Una bandera blanca en un hogar es símbolo de hambre. En Perú y otros países de América Latina, se convirtió en el grito de auxilio de personas en situación de pobreza desde el inicio de la pandemia de covid-19, cuando ya no tenían comida. Aún hoy, la alimentación de 16 millones de peruanos sigue siendo precaria: no hay dinero para comer, menos aún para hacerlo de forma saludable.
Esta crisis dejará una enorme huella en los más pequeños. El Perú aparece en el cuarto lugar entre los países con tasas más altas de desnutrición infantil en la región, de acuerdo a la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Qali Warma, el programa de alimentación en las escuelas a cargo del Estado, era el único alimento saludable que más de cuatro millones de niños de inicial y primaria consumían a diario, pero se interrumpió su regularidad.
Ante este escenario, en julio de este año, se promulgó la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutricional, que busca que se implementen políticas públicas que garanticen el acceso a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos para las poblaciones en mayor vulnerabilidad. Una importante iniciativa que fue impulsada por organizaciones ciudadanas, pero que aún está pendiente de ser reglamentada por el gobierno para que pueda llevarse a la práctica.
Conversamos con la economista Mariana Escobar, representante de la FAO en Perú.
📌 ¿Cuáles son los principales retos para Perú frente al hambre?
La situación de la crisis sanitaria ha generado una crisis alimentaria a nivel mundial. En Perú, la situación se ha agravado muchísimo. De hecho, antes de la pandemia ya venía aumentando el número de personas en situación de inseguridad alimentaria: pasamos de tener un poco más de 11 millones de personas en esta situación a 15.5 millones entre el 2018 y el 2020. En el tiempo de la pandemia hemos perdido 10 años de lucha contra la pobreza y el hambre. Y, obviamente, resolver el hambre pasa por avanzar en la reducción de la pobreza y cerrar las brechas de desigualdad.
El país tiene unos retos muy fuertes en el corto, mediano y largo plazo. De manera inmediata hay que seguir insistiendo en los programas de protección social. Asegurar, por ejemplo, que el Programa Nacional de Alimentación Escolar siga fluyendo, de manera preferente con el proceso de retorno de millones de niños y niñas a establecimientos educativos; que toda esta estrategia de Hambre Cero se siga profundizando, siga mejorando. Lo que se espera a mediano y largo plazo es que el crecimiento económico y la recuperación gradual de la economía vayan acompañados de mucha inclusión social, en el sentido de generar mucho empleo, que es en términos definitivos lo que va a garantizar a las personas mejorar su situación de seguridad alimentaria.
📌 Claro, el problema de la alimentación requiere una respuesta multisectorial. Ahora mencionaba el regreso de los menores a la escuela, ¿cómo se puede colaborar desde los colegios a lograr una alimentación más adecuada y saludable?
Creo que el acceso a la escuela no solo resuelve el problema de derecho a la educación, sino de manera muy importante también el derecho a la alimentación de millones de niños y niñas en este país. No es un secreto que en Perú hay millones de niños y niñas cuya única ingesta diaria saludable de alimentos depende del Programa de Alimentación Escolar. Si bien, durante la pandemia, el programa Qali Warma ha hecho un esfuerzo monumental por llegar a los menores que no están yendo a estudiar, pues ha sido un proceso muy difícil y seguramente se han generado muchas brechas. El retorno a clases va a ser fundamental para avanzar en la reducción de la inseguridad alimentaria. Creo que va a ser un pilar muy importante, un aporte muy grande desde el sistema educativo.
📌 Además, en un contexto en que muchas familias dejaron de ir a centros de salud por temor a contagiarse de covid-19, es posible que no sepan que los menores en casa están en situación de desnutrición o de obesidad. Desde el colegio se podría también impulsar la identificación de esos casos.
Eso sería muy importante. El gobierno deberá tomar las medidas del caso, sobre todo para entender qué ha pasado con millones de niños y niñas durante la pandemia: el impacto de no volver a clase, no solo en materia de su aprendizaje, sino de sus procesos de socialización y alimentación. Si uno piensa en el entorno alimentario general de estos millones de niños y niñas —más allá de tener acceso o no al Programa de Alimentación Escolar—, la situación de sus hogares es una situación muy compleja. Son hogares que han visto interrumpidos sus ingresos por pérdida de trabajo, lo que ha llevado a que haya un consumo de dietas no saludables, no nutritivas. Dietas altas en grasas saturadas, de alimentos procesados, de bebidas azucaradas, que es básicamente la dieta a la que tienen acceso millones de familias hoy en el país. Es muy importante anotar que en América Latina, y esto también aplica para el Perú, una dieta saludable cuesta casi seis veces más que una dieta calóricamente eficiente, es decir una dieta que te ayuda a sobrellevar el día pero que por su composición es muy mala para tu salud.
"En el tiempo de la pandemia hemos perdido 10 años de lucha contra la pobreza y el hambre"
📌 Por ejemplo, las ollas comunitarias, se sostienen con donaciones y obviamente por necesidad reciben lo que llegue pero no necesariamente van a ser los alimentos más adecuados. Ahí la dieta se reduce a lo que puedan conseguir.
De acuerdo. Realmente creo que estas mujeres son heroínas de la alimentación que, a pesar de las dificultades, han hecho todo por dar alimentos a sus comunidades en esta situación socioeconómica tan precaria en la que se encuentran millones de familias. He escuchado a muchas mujeres en Lima y en otras partes del Perú hablar de las dificultades que están enfrentando las ollas comunitarias que, a veces, tienen que preparar un caldito de nada para repartirlo. Hay que buscar formas de dar mayor sostenibilidad a las ollas, fortalecer las capacidades de las mujeres para ofrecer cada vez dietas mucho más balanceadas y nutritivas. La recuperación económica va a tardar, sobre todo en alcanzar a las familias más vulnerables, y las ollas van a seguir cumpliendo un papel muy importante.
📌 Hay un pedido de las ollas comunes para que se les permita recuperar alimentos de los mercados, alimentos que muchas veces se terminan desechando pese a estar en buen estado. Pero esto todavía es algo que no se logra y parece que aún estamos lejos de que se instale una política de recuperación de alimentos. ¿Cómo funciona esto en otros países?
Creo que hay muchos problemas todavía, sobre todo en América Latina, para hacer circular de manera debida y eficiente alimentos que no se compran en el día. El volumen de pérdidas y desperdicio de alimentos es realmente algo muy dramático. El último estudio que se hizo en esa dirección calcula que al año en el Perú se desperdician casi 12.8 millones de toneladas de alimentos; de los cuales 5.6 millones de toneladas corresponden a frutas y vegetales. Y esto es básicamente la mitad del suministro total de este país. Estos alimentos se desperdician a lo largo de la cadena que inicia desde la producción hasta que culmina con el consumidor. Se pierden alimentos en el proceso de transporte porque las cadenas alimentarias también son muy largas, las distancias son largas. Entonces, ahí hay un problema que es dramático y creo que hay que avanzar de manera sustantiva en fortalecer lo que llaman la economía circular. Desde el Ministerio de Agricultura se está haciendo un esfuerzo importante pero creo que todavía hay mucha tela por cortar ahí.
Nota de redacción: El estudio mencionado por la entrevistada es Quantification of Food Losses and Waste in Peru: A Mass Flow Analysis along the Food Supply Chain, que se publicó en marzo de este año en la revista académica Sustainability.
📌 Respecto a la cadena alimentaria, al inicio de la pandemia, muchos agricultores reclamaron que, debido a la paralización, ya no podían llevar a cabo el transporte de sus productos y al no encontrar cómo venderlos, en muchos casos los regalaban, antes de verlos malograrse y perderse. Ahora, ese es otro punto: ¿cómo potenciar el rol de la agricultura familiar frente a la inseguridad alimentaria?
Sí, los agricultores familiares son centrales en el funcionamiento de una sociedad y un país. El 70% de los productos que nosotros consumimos a diario en el Perú provienen de la agricultura familiar. Más del 80% de los agricultores familiares son productores de subsistencia, es decir, que producen y comercializan en condiciones muy precarias. Además son comunidades que han estado estructuralmente excluidas de todas las dimensiones de desarrollo. Por tanto, no han tenido acceso a crédito y participan en condiciones ultra desfavorables en los mercados, tienen que vender sus productos a precios irrisorios y los productos se encarecen a medida que van acercándose al consumidor porque hay muchos intermediarios. Por otro lado tenemos un consumidor que no tiene acceso a alimentación saludable porque no tiene los recursos económicos. Quizás hay que resolver temas que están al medio y que tienen que ver con la comercialización, el transporte de los productos. En Perú los circuitos de mercado de alimentos son muy largos, es decir los alimentos recorren distancias generalmente muy largas para llegar a los puntos de mercado.
📌 Hace unos meses se aprobó también la ley de compras estatales de alimentos de origen en la agricultura familiar, que considera además a los productos de la pesca artesanal. ¿Qué se debería tener en cuenta para que esta iniciativa tenga éxito?
Hay retos importantes para garantizar que los pequeños agricultores puedan ser vendedores importantes de las compras estatales. Por ejemplo, para un programa como Qali Warma, el Programa Nacional de Alimentación Escolar. Un programa de alimentación escolar tiene que comprar toneladas de alimentos cada mes, cada semana. Se necesita mucha asistencia técnica por un lado, y por el otro, una reglamentación muy precisa. Hay que trabajar de manera simultánea en los dos frentes porque de nada nos sirve abrir el espacio para que haya un porcentaje de producción de la agricultura familiar en las compras estatales si el agricultor familiar no está en capacidad de responder a la demanda. El reto es incluir a ese 80% que es de subsistencia y que está fuera de esos mercados.
"Una dieta saludable cuesta casi seis veces más que una dieta calóricamente eficiente, es decir una dieta que te ayuda a sobrellevar el día pero que por su composición es muy mala para tu salud"
📌 Hace unos meses se aprobó también la ley de compras estatales de alimentos de origen en la agricultura familiar, que considera además a los productos de la pesca artesanal. ¿Qué se debería tener en cuenta para que esta iniciativa tenga éxito?
Hay retos importantes para garantizar que los pequeños agricultores puedan ser vendedores importantes de las compras estatales. Por ejemplo, para un programa como Qali Warma, el Programa Nacional de Alimentación Escolar. Un programa de alimentación escolar tiene que comprar toneladas de alimentos cada mes, cada semana. Se necesita mucha asistencia técnica por un lado, y por el otro, una reglamentación muy precisa. Hay que trabajar de manera simultánea en los dos frentes porque de nada nos sirve abrir el espacio para que haya un porcentaje de producción de la agricultura familiar en las compras estatales si el agricultor familiar no está en capacidad de responder a la demanda. El reto es incluir a ese 80% que es de subsistencia y que está fuera de esos mercados.
📌 Sería un trabajo progresivo por ambos lados. En la situación actual tenemos una parte importante de población vulnerable con desnutrición. ¿Qué problemas conlleva esto a futuro? ¿Qué puede esperar a largo plazo un país con una población mal alimentada?
El impacto es gravísimo, no solamente en términos de salud pública. Todas las consecuencias crónicas de la anemia, del sobrepeso, de la obesidad, tienen consecuencias en la construcción de capital humano para el país. Hay mucha evidencia científica de lo que ocurre con niños en diferentes etapas de su vida si no tienen acceso a una alimentación saludable y nutritiva. Básicamente, de entrada, se sigue profundizando la brecha de desigualdad. Porque las deficiencias de talla y peso tienen implicancias también en procesos cognitivos, y eso ya le genera una desventaja estructural a un niño o a una niña para su futuro laboral, su futuro educativo y demás.
📌 En medio de la emergencia sanitaria, ha habido diversas campañas para comunicar las medidas de prevención contra la covid-19. Debió promoverse la alimentación saludable como un medio para prevenir enfermedades crónicas que podrían hacer más grave la situación de alguien con el virus...
Sí, pienso que es un tema en el que hay que seguir insistiendo. Obviamente la urgencia de comunicar medidas de seguridad básicas para transitar por la pandemia le han robado protagonismo a otro tipo de campañas que son fundamentales. Pero recordarle a la gente que tiene que comer bien cuando no tiene recursos para comer bien, no tiene impacto. Es un trabajo mucho más complejo porque hay que juntar muchas estrategias para permitir el acceso a alimentos e insistir en que hay que comer de manera saludable y nutritiva. De lo contrario, la gente no come o come lo que puede por su restricción económica.
"Al año en el Perú se desperdician casi 12.8 millones de toneladas de alimentos; de los cuales 5.6 millones de toneladas corresponden a frutas y vegetales"
📌 De acuerdo, se tendría que pensar en públicos distintos también. No se le puede decir a alguien que coma bien cuando no tiene que comer. Pero hay otro sector de la población que, teniendo recursos económicos, no ha llevado una buena alimentación en la pandemia.
Sí, en los sectores sociales que tienen la capacidad de consumir dietas saludables, en muchos casos no lo hacen porque está la inmediatez de la satisfacción que produce la comida chatarra, porque está el cansancio de cocinar. Hay mucho consumo de comida procesada, compra en supermercados de productos ultraprocesados y sobre todo la gente joven comiendo mucha de esta comida. Esto va a acarrear muchos problemas. En los estratos más altos, por supuesto que la gente no está pasando hambre pero habría que ver si sus dietas realmente son las más saludables. Ahí está la importancia de campañas educativas, para ser un consumidor informado que pueda tomar mejores decisiones sobre lo que va a consumir.
📌 ¿Cuál es su apreciación sobre el avance de la aplicación de la Ley de Alimentación Saludable en Perú? Teniendo en cuenta que ha habido mucha resistencia desde la industria alimentaria para cumplir con los parámetros.
Creo que es un problema mundial, no solamente de Perú o América Latina. Los países más ricos del mundo también tienen unas tasas altísimas de sobrepeso y obesidad. En el tema de esta ley hay todavía que avanzar en formas de que las personas con pocos recursos económicos puedan acceder a una alimentación saludable. Esa es la primera tarea: insistir en la construcción de un nuevo perfil de consumidor bien informado. Ahí hay que comunicar mucho mejor y usar todos los canales posibles. Un consumidor desinformado va a privilegiar estos alimentos que son más baratos, ultraprocesados, que pueden ser aparentemente más atractivos por los colores, sabores artificiales y promesas que tienen estos alimentos. Los etiquetados por sí solos no resuelven el problema, pero son un instrumento poderoso cuando van de la mano con acceso (a alimentos nutritivos) y educación al consumidor. Para que una estrategia nacional de alimentación saludable pueda salir adelante, tiene que tener esas tres aristas resueltas.
📌 Ahora frente a la inseguridad alimentaria , la preocupación ambiental parece que sigue quedando postergada o que ocupa un rol secundario.
Un país, una sociedad, es lo que come o lo que no puede comer. Y lo que uno come trae implícito otra cadena de problemas si la producción no es amigable con el medio ambiente, si no respeta la integridad de los recursos naturales, como el tema del agua, que es crítico. Creo que los sistemas alimentarios desafortunadamente están contribuyendo de una forma escandalosa a la degradación ambiental, a la deforestación y al cambio climático por la emisión de gases de efecto invernadero desde la producción hasta la mesa, por las pérdidas y desperdicios, por las formas como transportamos alimentos, etc. Entonces, resolver el problema del hambre y la malnutrición pasa necesariamente por transformar los sistemas agroalimentarios. Por supuesto, esto requiere mayor liderazgo de los gobiernos pero también participación activa del sector privado, la academia, la sociedad civil y los medios de comunicación.