Cada mes del orgullo LGTBIQA+ es una oportunidad más para visibilizar el estigma y la discriminación que enfrentamos quienes formamos parte de esta comunidad. Pero algo de lo que no se habla tanto es sobre el impacto emocional que implica estar expuesto a tanta violencia. En una encuesta que acaba de publicar la organización The Trevor Proyect, se halló que el 75 % de los jóvenes LGTBIQA+ en Estados Unidos sufre ansiedad a causa de la discriminación. El 61 % aseguró sentirse deprimido(a), y más del 80 % buscó atención de salud mental durante el último año. Como pueden ver, son cifras altísimas y alarmantes. Y aunque duele tener que exponer las consecuencias de tanta agresión, aquí seguimos firmes para señalar una realidad que vivimos día a día y que, a pesar de las campañas, la información científica y la apertura que empieza a imponerse en la sociedad, sigue siendo un factor que agrieta nuestra salud mental.
Uno de los principales efectos que quiero destacar en esta columna es el alto índice de suicidios e intentos de suicidio que se registra en la comunidad. En el estudio que mencioné antes, se subraya un dato terrible: en Estados Unidos, el 50 % de los adolescentes LGTBIQA+ consideraron seriamente suicidarse el año pasado. Y el 18 % de ellos llegó a ejecutar efectivamente un intento de suicidio. Esto es más del doble de la tasa de intentos de suicidio que existe entre todos los jóvenes estadounidenses. Sin embargo, la misma organización señala que cuando un adulto acepta y apoya a un joven LGTBIQA+, su posibilidad de riesgo suicida se reduce en un 40 %.
En nuestro país la situación no es muy diferente. Según el primer y único censo que ha realizado el INEI sobre la población LGTBIQA+, cerca del 40 % de los entrevistados aseguró haber tenido ideación o intento de suicidio en algún momento de su vida. La estadística es clara y brutal: el maltrato que sufren las personas LGTBIQA+ no se reduce a unos cuantos casos aislados, ni tampoco es la consecuencia de un puñado de bromas inocentes. Es violencia pura, y sus efectos son cada vez más profundos.
Cuando estás sometido a agresiones constantes por tu identidad, la reacción más natural es sentir miedo a mostrar quien eres. Y esta clase de temor empieza a configurar traumas en tu interior que poco a poco te hacen sentir culpable y te aíslan de los demás. El mundo se vuelve un lugar peligroso y solo buscas un refugio en donde guarecerte. Por eso nos hacemos llamar una comunidad: porque éste es el único espacio totalmente seguro en donde las personas LGTBIQA+ pueden expresarse con absoluta libertad y sin prejuicios. Mostrar la persona que eres tiene un valor fundamental en la experiencia de un ser humano, pero cuando te prohíben hacerlo y encima te violentan, pareciera que toda la existencia pierde sentido. En un escenario así, la única esperanza de un futuro mejor es la lucha. Así de extremo es vivir en la piel de una persona LGTBIQA+.
Para graficarlo mejor, quisiera mostrarles dos cuadros en donde explico los factores de riesgo suicida a los que se enfrenta la comunidad.
En este primer cuadro pueden observarse las fuentes de temor más comunes de las personas LGTBIQA+. Estos miedos no son naturales, ni están predispuestos de manera genética ni neurobiológica, sino que son aprendidos como consecuencia de la violencia, discriminación y crímenes de odio contra quienes somos parte de la comunidad. Hay tantos factores de riesgo que, literalmente, cada paso que damos es un posible detonante para remover nuestras emociones.
En la segunda gráfica explico la repercusión psicológica de estas vivencias y el profundo sufrimiento que pueden generar. 1) Sentido de alerta constante: por la acumulación de violencia que enfrentan en el día a día, las personas LGTBIQA+ suelen tener el sistema nervioso hiperactivado y sufrir de desregulación emocional. 2) Hipervigilancia: es cuando estamos muy atentos a cómo expresamos nuestro género para que no se note que somos un poco más femeninos —en el caso de un hombre gay— o más masculinos —si eres una mujer lesbiana—, porque cualquier comportamiento visible puede ser discriminado. Y no solo el comportamiento, sino también las cosas que te interesan, tus pasatiempos o la ropa que vistes. 3) Auto invalidación: como resultado de lo anterior, las personas terminan invalidando su propio género u orientación sexual delante de los demás. Todo para evitar ser objeto de agresiones. 4) Necesidad de protección: es cuando te proteges para no ser discriminado, pero lo haces obligándote a cumplir con el estereotipo de género sobre lo masculino o lo femenino. 5) Trauma: cualquier forma de maltrato o violencia puede provocar un trauma, alterando incluso la neurobiología de una persona. Ante una situación así, hay cuatro tipos de reacciones psicológicas: atacar, huir, congelarse o someterse.
Después de todo esto, parece comprensible que exista un mes del orgullo en donde no solo se celebra la diversidad sexual, sino sobre todo se visibiliza y se denuncia la discriminación que sufrimos simplemente por ser quienes somos. Es una fiesta y al mismo tiempo una protesta. Una voz que se oye cada vez más fuerte pidiendo algo muy elemental: poder vivir en paz, con respeto, inclusión y dignidad. ¿No es esto acaso lo mínimo que alguien puede pedir?
*Esta columna se ha escrito en base al material que el elaboró el autor para su curso “Prevención del suicidio en personas LGTBIQA+”