El neurólogo Enrique Orrillo se presenta ante sus colegas como un especialista decidido a transformar la forma en que se prescriben los opioides para el dolor crónico, analgésicos de uso controlado debido a su potencial adictivo. En el XX Congreso Peruano del Dolor 2024, centra su exposición en el tapentadol, un fármaco producido por el laboratorio alemán Grünenthal, al que describe como “una alternativa con menos efectos secundarios y menor riesgo de adicción en comparación con los opioides tradicionales”.
—Millones de peruanos sufren de dolor sin tener acceso a una solución que les brinde alivio. Ustedes pueden cambiar eso si despiertan su curiosidad profesional para entender cómo tratarlo.
Durante su conferencia en Lima, Orrillo destaca las ventajas de prescribir tapentadol, no solo por su eficacia, sino también por el impacto económico que, según él, podría tener en la práctica médica.
—Si el tratamiento con tapentadol es exitoso, el médico también gana. No olvidemos que el marketing está en todo: un paciente insatisfecho puede alejar a 28 posibles pacientes, mientras que uno satisfecho puede atraer al menos a uno más. Esto, al final, genera ingresos para todos.
El evento, al que asistió una periodista de Salud con Lupa en octubre de 2024, fue organizado por la Asociación Peruana para el Estudio del Dolor (ASPED), fundada en 1995 para fomentar la educación y la investigación en el manejo del dolor. Su principal patrocinador es Grünenthal, la farmacéutica alemana que desarrolló el tramadol—uno de los analgésicos más utilizados—y que actualmente es la única proveedora de tapentadol en el país.

El doctor Enrique Orrillo, quien ha sido vicepresidente y presidente de la ASPED, atiende en un consultorio privado en Lima y ha sido orador de Grünenthal por más de dos décadas. Además, coordina el Diplomado en Dolor Crónico en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, un programa creado en 2022 con el auspicio de la misma farmacéutica.
Grünenthal, que estableció su primera oficina en el extranjero en Perú en 1968, busca expandir el uso de opioides más allá de los cuidados paliativos. Su objetivo es que estos fármacos también se puedan usar para tratar el dolor crónico y otras dolencias menos severas, como el dolor de espalda agudo o la artrosis. En todos sus documentos corporativos, la empresa destaca su meta: alcanzar “Un mundo libre de dolor”. Para respaldar este mensaje, ha alineado su estrategia con la actualización de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) de 2019, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció el dolor crónico—persistente por más de tres meses o recurrente tras la cicatrización de una lesión—como una enfermedad en sí misma y no solo como un síntoma.
Sin embargo, esta investigación periodística encontró indicios de que médicos que han tenido vínculos con Grünenthal han promocionado su opioide tapentadol como una opción con menor riesgo de adicción que los opioides clásicos y lo han recomendado para pacientes con dolores crónicos y dolencias menos severas, pese a que no hay evidencia científica que respalde esta afirmación. En América Latina, este mensaje ha sido difundido por el doctor Enrique Orrillo, orador de la empresa en Perú, y por otros especialistas que han colaborado con Grünenthal a través de asociaciones financiadas por la compañía o eventos patrocinados en congresos médicos. También han utilizado plataformas digitales de formación como Change Pain Latin America y Medical Beyond, creadas por el laboratorio alemán.
Por ejemplo, en el sitio Medical Beyond hay un video de capacitación titulado «Tapentadol: indicaciones, mecanismo de acción y ventajas sobre otros opioides» en el que la médica mexicana Silvia Allende Pérez, del Instituto Nacional de Cancerología (INCAN), lo recomienda sobre otros productos competidores como la oxicodona. El medicamento tiene un “perfil de tolerabilidad que favorece la adherencia al tratamiento, es posible utilizar dosis altas y es de enorme utilidad clínica”, añade. Mientras ella habla, en una diapositiva del video—donde también aparece la marca de Grünenthal—se lee la afirmación "mínimo potencial de abuso", en referencia al tapentadol. Allende, antes de trabajar en el sistema público de salud mexicano, trabajó en 2009 como gerente médico de Grünenthal, según consta en su cuenta de la red social profesional LinkedIn. Asimismo, forma parte de la Asociación Mexicana para el Estudio y Tratamiento del Dolor (AMETD), una organización que ha sido financiada por la farmacéutica y que agrupa a unos 300 doctores. El INCAN, en respuesta a consultas para esta investigación, indicó que su participación fue “a título personal y es independiente al instituto”.


El problema es que esta narrativa ha continuado incluso después de que Grünenthal revisó su posicionamiento sobre el tapentadol en 2020 debido a una auditoría externa. En estos espacios, el fármaco siguió promocionándose como menos adictivo y adecuado para tratar dolencias crónicas menos severas, una estrategia para ampliar su mercado potencial. Así lo revelaron los hallazgos de Salud con Lupa, El Espectador, el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP) y The Examination, aliados en la serie periodística colaborativa “Un Mundo de dolor”.
En respuesta a un cuestionario de esta alianza periodística, Grünenthal reconoció que el tapentadol es un opioide fuerte sin diferencias en cuanto a riesgo de adicción frente a otros fármacos de su categoría. Además, el pasado 28 de febrero, la farmacéutica dio de baja el sitio web de Medical Beyond y en Change Pain Latin America ahora sólo aparece un aviso de mantenimiento. Estas plataformas llegaban a profesionales de al menos diez países de la región, incluidos Brasil, Chile, Ecuador, Perú y Colombia.
Durante años, Grünenthal intentó posicionar el tapentadol —lanzado al mercado en 2010— como una alternativa más segura a la oxicodona, el opioide que Purdue Pharma comercializó como OxyContin y que desató una crisis de adicción y sobredosis en Estados Unidos. En Europa, la farmacéutica también impulsó este fármaco como una opción con menor riesgo de dependencia, pero tras la auditoría de 2020, admitió que en su material promocional se había presentado “de manera inadecuada” el potencial de abuso y adicción de los opioides.
“En algunos documentos, el tapentadol fue descrito como menos adictivo que otros opioides fuertes debido a su mecanismo de acción dual (recaptación de noradrenalina), pero esta afirmación no estaba respaldada por suficientes referencias científicas”, explicó la empresa a esta alianza periodística.

El laboratorio aseguró que informa a médicos y pacientes sobre los riesgos de abuso mediante la documentación del producto, incluida en cada envase. “No promocionamos ningún opioide como menos adictivo, que cause menos dependencia o que se consuma con menos frecuencia que otros opioides”, agregó.
Desde hace una década, diversas entidades de salud han expresado su preocupación por el uso del tapentadol. En 2014, la OMS advirtió que sus efectos placenteros de corta duración podrían incentivar un consumo más frecuente. Más recientemente, en 2023, desaconsejó el uso de opioides para tratar el dolor crónico de espalda, señalando que su consumo aumenta el riesgo de dependencia y sobredosis. En la misma línea, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) alertó, al aprobar la comercialización del tapentadol en ese país, que el fármaco tiene “un alto potencial de abuso”, al igual que otros opioides. De hecho, entre 2009 y 2024, la FDA registró más de 20 mil muertes en Estados Unidos asociadas al consumo de este medicamento.
Si bien establecer una causalidad directa es complejo, Caleb Alexander, internista y epidemiólogo de la Universidad Johns Hopkins, advirtió que las cifras son "enormes" y representan una "clara señal de los daños potenciales del producto". Aunque algunas de estas muertes podrían estar relacionadas con otros medicamentos o enfermedades preexistentes, los datos refuerzan las preocupaciones sobre su seguridad. El problema no se limita a Estados Unidos. Una investigación de The Examination, medio de esta alianza periodística, documentó casos de adicción al tapentadol en países como Australia, India, Alemania y Reino Unido.
Desde la expiración de las patentes del tramadol, Grünenthal ha intentado ubicar al tapentadol—comercializado bajo las marcas Palexia, Palexis y Nucynta—como su principal opioide en ventas. El medicamento representó casi el 20% de sus ventas hasta 2022, aunque cayó al 13% en 2023, cuando se introdujeron sus genéricos en Europa, según sus estados financieros anuales. Mientras que en Estados Unidos enfrenta complicaciones por un litigio de patentes con Teva Pharmaceuticals. En diciembre de 2024, ambas llegaron a un acuerdo que permitirá a Teva comercializar una versión genérica del tapentadol en ese país a partir del 1 de julio de 2027. En sus respuestas a esta alianza periodística, Grünenthal dijo que el tapentadol ha bajado al 9% de sus ventas.

Ante estos desafíos, la farmacéutica está enfocando sus esfuerzos en mercados en crecimiento. América Latina representó el 18% de las ventas globales de la farmacéutica en productos para el dolor en 2023 y de allí vino un tercio de sus ingresos globales ese año, según sus propios estados contables. Esto ha ido acompañado de una intensa estrategia de promoción: en los últimos cinco años, la farmacéutica ha destinado más del doble de recursos a “marketing, ventas y médicos” que a “investigación y desarrollo básicos”, según sus informes anuales de cara a los inversionistas. En 2022 y 2023, la inversión en promoción superó casi tres veces la destinada a investigación.
Educación médica con sello de la industria
En Perú, la crisis de dependencia a opioides que afecta a Estados Unidos no representa un problema de salud pública. Sin embargo, al igual que varios de sus vecinos de la región, el país enfrenta un desafío igualmente preocupante: la falta de normas y políticas públicas equilibradas que garanticen el acceso a cuidados paliativos y tratamientos para el dolor crónico basados en evidencia científica. Esto no solo implica asegurar la disponibilidad de estos medicamentos, sino también implementar medidas para prevenir abusos y reducir el riesgo de adicción, explica Claudia Vaca, farmacoepidemióloga y profesora de la Universidad Nacional de Colombia.
En 2018, el Congreso aprobó la Ley Nº 30846, que crea el Plan Nacional de Cuidados Paliativos para Enfermedades Oncológicas y No Oncológicas, pero el Ministerio de Salud dilató la elaboración de su reglamento y luego decidió que no era necesario hacerlo, explicaron médicos de la Sociedad Peruana de Cuidados Paliativos entrevistados por Salud con lupa. Mientras tanto, miles de pacientes siguen enfrentando serias dificultades para recibir terapias oportunas y adecuadas.
A esta deficiencia se suma la escasa formación médica y la limitada investigación académica sobre el manejo del dolor, un vacío que la industria farmacéutica ha ido ocupando en Perú sin una regulación clara que distinga entre educación y estrategias de marketing. Un ejemplo es la estrecha relación entre Grünenthal y la Asociación Peruana para el Estudio del Dolor (ASPED). Durante años, doctores de esta organización científica han promovido cambios en el abordaje del dolor crónico, enfatizando el uso de opioides como los que fabrica la compañía alemana. Su vínculo con la empresa no es circunstancial: un análisis de Salud con Lupa reveló que, en al menos cinco periodos (2008, 2010, 2017, 2019 y 2023), la junta directiva de la ASPED estuvo presidida por médicos con relaciones laborales con Grünenthal.
Entre ellos, además de Enrique Orrillo, se encuentran los actuales presidente y vicepresidente de la ASPED: Carlos Vela Barba e Ian Falvy Bockos, respectivamente. Ambos son geriatras y han trabajado en el hospital de la Fuerza Aérea del Perú. Vela Barba ha sido orador de Grünenthal por más de una década, mientras que Falvy es conferencista de la farmacéutica en temas de dolor neuropático desde 2016, según su perfil en LinkedIn. También forma parte de este grupo de oradores el neurólogo Daniel Arbaiza Aldazabal, jefe del Servicio de Neurología del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN), quien ha integrado la junta directiva de la ASPED en al menos cuatro períodos entre los años 2002 y 2019. Durante 2010 y 2011 llegó a ocupar la presidencia de la asociación.
A pesar de estos vínculos, el actual presidente de la ASPED, Carlos Vela Barba, negó que Grünenthal tenga influencia en las decisiones de la asociación, que, según afirmó, cuenta con más de cien miembros.
—Hemos establecido alianzas estratégicas sin contaminarnos. A nosotros ninguna industria farmacéutica nos marca la pauta. Lo que compartimos es un horizonte común, nada más—dijo en una entrevista con Salud con lupa. El doctor Vela no detalló cuántos fondos recibió la asociación de Grünenthal.
El geriatra aseguró que su relación laboral con la compañía está en pausa desde que asumió cargos públicos. En 2020, fue asesor de la Comisión de Salud del Congreso y, desde septiembre de 2023, ocupa el cargo de director ejecutivo del Consejo Nacional de Salud, una posición clave en la formulación de políticas sanitarias en el país.
El alcance de Grünenthal dentro de la ASPED -reconocida como capítulo peruano de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP)- va más allá del patrocinio de sus congresos anuales y la contratación de médicos de esta organización como oradores. Se extiende también al ámbito de investigación académica. La farmacéutica financió el estudio “Prevalencia y cronicidad del dolor en un país en desarrollo de América Latina: una encuesta poblacional en Lima, Perú”, publicado en la revista Pain Management a finales de 2022.


Se trata de la primera investigación de este tipo en la capital y entre sus coautores figuran Enrique Orrillo, Ian Falvy Bockos, Carlos Vela Barba y Daniel Arbaiza Aldazabal, junto a médicos del staff de Grünenthal, como Carolina Estrada, medical manager de la farmacéutica entre 2020 y 2023, y Jorge García Mostajo, quien asumió el mismo cargo en noviembre de 2023, tras haberse incorporado a la empresa en diciembre de 2020.
La participación de García Mostajo en el estudio es relevante debido a su trayectoria previa. Antes de unirse a Grünenthal, ocupó el cargo de subgerente de regulación y gestión de la investigación en salud en el Instituto de Evaluación de Tecnologías en Salud e Investigación (IETSI) de EsSalud, donde tenía un rol clave en la revisión de evidencia científica para recomendar o rechazar la compra de medicamentos y tecnologías médicas en el seguro social.
Otro coautor del estudio con un rol destacado en la farmacéutica es Héctor Valderrama Autaje, director médico de Grünenthal en Perú desde 2017 y apoderado legal de la empresa en el país. Antes de incorporarse a la industria farmacéutica, Valderrama se desempeñó como médico paliativista en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN).
La presencia de Grünenthal en la producción de conocimiento científico no se limitó a un solo estudio. En 2024, la farmacéutica financió una segunda investigación titulada “Alivio sintomático del dolor de la neuralgia posherpética con tratamiento de parche de lidocaína al 5 %: reporte de una serie de casos”, publicada en la Revista de Neuro-Psiquiatría. En este trabajo, nuevamente figuran como coautores Enrique Orrillo, Ian Falvy Bockos, Carlos Vela Barba y Jorge García Mostajo, consolidando así la participación de médicos vinculados a la empresa en la generación de evidencia sobre el manejo del dolor.
Grünenthal invirtió también al menos 265 mil dólares en la creación de la maestría en “Cuidados Paliativos y Manejo del Dolor” en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos entre 2017 y 2020. A este programa, desarrollado a través de un convenio de cooperación, han accedido 230 médicos, en su mayoría trabajadores de EsSalud y el Ministerio de Salud, quienes recibieron becas completas financiadas por la compañía, según las actas del consejo revisadas para esta investigación. Además de esta inversión, Grünenthal donó 103 mil dólares a la facultad durante la pandemia de COVID-19 para facilitar la continuidad de la enseñanza virtual de los estudiantes de pregrado. Este fondo se destinó a la compra de equipos informáticos y a la mejora del acceso a Internet.
El respaldo financiero de Grünenthal convirtió a la farmacéutica en la segunda mayor fuente de ingresos de la Facultad de Medicina en 2020. Ese mismo año, San Marcos otorgó el título de Doctor Honoris Causa a Michael Wirtz, presidente de la Fundación Grünenthal, en reconocimiento a su “aporte a los cuidados paliativos en Perú”.

Wirtz pertenece a la familia propietaria de Grünenthal y fue quien, en noviembre de 2021, pidió disculpas en nombre de la empresa por los daños causados por la talidomida, un fármaco que en los años 60 se recetaba a mujeres embarazadas para tratar las náuseas, pero que provocó miles de malformaciones congénitas. Grünenthal define ese escándalo global como una “tragedia que siempre formará parte de la historia de nuestra empresa”.
El vínculo entre la farmacéutica y la universidad se ha fortalecido con el tiempo. La Facultad de Medicina certificó el Curso de Dolor y Cuidados Paliativos Oncológicos dirigido a médicos oncólogos de distintos hospitales del país, con el patrocinio de Grünenthal. Posteriormente, mediante dos adendas al convenio original, la compañía amplió su programa de capacitación tanto en posgrado como en pregrado. En 2022 y 2023, esto permitió la implementación del Diplomado en Manejo del Dolor Crónico en San Marcos, con docentes vinculados a la ASPED y consultores del laboratorio.
En febrero de 2023, la facultad aprobó la creación de la Cátedra de Cuidados Paliativos y Manejo del Dolor, bautizada con el nombre de “Dr. Michael Wirtz”. Este espacio académico busca ampliar la enseñanza de la especialidad en las cinco escuelas profesionales de la facultad y en la formación de pregrado. Paralelamente, Grünenthal ha establecido una alianza con la Universidad de Piura desde 2020 para impulsar proyectos de investigación y capacitar a profesionales de la salud a través de su programa virtual Pain Education.

Grünenthal ha intensificado su patrocinio a estudios y actividades médicas sobre el dolor, especialmente desde 2022, cuando catorce organizaciones —incluida la ASPED—, reunidas en la Federación Latinoamericana de Asociaciones para el Estudio del Dolor (FEDELAT), firmaron la Declaración de Lima. En este documento, se comprometieron a impulsar la adopción de normativas que reconozcan el dolor como una enfermedad y a mejorar tanto la oferta de servicios como el acceso a medicamentos opioides para su tratamiento. Además, la FEDELAT, que cuenta con el doctor Enrique Orrillo en su comité directivo, ha recibido apoyo de Grünenthal para el desarrollo de sus actividades.
Perú aumenta compras públicas de tapentadol
El acceso y control de los opioides en Perú están regulados por un marco legal vigente desde 2001, bajo la supervisión de la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (Digemid) del Ministerio de Salud. Esta norma clasifica a los opioides más potentes en listas especiales y establece el uso obligatorio de recetas numeradas para la fiscalización.
En el país, alrededor de 7,000 médicos están autorizados para prescribir fármacos controlados, y la atención especializada en el manejo del dolor ha crecido en los últimos cinco años, especialmente en el sector privado. De los 189 establecimientos de salud con Unidades Productoras de Servicios para el Tratamiento del Dolor, 104 pertenecen a clínicas privadas.
Sin embargo, el acceso a los opioides en el sector público está condicionado por el Petitorio Nacional Único de Medicamentos Esenciales (PNUME), que define cuáles pueden adquirirse con fondos del Estado. Actualmente, la lista incluye siete opioides: morfina, fentanilo, tramadol, buprenorfina, codeína, metadona y oxicodona. En contraste, en el sector privado, las clínicas tienen mayor libertad para ofrecer una gama más amplia de medicamentos, incluidos aquellos que no están en el petitorio, según la demanda de sus pacientes y sus acuerdos con proveedores.
A pesar de ello, desde 2018, el seguro social, la sanidad militar y el Ministerio de Salud han comenzado a comprar tapentadol, un opioide que no está incluido en esta lista oficial, pero que han solicitado varios de sus hospitales al terminar permitidas adquisiciones por fuera del petitorio.
Un primer paso en esta dirección lo dio EsSalud, el sistema de seguridad social financiado con aportes de empleadores y trabajadores, que ese año autorizó el uso de tapentadol para pacientes con dolor neuropático crónico severo que no toleran otros tratamientos convencionales. En 2020, la entidad intentó dos veces incluirlo en el PNUME para que lo compren todos los hospitales del país, pero ambas solicitudes fueron rechazadas por la Digemid. El primer informe señaló que el tapentadol no ofrece ventajas significativas frente a los opioides ya disponibles en el petitorio, como tramadol, oxicodona y morfina, y destacó que no figura en el listado de medicamentos esenciales de la OMS. En un segundo informe rechazó su inclusión argumentando que está indicado para un grupo muy específico y poco frecuente de pacientes con dolor neuropático crónico severo.

A pesar de las limitaciones en su uso terapéutico, las compras públicas de tapentadol han crecido considerablemente. Entre 2019 y 2024, se adquirió este fármaco por un valor de S/ 1,385,998.82, distribuidos en licitaciones (S/ 846,788.82) y órdenes de compras directas (S/ 539,210.00). Este aumento se ha observado en instituciones como los hospitales de EsSalud, el Instituto Regional de Enfermedades Neoplásicas (IREN) del norte, hospitales militares y algunos hospitales del Ministerio de Salud.
En 2023, las adquisiciones de tapentadol alcanzaron un total de S/ 417,540.00, marcando un punto de inflexión. Sin embargo, ese mismo año, el Hospital Arzobispo Loayza solicitó reducir un contrato de S/ 90,000 debido a un sobrestock equivalente a 16 meses de tapentadol, evidenciando problemas de planificación y baja rotación del medicamento. En 2024, las compras de tapentadol alcanzaron su punto más alto, con un total de S/ 520,143.82, consolidando a EsSalud como uno de los mayores compradores.
Estas adquisiciones fueron justificadas por casos específicos de pacientes. Además, se presentó una situación particular con los hospitales militares, específicamente el Hospital del Ejército, que solicitó tramadol, pero en la orden de compra se terminó adquiriendo tapentadol.
Aunque EsSalud lo utiliza desde 2018 exclusivamente para tratar el dolor neuropático, las licitaciones y órdenes de compra por fuera del petitorio oficial, como las realizadas por el IREN del norte para abastecer sus farmacias, han generado dudas sobre si este opioide se está empleando como primera opción en el manejo del dolor oncológico y no oncológico, pese a no estar incluido en la lista oficial de medicamentos esenciales.
La ampliación del uso de la buprenorfina
Otro opioide que ha tenido una similar evolución en las compras públicas son los parches transdérmicos de buprenorfina de 35 µg/h vendidos exclusivamente por Grünenthal bajo la marca Transtec en Perú. Este medicamento fue incluido en el PNUME en 2018, aunque la Digemid sólo autorizó su uso para pacientes adultos con dolor oncológico severo. Su presentación en parches permite una liberación controlada del fármaco, lo que beneficia a quienes no pueden ingerirlo por vía oral o necesitan un tratamiento prolongado.

La incorporación de la buprenorfina al petitorio impulsó un crecimiento de las compras públicas que hasta entonces hacían sólo algunos hospitales por montos limitados. El punto de inflexión ocurrió en 2021, cuando se hicieron adquisiciones por S/ 4,520,410 entre licitaciones públicas y órdenes de compras directas. Sin embargo, los años 2023 y 2024 marcaron un notorio aumento, con gastos de S/ 6,986,275 y S/ 12,695,574 respectivamente. Este crecimiento estuvo impulsado por la centralización de compras liderada por el Centro Nacional de Abastecimiento de Recursos Estratégicos en Salud (CENARES) y EsSalud, aunque los institutos de enfermedades neoplásicas y las instituciones militares y policiales continuaron siendo actores importantes en la demanda.
Para diversificar su mercado, Grünenthal ha orientado su estrategia hacia la ampliación de los usos de sus medicamentos opioides. Esto es lo que se ha intentado hacer con los parches de buprenorfina. En 2015, el Hospital Santa Rosa, el Hospital Militar Central y el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas solicitaron su inclusión en el PNUME para tratar el dolor crónico moderado a severo en pacientes oncológicos o en casos donde otros opioides no resultaron viables. Sin embargo, la Digemid denegó la solicitud alegando falta de evidencia que demostrara beneficios superiores frente a los tratamientos disponibles.
Pese a ello, al año siguiente, EsSalud autorizó la buprenorfina para pacientes con dolor oncológico crónico moderado a severo que no toleran otros analgésicos por vía oral, intravenosa o subcutánea, y en 2017 amplió su uso para el dolor neuropático. Estas autorizaciones han sido renovadas de manera periódica.
En 2018, varios hospitales, incluidos los Institutos Regionales de Enfermedades Neoplásicas y centros de EsSalud, insistieron en que la buprenorfina fuera incorporada al PNUME. En esa ocasión, la Digemid aprobó su empleo de forma limitada, exclusivamente para pacientes adultos con dolor oncológico severo y siempre bajo la prescripción de las Unidades de Terapia del Dolor de los establecimientos de salud.
Dos años después, en 2020, EsSalud presentó dos nuevas solicitudes para expandir el uso de la buprenorfina a otras clases de dolor. La primera propuesta buscaba incluirla para pacientes con dolor neuropático no oncológico moderado a severo que no respondan a tratamientos convencionales, mientras que la segunda estaba destinada a pacientes con insuficiencia renal y dolor neuropático no oncológico en condiciones similares. Ambas solicitudes fueron rechazadas por la Digemid, que argumentó la insuficiencia de evidencia científica que demostrara su efectividad en estas indicaciones específicas.
Opioides en dolor crónico: más allá de fases terminales
Hospitales como el Central de la Policía y el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN) fueron pioneros en la creación de unidades de cuidados paliativos entre los años ochenta y noventa. Sin embargo, el Perú no ha desarrollado normas ni políticas públicas sólidas para el manejo del dolor. Como resultado, la cobertura sigue siendo una de las más bajas de la región. Según el Atlas de Cuidados Paliativos en América Latina, publicado en The Lancet en 2020, el país tenía apenas 0,6 servicios de cuidados paliativos por cada millón de habitantes. En 2017 se estimó que aproximadamente 150 mil personas necesitaron este tipo de atención, pero solo el 6,5 % logró acceder a ella.
Pese a esta grave carencia, el Ministerio de Salud ha decidido que la ley sobre cuidados paliativos para enfermedades oncológicas y no oncológicas no requiere reglamentación, sino sólo un plan de trabajo. La Sociedad Peruana de Cuidados Paliativos, que participó en la elaboración de esta norma junto con el Colegio Médico del Perú, ha advertido que el plan nacional 2021-2023 venció sin concretarse. “El Ministerio de Salud debería priorizar la inclusión de medicamentos esenciales para cuidados paliativos en su listado oficial, según las recomendaciones de la OMS. Actualmente, estos fármacos no están garantizados. Por ejemplo, la morfina en gotas, fundamental para ciertos pacientes, no está disponible”, señalaron sus voceros.
Uno de los problemas está en la falta de una unidad técnica de cuidados paliativos dentro del Ministerio de Salud, lo que impide el avance en la implementación de políticas y la distribución adecuada de recursos. Mientras tanto, el debate sobre el tratamiento del dolor en el país va tomando otro rumbo, impulsado por la Asociación Peruana para el Estudio del Dolor. Su presidente, Carlos Vela, ha centrado su trabajo en el acceso a opioides para el tratamiento del dolor crónico, más allá de los cuidados paliativos en etapas terminales. Según su estudio realizado en Lima, más de tres millones de adultos padecen dolor crónico y, de ellos, más de un millón no recibe ningún tipo de tratamiento. Además, el 40 % de quienes sí acceden a atención solo son tratados con antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) como ibuprofeno, naproxeno y diclofenaco, a pesar de que algunos podrían necesitar opioides para controlar el dolor moderado o severo.

Esta investigación, financiada por Grünenthal, refuerza una narrativa promovida por la farmacéutica: posicionar los opioides como una opción terapéutica para el dolor crónico, más allá del ámbito de los cuidados paliativos. "Las restricciones en la prescripción de estos fármacos responden a una opiofobia arraigada en el país, resultado de la falta de formación médica actualizada y de prejuicios sobre su uso", señaló Vela Barba.
Expertos en salud pública consultados por esta alianza periodística coinciden en que el acceso a opioides es crucial para aliviar el dolor en pacientes con enfermedades terminales o graves. Sin embargo, advierten que su uso en otros ámbitos sin suficiente evidencia científica podría generar consecuencias perjudiciales. Claudia Rafful, especialista en adicciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó que la crisis de opioides en Estados Unidos se originó por la prescripción prolongada de estos fármacos a pacientes con dolor crónico, lo que aumentó significativamente el riesgo de dependencia. "Lo ideal es que los opioides solo se receten en casos de dolor agudo, tras una cirugía, o en la fase terminal de la vida para una sedación completa", señaló Rafful.
En el caso de Perú, no se han reportado muertes oficiales por dependencia a opioides en pacientes, pero sí se han registrado 48 casos de adicción y sobredosis fatales entre trabajadores de salud, principalmente anestesiólogos y personal de salas de operaciones, entre 1979 y 2023, según datos de la Sociedad Peruana de Anestesia, Analgesia y Reanimación. "Se trata de muertes no intencionales vinculadas a problemas de dependencia", explica el médico psiquiatra Teobaldo Llosa, integrante de la Asociación Peruana de Adiccionología, quien ha investigado este fenómeno.
Sobre este problema, la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (Digemid), entidad encargada de regular estos fármacos en el país, se ha mantenido en silencio y solo ha tenido algunas acciones cautelosas con contínuas peticiones de los hospitales de ampliar el uso de opioides fuertes para enfermedades crónicas. Aunque se autorizó el uso de estos fármacos para el tratamiento del dolor neuropático moderado a severo—una condición crónica causada por daños en el sistema nervioso—, el acceso sigue siendo restringido.
El desafío sigue siendo cómo garantizar que quienes viven con dolor, sin importar su condición, reciban la atención que necesitan sin repetir los errores de otras crisis de salud pública. Encontrar ese equilibrio no es solo una cuestión de regulación o acceso a fármacos, sino de poner en el centro a los pacientes: que no queden atrapados entre la falta de cuidados paliativos y el uso indiscriminado de opioides.
Puedes leer las respuestas completas de Grünenthal acá.
Moderaciones y silencio
En una entrevista realizada el 5 de marzo, el doctor Enrique Orrillo adoptó un tono más moderado al ser consultado sobre la falta de evidencia científica que respalde la idea de que el tapentadol tiene un menor potencial adictivo que otros opioides tradicionales.
—Es un opioide más fino o atípico, con menos efectos colaterales y menos factores que lleven al paciente a considerarlo un salvador en su vida —respondió Orrillo, sin abordar directamente la cuestión de la adicción.
Salud con lupa también solicitó una entrevista con Héctor Valderrama Autaje, director médico de Grünenthal en Perú desde 2017 y apoderado legal de la empresa en el país, pero hasta el cierre de esta investigación no obtuvo respuesta. Tampoco aceptaron brindar declaraciones los responsables del IETSI de EsSalud.
Un Mundo de Dolor es una investigación colaborativa en la que participan The Examination (Estados Unidos), Paper Trail Media (Alemania), el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), PlatôBr (Brasil), Salud Con Lupa (Perú), El Espectador (Colombia), y Der Spiegel (Alemania).