Salud mental

“Le temo más a la gente que al autismo. Quisiera que a mi niño no le hagan más difícil adaptarse a la sociedad”

Mayra Nuñez tiene 34 años. Durante la pandemia, cuando su hijo tenía poco más de un año, los doctores le dijeron que presentaba síntomas del trastorno del espectro autista. Como cualquier otra madre, Mayra quiere darle los mejores cuidados a su niño. En este testimonio nos cuenta el proceso de aprendizaje en el que se ha embarcado para conseguirlo.

Salud con Lupa 013 (1)
Mayra Nuñez y Hassan esperando su consulta en el centro de salud mental comunitaria de San Borja. Julio 2022.
FOTO: VICTOR IDROGO

Hassan empezó sus terapias durante la pandemia. Cuando tenía más o menos año y medio, me empecé a preocupar porque el niño no me miraba y aleteaba mucho sus manos. En el establecimiento donde lo atendían me dijeron que presentaba trastorno del espectro autista y que mejor buscara un Centro de Salud Mental Comunitaria. Tuve miedo. Me sentí mal, media triste. ¿Cómo mi hijo va a tener esto? Hassan es mi primer niño. Mi familia completa no está en Perú. Solo mi hermana y la verdad es que ninguna de las dos sabía nada sobre el autismo ni conocíamos a alguien así. Pero empecé a leer y a buscar videos en Youtube y me di cuenta de que esto no es algo malo, es algo que forma parte de él, pero no es necesariamente malo.

En la primera consulta en el Centro de Salud Mental Comunitaria, la psiquiatra no me dio un diagnóstico. Me dijo que ella no trabaja así. Que los diagnósticos existen pero que muchas veces las personas los usan para poner una etiqueta que limita al niño. Que no nos concentremos tanto en eso y que mejor observemos a Hassan porque los niños evolucionan distinto y él aún era muy pequeño. Ya desde ahí yo me sentí más tranquila con las doctoras. Lo empecé a traer a que lo vea la psicóloga una vez a la semana y también a su terapia de lenguaje. Comencé a sentir que se iba controlando la situación.

Hassan lleva más de dos años atendiéndose y ha avanzado bastante. Sus doctoras me mandan rutinas que debemos hacer en casa todos los días. La mayoría son juegos y pictogramas. Por ejemplo, para enseñarle a ponerse los zapatos, le muestro dibujos de cada objeto (zapatos, medias, pie) y él los va reconociendo. Así también aprende algunas palabras. Antes no hablaba nada, ahora ya se le entiende mejor. Hassan es bien pícaro. Ya aprendió a ponerse los zapatos. Ya sabe la rutina, pero como los suyos son pequeños, le cuesta más. Entonces a veces se pone los míos que son más grandes y le entran más fácil. Uy, ahora también me deja los juguetes desordenados. Él siempre los ponía en filita y si alguien se los movía, eso era una lloradera. Con los ejercicios de las doctoras, poco a poco, hemos aprendido otras maneras de jugar.

“A mí no me cuesta decir que mi hijo es autista porque lo que más me recomendaron los doctores desde un inicio es que acepte la situación. De otra forma, nos haría daño. Una tiene que estar tranquila para darle al niño tranquilidad”

Lo que más le cuesta a Hassan es lo social. Ahora él ya me mira y de la nada me abraza. Eso me gusta mucho. Interactuamos más. Las doctoras me dijeron que juegue con él tomando turnos: yo pongo una pieza, luego él pone otra, luego yo, luego él… y así armamos una torre juntos. Tampoco me jala tanto como antes. Hassan ha aprendido a expresarse. Justo hoy le quise poner una camiseta nueva de Pocoyó porque ese muñeco le gusta. Se la pongo y empieza a renegar y a decir “quita, quita, quita”. No paró hasta que se la quité. Resulta que le gusta tanto Pocoyó que quería ver el dibujito de su ropa y no podía si la traía puesta. ¿Es decir que te compro camiseta nueva para que la contemples? Ay, Hassan. Me dio gracia. Le puse otra camiseta y listo. Cuando a él le emociona algo, literalmente da brincos de alegría. Está bueno tener esa energía alrededor mío.

Claro, hay momentos en los que quisiera que él me entendiese más rápido sin tener que hacer tanta cosa. Me desconcierto un poco cuando grita. Hacemos respiraciones, yo le hablo bajito. Hay quienes me dicen: “ese muchacho lo que necesita es una buena regañada” pero las doctoras me han indicado que mi niño, más que regaños, necesita que lo ayude a calmarse. Yo no voy a maltratar a mi muchacho solo porque otros no lo entienden. Es mi niño. Yo soy la que está aprendiendo a guiarlo. Eso es todo lo que quiero. Las otras personas que viven con nosotros están al tanto de la condición de Hassan. A mí no me cuesta decir que él es autista porque lo que más me recomendaron desde un inicio es que acepte la situación. De otra forma, nos haría daño. Una tiene que estar tranquila para darle al niño tranquilidad. Yo quiero que él me vea motivada. Eso se le va a grabar.

¿Si me preocupo por Hassan? Sí, como toda madre se preocupa por su niño. Me preocupa que aprenda a ir al baño para mandarlo a una escuelita, que si necesitará medicina, que si me lo comprenderán en el futuro. Eso me preocupa porque en la vida hay mucha gente mala. Aunque, la verdad, te juzgan por todo: por el autismo, por como vistes, por ser de tal país. Creo que a eso le temo más: a la gente que al autismo en sí. Quisiera que a mi niño no le hagan más difícil adaptarse a la sociedad. Pero ahí vamos, poco a poco. Las necesidades de Hassan irán cambiando de acuerdo con su edad. Hace unos días, la psiquiatra me llamó para decirme que hablaría con la asistenta social y trataría de inscribir a Hassan en otras terapias. Ella está al tanto del desarrollo de mi niño. Ella me llamó. Eso me da tranquilidad.

Editado por Stefanie Pareja.

Más en Salud mental

Más en Salud con lupa