Varios de los alimentos que ofrecen los supermercados forman parte de la canasta básica de las familias peruanas. Entre ellos, frutas y verduras que suelen ser exhibidas en atractivos anaqueles, donde están limpias, bajo refrigeración y, algunas veces, cubiertas en plástico. A simple vista, todas lucen muy saludables, pero los residuos de las sustancias tóxicas usadas en su cultivo no siempre son detectados por nuestros ojos.
Por eso, Salud con lupa, en alianza con el Consorcio por la Salud, Ambiente y Desarrollo (Ecosad), la Red de Agricultura Ecológica (RAE Perú) y el Consorcio Agroecológico, se propuso conocer cuántos de estos productos que se venden en los seis supermercados más grandes del Perú (Metro, Tottus, Wong, Plaza Vea, Vivanda y Minka) pasan la prueba o exceden los límites máximos permisibles de residuos de plaguicidas.
Así nació el Primer Monitoreo Ciudadano de Agroquímicos en Frutas y Verduras en Supermercados de Lima y Callao. Para esta investigación se tomaron 84 muestras de 8 tipos de frutas y verduras vendidas en dichos establecimientos con presencia de notarios y las enviamos a dos laboratorios certificados en Lima que hicieron un análisis multiresiduos de plaguicidas, basado en la resolución N° 1006-2016 del Ministerio de Salud, elaborada por la Dirección General de Salud Ambiental e Inocuidad Alimentaria (Digesa) y vigente desde 2017.
En Perú, hay más de cien agroquímicos de uso comercial que pueden usarse en los cultivos para controlar insectos, hongos y otras plagas. Las cantidades residuales de su presencia en los alimentos se miden en miligramos de sustancia química por kilogramo de alimento (mg/kg), un estándar que se conoce a nivel mundial como Límite Máximo de Residuos de Plaguicidas (LMR).
De las muestras analizadas, 51 contenían plaguicidas por encima del límite máximo permitido por la norma sanitaria local. Este resultado corresponde a siete tipos de alimentos: el ají amarillo, el apio, la fresa, la beterraga, el pimiento, la cebollita china y el tomate. Aunque el Servicio Nacional de Sanidad Agraria (Senasa) revisa cada año la concentración de plaguicidas en distintos alimentos, lo hace sobre la base de muestras tomadas en mercados y negocios de producción agropecuaria. Por ello, este monitoreo se convierte en el primero que se enfoca en los grandes supermercados que tienen mayor presencia en el país.
Cómo se hizo el análisis
Las 84 muestras fueron sometidas a un análisis de multiresiduos que ayuda a detectar alrededor de 800 moléculas químicas que están presentes en los plaguicidas. La metodología consistió en adquirir varios tipos de alimentos, de forma aleatoria, en los supermercados Metro, Tottus, Wong, Plaza Vea y Vivanda. Mientras que en el mercado Minka, ubicado en el Callao, se compró apio y pepinillo en siete puestos diferentes.
Todas las muestras fueron entregadas a los laboratorios Mériux NutriSciences-Perú y Normec Groen Agro Control -acreditados por el Senasa- mediante envases especiales que ellos mismos proporcionaron. A cada muestra se le asignó un código para evitar que los laboratorios identifiquen en qué establecimiento se compraron los alimentos. Además, todo el proceso de compra y entrega de las muestras fue certificado por dos notarios públicos.
En el análisis, ninguno de los supermercados consiguió buenos resultados. Todos vendían alimentos que superaban el límite máximo de residuos que establece la norma peruana. Las sustancias químicas encontradas en frutas y verduras tienen distintos niveles de toxicidad, desde aquellas que no presentan un riesgo considerable para la salud hasta las que han sido clasificadas como sumamente peligrosas por los efectos que pueden ocasionar en la salud de las personas, según la Organización Mundial de la Salud.
A continuación, detallamos los alimentos que excedieron la cantidad permitida de residuos de plaguicidas. Los ordenamos por aquellos donde se encontraron más sustancias tóxicas en el análisis.
Pesticidas hallados en alimentos vendidos en supermercados
Los siguientes tipos de alimentos, vendidos en supermercados de Lima y Callao, superaron los límites máximos de residuos de plaguicidas permitidos para ser consumidos. Los resultados se basan en análisis multiresiduos de plaguicidas realizados por los laboratorios certificados Mériux NutriSciences-Perú y Normec Groen Agro Control. El símbolo significa que el alimento tuvo agroquímicos en exceso; mientras que el significa que no los tuvo o la cantidad hallada fue menor a los límites máximos establecidos por las normas sanitarias.
La cebollita china y el apio
Las muestras de cebollita china tuvieron las más altas concentraciones de plaguicidas y fueron recogidas en los supermercados Metro, Tottus, Plaza Vea y Wong. Este es un alimento muy popular en Perú que se usa en distintos platillos que fusionan nuestra gastronomía con la asiática. Al ser un tipo de cebolla fácil de cultivar, se adapta a distintos climas, pero las plagas pueden estropear la hoja, el tallo e incluso sus raíces.
El análisis halló hasta cuarenta veces más cantidad de plaguicidas que lo permitido en la norma peruana en la cebollita china, principalmente de los agroquímicos procimidona, fipronil y clorpirifos-etil. Este último se usa para eliminar los gusanos que marchitan y secan sus hojas y está permitido en Perú, pero fue prohibido en Chile, Estados Unidos y otros 28 países miembros de la Unión Europea por los daños que puede ocasionar en el desarrollo del cerebro y del sistema nervioso.
En las muestras de cebollita china se hallaron también imidacloprid, difenoconazol y oxamil, otros agroquímicos de moderada y severa peligrosidad. En Wong se encontró el plaguicida ditiocarbamatos en este alimento.
El segundo lugar en esta lista le corresponde al apio, una hortaliza que se consume en ensaladas, guisos y sopas. Se cultiva principalmente en Lima, Arequipa y La Libertad. Sin embargo, el problema más común que tienen los agricultores de apio es la variedad de hongos que manchan sus hojas y que pueden disminuir el rendimiento de la cosecha.
Todas las muestras de apio recopiladas en los diferentes puestos de Minka fueron desaprobadas. La sustancia metalaxil excedió hasta 14 veces el límite máximo permitido de plaguicidas y el tiabendazole 4.6 veces. Lo mismo observamos con los fungicidas benalaxil y propiconazol, que están prohibidos en España, pero permitidos en Perú.
El ají amarillo y el pimiento
En tercer lugar se ubica el ají amarillo, en el que se halló al menos 10 agroquímicos distintos en las muestras recogidas en los supermercados Metro y Tottus, incluido el carbofurano que está prohibido en Perú desde septiembre del 2022 por ser muy peligroso para la salud y el medio ambiente. Mientras que el ají amarillo de Vivanda y Wong sobrepasó la cantidad autorizada para fipronil, permetrin y triazofós, plaguicidas que pertenecen a la categoría de moderadamente peligrosos y muy peligrosos.
El ají amarillo es uno de los tipos de ajíes más consumidos por los peruanos y se cultiva en las tres regiones del país, sobre todo en Lima. Cada año se cultivan más de 180 toneladas de ají amarillo, pero las plagas (como el gusano cortador y la mosca del ají) pueden perjudicar el 60% de la producción.
En cuarto lugar está el pimiento, una hortaliza de tamaño y colores variables en Perú, en el que se hallaron ocho plaguicidas diferentes, entre ellos carbofurano, metomilo, fipronil y profenofós. Este último insecticida excedió en 39 veces la cantidad máxima permitida a pesar de ser calificado como muy peligroso por su neurotoxicidad o las alteraciones que causa en el sistema nervioso.
Estos hallazgos corresponden a las muestras recogidas en los supermercados Metro, Tottus, Wong, Plaza Vea, y Vivanda.
El tomate, la fresa y la beterraga
En el tomate, que ocupa el quinto lugar en esta lista, se hallaron restos de plaguicidas que también superaron los límites máximos permitidos en las muestras recogidas en Tottus, Plaza Vea y Vivanda.
Este es uno de los frutos indispensables en la cocina peruana. Cada año, se producen más de 240 toneladas de tomate en nuestro país, sobre todo en las regiones de Ica, Lima y Arequipa. Sus productores suelen utilizar agroquímicos en altas cantidades porque algunas plagas son difíciles de detectar, como los piojos harinosos.
En el análisis se encontró que algunas de las muestras de tomate superaban entre cuatro a siete veces los límites máximos permitidos del insecticida triazofós. De manera similar, el fipronil, un insecticida con posibles efectos cancerígenos, estuvo presente en las muestras de este fruto.
En sexto lugar se encuentran las muestras de fresa recogidas en Metro, Wong y Vivanda, en las que se halló dos veces más de los límites permitidos de los plaguicidas pirimetanil, tebuconazole, clorfenapir y abamectina.
El cultivo de fresa en la costa peruana es costoso por algunos recursos que se requieren para hacerlo en condiciones protegidas, como los invernaderos. Pero de todas formas sus productores usan agroquímicos para mantener las cosechas, incluidos plaguicidas sistémicos que son capaces de penetrar hasta los tejidos de la fruta. A esta categoría pertenecen los insecticidas pirimetanil, tebuconazole, clorfenapir y abamectina que tenían elevados niveles.
En séptimo lugar está la beterraga o remolacha que sobrepasó dos veces los límites permitidos para los insecticidas ciromazina y clorpirifos. El primero de ellos se utiliza para controlar el crecimiento de los insectos minadores de hojas de la beterraga, llamados así porque sus larvas viven y se alimentan de esa parte de la planta. Estos resultados corresponden a los supermercados Metro y Vivanda.
La limitada supervisión del Senasa
El Servicio Nacional de Sanidad Agraria (Senasa) es el organismo responsable de analizar los alimentos que se cultivan en Perú para detectar si contienen restos de plaguicidas en exceso o si se encuentran dentro de los límites permitidos. Sin embargo, a diferencia de sus actividades de control con los productos para la agroexportación, su fiscalización en el mercado nacional es limitada.
Para que se haga vigilancia local, los gobiernos regionales tienen que enviar al Senasa la lista de personas y empresas dedicadas a la producción agropecuaria y al procesamiento de alimentos primarios y piensos (insumos para alimentar a los animales) antes de que se realice cada monitoreo.
Sin embargo, a pesar de que el presupuesto del Senasa se ha incrementado de manera consecutiva y ha llegado a unos 390 millones de soles anuales, el monitoreo de los alimentos cultivados que van a parar a las mesas de los peruanos es insuficiente. En 2022, el Senasa acordó supervisar 35 alimentos de origen vegetal (como frutas y verduras) de acuerdo a la capacidad operativa de su laboratorio, cuando el país produce más de 150 cultivos distintos.
Desde 2019, el Senasa solo ha impuesto “una medida administrativa preventiva” a la Corporación Valle SAC por sobrepasar la cantidad de residuos por plaguicida aún cuando puede aplicar multas hasta por 10 Unidades Impositivas Tributarias (UIT) -equivalentes este año a 49 mil 500 soles- o suspender la autorización sanitaria de la empresa infractora por 30 días hábiles.
Salud con lupa solicitó una entrevista con el Senasa, pero la entidad no la aceptó. Solo se limitó a señalar lo siguiente: “Las empresas productoras y procesadoras tienen la responsabilidad de garantizar la inocuidad de los alimentos e implementar los lineamientos que existen para cumplir las buenas prácticas de producción e higiene”.
La responsabilidad de los supermercados
Los supermercados incluidos en esta investigación comparten con sus proveedores de frutas y verduras la responsabilidad de vigilar que los alimentos que llegan a los hogares peruanos sean saludables y cumplan con los estándares fijados para residuos de plaguicidas. Sin embargo, hemos comprobado que sus controles no funcionan de forma correcta.
Vivanda y Plaza Vea, pertenecen al Grupo Intercorp, mientras que Tottus, al grupo Falabella, y Metro y Wong, a los Centros Comerciales Sudamericanos S.A. (Cencosud). Sus locales están en las principales ciudades del Perú y suelen promoverse como servicios con los mejores productos del mercado. Estas empresas -al igual que Minka, que pertenece al grupo Centenario- compran alimentos frescos de diversos proveedores intermediarios con los agricultores, pero no está funcionando un sistema de trazabilidad o rastreabilidad de la idoneidad de los alimentos.
Esto implica que cada supermercado verifique previamente a quién le compra: si su proveedor tiene un sistema de rastreabilidad de la forma cómo fue sembrado y cosechado el alimento, hace controles durante su cultivo y recojo para verificar que cumple las normas sanitarias.
El mecanismo de trazabilidad que más utilizan las empresas que proveen alimentos a los supermercados es la asignación de un código de identificación a cada lote de productos, ya sea numérico o de barras. En el caso de los productos envasados o enlatados, es sencillo encontrar ese código, pero cuando los alimentos se venden a granel, como frutas y verduras, la trazabilidad se complica.
Esta situación ocurre a pesar de que el Reglamento de Inocuidad Alimentaria del Senasa exige que los alimentos agropecuarios estén debidamente identificados con un “etiquetado, documentación o información pertinente”. En el etiquetado debe aparecer no solo el nombre del alimento y sus ingredientes, sino también el país de origen, el número de autorización sanitaria y la identificación del lote (código).
La ingeniera Gabriela Guillén Matos, especialista en control de calidad, regulación e inocuidad de alimentos, indica que la trazabilidad es un requisito esencial para conocer cómo y dónde se cultivan los alimentos agropecuarios. Si no se cuenta con el lote del producto, será imposible hacer ese rastreo. “El Senasa puede regular la identificación de los productos frescos como frutas y verduras que se venden en los supermercados”, añade.
Actualmente, las normas no obligan a los supermercados a hacer controles periódicos sobre las concentraciones de plaguicidas en los alimentos que venden porque en teoría los hacen sus proveedores. Sin embargo, el Senasa, como parte de la vigilancia sanitaria, puede solicitar esa información a las empresas proveedoras de alimentos frescos de los supermercados.
Frente a las muestras de alimentos con exceso de plaguicidas en los supermercados, el Senasa está obligado a emitir una alerta sanitaria y recoger una parte de los productos para evaluarlos. Pero hace falta más que una inspección. Se necesitan mejoras en los procedimientos para el control de los alimentos que todos los días los peruanos compran y ponen en la mesa de sus hogares.
Los reportes de agroquímicos que muchos ignoramos
En 2011, el Senasa hizo el primer monitoreo aplicado a seis tipos de alimentos (mandarina, naranja, uva, espárrago, pimiento y plátano) que se vendían en mercados de abastos de 10 regiones del país. Durante ese análisis, se hallaron 73 muestras “no conformes” -de un total de 252- debido a que superaron el Límite Máximo de Residuos o contenían plaguicidas no autorizados. Tacna, Ica y Cajamarca fueron las regiones donde se encontró la mayor cantidad de alimentos contaminados.
A partir de ese año, todos los monitoreos anuales arrojaron muestras con residuos de plaguicidas por encima de los límites máximos permisibles. La última evaluación de la que se conocen datos fue realizada en 2021 a unos 28 tipos de alimentos recolectados en todas las regiones del país. El monitoreo concluyó que 995 muestras de 3,762 tenían concentraciones excesivas de contaminantes químicos como clorpirifos, fipronil y ometoato. Los alimentos más contaminados fueron el pimiento, ají amarillo y tomate.
Para esta investigación, Salud con lupa se comunicó con todos los supermercados mencionados y los convocó a una presentación interna de los resultados del análisis de agroquímicos antes de su publicación. Solo Cencosud, de Metro y Wong, atendió nuestra convocatoria. El resto rechazó participar.