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Siembras intensivas y pesticidas, una amenaza para las comunidades awajún

La expansión de cultivos únicos en las chacras -intensificados con agroquímicos- y la creciente dependencia de alimentos procesados están afectando la salud y el entorno de las comunidades awajún en la provincia de Condorcanqui, en la región Amazonas, según una investigación de la antropóloga social Susana Ramírez.

chacras de papaya - cambios alimentarios
Los productores de papaya llegaron a las comunidades de Alto Pupuntas y Alto Pajakusa hace unos diez años. Actualmente emplean pesticidas sin control y sin protección.
Foto: Susana Ramírez

La alimentación tradicional de las comunidades awajún, ubicadas en la provincia de Condorcanqui, en Amazonas, se ha caracterizado por su conexión con la naturaleza: su dieta basada en la caza, la pesca y la producción en pequeñas huertas domésticas les permitía acceder a alimentos frescos, variados y ricos en nutrientes. Sin embargo, en las últimas décadas, la introducción de prácticas modernas como los cultivos únicos en chacras, intensificados con pesticidas, y el consumo de alimentos procesados, han impactado negativamente en su salud y la sostenibilidad con su entorno.

En su investigación “Cambios alimentarios en la cultura awajún”, la antropóloga social Susana Ramírez analizó los principales efectos de estos cambios en las poblaciones indígenas de los centros poblados de Santa María de Nieva y Juan Velasco Alvarado, y de las comunidades Achuaga, Alto Pajakusa, Alto Pupuntas, Chingamar, Chapi, Canampa y Sajiam, a las que se accede por carretera o mediante los ríos Marañón y Nieva. Durante seis meses, entre el 2023 y 2024, la investigadora recopiló información, mediante visitas y entrevistas, para identificar los principales cambios en los patrones alimentarios y sus consecuencias.

Uno de los principales factores que han influido en la transformación de la dieta awajún es la adopción de nuevas prácticas agrícolas, como el monocultivo de papaya, coca y cacao, que sustituyó en parte a los cultivos diversos tradicionales y en los que se empezó a usar pesticidas sin control por recomendaciones de los foráneos que alquilan esas chacras. El ingreso de alimentos procesados mediante los programas sociales alimentarios Qali Warma -ahora llamado Wasi Mikuna- y el Vaso de Leche, han tenido también un impacto significativo en la dieta de estas comunidades. Además, la incorporación de animales, como aves menores, y las piscigranjas, promovidas por instituciones del Estado y ONGs, han contribuido a cambios en los hábitos alimentarios, pero no necesariamente han mejorado la salud de las comunidades awajún.

Según la investigación de Ramírez, los datos de la Red de Salud de Condorcanqui muestran un aumento en las tasas de enfermedades como la diabetes, la anemia, la desnutrición, los trastornos digestivos, entre otras patologías asociadas con la alimentación. Muchos de estos cambios no han sido acompañados con información sobre nutrición y cómo manejar de manera saludable los nuevos alimentos incorporados, advierte la investigadora.

El uso de glifosato sin advertencias sobre sus riesgos

El uso de glifosato en la agricultura de las comunidades awajún ha generado preocupaciones hacia su salud y la conservación del medioambiente. Este herbicida, aunque está asociado principalmente con los cultivos genéticamente modificados, se emplea también en las siembras tradicionales para el control de las malezas y el secado del suelo antes de la cosecha.

En las comunidades de Alto Pajakusa y Alto Pupuntas, visitadas por Ramírez, el glifosato se aplica indiscriminadamente sin la fiscalización del Servicio Nacional de Sanidad Agraria (Senasa), lo que aumenta los riesgos para los agricultores y sus familias. Además, los trabajadores en las chacras no utilizan ningún equipo de protección como guantes, mamelucos o mascarillas cuando lo aplican.

“He comprobado cómo el glifosato se usa en el cultivo de la papaya, pero también en los patios de las escuelas, en las canchas de fútbol o bordes de las carreteras. En algunas comunidades se emplea para eliminar la hierba en los caminos interiores, cerca de algunas viviendas y, en algunos casos, en las chacras o en la entrada de las mismas”, cuenta la investigadora Ramírez.

pesticidas usados en los monocultivos
Pesticidas empleados en los cultivos de papaya y coca.
Fotos: Susana Ramírez

De acuerdo con los testimonios de los propios comuneros, los productores foráneos que alquilan las tierras para los monocultivos de papaya o cacao les han asegurado que el uso del glifosato no representa un peligro para su salud. “Nos han dicho que va a quedar bonito nuestro terreno, porque lo van a desinfectar bien, abonar bien y después vamos a poder plantar nuestra yuca y plátano, y va a dar mejor”, relata uno de los miembros de una comunidad visitada.

Esta información, sin embargo, es engañosa y no refleja los riesgos reales del plaguicida. En 2015, el glifosato fue catalogado como cancerígeno por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, que forma parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Lamentablemente, en Perú el uso del glifosato no está prohibido y en el mercado existen más de 140 tipos de agroquímicos con esta sustancia. En 2023, a raíz de investigaciones de Salud con lupa sobre el uso de agroquímicos, se presentaron dos proyectos de ley para prohibir plaguicidas de riesgo para la salud y el ambiente, como el glifosato, pero las iniciativas quedaron estancadas en las comisiones Agraria y de Salud del Congreso.

Otro problema que agrava el uso del glifosato en las chacras awajún es el manejo incorrecto de los envases de estos productos. Los productores foráneos suelen enterrar o quemar los envases vacíos, pese a que estas malas prácticas contaminan el suelo y el agua, y aumentan la exposición a sustancias tóxicas en el ambiente.

La llegada de alimentos procesados

En las cercanías de Santa María de Nieva y otros centros poblados, la creación de tiendas y mercados ha facilitado el acceso de las familias awajún a productos procesados y ultraprocesados, como aceite de soja, margarina, galletas y gaseosas. Según la publicación, muchos de los alimentos ultraprocesados contienen grasas trans, asociadas con enfermedades cardiovasculares, lo que representa una amenaza para la salud de las personas. A esta problemática se suma la venta de productos que, a pesar de estar vencidos, se siguen comercializando ante la falta de fiscalización de los municipios.

Los programas sociales del Estado, como el Vaso de Leche, que beneficia a 2.7 millones de peruanos en situación de pobreza, y Qali Warma (ahora Wasi Mikuna), que distribuye alimentos a más de cuatro millones de estudiantes a nivel nacional, han introducido también alimentos procesados en las comunidades awajún. En el caso de Qali Warma, este programa se ha convertido en una fuente clave de alimentación, ya que desde 2019 incluyó la distribución de alimentos los fines de semana en las residencias estudiantiles donde estudia la población awajún.

Sin embargo, pese a las peticiones de los padres y dirigentes awajún, Qali Warma no ha logrado incorporar una oferta variada de alimentos frescos de la región, principalmente por la falta de capacidad local para producir y abastecer estos productos durante todo el año, señaló un funcionario del programa social entrevistado para la investigación. Los alimentos que distribuye incluyen aceite de soja y palma, frijoles, lentejas, fideos, arroz, arvejas, latas de atún, pavo, leche evaporada, azúcar, galletas, avena y harina de plátano como producto local.

Con la intención de conocer la calidad de los alimentos consumidos por las comunidades awajún del distrito de Nieva, en Condorcanqui, la antropóloga social Susana Ramírez analizó varias muestras de productos distribuidos por Qali Warma, el Vaso de Leche y también productos que se comercializan en las tiendas locales.

Alerta en los alimentos de Qali Warma

En junio de 2023, Ramírez recolectó tres muestras de productos entregados a los estudiantes de primaria de la Institución Educativa N° 16303 en la comunidad de Chingamar: una lata de leche evaporada Gloria Bonlé, una lata de conserva de pavo Qali Thani y granos sueltos de arroz de la marca Conlib. Cinco meses después, en noviembre, tomó una muestra de galletas de trigo integral Cajamarca Bakery, distribuidas entre los estudiantes de la Institución Educativa N° 16302 de la comunidad de Achoaga. Además, recolectó granos de maíz que las familias del centro poblado Juan Velasco Alvarado compran en las bodegas para alimentar a las aves menores.

Llevó las cinco muestras a Lima con la esperanza de que la Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (Aspec) la ayudara a realizar un análisis de residuos de glifosato, pero ante la falta de respuesta, Ramírez recurrió al biólogo y experto Claudio Martínez Debat, de la Unión de Científicos Comprometidos por la Sociedad y la Naturaleza de América Latina. Envió las muestras a Montevideo, Uruguay, a finales de 2023, y fueron analizadas en febrero de 2024 en el laboratorio de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República.

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Alimentos analizados para detectar residuos del herbicida glifosato.
Fotos: Susana Ramírez

El análisis reveló que sólo los granos de arroz no contenían residuos de glifosato. Sin embargo, los otros productos mostraron niveles de contaminación que superaron los límites máximos de residuos permitidos en la Unión Europea, que a diferencia de Perú cuenta con normas más estrictas para proteger la salud de las personas. La leche evaporada Gloria Bonlé, por ejemplo, superó en casi 100 veces los límites permitidos de glifosato.

La muestra de galletas de trigo integral mostró niveles de glifosato tan elevados que el test no pudo asignarle un valor exacto. "Podría ser el trigo, pero también es posible que la empresa haya comprado harina contaminada sin saberlo", comenta la investigadora. Por su parte, los granos de maíz mostraron un nivel tres veces superior al límite permitido, lo que podría significar que ese maíz ha ingresado al país de contrabando y sea transgénico.

Estos hallazgos son una alerta para las autoridades nacionales, como el Ministerio de Salud, el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (que supervisa Qali Warma) y las Direcciones Regionales de Salud. Ramírez destaca la necesidad de que se realicen pruebas adicionales para detectar posibles residuos de otros pesticidas que podrían estar presentes en los alimentos. "Solo hemos probado el glifosato, pero hay decenas de pesticidas que podrían estar contaminando los alimentos. Las autoridades deben garantizar que los productos entregados a los niños sean verdaderamente seguros para el consumo", enfatiza Ramírez.

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