EMBARAZO ADOLESCENTE PORTADA
Ilustración: Rosa Alfaro Oré
Género

Martina y las más de 1200 niñas madres que pierden cada año sus proyectos de vida

El incremento de madres de 10 a 14 años en cinco regiones de la Amazonía y una de los Andes, donde las tasas de maternidad adolescente duplican o triplican el promedio nacional en este grupo de edad desde 2019, muestra retrocesos del Perú en la prevención de este problema. El Estado destinó este año más de 12 millones de soles para esta meta, pero el presupuesto sigue siendo insuficiente y faltan intervenciones multisectoriales.

Cuando se enciende la pantalla de Zoom, el rostro de una adolescente de mejillas redondas y mirada dormida aparece ante nosotros. Tiene 16 años, pero apenas empieza a hablar pareciera que estuviéramos ante una mujer adulta que ha vivido mucho.

— Yo no quería ser mamá, pero tuve que aprender a serlo.

Martina* supo que estaba embarazada producto de un abuso sexual cuando tenía 12 años. Por miedo a la reacción de sus padres, escondió su barriga hasta el séptimo mes y casi no tuvo controles prenatales. En octubre de 2020, el desolador primer año de la pandemia de COVID-19, fue sometida a una cesárea en el Hospital Regional de Ayacucho. Sin tiempo para asimilar todo lo que le sucedía, Martina tuvo que trabajar para mantener a su bebé y ayudar en la casa donde aún vive con sus padres y sus cinco hermanos. Fue mesera en una pollería por diez soles al día, pero un mes no le pagaron y tuvo que salir a la calle a vender golosinas.

— Ya teníamos varias bocas por alimentar en mi casa. No quería ser una carga.

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Ilustración: Rosa Alfaro Oré

Martina no quería repetir la historia de su mamá, quien tuvo a sus hijos en la adolescencia y dejó de estudiar. Sin embargo, la vergüenza y las pesadas tareas de criar y trabajar hicieron que se alejara del colegio por un tiempo. Se deprimió y varias veces dijo que "todo había terminado". Su horizonte empezó a cambiar cuando conoció a las psicólogas y asistentes sociales de DIA, una organización civil que acompaña a madres adolescentes para mejorar el vínculo con sus hijos y prevenir segundos embarazos. Con su ayuda, retomó la secundaria y recuperó la motivación en su vida.

— Yo quiero prepararme para ir a la universidad, ser abogada algún día.

El embarazo adolescente es uno de los rostros más visibles de la desigualdad de un país. Desigualdad que se manifiesta en las limitaciones de las mujeres más pobres para acceder a la educación sexual integral, en su vulnerabilidad a la violencia de género, al abuso sexual y la falta de autonomía para decidir sobre sus cuerpos. Su impacto se extiende desde el abandono escolar, menor oportunidad de un empleo mejor remunerado y hasta en la economía y desarrollo de un país. "Es una fábrica de pobreza", dice el sociólogo Federico Tobar, asesor regional del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

En Perú, cada año alrededor de 50 mil adolescentes de 10 a 19 años se convierten en madres. De ellas, 1250 son niñas-madres, es decir, tienen entre 10 y 14 años de edad, según datos del sistema de registro de nacidos vivos del Ministerio de Salud para el período 2014 - 2023.

Precisamente, en el grupo de menores edades, se registra un incremento de embarazos preocupante y con una tendencia concentrada en cinco regiones de la Amazonía y una de los Andes. Desde 2019, los datos oficiales muestran que Ucayali, Loreto, San Martín, Madre de Dios, Amazonas y Pasco duplican o triplican el promedio nacional de embarazos de niñas de 10 a 14 años.

Esta realidad pone en peligro los logros alcanzados por el Estado peruano en las metas de prevención del embarazo adolescente en una década. Un desafío que también enfrentan varios países de América Latina y El Caribe, la segunda región del mundo con la tasa más alta de fecundidad en adolescentes, según la Organización Mundial de la Salud (OPS).

— Una tasa de maternidad cada vez más temprana no puede entenderse sin reconocer que un gran número de niñas están siendo violadas para luego ser forzadas a llevar embarazos y partos, sin que se les ofrezca la opción de decidir sobre su presente y futuro— , dice Elisa Juárez, coordinadora de monitoreo e investigación de Promsex, una organización civil que defiende casos de violaciones de derechos sexuales y reproductivos de mujeres y población en situación de alta vulnerabilidad.

El problema de la maternidad adolescente en nuestro país es 10 veces mayor entre quienes viven en mayores condiciones de exclusión económica: 1 de cada 5 adolescentes ya es madre entre las más pobres, mientras que 1 de 50 entre las de mayores recursos económicos.

La preocupación crece porque las mamás adolescentes tienen más riesgo de volver a quedar embarazadas durante esta etapa como resultado de la marginación que impide que accedan a la salud, la educación y la protección, además de condiciones de violencia que las hacen más vulnerables. Según el reporte Perú: Nacidos vivos de madres adolescentes 2019-2022 del INEI, de 48.794 recién nacidos de madres entre 15 a 19 años de edad, 86,1% representó su primer parto, 11% el segundo, 0,7% el tercero y 0,2% el cuarto.

— No estamos viendo la dimensión completa de todos los costos del embarazo adolescente para las mujeres y para el país en términos de desarrollo, el costo de los proyectos de vida afectados. Las políticas públicas tienen que cambiar para responder a un problema que no es solo de salud pública, sino de vulneración de derechos humanos—, apunta Juárez, quien ha sistematizado la evidencia de los efectos del embarazo adolescente en el país.

En 2021, el UNFPA y Plan Internacional calcularon que sólo tomando en cuenta los gastos por atención médica y la reducción de ingresos individuales y tributarios para el país, la maternidad adolescente representaba un costo anual de 66.7 millones de dólares. Si no hacemos nada para detenerla, el Perú habrá asumido un costo de 3,135 millones de dólares para el 2030.

Más partos de riesgo por cesárea

Lo que Rosario* recuerda de su parto son los comentarios hostiles de las doctoras y las enfermeras:

— Si te embarazaste, ya eres grande. Tienes que soportar el dolor.

Era septiembre de 2022 y había ingresado al Hospital Regional de Ayacucho con contracciones cada vez más seguidas después de intentos frustrados de atención en un centro de salud. Tenía 13 años. Su bebé se había colocado en posición horizontal y estaba perdiendo líquido amniótico, pero su turno de atención tardó tanto que se desmayó. La sometieron a una cirugía de cesárea y cuando despertó estaba postrada en una cama, muy adolorida.

— ¿Para eso has tenido a tu bebé? Levántate, cuida a tu hijo, está llorando.

Rosario vivió sola su embarazo y parto. El papá de su hijo era otro adolescente y la abandonó. Su mamá le dijo que la ayudaría, pero no estuvo a su lado porque debía atender a sus hermanos menores. Sin recursos y sin saber cómo criar a su bebé, se deprimió, pasó hambre y pensó en el suicidio. Una luz llegó a su vida cuando conoció el programa de DIA, donde le dieron terapia psicológica y asistencia social para sostenerse. Ahora, Rosario trabaja como cocinera de medio tiempo y estudia la secundaria en un centro de educación básica alternativa por las noches. Quiere ser administradora.

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Ilustración: Rosa Alfaro Oré

Las adolescentes sufren más complicaciones durante el embarazo y el parto. En ellas son mayores los riesgos de preeclampsia y eclampsia (trastornos de la presión arterial alta inducidos por el embarazo), de hemorragias y endometritis puerperal (infección uterina) que en las mujeres de 20 a 24 años, señala la OMS. Sus bebés están más propensos al riesgo de tener bajo peso al nacer, de ser prematuros o de sufrir una afección neonatal grave.

Estas complicaciones pueden tener relación con el aumento de partos por cesáreas entre las madres adolescentes de 10 a 14 años en la última década en Perú. Del total de partos en este grupo etáreo, el 43% fue por cesárea en 2014 y llegó al 48% en 2024, según datos del sistema de registro de nacidos vivos del Ministerio de Salud. La tendencia es creciente y sostenida desde 2020.

— Un útero adolescente puede medir unos cinco centímetros. Un embarazo en esta etapa significa que tiene que crecer mucho más y que costará más trabajo que vuelva a su tamaño. La pelvis es también más estrecha que en una mujer mayor de 25 años, lo que hace más difícil que crezca y se acomode el bebé. Puede terminar en una cesárea y la cesárea presenta más complicaciones—, explica Edy Vera, jefe del Servicio de Madre Adolescente del Hospital San Bartolomé.

Secuelas emocionales que ignoramos

Aunque se habla muy poco del impacto del embarazo en la salud mental de las adolescentes, hay cada vez más evidencia.

La psiquiatra e investigadora Martha Rondón llegó a trabajar al Instituto Nacional Materno Perinatal hace casi una década y ha atendido a miles de adolescentes con trastornos mentales y traumas por embarazos no deseados. Lo que ella experimenta en su práctica clínica cada día se refleja en los estudios epidemiológicos: los embarazos no deseados están entre las principales causas de depresión después del parto entre las adolescentes, lo que pone en riesgo también la supervivencia del recién nacido porque la madre no está en condiciones de brindarle los cuidados que necesita.

—No le dará de lactar bien, no le pondrá todas las vacunas, no lo llevará a sus controles. Eso da lugar a que los hijos de las mujeres con depresión puerperal se enfermen más que los de las mujeres que no están enfermas —, explica.

La doctora Rondón señala que hay cambios claros en el sistema nervioso central de las mujeres que siguen embarazos a pesar de no haberlos deseado. Ella participó en un estudio observacional y analítico de un grupo de 5000 mujeres seguidas desde el 2012 y a quienes se les midió el factor neurotrófico derivado del cerebro, una sustancia que nos protege de la depresión y la demencia. Los resultados mostraron que en los casos de mujeres con embarazos no deseados, esta sustancia tenía menores niveles que en las mujeres que sí los habían planificado.

—Cuando obligas a una adolescente a continuar el embarazo, muchas veces consecuencia de una violación, la condenas a la enfermedad mental y a la pobreza—añade Rondón.

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Ilustración: Rosa Alfaro Oré

Estas secuelas en la salud mental las conoce de cerca Jhovana Flores, psicóloga de la Asociación Kallpa, quien trabaja con madres adolescentes que buscan reintegrarse a la escuela en la región Ayacucho.

—La mayoría tiene problemas de autoestima, ideación suicida, trastornos depresivos y otras conductas de riesgo. Necesitan acompañamiento profesional para regular sus emociones y un soporte social que varias no encuentran en sus familias—, explica.

Sin ese apoyo, muchas chicas truncan sus vidas. Según los reportes del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades del Ministerio de Salud, el suicidio está entre la principal causa de muerte indirecta (o motivos ajenos a complicaciones obstétricas) entre las embarazadas y madres menores de 19 años.

Más muertes entre las más chicas

A nivel general, el Perú ha frenado las muertes maternas por año disparadas durante la pandemia, pero la tendencia es distinta en el grupo de edad de menores de 19 años desde los últimos cinco años. En 2019, las muertes de madres adolescentes representaban el 10,9% del total, mientras que en 2023 alcanzaron el 13,6%, según datos del Ministerio de Salud.

Esto puede estar relacionado con las limitaciones para acceder al aborto terapéutico pese a ser embarazos de alto riesgo y a problemas para los controles prenatales oportunos. Sobre todo, en las zonas rurales del país donde la mayoría de los establecimientos de salud no tiene suficiente personal médico y condiciones de infraestructura mínimas para manejar emergencias obstétricas más complejas.

De acuerdo con la OMS, una embarazada necesita al menos ocho atenciones de salud para controlar y detectar a tiempo alguna complicación que pueda poner en riesgo su vida y la de su bebé, pero un tercio de mujeres adolescentes solo llega a los cuatro controles en el país.

—Tenemos un sistema de salud con atención especializada, pero no es accesible para todas. Entre los factores que están influyendo en la mortalidad materna están también las condiciones de vida de una niña embarazada, que son mucho más precarias que las de una mujer adulta embarazada—, dice Elisa Juárez.

La deuda pendiente del Estado

Patricia Bravo, integrante del equipo técnico de la Dirección de Salud Sexual y Reproductiva del Ministerio de Salud, señala que el plan multisectorial para prevenir el embarazo adolescente vigente entre 2013 y 2021 logró reducir la tasa de 20% a 10.5% en el país. Sin embargo, reconoce que todo dio un vuelco con la pandemia y ahora varias metas están en peligro.

El plan incluía mejorar la educación sexual integral y ampliar la oferta de acceso a métodos anticonceptivos, pero varias de estas políticas no se han fortalecido y están siendo limitadas por normas que han aprobado grupos políticos conservadores que dominan el Congreso de la República.

A pesar de este escenario adverso, Bravo explica que el Ministerio de Salud y otros sectores involucrados están trabajando para que el nuevo plan multisectorial 2024-2027 no se enfoque solo en la salud reproductiva de los adolescentes, sino en proteger su salud integral para que logren alcanzar mejores oportunidades en la vida.

En 2024, el Estado destinó más de 12 millones de soles para la estrategia de prevención del embarazo adolescente, el triple de lo que asignó en los últimos cinco años, pero el 70% se va en pagos al personal de salud responsable de consejería y educación sexual, evaluación clínica, exámenes de laboratorio y entrega de métodos anticonceptivos.

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Ilustración: Rosa Alfaro Oré

Según Hugo González, representante del UNFPA en Perú, el presupuesto invertido per cápita sigue siendo insuficiente. En promedio, las regiones invierten 9.5 soles por cada adolescente cuando deberían disponer entre 55 y 98 soles. Hay regiones como Ucayali y Loreto donde la inversión se limita a 5 soles pese a que presentan las tasas más altas de embarazo adolescente del país.

El problema pasa también por las demoras en la ejecución de recursos que administran los gobiernos regionales. Moquegua, Tumbes, Áncash y Ayacucho son las regiones con menor ejecución de recursos en la partida de prevención de embarazo adolescente en lo que va del 2024.

Pero ¿cómo debería mejorar la inversión?

—Está demostrado que funciona la combinación de varias intervenciones: mayor acceso a métodos anticonceptivos en servicios de salud, educación sexual integral en escuelas e identificación de situaciones de abuso sexual. El Estado tiene que enviar señales claras en la persecución de este delito y en la restitución de los derechos de las niñas y adolescentes abusadas—, afirma González. Si se cumplieran estas metas, romperíamos un círculo de pobreza y desigualdades en las que miles de peruanas quedan atrapadas cada año.

Antes de que cierre su ventana y acabe nuestra conversación, Martina se queda unos segundos en silencio, respira profundo y volvemos a escucharla.

—Quiero salir adelante con mi bebé, demostrarme que puedo.

*Usamos seudónimos para proteger la identidad las adolescentes entrevistadas.

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