En primera línea

Una enfermera en emergencia

Una enfermera del Hospital Guillermo Almenara nos cuenta cómo son sus días en el área de Emergencia desde que apareció el nuevo coronavirus.

El paciente cero ingresó al hospital por la puerta principal, caminando como cualquier otro paciente. Inmediatamente fue aislado en una carpa que se había armado previamente para contener a los pacientes con COVID-19. Al día siguiente, el presidente Martín Vizcarra anunciaba en la tele el primer caso positivo de COVID-19 en el Perú. Este virus, del que habíamos escuchado por noticias desde China, ya estaba aquí y nos tomó a todos por sorpresa. Creo que nunca imaginamos que se propagaría tan rápido y las cabezas del hospital, director y jefes de servicio, no tomaron decisiones a tiempo.

El nuevo coronavirus dividió al hospital en dos: desde marzo tenemos los ambientes COVID-19 y los no COVID-19. Todos los días, cuando llego al trabajo, lo primero que hago es contar cuántas nuevas áreas están aisladas para esta enfermedad. Todo cambia muy rápido. Ya vamos por nuestra cuarta o quinta guía de práctica clínica. Nuestro flujograma siempre está variando. Con mis compañeros nos avisamos todas las nuevas indicaciones por Whatsapp. Como tenemos años trabajando en Emergencias, estamos acostumbrados a actuar bajo presión y con mucha demanda. Somos expertos en resolver inconvenientes pero esto es diferente. Tenemos que organizarnos ahora mejor que nunca porque nuestra sala de emergencias está saturada, siguen llegando pacientes a montones.

Al inicio repartir las funciones en el equipo era como elegir quién de nosotros se va a exponer: quién medirá la temperatura, quién hará el triaje, quién tomará el hisopado. Hemos aprendido a vestir trajes descartables, a utilizar la ducha del personal más que nunca y a respirar detrás de una mascarilla en todo momento. Pero ya tenemos personal infectado. Muchos de nosotros nos hemos tenido que comprar nuestros lentes y cascos porque no habían suficientes para todos. Sabemos que lo más importante es protegernos y seguir trabajando.

El enemigo que enfrentamos a diario es difícil de ubicar. El coronavirus aún se escapa porque lo conocemos poco. A veces no presenta síntomas pero sí se manifiesta en las placas radiográficas. Otras tarda en aparecer en las pruebas pero el paciente tiene problemas respiratorios. Las enfermeras nos preguntamos a cada momento por cuál tratamiento optar según cada persona o si lo debemos mandar a casa u hospitalizarlo. Hay mucho debate y nadie quiere equivocarse. Estamos basándonos en las experiencias de China y de otros países. También sentimos temor de contagiarnos de los pacientes COVID-19. En algún momento pensé que me contagiaría, pero que no me importaría. Yo estudié para esto, yo soy enfermera emergencista y me gusta mi trabajo.

Después de mi turno de doce horas, camino varias cuadras para alcanzar el Metropolitano. Si me tardo, lo pierdo y no tengo cómo ir a casa. Algunos compañeros se quedan a dormir en el hospital por este mismo problema. Todos estamos sumidos en la angustia de enfrentar esta pandemia pero, aún así, nos presentamos al día siguiente a la hora que nos toca.

Coordinación general: Fabiola Torres
Investigación: Daniel Rojas
Edición: Stefanie Pareja