Damián murió de diarrea. Aunque los médicos no lo saben todavía. Tenía siete meses y el suero que le dieron en la posta médica de Yomibato, la comunidad matsigenka donde nació, no tuvo efecto. La localidad se ubica en medio del Parque Nacional del Manu y llegar allí toma una semana en bote desde Puerto Maldonado, la capital de la región Madre de Dios. Si el caudal del río baja, como en esta época, es peor. Los tripulantes tienen que meterse al agua y empujar la embarcación. El viaje es largo.
Felícitas, la joven mamá de Damián que habla muy poco el castellano, volvió a casa esa tarde con el suero, cargando al niño. Llamó a su esposo Mauricio y le comentó que su hijo estaba grave. El papá estaba a tres días del lugar, en la comunidad de Salvación, comprando víveres para la familia. Le pidió a Felícitas que lleve al niño a la posta pero de allá venía sin solución.
Al volver, encontró a su pequeño muerto.
—Ese día tenía que venir el licenciado para ver el fallecimiento. No vino. Al otro día, el 29, tampoco —relata Mauricio Vicente.
No le dijeron el motivo exacto de la muerte. El director regional de Salud, Hermógenes Mormontoy, dijo tampoco saberlo con precisión. El director del hospital regional Santa Rosa, Umberto Chavez, afirma que el menor nunca llegó al hospital. ¿Muere un niño en la Amazonía y nadie le dice a sus padres los motivos?
La hermana melliza de Damián, Thais, estaba con los mismos síntomas. Diarrea, fiebre, ojos hundidos. Pesaba cuatro kilos. Vicente, quien colabora con algunos medios de comunicación locales, entró en desesperación. Tuvo que recurrir a conocidos, amigos, emisoras, para que lo oigan. Solo cuando la noticia se difundió a nivel nacional, un helicóptero de las Fuerzas Armadas trasladó a la menor hasta el hospital regional de Puerto Maldonado, el 1 de agosto. Ya estaba más estable. Quizá si el enfermero de Yomibato le hubiera explicado a la madre, en su propia lengua, el estado de su niña y los cuidados que tenía que darle, la emergencia habría podido evitarse.
—Los medicamentos no llegan a la comunidad. Solo llegan hasta Tayakome. Después de un mes recién llegan a Yomibato —explica Mauricio.
El centro médico de la comunidad es de madera. Suele estar desabastecido. “Hay muchos casos de diarrea pero cuando van, el licenciado les dice ‘solamente tienes fiebre, toma este jarabe ya le va a calmar’”, relata Mauricio. Alrededor de Yomibato están Cacaotal, Tayakome, Maizal, todas comunidades al interior del Parque Nacional del Manu, todas en las mismas condiciones. “Los niños no toman ningún antiparasitario. Están completamente abandonados”, agrega Amalia Añez, coordinadora del área de Mujer y Salud de la Federación Nativa del río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad).
La selva peruana es una de las principales regiones donde los brotes o casos de diarreas agudas suceden con frecuencia. Una investigación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos señala que esta región registró el 14,2% de casos de infecciones diarreicas agudas por encima de la sierra y la costa en un análisis hecho a una población de 18.859 niños menores de 5 años. La mayor incidencia era en niños de 12 a 23 meses.
Y la realidad corrobora las estadísticas. En julio del año pasado un brote de diarrea se reportó en la región Loreto, en las provincias de Datem del Marañón y Alto Amazonas. De 10 personas que murieron, 9 eran niños de 5 años. En ese mismo mes, 40 personas presentaban síntomas de fiebre, vómitos, diarreas en la comunidad de Shoroya Nuevo, en el distrito de Morona. Para acudir a un puesto de salud debían viajar 8 horas por el río.
Amalia Añez, de la Fenamad, estuvo presente el día que la presidenta Dina Boluarte le prometió un centro de salud a Yomibato. Fue en enero. La mandataria lloró conmovida por la precariedad de los servicios que tenían los niños. Prometió centro médico, medicinas, enfermeros, médicos y mejorar su institución educativa. “Por qué tienen que estar así, abandonados”, dijo. Ocho meses después de esas lágrimas, un niño moría por una promesa incumplida.
Un informe de la Defensoría del Pueblo a partir de una inspección en 11 regiones del país determinó que el 61% de los servicios de salud de comunidades indígenas no tiene agua. Es decir, 422 establecimientos, de los 655 supervisados, se encontraban en estas condiciones en 2023. Mientras que el 26% no tenía luz.
Para sobrevivir, las familias tienen que arriesgarse a todo. Algunas suben a los botes esperando que su cuerpo resista una semana hasta Puerto Maldonado. Otras se van a Brasil. César González, periodista español que trabaja en Madre de Dios hace varios años, ha reportado cómo familias de Iñapari, una ciudad fronteriza del Perú, prefiere atenderse en el país vecino porque aquí no tienen esperanza. En toda la región, el hospital regional Santa Rosa de Puerto Maldonado es el único que ofrece el servicio de emergencia las 24 horas.
Yomibato tiene agua. La organización Rainforest Flow instaló en 2012 un sistema de captación que les permite a las familias tener este servicio de una fuente limpia, pero no necesariamente potable y apta para el consumo.
—Hay un problema con el agua y cómo, culturalmente, manejan sus alimentos. Siempre van a tener problemas como parasitosis, desnutrición. Ellos toman el agua pensando que si es clara es segura, cuando no es así. Hay un enfermero en Yomibato que hace lo que puede —explica Umberto Chavez, director del hospital regional.
Un enfermero no basta. Las emergencias por diarrea, neumonía u otra enfermedad requieren de atenciones especializadas. En setiembre de 2023, cinco menores necesitaron un traslado aéreo debido a la gravedad de su estado a causa de la neumonía. Los llevaron a Puerto Maldonado. Sus madres, que fueron con ellos, no tuvieron dónde quedarse. Tampoco el pasaje de vuelta. Lo mismo ocurrió en enero, cuando llegó la presidenta Boluarte. Según el propio portal del Ministerio de Cultura, trasladaron a un bebé con neumonía y a una gestante con embarazo riesgoso. Las dejaron en la ciudad. Tuvo que ser la Fenamad y otras instituciones las que se hicieran cargo de su estadía y retorno.
Las principales enfermedades que se dan en la comunidad son infecciones agudas respiratorias, infecciones intestinales, desnutrición, anemias, hermintiasis. Los índices de desnutrición, por ejemplo, se incrementaron hasta siete veces entre los años 2015 y 2018, según un documento elaborado por la Sociedad Zoológica Fráncfort Perú, en coordinación con la Fenamad y el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Sernanp). Por su parte, el Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades muestra que a la fecha, las muertes por diarrea en el país sumaban 38. Madre de Dios reportó 6 mil 170 casos de diarrea aguda hasta finales de agosto. No había ningún fallecido en esta región de la Amazonía hasta antes del pequeño Damián.
En abril de este año, luego de las promesas de la presidenta, el Ministerio de Cultura llevó útiles escolares, dos meses antes había entregado “ayuda humanitaria” que constó de atenciones médicas que sirvieron para la foto. Vicente y Felícitas retornarán a Yomibato estos días luego de que su hija fuera dada de alta el mediodía del lunes. En una entrevista para un medio local pedían apoyo, pañales, víveres, ropa, lo que fuera. Aquí no hubo ayuda, no había cámaras, ni flashes, ni ministerios. En medio de la selva vuelven a desaparecer para el Estado.
Tanto la Fenamad como el Consejo Indígena Harakbut, Yine y Matsiguenka le pidieron al Gobierno que más allá de una ayuda asistencialista como la que viene haciendo, les brinde una solución a sus demandas, una atención integral de sus necesidades que empieza por tener acceso a medicinas cuando lo requieran. “En las cuatro comunidades no hay medicinas, no hay absolutamente nada. Lo de la presidenta solo fue un discurso”, explica Amalia Añez.
Yomibato seguirá aislado. A una semana en bote por el río.