Más de dos millones de pequeños agricultores en Perú trabajan la tierra con esfuerzo, pero muchas de sus cosechas se pierden sin compradores.
Más de dos millones de pequeños agricultores en Perú trabajan la tierra con esfuerzo, pero muchas de sus cosechas se pierden sin compradores.
Tienen que rematar sus productos a precios injustos, mientras enfrentan costos cada vez más altos y un clima extremo.
Algunos buscan vender al Estado, pero chocan con un sistema que los margina. Así, carne nutritiva, criada con esmero, se desperdicia.
Verduras frescas se pudren antes de llegar a la mesa.
Al otro lado de la cadena, escuelas públicas, guarderías y ollas comunes
siguen llenándose de productos procesados y con poco valor nutricional.
Todo esto ocurre a pesar de que, entre 2022 y 2024, el Estado tuvo la obligación de destinar más de S/ 1,200 millones a la compra de alimentos a agricultores familiares.
El problema es que gran parte de la Ley de Compras Públicas a la Agricultura Familiar sigue sin aplicarse: en tres años, menos del 1% de esos fondos llegó a los agricultores.
La mayor parte del dinero terminó en manos de empresas de alimentos procesados.
El hambre de millones de peruanos se convirtió en un negocio.
En Junín y Huancavelica, acompañamos a campesinos y cooperativas que buscan venderle al Estado, pero chocan con trabas y licitaciones hechas a la medida de grandes empresas.
A pesar de todo, siguen en la lucha.
Más de 45 mil agricultores en 22 regiones están certificados para vender alimentos al Estado, pero ministerios y programas sociales incumplen la ley, favoreciendo a empresas de productos procesados.
Pese a su historial de malas prácticas y una intoxicación escolar, dos empresas de los Castro Yangali siguen ganando contratos con Wasi Mikuna. En enero se adjudicaron más de S/ 90 millones para distribuir desayunos.
Empresas con antecedentes de sanciones ganaron contratos millonarios del municipio durante el período de emergencia alimentaria de la ciudad.
Aunque producen el 70% de los alimentos del país, los pequeños productores enfrentan un clima cada vez más extremo sin apoyo estatal.