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La soledad de dar a luz durante la pandemia en América Latina

Miles de mujeres en nuestro continente, epicentro de pandemia de COVID-19, llevan sus embarazos sin todos los controles prenatales debido al cierre de centros de atención primaria y el miedo al contagio en hospitales colapsados. Sus partos son una experiencia solitaria y llena de incertidumbre, ya que los protocolos actuales impiden la presencia de acompañantes.

Tres mujeres embarazadas esperan ser atendidas el 27 de julio en el Instituto Nacional Materno Perinatal de Lima. EFE/ Paolo Aguilar
Tres mujeres embarazadas esperan ser atendidas el 27 de julio en el Instituto Nacional Materno Perinatal de Lima.
EFE/ Paolo Aguilar

En pocos días, la comerciante Mayra Carrión dará a luz a su cuarto bebé en la antigua Maternidad de Lima, el centro perinatal más grande de la capital. El cuidado de su embarazo fue un proceso difícil porque pasó varias semanas aislada de sus propios familiares, pero sabía que esta era la única forma de protegerse en una ciudad en la que uno de cada cuatro habitantes puede estar infectado por el SARS-CoV-2. “Me siento aliviada de estar libre del virus”, dice.

Para atenderse en la carpa de pacientes no infectadas de este hospital, Mayra tuvo que confinarse con ayuda de sus tres hijos de 12, 11 y 7 años en su vivienda de San Juan de Miraflores por más de 120 días y dejó su trabajo de vendedora ambulante, que realizaba junto a su esposo hasta antes de la pandemia. Por eso, tuvo que administrar lo mejor que pudo los pocos ahorros de la familia.

"Las personas independientes vivimos el día a día. Ahora por fin mi esposo ha vuelto a 'recursearse'", dice Mayra mientras aguarda la que será su última ecografía antes de estar lista para ir a la sala de parto. Lo hará sin su esposo ni su madre, ni de la mano de ningún ser querido que la ayude a sentirse segura y acompañada. Sólo estará con ella y el personal de salud que la ayudará a recibir a su cuarta niña y tendrá que cumplir todos los protocolos de seguridad y hacerse una prueba rápida de COVID-19.

Ser madre en medio de una pandemia que está dejando miles de muertos, que mantiene hospitales colapsados y que obliga a las embarazadas a la soledad en el momento del parto es el escenario al que se enfrentan miles de mujeres en América Latina, el epicentro global de COVID-19.

Sin controles prenatales

En la región de América Latina y el Caribe, donde nacen seis millones de personas al año, la interrupción de los servicios de salud primarios generó que las mujeres embarazadas suspendieran sus controles prenatales. Muchas quedaron desconcertadas y tuvieron miedo de acercarse a los hospitales por el riesgo de contraer el nuevo coronavirus.

Desde el 16 de marzo, en el Perú se estableció el confinamiento obligatorio y las atenciones externas en los consultorios de los hospitales públicos fueron suspendidas. Así se quedaron sin controles prenatales alrededor del 70 % de las mujeres embarazadas del país.

"La desatención a gestantes en los primeros meses de esta pandemia se ha dado fundamentalmente en el sector público, que es el que puso sus esfuerzos en el combate de la pandemia. Recién desde hace dos meses que se ha implementado la teleconsulta, pero sabemos que eso es para las mujeres que tienen acceso a teléfono e Internet", explicó el médico Miguel Gutiérrez, presidente del Comité de Expertos de Salud Sexual y Reproductiva del Ministerio de Salud.

Hasta abril, las embarazadas en el Perú que tuvieron una situación crítica con su embarazo solo podían ser atendidas en las emergencias, que estaban (y siguen) abarrotadas de pacientes con todo tipo de enfermedades. En esa coyuntura, la tasa de mortalidad materna se incrementó en un 19 % con respecto al 2019, según datos del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades del Ministerio de Salud.

Una situación similar se vive en México, el segundo país latinoamericano con más casos confirmados de COVID-19, donde mujeres como Claudia Valadez, futura madre de gemelos, vive con miedo al contagio y se enfrenta a un futuro económico incierto tras haber perdido su empleo.

"Si no me cuidara todo el tiempo estaría pensando que alguien me contagiará de COVID-19", explica la futura mamá de 39 años, que sabe que aún con todos los cuidados que pueda tomar con su embarazo, una vez que sus gemelos nazcan, pueden ser separados y contagiarse en el hospital si no se cumplen las medidas de bioseguridad, como el uso de mascarillas, guantes y protectores faciales. "Todo el tiempo estoy pensando en los riesgos", afirma.

Embarazadas que murieron de COVID-19

En Brasil, el país latinoamericano con más muertes por coronavirus en la región, la situación es aún más grave. De acuerdo con las cifras oficiales a nivel global, de entre todas las mujeres que fallecieron de COVID-19 durante el embarazo o puerperio (el período que inmediatamente sigue al parto) un 77 % estaba en Brasil, según ha demostrado una investigación publicada en el International Journal of Gynecology & Obstetrics.

En total hubo 978 casos de mujeres embarazadas diagnosticadas con COVID-19, entre el 26 de febrero y el 18 de junio solo en Brasil, según las cifras recogidas por el grupo brasileño de investigación compuesto por varias universidades brasileñas junto con la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz).

La ginecóloga y obstetra Isabela Coutinho, directora del Hospital de la Mujer de Recife, dice que la tasa de hipertensión y diabetes en las gestantes pudo haber contribuido para ese resultado tan desfavorable para las embarazadas que contrajeron el COVID-19.

De acuerdo con Coutinho, muchas embarazadas no pudieron ser aisladas en algunos hospitales y tampoco tuvieron disponibilidad de camas en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). "Todo eso contribuyó para este resultado fatal", apuntó la directora del principal hospital femenino del estado de Pernambuco.

Madres migrantes sin atención

Si la situación de las gestantes en sus países de origen es crítica, lo es aún peor para las migrantes embarazadas. Francelys Morzón es una joven venezolana con ocho meses de embarazo que vive en Cúcuta, la principal ciudad colombiana fronteriza con Venezuela.

No sabe nada de su bebé; en todo este tiempo no ha tenido una visita de control ni una ecografía porque cuando va al centro de salud le niegan la atención con el argumento de que no tiene papeles.

"En los centros a los que yo iba me decían que no me atendían por no tener documentación y tampoco puedo pagarme una visita privada porque no cuento con los recursos" explica Morzón por teléfono.

Por eso, cuando se encontró mal durante el embarazo se automedicó sin saber si los medicamentos le iban "a hacer bien o mal".

Morzón migró de Venezuela hace año y medio y sobrevivía en Cúcuta vendiendo caramelos y café hasta que la cuarentena y el miedo a contraer el coronavirus acabó con su única fuente de ingresos.

El arrendatario la echó a ella, a su marido y a su otra hija por no poder pagar y ahora viven en una sola habitación donde espera poder dar a luz en unas semanas en un hospital colombiano.

El gestor de actividades médicas de Médicos Sin Fronteras (MSF) en el departamento fronterizo de Arauca, Sergio Palacio, explica que para una mujer migrante sin permiso de residencia ya era muy difícil acceder a la atención prenatal antes de la pandemia, pero con la COVID-19 se ha vuelto "virtualmente imposible".

"Los hospitales cerraron y gran parte de sus servicios asistenciales ya no estaban realizando atenciones ambulatorias". Además la situación legal sigue siendo "la principal barrera para acceder a los servicios de salud al no estar aseguradas".

Palacio explica que el año pasado Médicos sin Fronteras hizo 1.737 controles prenatales en esa región pero que en el primer semestre de 2020 no han llegado ni al tercio de esa cifra por el coronavirus y las restricciones de movilidad.


Con información de la Agencia EFE: Mercedes Palomino (Perú), Waldheim García Montoya (Brasil), Ares Biescas (Colombia) y Cristina Sánchez Reyes (México).

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