Crecer sin padres

Los refugios temporales para los niños sin familia

La covid-19 arrebató a miles de niños y adolescentes el abrazo de sus padres, tíos y abuelos. Algunos quedaron al cuidado de familiares, pero otros pasaron a vivir en centros de acogida del Estado, donde reciben atención integral hasta cumplir 18 años de edad.

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No se conoce el número total de menores en orfandad absoluta que fueron enviados a albergues del Inabif, gobiernos locales, instituciones religiosas o de la sociedad civil.
Ilustración: Rocío Urtecho (Jugo Gástrico)

Los ambientes del hogar temporal Sánchez Arteaga, en San Juan de Lurigancho, son ahora el refugio de un grupo de niños que ha perdido a sus padres a causa de la pandemia. Hasta este local fueron trasladados los hermanos Lorena y Martín cuando su padre murió de covid-19 en la ciudad de Cajamarca, en marzo de 2020. Ante los indicios de que habrían quedado en una situación de absoluta orfandad, las autoridades del Programa Integral Nacional para el Bienestar Familiar (Inabif) los pusieron bajo la tutela del Estado.

Aunque no se dispone de cifras actualizadas de todos los hogares temporales que han recibido niños y adolescentes huérfanos de papá y mamá a causa del virus, Salud con lupa conoció que actualmente 17 niños que perdieron a sus padres por la covid-19 se encuentran en los centros de acogida residencial del Inabif. La información fue solicitada a través de pedidos de acceso a la información pública realizados entre marzo y mayo, pero es parcial porque también hay albergues en manos de los gobiernos regionales, municipalidades, la Iglesia y el sector privado.

A comienzos de año, el Gobierno calculó que alrededor de 10.900 niños y adolescentes perdieron al menos a uno de sus padres debido a la covid-19*, pero aún no se conoce la cifra de hogares donde los hijos quedaron en situación de orfandad absoluta. El protocolo para identificar estos casos inicia con la búsqueda de familiares o tutores que puedan quedar a cargo de los menores de edad, una labor que realizan las Unidades de Protección Especial del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP).

Si no se encuentra a familiares, la siguiente opción es llevarlos con Familias Acogedoras del MIMP, personas que de forma voluntaria brindan protección temporal y cuidados a menores que por diferentes motivos no pueden vivir con sus padres u otros familiares. Solo cuando se descarta esa opción, los menores pasan a vivir en albergues, ya sean privados o públicos.

Por la emergencia sanitaria, el Estado ha incrementado el presupuesto que administra el Inabif: en 2020 su presupuesto modificado fue de S/ 192 millones y este año se fijó en S/ 223 millones. Un indicador de que los centros de refugio temporal necesitan adaptarse para recibir a más pequeños en orfandad.

En los centros de acogida conviven con niños que tienen distintas historias: hijas e hijos de víctimas de feminicidio, en estado de abandono desde su nacimiento, abuso sexual y otras historias de violencia en casa. Por eso, cada albergue cuenta con un equipo especializado conformado por psicólogos, médicos y cuidadores que los asisten conforme a su perfil psicológico. Su misión es que puedan sobrellevar el trauma, que se garantice su alimentación y educación para que crezcan hasta la mayoría de edad en buenas condiciones. Pero a menudo la ‘institucionalización’ de los niños en albergues trae secuelas emocionales profundas porque nada puede reemplazar el cuidado y amor de una familia.

Cuando un niño pierde a sus padres y pasa a un albergue, le cuesta mucho adaptarse a un ambiente desconocido y a personas con las que no comparte un vínculo cercano. Por eso, si los sobrevivientes son hermanos, el Inabif suele dejarlos juntos en un mismo hogar temporal aunque haya diferencias de edad.

En el registro de niños y adolescentes en albergues encontramos a cuatro grupos de hermanos que perdieron a sus padres por la covid-19. Además de Lorena (12) y Martín (9), están David (13) y Sonia (10), quienes perdieron a su padre en la provincia de Amarilis, Huánuco. Mientras que Fátima (11) y Gerardo (6), del distrito de Chaupimarca, en la región Pasco, fueron llevados a un albergue luego de la muerte de su abuela; y las hermanas Kathy (12) y Rocío (14), de San Juan de Miraflores, llegaron después de la muerte de su padre.

Huéspedes temporales

En el hogar Mi Casita, de Pueblo Libre, el personal del Inabif ha recibido a niños con padres enfermos y sin ningún pariente que los ayude en su cuidado temporal. Ese fue el caso de las hermanas Sandra y Nadia, de tan solo un año de edad, que ingresaron en enero debido a que su madre se contagió de covid-19 y no pudo responsabilizarse de ellas por algunas semanas. Por fortuna, superó la infección y volvieron juntas a casa. Lo mismo ocurrió con Jazmín (15) y Paulo (10), quienes ingresaron al mismo albergue y regresaron a su hogar apenas se recuperó su mamá.

Ellos son los únicos niños y adolescentes que pudieron volver a reunirse con su familia luego de ser derivados al centro de atención residencial, según los registros del Inabif que revisamos. Pero eso no quiere decir que se trate de situaciones excepcionales, pues podría haber ocurrido lo mismo con menores que permanecieron con Familias Acogedoras o ingresaron de manera temporal a albergues privados o administrados por gobiernos locales.

Solo el 13 de mayo, el Ministerio de Salud reportó que 13,407 personas se encontraban hospitalizadas por covid-19. Muchas podrían haber sido las únicas que se encargaban de los niños de la casa y durante sus días de internamiento por la enfermedad nadie pudo cuidar de ellos. En ese período, que en promedio dura de 15 a 20 días, es posible que los menores sean derivados a un albergue.

Al igual que sucede con el duelo, esos períodos de separación y las características de la enfermedad producida por el virus, deben ser explicadas a niños y adolescentes. “A veces con la intención de protegerlos se les niega la realidad, pero los niños también necesitan llorar junto a la familia”, recomienda el psicólogo Manuel Saravia.

Pocos albergues en provincias

El Inabif está presente en al menos veinte regiones del país y tiene 46 centros de atención residencial en funcionamiento. Pero la mayoría de sus albergues son pequeños y estaban hacinados cuando empezó la pandemia de covid-19. No era posible que su personal mantuviera la distancia física necesaria y menos aún cuando su trabajo con los niños requiere de mucha proximidad.

Por eso, en mayo de 2020, varios centros de acogida fueron focos de la enfermedad: unos 70 niños, niñas y adolescentes dieron positivo a la covid-19, así como más de 70 trabajadores, unas 16 personas adultas mayores y 19 personas con discapacidad, una de las cuales tuvo que ser hospitalizada. Los menores fueron asintomáticos, pero sus cuidadores quedaron afectados.

Ese mismo mes, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables reportó al despacho de la congresista Zenaida Solís que 12 de sus 46 refugios habían dejado de funcionar porque no tenían la infraestructura requerida para evitar situaciones de contagio del virus. Estos locales se ubican en Ayacucho, Cusco, Lima, Puno, Piura, Arequipa, Lambayeque y Tacna. Hasta la fecha, no se conoce si fueron reabiertos porque Inabif no aceptó entrevistas para este reportaje.

Lo cierto es que la crisis sanitaria ha hecho más crítica la disponibilidad de espacios de refugio temporal en el interior del país, ya que de las 196 provincias, solo 26 cuentan con al menos un albergue en funcionamiento. Por eso, hay un proyecto de ley en la Comisión de la Mujer del Congreso que propone que el Estado establezca criterios territoriales para la creación de hogares de acogida: un hogar por provincia, uno en los distritos más poblados y uno por cada doscientos mil habitantes. Así, por lo menos se necesitan 42 hogares de refugio adicionales en el país.

Por ahora, en los refugios temporales Sánchez Arteaga y Mi Casita, donde están albergados varios de los niños en orfandad por covid-19, se han restringido los ingresos y el personal realiza “turnos atípicos” para disminuir el riesgo de contagio. Lo mismo sucede en otros centros de acogida. Antes de la pandemia, los cuidadores y cuidadoras trabajaban doce horas. Ingresaban desde las ocho de la mañana y salían a las ocho de la noche. Ahora, el personal cumple turnos de internamiento de quince días luego de haberse realizado pruebas moleculares. Esta es parte de la nueva normalidad en los albergues para niños, niñas y adolescentes, así como en los que acogen a personas adultas mayores o personas con discapacidad.


*Si bien esta fue la cifra inicialmente calculada por el gobierno, de acuerdo a un estudio global publicado en julio de 2021 en la revista The Lancet, en Perú existirían más de 98 mil menores que perdieron a sus cuidadores debido a la covid-19.

Falta un registro de hogares de refugio
públicos y privados

En el Perú no es público el registro de todos los albergues o centros de refugio temporal administrados por diferentes instituciones: el Inabif, los gobiernos regionales, las municipalidades, la Iglesia y el sector privado. Esto genera problemas que pueden poner en peligro la integridad de las personas recibidas porque no todos estos locales se encuentran registrados debidamente ante el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables. Por ejemplo, la Defensoría del Pueblo identificó seis hogares de refugio no registrados dentro de una supervisión realizada en 2019. La falta de orden y transparencia impide la supervisión de estos servicios.

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