Sabemos que la comida puede afectar nuestro estado de ánimo. Si el día está muy gris y las horas en el trabajo avanzan lento, nos entusiasmamos con la idea de salir a comprar un chocolate que nos guste. Al finalizar una jornada con muchos pendientes, decidimos premiarnos comiendo algo rico que nos haga olvidar el estrés. Y probablemente influenciados por Hollywood, algunos creen que el helado y los pasteles consuelan a un corazón roto. En inglés, a estos alimentos donde buscamos alivio, se les llama comfort food. Comida que nos hace sentir bien.
Por muchos años la relación entre los alimentos y las emociones fue tema exclusivo de creencias populares y gustos personales. Pero, a inicios del 2000, la ciencia puso su atención en el vínculo que existe entre nuestra dieta y nuestro bienestar emocional. Alrededor del mundo, bajo la especialidad de psiquiatría nutricional, se dirigen decenas de estudios para comprobar cuál es el efecto de ciertos alimentos en nuestro cerebro. No se trata de averiguar si nuestro postre favorito nos hace sonreír sino de descubrir si algunos alimentos podrían ayudarnos a combatir una depresión, un cuadro severo de ansiedad o cualquier otro trastorno emocional.
Y al parecer la respuesta es sí. En 2017 se publicó uno de los primeros estudios con evidencia más certera sobre el tema. Un equipo de investigadores de Nueva Zelanda reclutaron a 67 personas con depresión severa y los dividieron en dos grupos. Todos los participantes dijeron consumir con frecuencia postres y golosinas, carnes procesadas, poca fibra y, solo de vez en cuando, frutas y verduras. Ambos grupos del estudio recibirían los medicamentos prescritos y terapia psicológica, pero solo uno contaría con la guía de nutricionistas que les ayude a mejorar sus dietas. Los participantes remplazaron dulces y comida rápida por frutos secos, legumbres y verduras. Cambiaron el pan blanco por las opciones integrales, los cereales azucarados por la avena y los embutidos por pescado.
A los tres meses empezaron a verse los cambios. Ambos grupos mejoraron su estado de ánimo pero el que se alimentó de manera saludable disminuyó significativamente sus niveles de depresión. De hecho, solo un 3% de esos integrantes seguía clasificando como persona deprimida al final del estudio, mientras que en el otro grupo, el que no hizo ningún cambio en su dieta, cerca al 10% aun registraba depresión severa. “La salud mental es muy compleja. Comer una ensalada no va a curar la depresión pero hay muchas cosas que uno puede hacer para ayudar a sentirse mejor, cosas tan sencillas como comer más frutas y vegetales”, dijo la Dra. Felice Jacka, directora del Centro de Comida y Ánimo en la Universidad Deakin de Australia.
¿Por qué una dieta saludable puede regular nuestras emociones?
La respuesta está en nuestros intestinos. Los seres humanos tenemos colonias de microorganismos viviendo dentro de nosotros, miles de millones de bacterias, levaduras, hongos y más. Todos ellos conforman nuestra microbiota intestinal. Existen muchas variedades de bacterias y no todos los seres humanos presentan las mismas. Las investigaciones indican que lo que dictará la composición de la microbiota de cada persona son los factores genéticos y su alimentación.
Aún se sabe muy poco de la microbiota intestinal. Recién en el 2007 diversos profesionales de la ciencia alrededor del mundo se pusieron la meta de crear un catálogo con los tipos de microorganismos que viven en nuestros intestinos. Investigaciones con heces de mono y otros mamíferos han ayudado a conocer y entender mejor lo que traemos dentro del aparato digestivo. Por ejemplo, se ha demostrado que un ser humano puede tener más de dos millones de bacterias únicas en su microbiota. Si se cree que el genoma humano, con su cadena de aproximadamente 30 mil genes nos hace irreplicables, nuestras bacterias están abriendo otro sinfín de posibilidades para la ciencia. Para el Dr. Thomas Insel, ex Director del Instituto Nacional de Salud Mental en los Estados Unidos, si comparamos la microbiota con el ADN, somos más microbianos que humanos. “Ese es un punto de vista fascinante y los científicos tendremos que tomarlo en cuenta al estudiar de ahora en adelante el comportamiento humano”, ha declarado Insel.
¿Qué función tienen estas bacterias en nuestro intestino? Cada variedad cumple distintas funciones. Algunas producen vitaminas, otras descomponen los alimentos y promueven el metabolismo, otras tienen un efecto desinflamante y evitan un colón irritable, la ausencia de algunas está relacionada con la obesidad, entre muchos otros malestares. Además, según la psiquiatría nutricional, la microbiota intestinal se comunica con el sistema nervioso usando algunos de los mismos químicos que envían mensajes al cerebro. Estas bacterias producen neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, encargadas de regular nuestras emociones. La ciencia ha probado que la comida muy azucarada y los alimentos procesados afectan la salud de la microbiota intestinal y empeoran su desempeño.
Entonces, las colonias de microorganismos que viven en nosotros se alimentan de lo que comemos. Cientos de estudios han demostrado que es mejor para estas bacterias alimentarse con vegetales, frutas, fibras y proteínas. Además, los alimentos fermentados como los yogures con probióticos, la kombucha o el kéfir están entre las opciones más saludables para la microbiota. Un tipo de bacteria que se encuentra en esos productos ha sido relacionado con la producción del ácido gamma aminobutírico o GABA, el neurotransmisor que disipa la ansiedad.
La psiquiatría ve con mucha esperanza la alianza que puede llegar a forjar con la nutrición para conseguir mejores resultados. Los alimentos no reemplazarán a un tratamiento farmacológico o terapéutico pero pueden ser un factor más para promover el bienestar del paciente. La ciencia ha comprobado lo que nosotros sospechábamos: la comida puede levantarnos el ánimo (siempre y cuando no se limite a nuestros antojos caprichosos sino a lo más saludable para nuestro organismo).