Salud mental

Un doctor examina poesía para averiguar lo que sienten sus pacientes

El médico psiquiatra José Li Ning ha publicado este año el libro “Síntomas y metáforas. La poética de José Watanabe desde la psicología médica”. En esta entrevista, Li Ning nos explica cómo la poesía puede contrarrestar la soledad de los enfermos y remecer la sensibilidad de los doctores.

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El médico psiquiatra José Li Ning es Doctor en Medicina y Doctor en Historia del Arte por la Universidad Mayor de San Marcos.
Foto: José Vidal (Archivo de la APJ)

El diagnóstico de una enfermedad severa, según el doctor José Li Ning, te aísla dentro de los límites de tu propio cuerpo. Sin importar el cariño y las buenas intenciones que te rodeen, el que está enfermo eres tú, y el que corre riesgo de morir eres tú. Nadie puede experimentar eso contigo. Es una realidad tan abrumadora que la mayoría de los pacientes no puede reunir las palabras necesarias para explicarla. Comprender el mundo de la enfermedad sin habitarlo es casi imposible. Aun así, el interés por descifrar cómo se sienten las personas que atiende ha marcado la carrera del Dr. Li Ning, quien ha encontrado algunas descripciones elocuentes fuera de las historias clínicas. Por ejemplo, en los libros de un poeta.

Cuando tenía veinte años, José Li Ning conoció a José Watanabe en una escuela de pintura en Trujillo. Desde entonces, los dos cultivaron una estrecha amistad. Además de ser uno de los poetas más emblemáticos del Perú, Watanabe fue un hombre que enfermó de cáncer tres veces a lo largo de su vida. Ese suceso viró la atención del escritor hacia temas que quizás, de otra forma, habría ignorado. Watanabe escribió poemas sobre cosas médicas tan concretas como una radiografía, la sangre o una sala de disección. También, mediante breves perfiles de animales llenos de simbolismo, se atrevió a exponer emociones tan íntimas como el terror que puede sentir un paciente a las formas de morir (“Las malaguas”), la envidia frente a los cuerpos saludables (“El ciervo”) o el miedo constante a volver a enfermar (“El lenguado”). Aunque es un paciente extraordinario, Watanabe atraviesa las mismas emociones que los demás. Solo que, por su condición de poeta, logra describir con sutileza los sentimientos más violentos que aquejan a un enfermo.

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La portada del libro es una ilustración del artista Eduardo Tokeshi.

A lo largo de su trayectoria académica, el doctor José Li Ning ha examinado los poemas de su amigo con una lectura tan incisiva como un escalpelo. Su tesis de doctorado en Medicina plantea la hipótesis de que la obra literaria de Watanabe puede acompañar a los pacientes y ampliar el rango emocional de sus colegas. En su libro “Síntomas y metáforas. La poética de José Watanabe desde la psicología médica”, Li Ning reúne sesenta textos que incluyen palabras relacionadas con la salud, la enfermedad y la muerte; y los analiza a partir de datos biográficos de Watanabe al momento de escribirlos. El doctor parece estar convencido de que mientras más comprenda la experiencia del paciente poeta, mejor podrá atender a otros.

📌 Dr. José Li Ning, ¿cómo obtuvo la idea de hacer una tesis de doctorado en Medicina sobre la poesía de José Watanabe? ¿El libro “Síntomas y metáforas” es parte de esa tesis, cierto?

Sí, así es. Bueno, la idea la tuve mientras trabajaba otra tesis. En el año 2010, culminé una maestría en Terapia Familiar en una universidad de Lima; así, decidí hacerme magíster con una tesis sobre una familia poética. Watanabe tuvo una familia numerosa que está muy presente en su obra. Ellos definieron de alguna manera su identidad y su creación artística. De esa tesis, salió mi libro “Cosas de Familia”. Entonces, estudiando los poemas para ese trabajo, me di cuenta de que otro tema muy presente en ellos era la enfermedad. Y quise analizar eso también. Claro, la idea de que mi tesis de doctorado en Medicina sea sobre la poética de Watanabe no le cayó muy bien a todos (risas). Algunos colegas decían “que vaya a Literatura o Filosofía, pero no a Medicina”. Pero, felizmente, aceptaron su formato cualitativo.

📌 Parte de su tesis propone que la creación de Watanabe puede ayudar tanto a los pacientes como a los médicos. Me gustaría que analicemos primero algunos ejemplos del vínculo de la experiencia única del poeta con la de todo enfermo. ¿Qué efecto puede tener en los pacientes leer sus poemas?

La poesía, la literatura en general, no sirve para curar enfermedades; pero sí, para sentirse acompañado cuando se está enfermo. Un paciente lee un poema de Watanabe y se ve reflejado en su dolor. Piensa “no soy el único” y se da cuenta de que hay otro sintiendo lo mismo que él. La enfermedad nos enfrenta a la soledad. Quien se enferma soy “yo”. Nadie más, por mucho que me quiera, puede compartir lo que siento. Soy yo el que enferma y el que quizás muera. En esa soledad absoluta, la poesía de Watanabe puede ser compañía: no hay como un paciente para ayudar a otro paciente.

📌 El cáncer ingresó a la vida de José Watanabe cuando él tenía cuarenta años y desde entonces tuvo que aprender a convivir con el miedo. En su conocido poema “El lenguado”, escribió “el miedo circulará siempre en mi cuerpo como otra sangre” ...

Sí, porque según Watanabe el lenguado se cobija en el fondo del mar; siempre está ahí porque tiene miedo.

📌 Después de un diagnóstico, muchas personas también modifican su estilo de vida para sentirse más seguras. En otro poema, Watanabe sigue hablando de este miedo. Describe el insomnio de un ojo interior que navega dentro de su carne, que recorre y observa cada uno de sus órganos y “se guarda el secreto”. ¿Ese ojo interior hace referencia a la inquietud que siente un enfermo por no poder constatar por sí mismo lo que pasa dentro de su cuerpo? Quizás por eso algunos pacientes lleguen a ser muy preguntones durante sus chequeos y hasta un poco molestosos…

Sí, es la ansiedad del enfermo. Watanabe era uno de esos pacientes molestosos (risas).

📌 ¿Él estuvo muy pendiente de su tratamiento?

Sí. Dicen que lo llevaron a Alemania para que no fastidie a los médicos (risas). Su familia cuenta que tenían la posibilidad de llevarlo a Cuba o a Alemania. En este país vivían unos amigos, pero dicen que, sobre todo, lo eligieron porque Watanabe no hablaba alemán y no podría pedir explicaciones a cada rato. Él era un hombre muy inteligente, leía y se informaba, entonces preguntaba mucho.

Pero, más allá de la anécdota, así como Watanabe, los pacientes se inquietan. Los doctores deben calmar las dudas y no dejar cosas libradas a la imaginación del enfermo. Cuando uno tiene una enfermedad inesperada, suele aparecer la depresión y, con ella, el sentimiento de culpa. ¿Qué habré hecho? ¿Qué habré comido? ¿Será porque no traté bien a mamá? A uno se le vienen mil ideas, pues. Uno trata de explicarse lo que le está pasando, pero no somos expertos. Y he allí por qué el médico debe explicar bien la naturaleza de la enfermedad y todos los detalles del tratamiento. Eso ayuda a evitar estos agregados de tensión o temor. Las enfermedades con estigma exigen que uno explique bien las cosas.

📌 Probablemente el cáncer sea una de las enfermedades más estigmatizadas. En su libro dice que muchas veces “existe una desproporción entre la alarma psicológica y las dimensiones de la lesión”. Teniendo eso en cuenta, ¿pueden hacer algo los doctores para mitigar la dureza del diagnóstico?

La palabrita asusta. El mismo Watanabe no la usa mucho. En uno de sus poemas dice que ya no es la hipocondría, que ya le saltó el verdadero animalito. Dar un diagnóstico oncológico es una tarea que tiene que hacerse. No hay manera suave de decirle a alguien que tiene una enfermedad grave, pero tampoco es necesario que se diga de manera brusca e impersonal. Lo que siempre es bueno, aunque no haya posibilidades de mejoría, es dar esperanza al paciente. Y eso se le puede dar hasta a un paciente que se está muriendo porque cuando ya no podemos aliviar los médicos, persisten la religión y las creencias. Para el creyente, la vida continúa.

Cuando yo veía pacientes con cuadros incurables, les decía: “fíjese, hay casos en que la enfermedad grave se cura y nadie sabe cómo. La gente dice que es un milagro, pero desde la ciencia, no hay explicación. Es verdad que esos casos no suceden todos los días, será uno en un millón, pero es un caso”. Ese mensaje llega al paciente. Él lo entiende. Por eso siempre es bueno estimular la esperanza. No hay manera de decir suavecito o entre risas que uno está con una enfermedad severa. Tiene que doler. No hay sacada de muela que no duela. Siempre va a doler. Que duela entonces, pero que nuestro paciente se sienta apoyado. Eso es lo que podemos hacer los doctores: apoyar. Decirles que estamos a su disposición, para lo que necesiten.

📌 Es que el cáncer es un diagnóstico cargado de dramatismo. Es una enfermedad que te hace pensar en la muerte. En uno de sus poemas, Watanabe llama a su miedo “la impureza”. Recuerda que su padre murió picado por el cáncer más bravo que las águilas, sin dinero para la morfina, pero con qué elegancia. Luego, se dice así mismo, “no patetices, no dramatices”. ¿Es esa una reacción común en personas con diagnósticos complicados? ¿Ese deseo de desplegar cierto temple?

En “La Impureza”, Watanabe lo atribuye a sus padres y a su herencia japonesa. Menciona haber visto a su padre enfrentar a la muerte y haber leído sobre samuráis que enfrentaban a la muerte. Además, a él desde niño le diagnosticaron una enfermedad del corazón entonces vivió con la idea de que en cualquier momento se podía morir. Pero, esa reacción de no querer derrumbarse es frecuente. Es más frecuente, creo yo, entre quienes tienen responsabilidades familiares. Tener una responsabilidad en la vida ayuda a vivir. “No me voy a derrumbar, tengo que hacerlo por mis hijos”. Las mamás dicen eso a cada rato no solo por el cáncer, sino por cualquier desgracia en el camino. Esas responsabilidades sirven como acicate para resistir. A las personas mayores les suelo decir: “todavía tenemos algo que enseñar a nuestros hijos: a despedirnos de la vida; siempre lo recordarán”.

📌 En Sin título, quizás el último poema que escribió Watanabe en la sala hospitalaria donde falleció, habla sobre su mujer que “duerme en el incómodo sofá de los acompañantes”. Dice: “mi dolor no hace sombra en las paredes, no marchita las flores que me trajiste, no es salvífico y, oh buen Dios de los amantes, no te toca. Es el pago que pide mi cuerpo. Le pago feliz porque fui saludable en las orillas de Santa Eulalia”. ¿La compañía de nuestros seres queridos es otro estímulo para no derrumbarnos?

Mi hija hizo una tesis sobre pacientes terminales. Al entrevistarlos, les preguntó qué les había ayudado a soportar el diagnóstico final. Ellos dijeron que quienes más ayudan son los familiares. Y ¿qué hacen? ¿qué les dicen? Nada, solo los visitan. Es decir, ni es necesario hablar mucho; el apoyo se deja sentir cuando alguien está pendiente. Naturalmente, si podemos hablar de forma abierta sobre la muerte, mejor. Eso también ayuda. Watanabe, por ejemplo, siempre decía que él tenía miedo a las formas de morir. Una vez, como éramos amigos, yo le pregunté de frente: ¿y tú por qué tienes tanto miedo de morir? (risas) Él me dijo que le daba miedo cómo iba a morir, que pensaba que morirse sería como sentir que se ahogaba desesperado. Entonces yo le dije que cuando uno se muere es como dormirse, en realidad no se siente nada, no hace falta gritar ni desesperarse. Hay enfermedades que causan dolor, pero eso no es porque uno esté muriéndose. Aunque no te mueras, te va a doler. Él me escuchaba atento. Me dijo que se le fue el miedo a morir (risas). Fíjese, una conversación tan sencilla. El mecanismo de la muerte, eso era lo que lo asustaba.

📌 Claro, en su poema “Las malaguas”, él las envidia porque se disuelven bajo el sol como cualquier gelatina…

Exacto. Él envidiaba a las malaguas y a todo lo que muere facilito (risas). Quería dormirse y convertirse en montaña, por ejemplo. Y hay otro poema donde está en los jardines del pabellón de cáncer y viene el brillo de la luz sobre un charco, y cuando brilla el sol uno no ve nada pues, entonces salta un conejo por ahí y desaparece. Así quería desaparecer él. Watanabe pensaba en las maneras de morir porque los humanos no somos como las malaguas. Como dice en su poema, tenemos muchas cosas integradas al cuerpo. Tenemos zapatos, libros, uñas. Hay mucho que debemos eliminar.

📌 ¿Cree usted que Watanabe podía poner en sus poemas cosas que lo inquietaban, pero que prefería no decir en voz alta? Por ejemplo, no debe ser sencillo para un paciente decirles a las personas que quiere que a veces tiene miedo de morir. Es probable que prefiera no perturbarlos con esa idea. En ese sentido, ¿ayudó la escritura al poeta?

Creo que Watanabe no tenía temor a abordar cualquier tema. Escribir poemas le ayudó a expresar sus emociones de manera personal tal cómo las vivió; con todos sus miedos, con la intención de que el lector pueda sentirlas como él; a pesar de la envoltura estética que las hace perdurables. Es una descarga de emociones, si se quiere, equivalente a cuando uno llora desconsoladamente ante un amigo. Su talento convirtió eso en poesía.

📌 Como sucede en la mayoría de los casos, con el tiempo llega la aceptación. A Watanabe le pasó lo mismo. Usted señala que para algunos enfermos terminales “la tarea imposible, oponerse a la muerte, se desplaza a una tarea más accesible, con posibilidades de luchar y ganar: la compostura en el morir”. ¿Aceptar la muerte, entonces, podría devolverle un poco de paz al paciente?

Se ha escrito mucho sobre los pacientes terminales. Los expertos recomiendan que el paciente debe saber su diagnóstico y debe hablarlo con su familia. En provincias, antes, cuando no había muchos médicos, si alguien se enfermaba, era muy probable que iba a morir. Entonces, el paciente se alistaba, lo visitaba la familia, se despedían y repartía sus cosas. En ese contexto, la muerte es menos dramática, es parte de la vida, porque la gente se muere con más frecuencia y saben lo que tienen que hacer. Siempre se recomienda que el enfermo hable con su familia. Quienes lo han hecho dicen que son los mejores momentos porque pueden vivir el tiempo que tienen de una manera diferente, más intensa.

Yo tuve oportunidad de entrevistar a pacientes con el SIDA cuando recién aparecía. En ese entonces, trabajaba en el Rebagliatti. No se sabía qué hacer con los pacientes, se les tenía miedo. A mí me los enviaban para evaluarlos psíquicamente. Muchos decían que valoraban esos momentos de vida más que nunca. Y preguntaban si podían hacer algo, si podían dar charlas o cualquier cosa para ayudar a otros. Entonces ellos sentían que su tiempo era especial. Después de la desesperación, llega la resignación. El paciente eventualmente acepta lo que le toca. Y es ahí donde uno debe seguir estimulando la esperanza. La mejor manera de morir es con esperanza. Ya sea en esta vida o en cualquier otra convicción que uno tenga.

📌 Y, como mencionó hace un momento, los doctores pueden ayudar a que el paciente mantenga el ánimo. Justamente la otra idea que postula su tesis es que leer la poesía de Watanabe puede ser útil para el personal médico, ¿en qué sentido?

Los médicos escuchamos cómo se sienten los pacientes todos los días, pero la manera como lo dicen es muy directa. Me duele acá, me duele allá y ¡ayayay!. Estamos acostumbrados a escuchar ayes a cada rato. Eso nos convierte un poco insensibles porque escuchar el dolor ajeno se nos vuelve rutina, mientras que para el paciente ese ¡ay! es un ¡ay! único en su vida. Quizás está enfermo de gravedad por primera vez y está asustado, mientras que nosotros vemos gente que se muere a diario. Eso nos enfría un poco.

Entonces yo me propuse que mi tesis sea para que los médicos vean cómo se siente el paciente, pero no desde el ¡ay! que es muy prosaico sino desde la simbolización de un poema. Es el mismo dolor de los pacientes, el mismo ¡ay!, pero dicho por alguien que maneja el lenguaje y que puede expresar sutilezas muy personales con él. La idea es que los doctores puedan leer ese dolor que observan a diario, pero en un contexto, en un formato y un tono diferentes. La hipótesis es que eso podría afinar la sensibilidad del médico.

📌 ¿Cuan importante es esta sensibilidad? Lo digo porque actualmente parece que se hace más énfasis en la formación técnica de los doctores, que adquieran destrezas en el quirófano o que se mantengan al día con los avances tecnológicos, y no tanto en construir un vínculo emocional con los pacientes.

Yo he trabajado en la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos. Ahí los médicos siempre hemos estado interesados en la parte psicológica del enfermo. Yo participaba en el dictado de un curso llamado “Ciencias de la salud aplicadas a la medicina”, donde enseñábamos a los estudiantes cómo entrevistar a los pacientes y hacíamos énfasis en ese mundo emocional.

Pero lo que señalas es cierto. La ciencia moderna nos ha distanciado del paciente. Vemos la radiografía, vemos los análisis y ya no vemos a la persona. Los métodos de laboratorio ahora son tan finos que casi reemplazan al examen clínico. Pero el paciente quiere que su médico lo examine, y que lo toque y que le vea el pie, la barriga o lo que sea que le duele. Eso provoca una especie de efecto placebo porque el paciente se siente bien con quien lo ha examinado bien. Le da la sensación de que su doctor lo conoce y le tiene más confianza. La relación médico-paciente es muy importante. Sobre ella se realiza la práctica médica.

📌 Usted señala que cuando uno enferma, desaparece la división cuerpo/alma que proponen pensadores tan antiguos como Aristóteles. Dice: “el proceso mórbido altera el cuerpo y con él la vida y la mente; se vive, se piensa y se decide en función del cuerpo”. Entonces, ¿tiene sentido que sigamos separando la salud física de la salud mental?

La salud es una. Según la definición que usamos ahora, la salud es un bienestar físico, psíquico y social. Los seres humanos tenemos estos tres elementos: un cuerpo físico, una mente y la realidad social. Cuando se habla de salud, en realidad está incluido lo físico y lo mental, pero se les separa para dar un énfasis en el área mental. La salud mental permite hablar del malestar, del sentirse fuera de sitio, de las depresiones transitorias o muy severas pero que el paciente no reconoce o cree no tenerlas. Este concepto incluye hasta lo social. ¿Una violación es una enfermedad mental? No lo es, pero produce trastornos en la víctima. La delincuencia también indica que la salud de la sociedad está mal. Entonces la salud mental es un término más amplio que abarca no solo al que está enfermo y punto. Nos permite ingresar el malestar, la ausencia de bienestar, como parte de preocupación médica. Ahora, obviamente, si le duele a uno el pie, se le malogra a uno el humor. Una piedrita en el zapato te malogra el humor (risas). Todo va junto. Somos una unidad. La salud es una sola, pero con fines didácticos y de dividir el trabajo, se establece una distinción entre lo físico y lo mental.

📌 La poesía de Watanabe podría subrayar que los doctores tratan enfermos y no enfermedades. ¿Considera que es necesario recordar eso en nuestro país, por ejemplo?

Mi libro es la respuesta a esa pregunta (risas). Es que hay pocos doctores en nuestro país y se hace política con la salud. El médico tiene que rendir como si fuera una fábrica de zapatos. Mientras más zapatos haga una fabrica, mejor. En el caso de prestación de servicios, también lo ven así. Mientras más pacientes se atiendan, mejor. Hay un criterio empresarial en cuanto a la salud y se debe en parte a muchos factores sociales del país. Y también a que existen médicos interesados solo en hacer dinero, como sucede en todas las profesiones, y por eso les interesa producir, producir, producir.

Por ejemplo, en los hospitales, debido a la gran demanda, se programa la atención de muchos pacientes por hora: diez minutos por paciente. Antes se les pedía que se desvistan y se vuelvan a vestir, en eso se iban quince minutos. Ahora ya ni se sacan la ropa. Se les pide que saquen la lengua no más (risas). Cada vez se examina menos. Se va de frente al síntoma y para pasar rápido y no descuidar al paciente, se le pide una batería de análisis. Pero, otra vez, los pacientes necesitan que el médico les mida la presión, les vea los ojos, entonces dicen: ese médico me ha examinado desde la punta del pelo hasta la punta del pie. Y confían más en nosotros y en nuestras recomendaciones.

📌 Creo que la mayoría de las personas puede entender eso. Nos sentimos más tranquilos cuando el doctor nos examina bien. Lamentablemente ahora a muchos nos ha pasado que salimos del consultorio y sentimos que no hemos explicado bien lo que nos aqueja. Que el médico no nos ha entendido. Quizás la próxima vez que me toque ver a un doctor, lleve un poema de Watanabe para decirle “así me siento”.

Quizás la próxima vez que vayas al doctor, le preguntarás primero: ¿Ha leído usted a José Watanabe? (risas)


El libro “Síntomas y metáforas. La poética de José Watanabe desde la psicología médica” (Asociación Peruano Japonesa, 2021) del Dr. José Li Ning se puede conseguir en la página web del Fondo Editorial de la Asociación Peruano Japonesa.

Los poemas analizados por el Dr. José Li Ning pertenecen al libro “Poesía Completa” de José Watanabe (Editorial Pre-textos, 2019)

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