Desde el 2018, por lo menos cuatro veces al año, Cleider Oblitas debe caminar durante tres días seguidos cargando una caja térmica. Lo hace por tramos y tomando breves descansos de diez minutos, excepto cuando llega la hora de comer y tiene unos minutos más para devorar un par de latas de atún y un paquete de galletas.
No hay tiempo que perder. Cuando Cleider inicia su viaje en la Red de Salud Bagua, ubicada en la provincia del mismo nombre, donde tiene a su cargo el área de cadena de frío —el almacenamiento de los biológicos, llámense vacunas, bajo estrictos controles de temperatura para asegurar su eficacia protectora—, comienza también su conteo regresivo hacia Wayampiak, la microred de salud más lejana de toda la región Amazonas. En la frontera con Ecuador, al noroeste de Bagua, en el distrito de Imaza, en la margen izquierda del río Marañón está Wayampiak, un centro poblado de 403 ciudadanos de la etnia awajún, según el II Censo de Comunidades de 2007.
A Wayampiak se llega por aire o por tierra. Por aire esporádicamente, cuando lo exigen razones humanitarias o alguna emergencia, como el traslado de enfermos. Y por tierra continua y obligadamente para proveerse de algunos alimentos, productos y bienes. La microred de Wayampiak —que agrupa un centro de salud (Wayampiak) y cuatro puestos de salud (Chija, Sijiak, Tuntus y Yanat)— se creó para atender a comunidades altamente excluidas que en el pasado sufrieron de epidemias, como en el 2006 cuando surgió un brote de fiebre amarilla.
Cuando en febrero de 2021 arribó a Amazonas el primer lote de vacunas de Sinopharm contra la covid-19 (alrededor de 1,336 dosis), Cleider Oblitas tuvo que distribuir las dosis a lo largo de la región. Por esos días, tal como estaba dispuesto en el plan de vacunación, todas fueron reservadas para el personal de salud.
Si para algunos establecimientos le bastó con un viaje de tres o cuatro horas en carretera (como es el caso de La Peca, Túpac Amaru o Chiriaco), cuando le tocó ir a Wayampiak, lo primero que hizo fue dormir. Dormir sus horas completas cinco días antes de emprender la travesía. De otra manera, dice este licenciado en enfermería, le sería imposible aguantar ese camino temerario cruzando ríos y bordeando quebradas, una terquedad que a sus padres y a su novia les cuesta entender.
Es una travesía a la que se enfrenta sin mapas ni brújulas. Una travesía que se aprendió de memoria luego haber contado con el apoyo de dos guías en sus primeros recorridos, allá por el 2018. Una bolsa de dormir, una muda de ropa, cinco latas de atún, paquetes de galletas, algunas botellas de agua, guías de remisión y una linterna es todo su equipaje. Mientras más ligero, mejor.
Cleider Oblitas no sabe cuántos kilómetros separan a Bagua de Wayampiak (según un proyecto de refacción del centro de salud Wayampiak son 30 kilómetros), pero de lo que sí es consciente es que la marcha debe ser veloz. Si antes de la pandemia transportar las vacunas del calendario regular (varicela, neumococo, la SPR contra el sarampión, las paperas y la rubeola, entre otras) era una responsabilidad, resguardar las vacunas contra la covid-19 era un compromiso.
A mediados de julio, tres semanas después de que iniciara el proceso de vacunación de los pueblos indígenas en Amazonas (24 de junio), Cleider Oblitas debía partir con un termo RCW hacia Wayampiak. Sin embargo, el viaje se pospuso debido a las incesantes lluvias en la zona y a que no habían conseguido todavía a los cargadores, ciudadanos awajún que se ganan la vida transportando paquetes a las comunidades más remotas. Recién el lunes 19 de julio a las 8 a.m., Cleider emprendió la ruta más larga hacia un establecimiento de salud en la región Amazonas, con 750 frascos de la vacuna Sinopharm. Cada uno de ellos incluía un par de dosis contra el SARS-CoV-2.
Cleider no recuerda el nombre de los dos cargadores que lo acompañaron. Aunque bilingües, intercambiaron pocas palabras durante el viaje. Lo que sí se le grabó con nitidez era la camiseta del Barcelona de uno de ellos. Tuvieron tiempo para conversar un poco en uno de los almuerzos, cuando compartieron sus latas de atún y las yucas asadas de los awajún. Cinco soles es lo que cobran por cada kilo que transportan. En este caso, la caja térmica con las vacunas pesaba 35 kilos y la llevaban entre los dos porteadores.
Cleider señala que se trata de una labor muy delicada. Un choque, por mínimo que sea, puede acabar con la fría vida de las vacunas. Estas deben llegar a su destino a una temperatura entre los 2 y los 8 grados centígrados. Para eso, 72 horas antes de emprender su viaje deben ser congeladas a una temperatura entre los -15 y -25 grados centígrados. Es una garantía para que la vacuna conserve su inmunogenicidad y su eficacia protectora.
Ahora bien, tan vital como la temperatura es el embalaje. No se debe permitir que ninguna brizna de aire ingrese a la caja térmica. Cuando el cielo se repleta de nubes y las lluvias se aproximan, Cleider cubre la caja con un plástico azul con el que se suelen proteger las personas. Es suficiente para que la lluvia no la toque.
Antes de repartir las primeras 500 mil dosis de la vacuna Sinopharm en las once regiones del Perú con población indígena, el Ministerio de Salud entregó 864 congeladoras fotovoltaicas —es decir, que obtienen energía eléctrica del sol— para fortalecer las cadenas de frío. Como ocurrió con las unidades de cuidados intensivos y con el oxígeno medicinal, la pandemia sorprendió al Perú con un nivel muy precario en cuanto a cadenas de frío se refiere. De acuerdo con un informe de la Contraloría de la República, entre el 6 y 20 de noviembre de 2020 se supervisó 38 establecimientos de salud del primer nivel de atención en Lima Metropolitana, y se encontró que el 29% (11) no contaban con equipos de refrigeración para las vacunas.
Otro informe de la Contraloría, esta vez de marzo de 2021, advirtió una deficiente cadena de frío en doce regiones: Lambayeque, Piura, Lima Provincias, Lima Metropolitana, Ayacucho, Cajamarca, Moquegua, Ucayali, Pasco, Cusco, Junín, Puno, y Apurímac. Con ese termómetro se mide la labor de Cleider Oblitas.
El miércoles 21 de julio, a las 3 p.m., luego de dos días y medio, Cleider llegó a Wayampiak con los 750 frascos de la vacuna Sinopharm. Una esperanza para un pueblo awajún que paulatinamente está cambiando de parecer respecto a la vacuna y, por tanto, está confiándole su hombro a la ciencia. Solo después de que verificaran la temperatura de la caja térmica y que la cantidad de dosis era la misma que la declarada en la guía de remisión, Cleider Oblitas pudo reposar las piernas en uno de los pequeños cuartos del centro de salud que hacen las veces de dormitorio de residentes y visitantes. Salvo una parada en la comunidad de shajam debido a que la noche y la selva virgen les interrumpió el paso, Cleider y los dos cargadores awajún completaron la ruta casi sin descanso. Los guardianes de la vacuna habían honrado su compromiso.