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Derrame de Repsol: Los daños que deja el petróleo en el fondo del mar

Desde que 11 900 barriles de petróleo de la empresa Repsol cayeron en el mar peruano hace más de veinte días, el impacto de la contaminación en los animales ha despertado la indignación de la ciudadanía. Sin embargo, poco se sabe del daño que el hidrocarburo ha generado en los microorganismos que viven en el fondo del mar y que son la base del ecosistema marino.

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Especialistas apuntan a la necesidad de investigar cómo ha afectado el derrame de petróleo de Repsol en la flora y fauna que se encuentra en el fondo del mar.
Foto: Shutterstock

Aves, mamíferos y crustáceos manchados de negro. Muchos de ellos muertos, otros con poca esperanza de salvarse. Esas imágenes, producto del derrame de 11 900 barriles de petróleo de Repsol en el mar de Ventanilla el pasado 15 de enero, son la muestra más visible de un desastre ambiental activo sobre el que aún no se conoce el impacto a mediano y largo plazo.

La preocupación por la fauna marina es tanta que decenas de voluntarios se han sumado a labores de rescate que le corresponden a Repsol, operador de la Refinería La Pampilla, y a organismos del Estado como el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) y el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp). Sin embargo, estas acciones —urgentes y necesarias— se mantienen en la superficie, mientras que la contaminación causada por el petróleo llega hasta el fondo del mar.

“Eventualmente, con el fitoplancton y otros organismos, [el petróleo] se va a ir sedimentando. Al pasar esto, animales como el lenguado, algunos tipos de bagres, las estrellas de mar, mariscos, el jurel, la caballa, la anchoveta —todos los peces que consumen de la columna de agua— van a ser afectados”, explica Daniel Cáceres, biólogo marino y representante de Sustainable Ocean Alliance (SOA) en Latinoamérica. Este proceso, conocido como bioacumulación, implica que las criaturas más pequeñas consumen los residuos del crudo y las criaturas que se alimentan de ellas finalmente llevan esas toxinas hasta los depredadores superiores. Es decir, hasta nuestra mesa.

Según apunta Cáceres, los compuestos tóxicos del petróleo se van a acumular en el cuerpo de estos peces, acortando su vida y su crecimiento. Pero esa no es la única forma en la que el hidrocarburo afecta a la fauna marina, pues también limita su acceso al oxígeno. “Cuando hay una capa oleosa en la superficie, disminuye la cantidad de oxígeno en el mar. Entonces los animales que necesitan mayor cantidad de oxígeno empiezan a bajar su metabolismo. Nadan más lento, se hacen más vulnerables a los depredadores; gastan más energía moviendo las agallas para captar más oxígeno del medio y ya no dirigen su energía en crecer, solamente en sobrevivir”, dice el biólogo.

Peor aún, la presencia del hidrocarburo también afecta a las algas, productoras de oxígeno en el océano. Como señala Daniel Cáceres, incluso en lugares donde no se ve la mancha de petróleo, la alteración en la composición química del agua genera blanqueamiento y posterior muerte de las algas. Estos organismos no solo convierten dióxido de carbono en oxígeno al fondo del mar, también sirven de alimento a algunas especies marinas y de hogar para otras, que ponen sus huevos ahí o las usan para protegerse. “Sin estos bioconstructores [las algas], se afecta completamente el ecosistema. Es un impacto bastante largo en la cadena trófica”, explica.

La cadena trófica, o cadena alimenticia, es el proceso por el cual una serie de organismos transfieren energía: un organismo se alimenta del precedente y es alimento del siguiente. En esta dinámica, lo que sucede con un eslabón de la cadena tiene consecuencias para los demás.

La vida “invisible” al fondo del mar

“Casi el 98% de toda la biomasa marina son microorganismos. Ellos cumplen con la función de degradación y también son la base de la cadena trófica”, dice la bióloga Camila Castillo, quien pertenece al Laboratorio de Genómica Microbiana de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH).

Lamentablemente, la falta de información sobre el ecosistema microbiano en el mar peruano hace difícil evaluar el impacto del derrame de petróleo de Repsol de estas especies en la base de la cadena. Sin embargo, sí se conoce lo que ocurre cuando los microorganismos entran en contacto con hidrocarburos.

Ante un derrame de crudo, aparecen bacterias que pueden lidiar con los hidrocarburos. “Vamos a ver que las especies de microorganismo que tienen este metabolismo en específico van a multiplicarse, haciendo que otras especies de bacterias disminuyan”, indica Castillo.

Esto también implicaría cambios para las especies de zooplancton que se alimentan de aquellas bacterias que comen hidrocarburos, a lo que se suma la aparición de hongos cuyo metabolismo también les permite consumir el petróleo. Todo ello alteraría la dinámica poblacional marina.

“Algo que se ha visto a menudo cuando hay derrames de petróleo, es que los crustáceos que normalmente controlan la población de cianobacterias se reducen porque se intoxican, entonces hay un incremento de cianobacterias. Tanto así que llega a ser un problema de contaminación, pues todo en exceso es malo”, indica la bióloga Camila Castillo. Las cianobacterias, conocidas también como algas verde-azules, son organismos microscópicos que generan oxígeno a través de la fotosíntesis y son vitales para la vida marina. Sin embargo, existen especies de cianobacterias que producen toxinas peligrosas.

En medio de los cambios que genera la presencia del crudo en el océano, algunas especies resultan gravemente afectadas, mientras que otras se “benefician” con el consumo del hidrocarburo. ¿Cómo evitar lo primero y potenciar lo segundo? La clave es la investigación.

“Esta tecnología que ahora es famosa por el covid, el secuenciamiento, de hecho también sirve para este tipo de cosas. Se conoce como metagenómica y básicamente significa que cogemos una muestra del agua para acceder a todo el ADN disponible ahí y lo secuenciamos para ver todos los microorganismos”, explica Camila Castillo.

La inversión en ese tipo de exploración también adquiere importancia para la toma de decisiones sobre la limpieza del desastre ambiental causado por la empresa Repsol. Una limpieza que por el momento avanza lentamente en la superficie, y podría tardar en llegar al fondo del mar.

Una estrategia necesaria

Si en los días siguientes al derrame de petróleo se criticó la ausencia de acciones de limpieza en las playas contaminadas, casi tres semanas después el panorama es aún más desalentador. Además de la total inseguridad e informalidad en la que laboran los trabajadores subcontratados por Repsol —algunos apenas armados con una escoba y un recogedor— se advierte improvisación en las medidas tomadas por la empresa y el Estado.

Un equipo del Colegio de Ingenieros del Perú visitó las zonas afectadas por el derrame y concluyó que las actividades de contención, recuperación y limpieza eran inadecuadas, pues había personal no capacitado, además de equipos y herramientas no apropiados. Su informe técnico identifica, por ejemplo, que los residuos de la limpieza de petróleo se almacenan en el suelo sin ninguna protección, y que hay arena limpia que se contamina por la falta de sistemas de contención.

En una conferencia de prensa realizada el 28 de enero, el exministro del Ambiente, Rubén Ramírez, reportó que se había logrado recuperar 4225 barriles de petróleo y 16 258 metros cúbicos de arena, que serían tratados y devueltos a su sitio de origen. Para el biólogo marino Daniel Cáceres, esa es una estrategia que se debe cambiar. “Quitar la arena, que es lo que se está haciendo en muchas playas, es destruir el ecosistema arenoso de la playa costera. No hay certeza de cómo se va a devolver la arena, muchos la están sacando y depositándola en otro lado”, apunta.

En diálogo con Salud con lupa, la doctora en química ambiental Jenny Zenobio señaló que hay equipos para extraer el petróleo de la arena, similares a los aspiradores que tenemos en casa, pero en general se trata de una limpieza complicada. “Cuando el petróleo llega a la arena, es muy difícil removerlo. Cuando está en la orilla, usualmente se usan lampas, pero es mucho trabajo porque es manual. Se puede usar maquinaria, pero lo malo es que terminan eliminando suelo que puede estar limpio, entonces remueven demasiado material”, explica.

Teniendo en cuenta que el derrame de petróleo de Repsol ocurrió en la superficie, es claro que la prioridad de la limpieza se concentre ahí. Sin embargo, debe llegar el momento en que los esfuerzos también se dirijan a evaluar la presencia del crudo en el fondo del mar. Ahí, Jenny Zenobio coincide con la bióloga Camila Castillo en la necesidad de investigar. El derrame en el Golfo de México en 2010 — en este caso, sí ocurrió en el fondo del mar— es un referente en ese sentido.

“Lo que se hizo en ese entonces fue inyectar dispersantes. No sé si fue la mejor idea”, comenta Zenobio. Los dispersantes, como su nombre lo dice, dispersan el petróleo, sin removerlo. El objetivo que se planteó al usar estos químicos era que rompieran las moléculas de petróleo para que las bacterias pudieran comerlo. Lamentablemente, estos químicos también pueden ser tóxicos para las especies que habitan en el fondo del mar. “Y si eliminamos una especie, ¿qué consecuencias podría tener? Una especie es parte de toda una cadena alimenticia y su eliminación puede dañar todo el ecosistema”, recuerda Zenobio.

Por ese motivo, se debe investigar antes de aplicar cualquier tecnología. “La idea de la biorremediación es ir al lugar contaminado y ver qué sigue sobreviviendo. Es necesario saber qué está ahí, para luego saber qué es lo que podría hacer por nosotros”, comenta Camila Castillo. Una opción podría ser emplear tecnología que contribuya a que las bacterias coman más rápido el petróleo pues la biodegradación, por sí sola, tarda mucho tiempo.

Un estudio publicado en la revista Nature muestra los resultados del análisis de muestras tomadas del mar contaminado en el Golfo de México dos meses después del derrame de petróleo: aún con el uso de dispersantes, la población microbiana sufrió pérdidas de bacterias fotosintéticas y hubo un grave impacto en el fitoplancton y la flora. Además, se identificó la presencia del V. Cholera, la bacteria que provoca el cólera, coincidente con la aparición del petróleo. “La comunidad microbiana no se ha recuperado a condiciones previas al derrame para el fin de nuestro período de observación”, concluyeron los investigadores.

Por el momento, en Perú, solo existen estimados de cuánto tiempo demoraría que el mar vuelva a como estaba antes del derrame de Repsol. De acuerdo al biólogo Daniel Cáceres, dependerá de las características de cada ecosistema. “Un ecosistema con bastante oxigenación, cerca a una zona de oleaje, va a recuperarse más rápido; pero, por ejemplo, en una bahía cerrada, con casos de anoxia o hipoxia [deficiencia de oxígeno], la recuperación puede tomar de ochenta a cien años, mientras que en playas abiertas demoraría de cinco a diez años”, explica.

Respecto al fondo del mar, repetimos, hace falta invertir en investigación. Primero, para evaluar el impacto en los organismos; segundo, para decidir la mejor estrategia de limpieza. “Si no hay mucha concentración de petróleo [en el fondo del mar], a veces es mejor dejarlo ahí”, señaló Jenny Zenobio. En ese caso, la naturaleza —siempre resiliente— seguirá su propio proceso de degradación. El objetivo debería ser evitar que la contaminación por el petróleo se siga expandiendo, para no entorpecer más su trabajo.

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