En los últimos años se ha empezado a escribir un nuevo capítulo en la larga y compleja historia de la marihuana. Su uso medicinal ya se ha aprobado en 49 países del mundo y todavía hay mucho por descubrir de sus diversas propiedades terapéuticas. Pero no sólo su potencial médico genera grandes expectativas, sino también sus proyecciones comerciales: se estima que para el 2025 el negocio legal del cannabis superaría los 16 mil millones de dólares en ventas de toda clase de productos, como bebidas, alimentos y accesorios de belleza que contengan el componente más aceptado de la planta, el cannabidiol o CBD.
Luego de décadas de verla como una “droga mala” o que nos introduce al submundo de los estupefacientes, hoy una parte de la sociedad está transformando su mirada de la marihuana y dejando atrás los mitos y prejuicios. La expansión de este redescubrimiento ha hecho que en 2018 la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconozca oficialmente sus propiedades medicinales. Ahora falta que las Naciones Unidas la saque de su lista de estupefacientes “más peligrosos y sin valor médico alguno”, un hito que ayudaría a que empecemos a valorarla como lo que es: una planta que se puede usar para aliviar dolencias y malestares que hasta ahora la medicina no ha podido resolver.
En el Perú, el cannabis de uso medicinal fue reglamentado a comienzos de 2019. A diferencia de otros países de la región, como Chile, Colombia, Uruguay y Argentina, nuestra ley no consideró el autocultivo ni el cultivo colectivo. Sólo contempla licencias de importación, distribución y comercialización a productores, farmacias y laboratorios. Sin embargo, este marco legal no ha beneficiado en su totalidad a los pacientes que necesitan del cannabis: hoy conseguir un frasco que sea útil y efectivo sigue siendo una tarea difícil. Por eso se ha acelerado un mercado negro al que miles de personas acuden sin saber exactamente lo que se les vende.
Cuando alguien compra una aspirina, sin importar su ubicación en el mundo, sabe que recibirá la misma composición y especificaciones del producto y, por tanto, el mismo resultado. Esto, sin embargo, sigue sin ocurrir con la marihuana medicinal. Sus diferencias en las mezclas de los componentes son enormes y cada mínima variación supone un cambio sustancial en su efecto. Los diversos padecimientos que alivia requieren una dosis particular y una combinación específica, que la mayoría de pacientes e incluso médicos desconocen. Por eso, si hay algo que las regulaciones deben mejorar son los estándares de calidad. Esa sería la única manera para que cuando una persona compre su medicina en la farmacia o en una tienda especializada, sepa qué está adquiriendo y, sobre todo, sepa si realmente esa composición se ajusta a sus necesidades.
Hace un año y medio se aprobó en el Perú la ley que regula el uso medicinal del cannabis, sin embargo conseguirlo sigue siendo difícil y costoso. Hasta hace pocos días sólo se podía comprar legalmente en una farmacia en todo el país. Este problema está por cambiar: el Ministerio de Salud autorizó la venta de cannabis medicinal en catorce farmacias privadas.
Aunque hace tres años se legalizó el uso terapéutico del cannabis en el Perú, cientos de madres siguen teniendo problemas para acceder al aceite y aliviar los síntomas de sus hijos. La ley, que no incluye el autocultivo ni el cultivo comunitario, dejó de lado a las mamás que impulsaron este proyecto y que hoy siguen luchando por encontrar la mejor cepa para sus niños.
En esta entrevista Diego García Devis, oficial senior del programa de política de drogas de Open Society Foundations, nos cuenta a partir de su experiencia cuáles son los estigmas alrededor del cannabis que más se repiten en América Latina y la necesidad de transformar la perspectiva desde la que abordamos la regulación del consumo de drogas en la región.
Es una planta herbácea originaria del continente asiático. Al ser una hierba, tiene un rápido crecimiento y fácil adaptación, por eso se cultiva desde hace más de seis mil años. Uno de sus primeros usos fue en la producción de fibras y textiles. Al poco tiempo, el hombre descubrió sus propiedades medicinales y recreacionales.
Son los compuestos químicos presentes en el cannabis y que provocan diferentes reacciones al interactuar con los receptores de nuestro organismo. Hasta la fecha se calcula la existencia de más de 480 cannabinoides. Los más estudiados por la ciencia son el CBD y el THC. Ambos fueron aislados por el químico búlgaro Raphael Mechoulam en la década de los sesenta.
Es el cannabinoide que se encuentra con mayor proporción en la marihuana y el principal responsable de sus efectos psicoactivos. Aunque se le ha prestado atención sobre todo por sus propiedades recreacionales, la ciencia sigue estudiando su gran potencial medicinal.
Es el segundo compuesto químico más importante de la planta del cannabis. El CBD no altera la percepción ni modifica el estado de ánimo. Mas bien, antagoniza los efectos psicoactivos del THC. Hasta la fecha, es el cannabinoide más utilizado por la medicina.
Es el nombre popular que se le da a la planta del cannabis, sobre todo cuando quiere resaltarse sus efectos psicoactivos. En teoría, sólo se considera marihuana al cannabis que presenta 5% de THC o más en su composición (lo suficiente para alterar la percepción de quien lo consume). Aunque la planta de marihuana también tiene valor medicinal y terapéutico, la palabra va cargada de estigma y suele vincularse sólo a la imagen de una droga de uso ilegal.
Es el cannabis con menos de un 0.3% de THC. Se cultiva especialmente con fines industriales para la producción de textiles. En algunos países, se ha legalizado el cultivo del cáñamo a favor de los agricultores. También se utiliza en la medicina porque son cepas con alta presencia de CBD.
Dirección General: Fabiola Torres / Edición: Stefanie Pareja y Juan Francisco Ugarte / Investigación: Mayté Ciriaco, Stefanie Pareja, Juan Francisco Ugarte y Fabiola Torres / Ilustraciones: Héctor Huamán y María Fernanda Pereira / Fotografía: Leslie Moreno / Desarrollo web: Jason Martínez