Más de una década atrás, Carlos Lazo, el ahora gerente de las Agroferias Campesinas, trabajaba en Satipo como ingeniero forestal. Durante esa temporada, cada vez que volvía a Lima de visita, se cargaba con varios kilos de café para regalar. Lazo recuerda que el café que compraba directo de las manos de los productores —sin branding ni packaging ni nada de la ciencia anglosajona del marketing, sencillamente empacado en bolsitas transparentes— era un éxito entre sus amigos y familiares.
Esa pequeña experiencia le permitió comprender la altísima calidad de producto que manejaban los cafeteros locales y el inmenso potencial de comercialización que tenían. “Tenían un producto magnífico, pero no estaban al tanto de ello, y en muchos casos no sabían cómo venderlo”, explica. Fue en aquel momento que su carrera dio un giro y empezó a enfocar su actividad profesional en otra dirección. “Ahí me fui involucrando en la misión que tengo hasta ahora”, explica Lazo, “que es ayudar a que los pequeños productores puedan vender directamente al mercado”.
Trabajó durante unos años en una ONG francesa que buscaba gestionar la posibilidad de que diversas cooperativas de productores accedieran a espacios de comercio en la capital. Luego, en 2013, pasó a formar parte de Apega, el organizador de Mistura. Por entonces, se buscaba crear una feria que le diera espacio a los productores de manera constante en Lima. “Viajé por varias regiones del país, conversé con productores de todos lados y los invité a que formaran parte de esta nueva feria que se realizaba todos las semanas”, cuenta él. “Era un nuevo concepto de feria, que no buscaba ser una feria orgánica como las que ya habían, sino una feria con alma, con corazón, en la que se le pudieran comprar directamente a los productores”.
El proyecto en manos de Apega duró cuatro años. Cuando culminó, Apega conformó una asociación de productores y les cedió la feria. Como ya habían trabajado con Lazo, y existía confianza y amistad, los productores lo invitaron a encargarse de la gerencia.
En total, las Agroferias Campesinas llevan ocho años de funcionamiento (cuatro bajo la organización de Apega; y cuatro, independientemente con la gerencia de Lazo). Desde el principio, el fin de esta iniciativa fue ir más allá de solo organizar a los productores en un mismo espacio, sino que además los capacitó en marketing, atención al cliente y capacidades de venta. “Los productores podían ser los mejores productores, pero no necesariamente los mejores vendedores”, afirma Lazo.
Por ejemplo, Liduvino Saenz de Piñas VRAEM, uno de los grandes casos de éxito de las Agroferias Campesinas, explica las dificultades que hubo al principio. “Empezamos vendiendo de dos a cinco cajas de piña cada domingo. Estábamos muy desanimados”, recuerda él. “Un día el ingeniero Carlos nos aconsejó que probáramos venderlas trozada en tapers o en tajadas”. Tras ello, las ventas empezaron a ir para arriba, recuerda Liduvino, quien ahora, junto a su familia, tienen un espacio en el mercado mayorista, han eliminado los intermediarios y traen la piña desde su chacra directo a su puesto.
Las Agroferias campesinas, que se abren todos los fines de semana en el Puericultorio Pérez Aranibar, con espacios complementarios en San Borja y San Isidro, tienen la misión de exponer la agrobiodiversidad peruana. Participan en ella 21 regiones del país, con entre 70 y 90 puestos, y su enfoque es recordarnos que la alimentación saludable a precio justo es un derecho.
Si uno camina por la feria se va a topar con una diversidad abrumadora: paltas agroecológicas, papas nativas de colores, tarwi y otros granos andinos, aceites de oliva y de ají, hortalizas coloridas como la coliflor morada, plátanos rojos, entre otros. Todo producido exclusivamente en el Perú.
Por toda esta variedad, antes de la pandemia, las Agroferias Campesinas recibían 6.000 personas por fin de semana. Cuando la pandemia los obligó a cerrar, emprendieron el proyecto de un e-commerce y ahora también hacen entregas a domicilio. “Considero que somos la feria que ha llegado lo más pronto posible a su punto de equilibrio”, afirma Lazo, y comenta que es un modelo que debería replicar el Estado. “Nosotros tenemos el know how de hacer una feria totalmente autosostenible”.
Comenta, además, que este proyecto debe seguir en constante evolución: “Mañana o más tarde ya estoy pensando en pequeños supermercados de productores. Estoy convencido de que el pequeño productor o agricultor no puede enfrentarse solo al mercado, pero si se agrupa puede lograr grandes cosas”, asegura.