A lo largo de los ocho meses que lleva la crisis sanitaria, hemos repetido con expectativa un mismo argumento una y otra vez: volveremos a la normalidad cuando aparezca una vacuna. Los noticieros no han dejado de alimentarnos con titulares como: «Estamos muy cerca de encontrar la vacuna», «Resultados prometedores de los ensayos clínicos», «Proyectos ya han alcanzado la fase final de experimentación». Refugiarnos en esta esperanza nos ha convencido de que pronto podremos regresar a la vida de antes. Sin embargo, hoy sabemos que la aparición de una vacuna no ofrecería una protección completa en el corto plazo. Para empezar, se necesitará que más de una supere todas las fases para abarcar a la mayor cantidad de personas en el mundo. Desde el punto de vista logístico, los fabricantes tendrán que producir miles de millones de dosis en un periodo de uno o dos años, compitiendo entre ellos por suministros básicos como los pequeños frascos de vidrio en donde se coloca la sustancia. Finalmente, está la cuestión de los acuerdos políticos para su adecuada distribución en todos los continentes.
Según algunos especialistas, la llegada de la vacuna marcará el comienzo del fin de la pandemia. El tiempo que nos tome para erradicar la enfermedad dependerá de la eficacia de las vacunas, el éxito de su distribución en todo el planeta, la infraestructura y capacidad de los gobiernos para inmunizar a sus habitantes y la disposición de la misma gente para recibirla. A través de este especial, Salud con lupa busca profundizar y analizar las complejidades de la principal esperanza que tenemos para acabar con la pandemia: la ansiada vacuna que nos permita por fin dejar atrás el nuevo coronavirus.
La región tiene poca capacidad industrial y recursos para producir una vacuna. Ante esta realidad, algunos países están explorando diversos acuerdos con laboratorios y buscando mejores precios a través de mecanismos colectivos de negociación como COVAX.
De las más de 170 vacunas que se están desarrollando en el mundo, ocho de ellas han empezado la tercera fase de los ensayos clínicos con miles de personas, que ponen a prueba su seguridad y eficacia. El proceso es riesgoso, no solo porque puede que no funcionen, sino también por la cantidad de recursos invertidos.
La propaganda, los discursos políticos y las estrategias diplomáticas y comerciales de países como Estados Unidos, Rusia y China han enmarcado el desarrollo científico como una competencia de rapidez y superioridad geopolítica que puede ser contraproducente.
Testimonios de voluntarios latinoamericanos que se sumaron al reto científico más importante del mundo en la actualidad: probar la vacuna que inmunice al planeta del COVID-19.
Hoy empezó en Lima la inscripción del primer grupo de personas interesadas en probar dos de las vacunas experimentales contra el COVID-19 de la farmacéutica china Sinopharm. Revisa los datos más importantes que debes conocer para evaluar si eres o no una persona con posibilidades de ser reclutada.
A pesar de la urgencia por encontrar una vacuna contra el COVID-19, la OMS pide a las agencias reguladoras poner freno al uso prematuro de cualquier vacuna experimental "con un perfil de seguridad que no sea aceptable".
Un equipo internacional de diecinueve investigadores propone suministrar la futura vacuna contra el COVID-19 con un criterio que priorice la reducción de las muertes prematuras. Su trabajo, publicado en la revista Science, se basa en un marco ético para su distribución que no tiene que ver con dar dosis proporcionales a cada población ni con poner primero al personal de salud o a los adultos mayores.