Niños de diversos rincones del país con la oreja pegada a una radio o la mirada fija en un viejo televisor. Esa fue la postal inicial de Aprendo en casa, la estrategia educativa del Estado para salvar el año escolar a pesar de la COVID-19. Y aunque, en efecto, ha sido muy útil para los niños y adolescentes de las urbes, no lo ha sido tanto para los de las zonas rurales. Una población desatendida históricamente, donde el 49.1% de estudiantes no logra los aprendizajes necesarios durante la secundaria.
Además de la dificultad para acceder a los servicios públicos, un grupo significativo de sus profesores no cumple con los estándares educativos. Hasta el 2019, más de once mil docentes no contaban con un título profesional que los habilitara para ejercer la educación intercultural bilingüe. Nelly Aedo, jefa del Programa de Pueblos Indígenas de la Defensoría del Pueblo, señala que, en los últimos años, nuestro país está aprendiendo a respetar otras culturas. Sin embargo, aún arrastra una pesada carga discriminatoria que impide que se les dé a las comunidades indígenas la atención que necesitan.
¿Los pueblos indígenas reciben la peor educación del país?
Es una afirmación dura, pero es evidente que se encuentran en una clara desventaja respecto al resto de la población por diversos factores. Empezando por la falta de disponibilidad de centros de educación secundaria. Si le sumamos el hecho de que servicios como la electricidad, el agua potable y el Internet aún son una utopía en muchas comunidades indígenas, la pandemia solo ha acrecentado las brechas. Lamentablemente, el sector que sufre de pobreza extrema en el Perú tiene todavía un rostro indígena.
¿Es cierto que 1 millón 200 mil estudiantes de zonas rurales no ha recibido una educación óptima durante la cuarentena?
Así es. Nosotros le solicitamos al Ministerio de Educación la información de cuántos niños cubrían con la estrategia Aprendo en casa. Y nos preocupó que la directora del área de Educación Intercultural Bilingüe (DEIB) del Minedu señalara a la prensa que se estaba atendiendo a solo 200 mil estudiantes de la educación bilingüe. Eso nos generó alertas porque la educación bilingüe en el país tiene 1 millón 200 mil estudiantes, entonces se estaba quedando fuera más de un millón. Los estudiantes que se encuentran en zonas urbanas no tienen problemas. La brecha está en las zonas rurales.
Por lo que sé los programas de Aprendo en casa solo se difunden en 10 de las 48 lenguas que se hablan en el Perú…
Sí, solo en diez. Es mucho menos de los contenidos que regularmente se les brindan a los estudiantes indígenas. Aprendo en casa es una estrategia bienintencionada, pero la demanda educativa es mayor. El Minedu señala que sus programas se emiten en 50 emisoras radiales en 15 regiones, pero eso hay que contrastarlo. Lo cierto es que nos hemos enterado de comunidades donde ni siquiera sabían de la estrategia, porque no se hizo alianzas con las radios locales, así como hay lugares con absoluta falta de conectividad donde los niños están abocados a las tareas domésticas y de pastoreo.
Un mes antes de la cuarentena usted declaró que se necesitan 14 mil docentes capacitados en Educación Cultural Bilingüe. Estamos hablando de un sector con carencias enormes e históricas que preceden a la pandemia…
En efecto, va mucho más allá. Si bien es cierto, existe una política pública de educación bilingüe que se ha ido consolidando en el último tiempo, no deja de ser una política de los últimos 20 años. Antes las políticas públicas eran homogéneas para toda la población. Por más que 4 millones y medio de personas se comunican en lenguas originarias, ellos tenían que aprender el castellano a la fuerza. Así poco a poco los niños perdían sus lenguas maternas y quedaban expuestos a contextos gravísimos de discriminación al pronunciar el castellano con un acento distinto. Por otro lado, se sufre una carencia de maestros que sean profesionales en varios idiomas. Por ejemplo, en el pueblo Urarina, ubicado en Loreto, son los egresados de secundaria quienes se ocupan de la docencia por la falta de maestros con título. En algunos casos es mejor que un niño le entienda a ese egresado de secundaria a que venga una persona que le hable castellano y no entienda absolutamente nada. Actualmente ya existe la carrera de educación cultural bilingüe, pero hace tan solo cinco años. Recién están saliendo las primeras promociones.
Ahora, en medio de esta situación adversa ha habido muestras de disposición al estudio por parte de alumnos, padres y hasta de algunas autoridades. La congresista Tania Pariona ha contado que, en Puno, los niños suben con sus padres hasta lo más alto del cerro Occopampa para obtener señal de Internet, así como en distritos rurales de Ayacucho hubo alcaldes que instalaron antenas televisoras y radiales que no funcionaban hace años.
Sí, claro, pero son iniciativas muy particulares. Es necesario que a nivel del ente rector esto se fortalezca y pueda irradiar a las direcciones regionales de educación, porque en esta situación vamos a estar todo el año. El Ministerio ha anunciado la compra de tablets para aquellos lugares donde haya conectividad, y se carezcan de herramientas tecnológicas. Está bien, pero si el aparato no viene con un manual de uso intercultural no servirá de mucho. Se les debe enseñar a cómo utilizarlo. Incluso a los profesores, porque no todos están familiarizados.
¿A más de cien días de la cuarentena cuál es su balance de Aprendo en casa?
Ha sido una estrategia innovadora y se ha posicionado. Eso hay que reconocerlo. Pero el Perú todavía es un país demasiado desigual, donde hay diferencias de acceso en todo sentido. Eso no ha ayudado para que esta estrategia, que ha cumplido ciertos objetivos, pueda alcanzar a todos los hogares. Hogares donde puede haber cinco niños, pero solo un televisor. O un teléfono. Y, claro, en los que hay.
La directora de Educación Intercultural Bilingüe comentó que el Minedu ha recibido más de 68 solicitudes de reapertura de escuelas rurales en los últimos dos meses. ¿Es optimista respecto al reinicio de las clases presenciales a partir del primero de julio?
Esta es una situación donde no hay respuestas correctas. La única respuesta correcta es hacer todo lo posible para que el virus no llegue a las comunidades. En este año el derecho que debe prevalecer sobre cualquier otro es la posibilidad de mantener a salvo a la población. Si se asume el riesgo debe haber responsabilidades de por medio. La naturaleza del virus es muy feroz por lo que deben tomarse medidas rigurosas. Por ejemplo, un profesor no debería salir de la comunidad hasta terminar su periodo educativo. Varios profesores retornan los viernes a las capitales de las provincias. Y en esas idas y venidas podrían llevar consigo el virus.
Precisamente, el Minedu ha fijado una serie de requisitos a las escuelas rurales, bajo una resolución ministerial.
Así es, la autorización es de manera excepcional. La condición principal es que sean instituciones con limitado acceso a medios de comunicación y conectividad, pero sobre todo que en su distrito no existan casos de COVID-19, y que en la provincia no superen los diez infectados. Todo esto debe ser cuidadosamente evaluado. De lo contrario, sería muy peligroso. Tendría que ser válido para los casos límite. Más allá de eso, se deben fortalecer las otras formas de educación remota.
“Los pueblos indígenas tienen derecho a educación de calidad” es un reclamo legítimo y recurrente. Pero a pesar de eso cae en saco roto.
No debería sorprendernos. Nuestro país tiene un severo problema de discriminación. Es una carga que todavía persiste. Estamos aprendiendo en los últimos años a respetar a otras culturas. El peruano promedio lee que hay un millón de estudiantes indígenas que no reciben una educación adecuada y no se inmuta. Lo concibe como una realidad natural. Pero un escándalo sobre alguien contratado irregularmente en un Ministerio sí lo hace levantarse del asiento. Y todos los noticieros le dan cobertura. La atención a las comunidades nunca ha sido prioritaria para la sociedad peruana.
¿Podría cambiar esa percepción después de esta pandemia?
Esperemos que sí. Que esta pandemia por fin haga reflexionar al Estado peruano que no puede seguir gobernando solo para las ciudades y que dentro de las ciudades no puede seguir gobernando solo para determinados sectores. Se tienen que romper los esquemas de desigualdad. Pero de base. Contamos cuántos fallecidos tenemos cada día, pero no contamos a los miles de niños que por las desigualdades no están recibiendo educación en estos momentos. La gran lección que debemos aprender de todo esto es que necesitamos un Estado fuerte que cumpla su rol de garante de derechos. Y que los derechos fundamentales no pueden restringirse al ámbito privado.