incluida frecuentemente en el manual de uso. La mayoría de los termómetros infrarrojos que se utilizan durante la actual pandemia están diseñados para medir el calor de la frente debido a que, al ser una parte del cuerpo expuesta de manera permanente a la temperatura ambiente, puede variar menos. Por el contrario, otras partes como el brazo, la muñeca o el cuello, pueden tener una temperatura más variable por la ropa, la humedad o el movimiento de la persona.
Nadie usa un guante en una oreja, ni un paraguas en las piernas, ni un celular en el codo. Así de absurdo resulta usar un termómetro infrarrojo en partes del cuerpo para las que no fue diseñado.
No basta con usarlos, hay que saber leerlos
Aun cuando el principio básico es el mismo, cada termómetro, dependiendo de la marca y el diseño, debe usarse según las instrucciones precisas del fabricante. La mayoría, por ejemplo, debe colocarse durante al menos 3 segundos (hasta que se valida la señal) y a una distancia de 3 centímetros para hacer una lectura correcta.
De acuerdo con Randall Gutiérrez, hay varios problemas de procedimiento, por parte de las personas que usan estos dispositivos, que limitan una lectura correcta de la temperatura: en ocasiones, no tienen el entrenamiento adecuado; no colocan el termómetro en la frente; lo retiran antes de que se valide la señal; o ni siquiera miran el resultado en la pantalla del dispositivo.
Otro problema es que se tomen los 37° como temperatura normal y generalizada. En realidad, cada persona, dependiendo de sus características metabólicas o anatómicas puede tener un promedio de temperatura distinto. Una persona cuya temperatura promedio es de 36° puede tener fiebre si registra 37°, no 38°.
De hecho, hay investigaciones que muestran que la temperatura del ser humano ha decrecido (0.03° por década de nacimiento) como parte de su proceso evolutivo, como resultado, entre muchos factores, de que no tenemos la misma actividad física que nuestros antepasados. Por lo tanto, esos 37° ya no pueden ser vistos como canon. “Los cambios que ha sufrido la forma de vida de los seres humanos han hecho que el cuerpo se vuelva más frío de lo que era hace unas décadas. La temperatura promedio del cuerpo humano hoy en día puede andar entre 36.4° o 36.5°”, dice Gutiérrez.
Entonces, para asegurarnos de que tenemos una lectura correcta de nuestra temperatura, podemos empezar identificando, primero, el promedio de nuestra temperatura corporal normal, de manera que podamos saber por nosotros mismos si hay variaciones significativas o no.
Aunque son mejor que ninguna medida preventiva, los termómetros no brindan garantías
Ningún termómetro es 100% preciso, ni los infrarrojos, ni los digitales, ni los de mercurio; su margen de error puede variar entre 0.1° a 0.3°. Pero para el nivel de sensibilidad que se requiere actualmente, los infrarrojos sí pueden ser un método aceptable para monitorear la temperatura a nivel masivo, siempre y cuando se usen siguiendo el protocolo y otras nuevas recomendaciones que se han documentado durante esta pandemia.
Por ejemplo, en marzo de 2020, médicos del Hospital Municipal Ta-Tung, en Taiwán, encontraron a 5 personas con fiebre de entre los más de 40 mil visitantes que analizaron. Sin embargo, cuando hicieron una segunda lectura, encontraron a otras 37 personas con temperatura mayor a los 38°. Los especialistas concluyeron que una buena medida consiste en tomar la temperatura por segunda vez para dar tiempo a que las personas se aclimaten tras entrar a un edificio. “Esta simple intervención puede jugar un rol importante en la prevención y control de la infección en los hospitales”, advirtieron.
Los termómetros también pueden ‘fallar’ porque no pueden medir lo que no existe. Aunque la fiebre es un síntoma que aparece en la mayor parte de la población infectada (alrededor del 70%), hay un porcentaje significativo que no presenta el síntoma. A esto, hay que sumarle el número no menor de personas asintomáticas, lo cual impide que sean identificadas por los termómetros, por lo que pueden llegar a convivir públicamente y con una alta probabilidad de contagiar a otros.
Si bien identificar a los asintomáticos seguirá siendo imposible para los termómetros infrarrojos, el problema de usarlos mal podría llevar a que muchos sintomáticos pasen igualmente inadvertidos. “Estamos viendo que se están usando los termómetros simplemente por cumplir el requisito, cumplir con lo que pidieron los Ministerios de Salud para mantener abiertos negocios u oficinas”, dice Randall Gutiérrez, “pero no están aplicando el protocolo como se debe. Ahí el problema no es de los gobiernos, es la gente, tenemos que cuidarnos entre nosotros: la gente cuidando a la gente”.