Perfiles para conocer a los que nos dejaron en la pandemia

El policía letrado

David Rodríguez era un abogado autodidacta detrás de su uniforme de policía. Conocía tanto el Código Penal que podía debatir sin problemas con juristas y licenciados. Cuando había una intervención policial a algún político o ejecutivo, sus colegas le pasaban la comisión. «Ese caso es para ti», le decían con la certeza de que él sabría cómo respaldar legalmente el operativo. Pero esta inclinación jurídica escondía un profundo sentido moral: Rodríguez era un auténtico alérgico del abuso, la injusticia y lo incorrecto. A menudo hacía denuncias en sus redes sociales sobre irregularidades en su propio oficio. Cuando estaba en un restaurante y algo no le agradaba, pedía el libro de reclamaciones y escribía largas quejas. «Siempre me decía que nadie puede menospreciar tu dignidad», recuerda su hija Krystell. Incluso en el momento más difícil de su vida, mientras se asfixiaba solo en una clínica, Rodríguez sacó fuerzas y ejecutó su último acto de protesta: un video de sí mismo censurando la atención médica. Su esposa y sus dos hijos no se sorprendieron de esta reacción. «Lo admirable fue que tuviera la fuerza para reclamar en ese estado tan crítico de salud», dice Pilar Franco, su esposa por más de veinticinco años.

Hasta el último instante, el brigadier de la PNP cargó consigo una libreta en donde apuntaba el nombre y el número de todas las personas que conocía. A veces también registraba la primera vez que los había visto. A lo largo del tiempo llegó a coleccionar varios de estos cuadernos y nunca salía de casa sin uno en el bolsillo. Era una suerte de salvavidas: ante cualquier urgencia, él quería conservar los contactos de quienes tuvieran la autoridad para atender sus demandas. Según su familia, todo lo que hacía llevaba el sello de su intensidad: su risa escandalosa, su genio renegón, su afición por el canto y hasta la forma en la que entraba a la casa todos los días. «Ya llegué, aquí estoy yo», gritaba cada vez que abría la puerta. Sus vecinos echarán de menos esa voz intempestiva que atravesaba las paredes. La misma que solía cantar música criolla o canciones de salsa y, cuando era necesario, se alzaba para reclamar sus derechos.

Krystell Rodríguez recuerda a su papá

Autor: Juan Francisco Ugarte / Edición: Stefanie Pareja