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“Mientras exista una variante en circulación como ómicron hay que prepararse”

Jeffrey V. Lazarus, codirector del Programa de Infecciones Virales y Bacterianas de ISGlobal, ha publicado un artículo consensuado por casi 400 expertos de más de 100 países con recomendaciones prácticas para acabar con la amenaza de la Covid-19 que aún no ha terminado.

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Jeffrey V. Lazarus, jefe del grupo de investigación en Sistemas de Salud y codirector del Programa de Infecciones Virales y Bacterianas de ISGlobal.
Foto: / ISGlobal

Algunos científicos insisten en que aún no debemos bajar la guardia contra el coronavirus, y la situación que vive China, que en los últimos meses ha sufrido oleadas de rebrotes atribuidas a la variante ómicron, les dan la razón. Entre los que opinan así, está Jeffrey V. Lazarus (San Francisco, EE UU, 1969).

La carrera de este epidemiólogo incluye una década como experto en sistemas sanitarios, VIH y hepatitis víricas en la Oficina Regional de la OMS para Europa y tres años en el Fondo Mundial para la lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria (FMSIDA). En la actualidad, ocupa los cargos de jefe del grupo de investigación en Sistemas de Salud y codirector del Programa de Infecciones Virales y Bacterianas de ISGlobal.

Lazarus vive a caballo entre Barcelona y Dinamarca, forma parte de la Comisión Covid-19 de The Lancet y es autor, como investigador principal, de múltiples declaraciones de consenso mundial, la que parece su gran especialidad. Con una agenda apretada, atendió por teléfono a SINC desde Kuala Lumpur, en Malasia, donde ha asistido al reciente Congreso Internacional de Enfermedades Infecciosas para presentar un logro complejo en una sociedad polarizada: un nuevo consenso para zanjar, esta vez, la aún vigente amenaza que supone la covid-19 para la salud pública global.

En concreto, el también profesor asociado en la Universidad de Barcelona ha conseguido que 386 personas expertas de ámbitos académicos, sanitarios, gubernamentales y de ONG de 112 países y territorios consensuen 41 declaraciones y 57 recomendaciones prácticas que acaban de ser publicadas en Nature. Para lograr el acuerdo, han utilizado una técnica de comunicación estructurada conocida en salud pública como método Delphi —denominación proveniente del oráculo de Delphos— que sistematiza las opiniones de grupos de expertos.

¿En qué consiste la metodología Delphi?

Proviene de los años 50 y 60 y es una metodología para establecer consensos. Hemos hecho tres rondas de votación y comentarios partiendo de una lista inicial de recomendaciones basadas en la evidencia. Hay pocas metodologías que te dejen llegar a un consenso y también representar una cantidad de desacuerdo. Esta ha sido una de las claves para unir a un grupo de casi 400 personas que no están de acuerdo en todo. En esta pandemia hay que reconocer que no estamos de acuerdo en todo ni los expertos, ni las autoridades, ni los gobiernos.

¿Valoramos los acuerdos?

Esta es la primera vez que la revista Nature publica como investigación original un estudio que utiliza esta metodología. Fui a su oficina en Nueva York desde España porque lo veían más como una opinión. Pero, tras explicarlo e investigarlo, decidieron que es una metodología rigurosa y científica como cualquier otra y, de hecho, muy importante para utilizar durante la pandemia. Me gustaría ver que se hace eso a nivel de España, con 300 o 500 expertos, consensuando qué vamos a hacer si hay nuevas mutaciones o problemas con el sistema sanitario.

Sería todo un reto, ¿no?

Si lees el artículo, cada recomendación recoge el porcentaje de gente que está de acuerdo y en desacuerdo. Por ejemplo, en septiembre un grupo de personas publicamos una serie de recomendaciones en The Lancet que han tenido también mucha repercusión, pero no todos estábamos de acuerdo en todas ellas. En un artículo típico como ese se discuten las recomendaciones en la discusión, pero no se explica que hay autores que no están de acuerdo, lo que ha ocurrido con frecuencia.

¿Por ejemplo?

Llevar mascarillas en la calle en España: ni todos en el Gobierno, ni todos los especialistas en el Carlos III, ni todos los expertos estaban de acuerdo. De hecho, probablemente una gran mayoría no estaban de acuerdo porque esa recomendación no estaba basada en la evidencia. Simplemente fue: “eso es lo que vamos a hacer y no hay espacio para el desacuerdo”. Es lo que, para mí, ha contribuido a la pérdida de confianza en las autoridades y en la ciencia. Así que la metodología Delphi ha sido muy útil porque los autores pueden firmar sabiendo que se informa del porcentaje de desacuerdo. Dicho esto, hemos tenido un nivel de acuerdo muy alto que ha ido subiendo en cada ronda porque hemos tenido reuniones para hablar sobre las diferencias y ajustar el texto.

Estaría bien aplicar esta metodología a muchos ámbitos de la política en general.

Sí, yo primero estudié Ciencias Políticas en Georgetown y luego accedí al ámbito de la salud y obtuve mi doctorado en Salud Pública. La veo muy útil y por eso la he utilizado también para para llegar a acuerdos sobre el hígado graso o el VIH. Sería muy bonito en España tener un consenso sobre lo que vamos a hacer en esta pandemia.

¿Qué nivel de debate habéis tenido?

Hemos recibido más de 5000 comentarios escritos en las tres rondas. Han sido anónimos, por lo que no hay presión de colegas para decir algo muy inteligente o para no atreverse a estar en contra, la gente puede decir lo que quiere. Ni siquiera yo he visto de quién vienen los comentarios, había un grupo externo que ha manejado los datos para asegurar que todo estaba bien.

Ahora percibimos un escaso riesgo y las restricciones que quedan en España y en Occidente son mínimas. ¿Tiene que seguir preocupándonos la pandemia?

Mientras haya una variante como ómicron en circulación y mutando, hay que preocuparse. No para no poder salir de casa, pero hay que preocuparse y, sobre todo, hay que prepararse. No es lo mismo y la gente se confunde. A mí me gustaría saber dónde está el plan y la estrategia española contra la pandemia, un plan comprensible. Hay un plan nacional de la hepatitis, un plan del VIH, ¿dónde está el plan para acabar con la pandemia del coronavirus que indique que en tal situación tenemos que hacer esto o lo otro?

Por ejemplo, ahora en Cataluña debemos usar mascarillas en el transporte público, ¿hasta cuándo? Y, si empeora la situación, ¿cuál es el siguiente paso? La población no sabe. Hemos hecho estas recomendaciones para ayudar a los políticos a tomar decisiones racionales y a hacer un plan. Y no uno de esos planes de 150 o 200 páginas, puede ser más breve, pero explicando qué hacer, cuándo y por qué. Y todo basado en la evidencia.

Pedís un abordaje integral de toda la sociedad y todo el Gobierno. ¿Cómo se implica a ambos cuando la pandemia ya casi parece agua pasada?

Se puede hablar del covid persistente, del riesgo de mutaciones, se puede demostrar que todavía hay mucha gente que está en el hospital, que está muriendo. Pero tampoco es necesario que sea tan, tan serio para preparase por si empeora la situación. España no puede ser reactiva, tiene que ser proactiva. El Gobierno tiene un grupo de expertos que no se ha reunido en los dos últimos meses, me extraña mucho.

¿Qué crees que están haciendo ahora las autoridades?

Confiar en la suerte de que no vaya a empeorar la situación. Si empeora, no sabemos qué van a hacer. Hay que mejorar la ventilación, hay que ayudar a las poblaciones más vulnerables y marginalizadas a tener mascarillas de buena calidad, etc.

¿Es posible combatir la información falsa?

El problema de la información falsa no ha sido tan grande en España como en otros países. Pero sí hemos tenido problemas para llegar a las comunidades marginalizadas. Por ejemplo, la unidad móvil sanitaria de Madrid que se desplaza cada día a la Cañada Real ha llegado con vacunas, pero hemos tenido que solicitarlas varias veces y pagar el proyecto con fondos privados para vacunar a gente muy vulnerable. Quizás algunos digan, ¿qué nos importa la gente pobre en la Cañada Real? Pues si desarrollan covid, nos afecta a todos. Y eso lo pudimos hacer a través de gente de confianza, los médicos del Hospital Infanta Leonor de Madrid. Hemos ido a mezquitas, a centros religiosos, hay que hablar y tener confianza con las ONG y colaborar con ellas para llegar a las poblaciones con peor acceso al sistema sanitario.

Muchas personas con problemas crónicos han sido desatendidas, ¿cómo se fortalece el sistema sanitario para que esto no vuelva a ocurrir?

El sistema sanitario español es uno de los mejores en el mundo, pero es también un poco viejo. Hay una tribuna muy interesante de Javier Crespo [jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla], que explica qué tiene que modernizarse. Hay que utilizar más la salud digital para, en una pandemia infecciosa, minimizar los riesgos. También hemos destacado la importancia de fortalecer la atención primaria. España ha sido muy lenta para permitir vender test de covid al público, no ha dejado vacunarse en las farmacias… Hay que utilizar todo el sistema sanitario. España también tiene problemas habituales para informar de las cifras. Lo hizo mal y bastante peor que muchos países en cuanto a los números de infectados o el número de muertos. Por ejemplo, el fin de semana no se informa y el lunes parece que hay menos.

Respecto a las estrategias de vacunación, planteáis un abordaje que denomináis vaccine plus. ¿A qué os referís?

España ha hecho bien la vacunación, pero empezó muy tarde. En 2021, cuando no se quería vacunar en la fiesta de Reyes o los domingos, la gente estaba muriendo. Hemos sufrido muchísimo por esa decisión. Luego se llegó a porcentajes muy altos de personas vacunadas, pero el Gobierno siempre ha hablado de vacunar como si eso fuera a terminar todo. La vacuna protege contra los síntomas severos, contra la mortalidad y evita acabar en el hospital, pero no es efectiva al 100 %. El plus significa que hay que hacer más: ventilar mejor, filtrar el aire, dar mascarillas gratis a la gente no tenga acceso a ellas, dar ayudas a los que no puedan quedarse en casa para no perder sus ingresos, etc. Ese abordaje puede reducir bastante la carga de enfermedad.

Un abordaje de prevención muy amplio.

Sí, mucho más amplio. Toda la sociedad, todos los departamentos del Gobierno. ¿Cuántas veces ha salido solo Fernando Simón [director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias y portavoz del Ministerio de Sanidad durante la pandemia]? En Dinamarca, su epidemiólogo de referencia nunca sale solo, sale con ministros que hablan a la gente, porque son sus representantes. Mientras, en España, solo salía un epidemiólogo. Yo soy epidemiólogo, pero no sé de todo. De hecho, sé que no sé todo y por eso tengo más de 380 coautores. Fui a los mejores cuando tenía preguntas, nadie debe tener miedo de pedir ayuda. Mi grupo de expertos se ha reunido muchísimo más que el grupo español de expertos que asesoraba al Gobierno sobre la pandemia. Y no hemos recibido fondos para hacer este estudio que ha durado más de un año.

¿Ninguna financiación?

No hemos buscado fondos, no hemos recibido fondos. Queríamos hacerlo nosotros, y no con ayuda de una farmacéutica o un gobierno. Si un grupo de voluntarios se puede reunir cada día y el grupo grande cada semana o cada mes, también puede hacerlo en España un grupo de expertos y tener un documento de calidad y explicarlo. Yo estoy en Malasia para presentarlo ahora a 1700 personas en el plenario del Congreso Internacional de Enfermedades Infecciosas.

Sobre la tecnología sanitaria, los tratamientos o las vacunas, mencionáis que habría que facilitar una transferencia tecnológica para países con ingresos medios y bajos, ¿cómo hacerlo, teniendo en cuenta la resistencia de la industria?

No solo se trata de producir, las vacunas también tienes que distribuirlas. La clave no es la producción fuera, es producir suficientes dosis de forma rápida y hacerlas llegar a los países que lo necesitan. En España no pudimos recibir la vacuna de Pfizer al principio porque no teníamos neveras suficientes para mantenerlo a -70ºC. Si Moderna da toda la información a un país de bajos ingresos mañana, no lo van a poder producir. Producir una vacuna es muy complicado.

¿Tendríamos que ser capaces de poder hacer cosas en diferentes lugares del mundo?

Sí, igual que con las mascarillas. Al principio, España no tenía mascarillas y estaba esperándolas de China. España tenía gel. No sé cómo teniendo al dueño de Inditex en Galicia, no pudimos producir mascarillas. No tuvimos respiradores hasta que SEAT nos ayudó. Así que no podemos concentrar la producción en ciertos países y tampoco la de vacunas.

La pandemia no nos ha afectado por igual, ¿cómo evitamos las inequidades?

Hay que hacer caso a las poblaciones marginalizadas. En la Cañada Real no tuvieron lo necesario hasta que no llegaron los médicos del Hospital Infanta Leonor. Con los migrantes que no tienen acceso al sistema de salud en Cataluña, la ayuda no llegó hasta que se desarrollaron proyectos que actuaron colaborando con los líderes de esas comunidades. No podemos estar satisfechos porque el 90% de la población esté vacunada o no tenga covid porque eso quiere decir que un 10 % lo tiene. Y eso siempre está relacionado con gente marginalizada, vulnerable, sin techo, usuarios de drogas, etc. Tenemos que colaborar más con las ONG y prepararnos para llegar a todos los que lo necesitan.

Hay gente que no puede pagarse un billete de autobús para llegar al centro de vacunación, tenemos que ir a ellos. Lo hemos demostrado en Barcelona y en Madrid, pero tenemos que estar preparados porque llegamos muy tarde y ya había gente enferma y sufriendo. También a nivel mundial: las medicinas contra la covid todavía no son accesibles en ciertos países.

Este artículo fue originalmente publicado en Agencia Sinc bajo la licencia Creative Commons.

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