Género

De los baños a las apps: el mundo está pensado a la medida de los varones

Industrias diversas, gobiernos o círculos intelectuales piensan en masculino a la hora de imaginar un ser humano promedio. Sobran ejemplos: desde el diseño de los celulares hasta el desarrollo de los dispositivos de seguridad de los automóviles. Y este sesgo tiene un costo humano y económico (que pagan las mujeres).

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Ilustración: Margarita Cubino.

1: “La Humanidad es macho”

¿Sabías que la mayoría de los programas de reconocimiento facial están diseñados para “ver” rostros masculinos? ¿Y que muchos teléfonos celulares están pensados de acuerdo a lo que mide la mano y hasta el bolsillo de un varón? ¿O que las oficinas generalmente fijan sus temperaturas según una fórmula desarrollada en la década de 1960 por la Sociedad Americana de Ingenieros de Calefacción, Refrigeración y Aire Acondicionado y basada en la temperatura del aire, la ropa que se utiliza y la velocidad a la que los cuerpos producen calor? Eso sí, cuerpos de varones.

“La Humanidad es macho, y el hombre define a la mujer no en sí misma, sino con relación a él; no la considera como un ser autónomo”, escribió Simone de Beauvoir, una de las voces más fuertes del feminismo en el siglo XX, en su libro El segundo sexo (de 1949). 

Las cosas están cambiando, quizás, pero lentamente: hay muchísimos ejemplos que ilustran cómo aún hoy vivimos en un mundo para varones hecho por varones que se olvidan muy seguido de las mujeres. Es como si casi todo hubiera sido creado viendo a un varón promedio como un ser humano promedio.

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Ilustración: Margarita Cubino.

2: La Guerrera de Birka

Caroline Criado Pérez, una periodista y activista feminista de Gran Bretaña, presenta en su libro La mujer invisible (del que podés escuchar un resumen acá) la cita de Simone de Beauvoir que aparece aquí, más arriba, y una enorme cantidad de casos de sesgo para sostener su hipótesis, que es también la de aquella famosa filósofa francesa. 

Criado Pérez menciona por ejemplo la historia del Guerrero de Birka, que vivió hace más de 1.000 años en el sureste de lo que hoy es Suecia. Era, según National Geographic, un supuesto guerrero vikingo con una tumba llena de espadas, puntas de flecha y dos caballos sacrificados. Sin embargo, en 2017 unos análisis del ADN de los huesos revelaron que el Guerrero, descubierto en la década de 1880, era en realidad una Guerrera. “Siempre hemos establecido nuestra propia idea de cómo eran los roles de género”, dijo sin más remedio uno de los arqueólogos suecos.

“Tomar el modelo masculino como referencia universal, como neutral, produce una distorsión de base”, escribe Criado Pérez. “Significa que cuando se diseñan cosas que sirven para todo el mundo, se diseñan para ellos. Eso tiene un coste humano y económico”.

Por ejemplo, de acuerdo al Washington Post, en pruebas de seguridad hechas en Estados Unidos sobre un automóvil se reemplazó un maniquí masculino de tamaño promedio con un maniquí femenino más pequeño. Cuando el auto 2011 se estrelló contra una barrera, el muñeco femenino en el asiento del pasajero delantero registró un riesgo mayor de muerte o lesiones graves: fue de entre el 20 y el 40%, cuando en estudios anteriores, con muñecos masculinos, el promedio para esa clase de vehículo era del 15%. En general, dicen los expertos, cuanto más pequeña es la persona, menos fuerzas de choque puede tolerar su cuerpo.

Y un estudio de 2011 realizado por el Centro de Biomecánica Aplicada de la Universidad de Virginia mostró que las mujeres que conducían con cinturón de seguridad en choques reales tenían un 47% más de probabilidades de sufrir lesiones graves que los conductores hombres con cinturón en choques comparables. Para las lesiones moderadas, esa diferencia se elevó al 71%. ¿Por qué? Porque la seguridad se diseñó pensando en varones y los cinturones se ajustan mejor.

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Uno de los comentarios que lectores nos hicieron cuando preguntamos en redes sociales sobre ejemplos de un mundo pensado para el varón promedio.

“Es un mundo de hombres. Punto”, dijo una vez Ana Botín, la presidenta del grupo Santander (y la única mujer al mando de alguno de los 40 grandes bancos del mundo). En una entrevista recordó cuando, en una reunión de ejecutivos, alguien preguntó quiénes habían sido alguna vez acusados de ser agresivos en algún momento. “Todas las mujeres levantamos la mano y ningún hombre. Es que si yo no hablaba fuerte, no podía hablar. Nadie me escuchaba”.

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Ilustración: Margarita Cubino.

3: Un nuevo urbanismo

En La mujer invisible, Criado Pérez cuenta que el ayuntamiento de la localidad sueca de Karskoga cambió en 2011 el plan de barrido de nieve. Pasó de dar prioridad a las avenidas a dársela a las veredas y las rutas de transporte público. Estas dos son más utilizadas por las mujeres, que hacen trayectos más complicados: llevan a los chicos al colegio, van a trabajar, pasan por el supermercado. Antes, los peatones sufrían tres veces más caídas, y más de dos tercios de las accidentadas eran mujeres. El costo estimado de esos accidentes en un invierno era de cuatro millones de dólares, pero los ingenieros evaluaron que es más fácil conducir un auto con nieve que empujar el cochecito de un bebé inquieto, y así redujeron golpes y gastos.

¿Y en Buenos Aires podría pasar algo así? “Hay estudios que indican que las mujeres presentan más dependencia del transporte público y de la caminata, y que realizan varios viajes durante el día y en diferentes direcciones (esto se llama ‘recorrido poligonal’)”, dicen las voceras de Ciudad del Deseo.

“Por eso, pensar en la infraestructura para peatones o en el diseño del transporte público puede ser un ejemplo de ciertas cuestiones. ¿Cuán amigable es un colectivo para viajar con niñes o con mayores? ¿Es fácil subir? ¿Es seguro permanecer en este transporte? Pero en primer lugar es importante estar atentos a no cristalizar roles”. Ciudad del Deseo es una organización de urbanismo feminista integrada por arquitectas y otras profesionales que reflexionan sobre la ciudad, el territorio y el cuerpo desde una perspectiva de género.

Siguen: “La ciudad es el soporte material de relaciones sociales atravesadas por una forma de organizarnos que es predominantemente capitalista y patriarcal. Esto nos permite hacer foco no sólo en pensar que la ciudad está hecha para varones sino por varones. Cualquier agencia y esfera productiva/reproductiva realizada por otras identidades (mujeres y diversidades, especialmente las que forman parte de las clases populares) se encuentra invisibilizada y coartada. Cuando hablamos de quiénes diseñan las ciudades, pensamos en qué voces están representadas y cuáles ausentes en la construcción de la ciudad. La mayoría de los espacios de poder (en Buenos Aires, pero en muchos otros lugares también) todavía están hegemonizados por varones heterocis blancos de clases medias altas sin discapacidades”.

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Ilustración: Margarita Cubino.

4: Algoritmos con sesgo de género

Más ejemplos: la aplicación de salud de Apple fue lanzada con opciones de seguimiento de ingesta de cobre antes de agregar el seguimiento de la menstruación recién en 2015 (¿se olvidaron porque no tenían mujeres en su equipo de diseño?). Las oficinas y otros espacios públicos le dan, por lo general, la misma cantidad de espacio a los baños de varones y a los de mujeres, a pesar de que las mujeres pueden tardar hasta 2,3 veces más en usarlos. 

En los libros de texto de historia para estudiantes de Estados Unidos, de 1960 a 1990, sólo el 9% de los nombres eran de mujeres; y en los de ciencias políticas, el 10,8% de las páginas mencionaban mujeres. Y todavía en 2020 surgen dispositivos que miran primero a los cuerpos masculinos: los termómetros del COVID-19 no tienen en cuenta a las mujeres en la menopausia, cuya temperatura corporal puede aumentar por momentos entre uno y dos grados.

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Un estudio de la Universidad de Washington demostró que en un conjunto de softwares, incluso en Facebook y Microsoft, “la actividad de cocinar tiene un 33% más de probabilidades de involucrar a mujeres que a hombres, y un modelo [de software] entrenado amplía aún más la disparidad al 68%”. Y otro estudio, de la Universidad de Boston y de Microsoft, encontró que un programa de software de texto —de Google News— tenía más probabilidades de vincular a las mujeres con actividades domésticas: cuando se le pidió que completara la declaración “El hombre es para el programador de computadoras como la mujer es para X”, el programa respondió... “ama de casa”. 

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Ilustración: Margarita Cubino.

5: Más allá del ‘modulor’

“En muchas industrias hay androcentrismo”, dice Carolina Villanueva, cofundadora y directora de la consultora Grow—Género y Trabajo, Magíster en Políticas Sociales y Género por The London School of Economics y ex UNESCO y Women 20 (G20). “Es un concepto que describe un mundo hecho para hombres donde casi todos los procesos productivos los tienen como medida. Muchos procesos industriales están pensados para el cuerpo de los varones, pero a través de la introducción de tecnología hay procesos cada vez más mecánicos y por eso cada vez es menos necesario pensar procesos para cuerpos determinados”. 

“Todavía, también, los modelos de liderazgo están pensados a través de las categorías y características que se asumen para varones”, sigue Villanueva, “y hasta los horarios de oficina están pensados a la medida del hombre. Pero cada vez hay más conciencia en relación a las diversidades. Esto se cambia con sensibilización y capacitación. Y además, ¿en qué hombre se está pensando? El hombre como modelo promedio no es real”. 

En ese sentido, ¿quién diría que el modulor, un hombre alemán de 1,83 metros pensado por Le Corbusier como ideal de la persona para la cual se diseña (según nos contó la arquitecta Belén Mirallas en un comentario de Facebook), es un varón o incluso un ser humano promedio?

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Esta nota fue originalmente publicada en el medio RED/ACCIÓN, de la Argentina, y es republicada como parte de la Red De Periodismo Humano.

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