La necesidad de las personas de conocer el estado actual de la pandemia de COVID-19 en los países donde viven es cada vez mayor. Los datos del Centro de Recursos sobre el Coronavirus de la Universidad Johns Hopkins -que genera un conteo en tiempo real de contagiados, fallecidos y recuperados- son un aporte valioso. Sin embargo, debemos ser conscientes que en medicina no hay nada absoluto. En este caso, por la naturaleza de una enfermedad que descubrimos hace cinco meses, la subestimación del número de fallecidos tanto en el Perú como en el mundo es un problema normal en el contexto de una pandemia.
El pasado 22 de abril, The New York Times reveló que existían más de 28.000 muertos por encima de los datos oficiales publicados en el mes de marzo en España, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Holanda, Turquía, Indonesia, Suiza, Bélgica y Suecia. Esta subestimación en el número de fallecidos se debe a dos motivos principales:
- El subregistro, es decir las causas de muerte no reportadas en fallecimientos domiciliarios. Por ejemplo, personas que no pudieron ser tratadas en los hospitales al verse estos sobrepasados por la crisis.
- El error del dato “causa de muerte”, ya que muchos fallecidos por COVID-19 no llegan a ser diagnosticados en forma correcta al inicio de la enfermedad.
Recientemente, Tim Riffe, demógrafo del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica en Alemania, se refirió a este problema: “cualquier número que se informe en un día determinado será una gran subestimación”. Este sesgo de la información de muertes responde a que se toma en cuenta exclusivamente a los fallecidos dentro de los hospitales.
En Estados Unidos, se registró un aumento del 60% de muertos en la ciudad de Nueva York tras la decisión del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de incluir la categoría “muertes probables por COVID-19” en el conteo. El CDC justificó esta medida con el argumento de que las personas que fallecieron fuera de un hospital o en un hogar de adultos mayores pudieron haber quedado excluidas de los recuentos iniciales. Como registró la cadena BBC Mundo, paramédicos y bomberos de esta ciudad ya habían alertado sobre el elevado número de muertes domiciliarias.
Los fallecidos en China
El aumento de la mortalidad por COVID-19, que poco a poco se va revelando en el mundo, ha traído una serie de problemas y especulaciones infundadas, como ocurrió con China cuando reportó un incremento del 50% de fallecidos en la ciudad de Wuhan, donde se originó el brote. En ese momento, la agencia estatal de noticias china Xihnua dio cuatro razones sobre las discrepancias de los datos. En primer lugar, se hizo referencia al creciente número de pacientes que desbordó los servicios médicos y a la limitada capacidad de atención que hizo que “algunos pacientes murieran en su casa sin ser diagnosticados”.
En segundo lugar, el mismo agobio llevó al personal médico, que se encontraba absorbido por salvar pacientes, a reportar datos de manera tardía, con omisiones y algunos errores. En tercer lugar, debido al rápido crecimiento de los hospitales designados para tratar a los pacientes, algunos establecimientos no se vincularon a la red de información epidemiológica y fallaron en informar sus datos a tiempo. Finalmente, la existencia de repeticiones y errores en los reportes suministrados entorpeció el proceso de registro de datos.
Todos estos motivos son totalmente válidos y estarán presentes también en las correcciones que se realicen en su momento en otros países. No obstante, tras este aumento en la mortalidad y la politización actual de la pandemia, surgieron casos como el del presidente Donald Trump, quien sin considerar la relatividad de los datos estadísticos en fenómenos médicos previamente inexistentes, suspendió el aporte financiero a la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el argumento (injustificado) de un encubrimiento de datos dirigido por el gobierno chino.
Si bien los datos esperados en una pandemia no son perfectos, si se incluyera el número de muertos probables por COVID-19 se puede obtener un panorama más completo de lo que realmente está sucediendo. Esto ya sucede en países severamente afectados como Ecuador, donde además de las estadísticas oficiales que contabilizan el número de fallecidos confirmados por COVID-19, se incluye ahora la categoría de fallecidos probables por esta enfermedad.
Con este criterio de conteo, Ecuador estimaría una cifra mucho más alta que las oficiales de muertos confirmados sin que esto signifique un ocultamiento dirigido de información, sino un signo de la imposibilidad de hacer un seguimiento diario de los casos en situaciones extremas que comprometen y copan los sistemas de salud.
¿Por qué es difícil obtener datos certeros sobre la mortalidad?
En Reino Unido, la doctora Sarah Caul, directora de análisis de mortalidad de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS, por sus siglas en inglés), dice que los datos más conocidos son los publicados por el Departamento de Salud y Asistencia Social, que solo considera a pacientes que fallecieron por COVID-19 en los hospitales. Sin embargo, existe otro registro más extenso llevado por la ONS que toma en cuenta los casos que en el acta de defunción se considera muerte sospechosa por COVID-19. “Estos casos nos toman más tiempo, pues tienen que ser certificados por un doctor, registrados y procesados. Pero una vez listos ofrecen información más precisa y completa”, anota Caul.
¿Todo esto significa que nunca tendremos cifras creíbles de los muertos por COVID-19? Pues no. Sí las tendremos, pero será parte de un proceso de corrección y revisión. El profesor Dietrich Rothenbacher, director del Instituto de Epidemiología y Biometría Médica de la Universidad de Ulm (Alemania), señala lo siguiente: “Eventualmente podremos estimar la sobremortalidad [período en el que la mortalidad supera a la natalidad] por COVID-19 de forma retrospectiva, como se hace con la influenza”.
Por eso, al analizar las estadísticas de mortalidad de COVID-19 hay que tener en cuenta la característica compleja del dato que implica la causa de muerte, que en general puede tener un error de diagnóstico, más todavía si afrontamos una enfermedad nueva que no era considerada en un esquema de causas de defunción. Los estudios estadísticos en medicina no son absolutos en su representación instantánea de la realidad, sino “indiciarios” según la progresión del conocimiento médico que se va incrementando gradualmente sobre una patología.
El caso de Lima
La cantidad real de fallecidos por COVID-19 en Lima podría ser el cuádruple a la cifra oficial. Para llegar a dicha estimación analizamos las cifras históricas de muertes por mes. El resultado es un acercamiento a la cantidad de casos que válidamente pueden ser atribuidos por ahora a esta enfermedad y que, conforme se realicen las revisiones médicas correspondientes, se corroborarían como casos confirmados.
Sobre este tema, han resaltado dos formas de análisis: la primera, realizada por el equipo de IDL-Reporteros, que revisó el total de cadáveres –entre sospechosos y confirmados de COVID-19– incinerados en Lima y Callao. Así, los periodistas encontraron una cifra que casi triplica el número de muertos confirmados por COVID-19 reportado por el Gobierno.
La segunda, usada por medios internacionales como The Economist y The New York Times, que contrasta la cantidad total de muertos registrados por una fuente oficial en un período de tiempo con la cantidad de muertos esperada –sobre la base de cifras históricas de fallecidos– para el mismo periodo de tiempo. Las diferencias identificadas, que podemos nombrar como “excesos no explicados de fallecidos”, son casos atribuibles a la pandemia de COVID-19.
Los autores de este artículo aplicamos esta misma forma de análisis para el caso de Lima. Nuestra evaluación del Sistema Informático Nacional de Defunciones (SINADEF), que nos da el total de defunciones registradas por mes en la capital, revela un notable salto de fallecidos entre marzo y abril de 2020.
Revisamos la evolución de las cifras de muertes anuales en Lima y calculamos un promedio mensual de los últimos tres años (2017-2019). Con el promedio de los meses de enero, febrero, marzo y abril, tuvimos la tendencia de ese período y la contrastamos con la de los cuatro primeros meses de 2020. El resultado fue un cambio brusco en la tendencia de abril, como lo graficamos en el cuadro adjunto.
De acuerdo con datos del Ministerio de Salud, hubo 421 muertos por COVID-19 en el mes de abril. Pero hay otras 1.443 defunciones por causas no especificadas en la capital [Ver cuadro adjunto].
Si se confirma que estuvieron relacionadas con la COVID-19, implicaría que la cantidad real de fallecidos por el nuevo virus en el mes de abril podría ser hasta 4,4 veces mayor a las cifras oficiales reportadas en ese mismo período.
Como hemos explicado en los primeros párrafos de este artículo, determinar la cantidad exacta de decesos por COVID-19 no es una tarea sencilla y será una labor de los epidemiólogos y del personal de salud.
No afirmamos que hay un ocultamiento intencionado de información, ya que el diagnóstico médico es un fenómeno complejo y más aún en un contexto de la pandemia por una nueva enfermedad. Además, la metodología estandarizada internacional en los reportes de fallecidos toma en cuenta solo a las personas que tuvieron un diagnóstico confirmado de COVID-19.
Sin embargo, consideramos válida la proyección que hicimos y explicamos en este artículo para poder mostrar a los ciudadanos que hay un incremento vertiginoso en la cantidad de decesos que no es explicado ni por las tendencias vistas en años anteriores ni por las cifras oficiales de muertos por esta enfermedad.
En un país donde muchas personas no han respetado por completo la cuarentena ni las medidas de protección indicadas para circular en las calles, consideramos importante que el Gobierno reporte un estimado de “cantidad de fallecidos presuntamente por COVID-19” que puede dar una mejor idea de la magnitud e impacto de esta enfermedad. No se trata de buscar más motivos para crear alarma, sino que todos estemos conscientes para estar más alertas y cautos para controlar la pandemia.
Sobre los autores:
- Marco Carrasco Villanueva es economista de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú) y Máster en Administración Pública y Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard.
- Gerardo Gómez Ari es economista de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú).
- Carlos Carrasco es médico del Hospital Militar Central del Perú.
- Walter Villacrés es interno de Medicina de Universidad Nacional de Chimborazo (Ecuador).
Este artículo fue originalmente publicado por el Instituto de Estudios Políticos Andinos y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y lo republicamos con la autorización de sus autores. La edición de esta versión es responsabilidad de Salud con lupa.