Salud mental

Cuando el agresor trabaja en tu oficina

El acoso laboral es un fenómeno muy común que puede adoptar múltiples formas, desde burlas y humillaciones hasta violencia física y sexual. Algunas de estas prácticas se han normalizado tanto que muchas veces nos cuesta identificarlas como maltrato o abuso.

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Es importante saber reconocer las características de un posible abuso en el trabajo y luego hacerlas visibles para que no se repitan.
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El bully del colegio ha crecido y ahora trabaja en tu oficina. Puede ser tu jefe, algún superior o el compañero que se sienta en el cubículo de al lado. En un inicio, las agresiones podrían empezar con un comentario despectivo en una reunión, luego se convierten en burlas directas sobre tu desempeño, y finalmente se expanden a todo lo que haces o dices en la oficina. Aunque este modo de acoso laboral es muy común, sigue siendo poco visibilizado. Las víctimas no siempre se reconocen como víctimas, o tienen miedo e incluso vergüenza de denunciar el maltrato porque no quieren ser vistos como quejones, exagerados o débiles ante la ruda autoridad de un jefe exigente. A diferencia del bully escolar que suele recurrir a la amenaza física, con frecuencia el agresor del trabajo emprende un acoso más sutil, disimulado bajo la máscara de la excelencia laboral.

Aunque en estos espacios el maltrato suele ser principalmente verbal y psicológico, también existen otras formas más graves, como el acoso sexual. En cualquiera de sus versiones, la intimidación en el trabajo es una conducta que socava el estado emocional de los empleados —volviéndose incluso una experiencia traumática difícil de superar— y que constituye un problema no solo para la salud mental, sino también para la productividad y seguridad de las empresas (aunque el jefe rudo siga pensando que sus gritos son la mejor manera de impulsar a sus trabajadores). Y a pesar de esto, sigue siendo un fenómeno muy normalizado. Según una encuesta del Workplace Bullying Institute, el 61% de los empleados en Estados Unidos son conscientes de que existe una conducta abusiva en sus trabajos. Y el 30% de ellos la experimenta todos los días de manera directa.

Para los fundadores de esta organización, los psicólogos Gary y Ruth Namie, el acoso laboral es la única forma de abuso que aún no es tabú. “Todas las demás formas han sido condenadas (abuso infantil, discriminación racial, violencia contra la mujer, etc.), mientras que el bullying en el trabajo todavía se considera una práctica comercial normal, inevitable o incluso necesaria”, señalan en su página web. Una prueba de ello es que son la única fundación de su tipo en los Estados Unidos. Su intensa labor durante los últimos veinticincos años ha arrojado algunas conclusiones inquietantes. Por ejemplo, que actualmente cerca de 49 millones de estadounidenses son acosados sin que exista un protocolo claro en sus compañías para enfrentar una situación así. Y aunque se podría pensar que el trabajo remoto atenuó el hostigamiento, lo cierto es que la pandemia solo inauguró un nuevo método de acoso: según el reporte del 2021, el 43% de los empleados aseguró sentirse agredido en las reuniones virtuales.

Lo peor de todo es que muchas de esas agresiones no siempre se consideran violencia psicológica. “Algunos comportamientos, aunque incomoden a alguien, pueden parecer tan inofensivos, que pocas personas se animan a denunciarlos porque no saben si constituye un acoso”, asegura Chris Chancey, fundador de Amplio Recruiting, una organización que ayuda a los refugiados a conseguir empleos corporativos en Estados Unidos. En su versión más sutil, la intimidación laboral provoca una enorme confusión en las víctimas y esto representa un agravante frente a la ausencia de soporte institucional. Pero, ¿cómo podríamos reconocer una conducta de acoso? ¿Cuándo un comportamiento en apariencia normal trasgrede los límites y se convierte en maltrato? ¿Cuáles son las fronteras entre lo sensato y lo inaceptable?

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Según una investigación de los doctores Gary y Ruth Namie, del Workplace Bullying Institute, las personas que son víctimas de hostigamiento laboral tienen un 67% de probabilidades de perder su empleo.
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Un primer rasgo que caracteriza al acoso laboral es su naturaleza repetitiva. Es decir, cuando el agresor humilla, menosprecia o ridiculiza de forma constante a su víctima. Aquí algunos ejemplos de las múltiples maneras en que esto suele ocurrir:

  • Hacer comentarios sexualizados o propuestas sexuales sin consentimiento.
  • Burlarse de alguien o repetir frases sarcásticas.
  • Menospreciar el esfuerzo, trabajo o talento de los demás.
  • Exigir horas extras no remuneradas.
  • Obligar a un empleado a realizar tareas que no corresponden a su puesto.
  • Minimizar permanentemente las propuestas de un trabajador.
  • Ignorar o excluir a alguien de las dinámicas laborales.
  • Esparcir rumores o chismes sobre la intimidad de una persona.
  • Ejercer violencia física.
  • Despedir de manera injustificada a un empleado.

Si eres objeto de algunas de estas acciones, lo más probable es que te sientas ansioso o angustiado al empezar cada semana. O que cuentes los días y las horas para el próximo fin de semana o tus siguientes vacaciones. Con frecuencia, el destino de quienes sufren acoso termina siendo el mismo: la renuncia o el despido. Según el estudio de los psicólogos Namie, las personas tienen un 67% de posibilidades de perder su empleo cuando son víctimas de maltrato. Por eso es tan importante atender este tipo de situaciones y hacer la denuncia lo antes posible. Invisibilizar el hostigamiento solo hace que éste perdure en el tiempo y que existan más víctimas culpabilizadas y agresores libres bajo justificación, soborno y/o asimetría de poder.

Porque lo cierto es que casi siempre el origen de la agresión consiste en eso: en el simple placer por ejercer el poder. Y en este contexto, cobra particular importancia la brecha laboral de género, pues los puestos de mayor rango suelen ser ocupados más por hombres que por mujeres, y en estos casos el acoso sexual se vuelve más frecuente. Según el Ministerio de Trabajo de Perú, desde octubre del 2018 hasta febrero del 2021, se reportaron más de 470 casos de hostigamiento sexual. De ellos, el 72% de las víctimas eran mujeres que trabajaban bajo la supervisión de un jefe hombre.

Hoy que muchas empresas empiezan a retomar el trabajo presencial, es necesario visibilizar esta realidad no solo para animar a las personas a denunciar, sino sobre todo para que las compañías tomen consciencia de la magnitud del acoso laboral y comiencen a generar procedimientos eficientes para proteger a las víctimas. Después de todo, no hay mejor forma de combatir el abuso que haciéndole frente en el mismo lugar en que sucede.

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