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Cinco respuestas a algunos temores sobre las nuevas vacunas

¿Se han creado tan rápido que son peligrosas? ¿Cuán graves son sus efectos secundarios? ¿Y si me inoculan el virus? Muchas personas empiezan a hacerse estas preguntas ahora que ya hay vacunas listas para el Covid-19. En Comprueba revisamos la evidencia que existe a la fecha para filtrar algunos de los argumentos antivacunas.

Antivacunas
En varias partes del mundo, grupos antivacunas hacen campañas de desinformación sobre el coronavirus y la inmunización.
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Si hay un deseo que millones de personas compartieron este año, ha sido la creación de una vacuna para el Covid-19. O mejor dicho: la posibilidad de recuperar la vida en comunidad sin un peligro constante. Sin embargo, ahora que las vacunas son una realidad y que ya se están aplicando en países como el Reino Unido y Estados Unidos, han empezado a tomar fuerza algunos temores naturales frente a un procedimiento nuevo. Pero, también, a circular información falsa promovida por los movimientos antivacunas.

En un escenario ideal en el que la vacuna para el Covid-19 llegue a América Latina en los próximos meses, el siguiente objetivo será alcanzar una tasa de vacunación suficientemente alta para disminuir la transmisión de manera significativa. Por eso, aunque vacunarse o no vacunarse sea una decisión personal, sus consecuencias se extienden a toda nuestra comunidad. Se necesita un trabajo en conjunto para detener al coronavirus.

Investigadores de diversos países han establecido una meta de vacunación del 70% de la población mundial para poder lograr la llamada inmunidad de rebaño, es decir, cuando tras varios meses o ciclos de vacunación la mayor parte de la población es inmune. Dado que ha sido imposible lograr la inmunidad de rebaño de manera “natural” –es decir, que muchas personas infectadas hayan generado anticuerpos por sí mismas–, la ruta que nos queda para alcanzarla son las vacunas.

Pero no será sencillo lograr que la mayoría de la población se vacune. Además de los retos logísticos, hay dudas y mitos que minan la confianza de la gente sobre su eficacia. En una reciente encuesta elaborada por la Universidad de Chicago, en Estados Unidos, aplicada en 1.117 ciudadanos de ese país, encontraron que solo 47% de los estadounidenses planea vacunarse contra el coronavirus cuando haya una vacuna disponible; mientras que otro 26% no planea vacunarse y 27% no está seguro.

En América Latina, se vislumbra un panorama parecido. Un sondeo realizado a 400 habitantes de la Ciudad de México por El Financiero Bloomberg reveló que el 54% esperará a ver cómo reaccionan otras personas cuando se les aplique; 29% dijo que serían de los primeros para aplicársela; mientras que 13% respondió que preferiría no ponérsela.

Incluso entre el personal de salud hay dudas. En una encuesta a 4,300 miembros de distintas áreas del sistema de salud en Argentina, elaborada por el gobierno del país, 66% de los trabajadores respondió que se aplicaría la vacuna si estuviera disponible, 21% dijo no estar seguro y otro 13% respondió que no lo haría.

La preocupación por parte de distintos especialistas es que si la mayoría de las personas no se vacuna, no solo no se alcanzará la inmunidad de rebaño, lo cual significa que no disminuirá la transmisión, sino que además podría haber reducciones en la efectividad de las vacunas aprobadas.

“La eficacia de las vacunas se mide en fase 3, pero la efectividad es lo que se evalúa cuando ya se vacuna a millones de personas en condiciones reales. Si pocas personas se vacunan, el contagio permanece y la efectividad (de la vacuna) disminuye. De nada sirve el esfuerzo que se está realizando para desarrollar una vacuna muy eficaz si las personas no la van a tomar”, dice la doctora en biología molecular por la Universidad de Oxford, Roselyn Lemus-Martin.

En la encuesta de la Universidad de Chicago, las principales razones para no vacunarse fueron: no creen que las vacunas funcionen, desconfían de los procesos para su desarrollo y aprobación, creen que no se van a enfermar, les preocupan los efectos adversos o que los infecten con el coronavirus. ¿Son dudas legítimas y con fundamento? Aquí lo respondemos:

“Las vacunas no funcionan bien”

Desde que se creó la primera -contra la viruela- en 1976, las vacunas han sido las intervenciones médicas que mejor han funcionado contra diversas enfermedades a lo largo de la historia. Aunque hay distintas tecnologías, el principio de su funcionamiento es el mismo: provocar una respuesta del sistema inmune al imitar una infección natural, pero sin provocar que la persona enferme.

Se sabe que funcionan porque han logrado erradicar -o, en otros casos, disminuir- muchos padecimientos que, de otra forma, seguirían mermando poblaciones. Probablemente el caso más emblemático es la poliomelitis, una enfermedad que provoca parálisis en infantes y registraba 350,000 casos en 1988; con la llegada de la vacuna, la cantidad se redujo en 99%.

No hay vacunas 100% seguras. Y es cierto que siempre existirán algunos casos en los que haya efectos adversos, pero la larga historia de éxito frente a otras enfermedades y las pruebas de eficacia y seguridad con las que se evalúan las vacunas actuales, dejan más sitio para el beneficio que para el riesgo. Esto es: es más probable que mueran más personas sin vacuna que con ella.

“Las vacunas para el Covid-19 se han hecho muy rápido”

En apariencia, habría razones para mirar con recelo el desarrollo de vacunas para el Covid-19: nunca en la historia de la humanidad se habían desarrollado tantas vacunas con porcentajes de eficacia tan altos en tan poco tiempo.

Pero en ese argumento queda fuera un elemento importante: las tecnologías para su desarrollo ya existían. La tecnología recombinante de la vacuna de Oxford/Astra Zeneca ya había sido probada para el virus de ébola; las tecnologías de RNA mensajero surgieron tras epidemias como el SARS-CoV-1 y el MERS hace más de 15 años. “Así que cuando llegó esta pandemia únicamente se cambió la información genética por la del SARS-CoV-2. No se sacaron de la manga estas vacunas, el camino ya estaba puesto”, dice Lemus-Martin.

Además de la tecnología preexistente, desde finales de 2019 se logró secuenciar el genoma del virus en China y luego en otros países. Toda esta información, libre y abierta para todo el mundo, resultó esencial para conocer, por ejemplo, cómo entra el virus a las células, y acelerar el desarrollo de estrategias experimentales para evitarlo.

A pesar de la premura, todas las vacunas que lleguen al mercado habrán pasado forzosamente por las pruebas clínicas obligatorias para evaluar su eficacia y seguridad. Es cierto que la gravedad de la crisis aceleró los tiempos, pero no cambió los criterios de evaluación. “Las fases clínicas que antes requerían 3 años ahora tomaron unos meses debido a que se hicieron fases paralelas, también se quitaron las trabas regulatorias. Todo esto disminuyó el tiempo de aprobación, pero se han seguido los mismos protocolos de manera rigurosa”, afirma Lemus-Martin.

“Me preocupan los efectos secundarios”

Como cualquier otro medicamento, existe la posibilidad de que cierto porcentaje de las personas que se vacunen experimente algunos efectos adversos. BioNTech/Pfizer, por ejemplo, ha reportado que su vacuna puede producir cansancio y agotamiento, dolor de cabeza y fiebre; todos en porcentajes menores al 4% -de las 43,000 personas que están participando en la fase 3- y tratables con paracetamol.

Vacuna de los laboratorios PfizerBioNTech contra la Covid-19 EFE Ben Birchall
Vacuna de los laboratorios Pfizer/BionNTech contra el Covid-19.
EFE / Ben Birchall

Hay casos reportados de voluntarios que han experimentado efectos más severos como reacciones alérgicas; mielitis transversa, un trastorno neurológico que puede propiciar parálisis; o parálisis facial. Todos, sin embargo, han sido casos aislados y tratables.

“Todos los efectos adversos, si los hay, desafortunadamente van a aparecer ahora que empecemos a vacunar a millones de personas. En los ensayos clínicos se aplica la vacuna en personas sanas, en cambio aquí ya son condiciones reales, ya son personas con otras enfermedades, alergias o comorbilidades”, explica Lemus-Martin.

Cada país deberá mantener una vigilancia rigurosa para hacer seguimiento a las personas uno o dos meses después de que se vacunan, y evaluar los efectos a largo plazo, pero por el momento las consecuencias a corto plazo que se han observado con las vacunas para el covid-19 son los esperados y normales para cualquier vacuna.

Para tomar la decisión de vacunarse o no, sería útil comparar el número de muertes por Covid-19 con el número de muertes por efectos de la vacuna, que es 0 hasta ahora. Es cierto que habrá efectos adversos a largo plazo, pero lo importante es saber que los protocolos están hechos para asegurar que esos casos serán comparativamente insignificantes respecto a los decesos por la enfermedad.

“¿Y si me infecto de coronavirus a través de la vacuna?”

Ninguna de las vacunas desarrolladas para el Covid-19 incluye la incorporación del virus SARS-CoV-2 en el cuerpo humano. Se trata, en realidad, de tecnologías que incluyen fragmentos, proteínas o información genética, pero en ningún caso se trata del virus en su versión completa. “Como no es el virus completo no se puede replicar y, en consecuencia, no hay forma de provocar una infección”, comenta Lemus-Martin. El arte de las vacunas, precisamente, es detonar la respuesta del sistema inmunológico sin provocar ninguna infección.

“Me parece menos riesgoso que me dé Covid-19”

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, más del 80% de las personas con Covid-19 solo presenta síntomas leves y se recupera rápidamente sin necesidad de ningún tratamiento. Por lo tanto, muchos pensarían que, si es poco probable que se enfermen gravemente de Covid-19, ¿para qué arriesgarse a usar una vacuna?

Hay varias razones: 1) existe la posibilidad de que formes parte del desafortunado 20%; 2) hay casos confirmados de reinfecciones, eso significa que aun cuando enfermes y superes la infección podrías enfermar de nuevo e incluso con un cuadro más grave; 3) aun cuando te recuperes de la enfermedad, hay reportes sobre secuelas que pueden durar meses o años.

Finalmente, el hecho de que una persona tenga la suerte de no enfermar o no desarrollar síntomas no significa que el familiar con el que tiene contacto será igual de afortunado, por lo tanto, las vacunas implican más que una protección individual. Entre más personas se vacunen, más probabilidad hay de que menos personas enfermen y, finalmente, se detenga esta pandemia.

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