La mañana del 24 de septiembre de 2023, cuando la temperatura superó los 37°C , un soldado de 18 años de edad se desvaneció en la ciudad de Puerto Maldonado, en Madre de Dios, mientras caminaba bajo el sol hacia la Sexta Brigada de Fuerzas Especiales de Tambopata para dejar el armamento que había utilizado durante su entrenamiento. El joven fue atendido en una posta médica cercana y luego trasladado de emergencia al Hospital Santa Rosa por la fiebre que tenía y la calentura de su piel, pero a las pocas horas falleció por un paro cardiorrespiratorio.
Los médicos del hospital determinaron varios días después que la muerte del soldado se debió a un golpe de calor. Esta condición ocurre cuando la temperatura corporal se aproxima o supera los 40 grados centígrados, un nivel que el organismo es incapaz de controlar. La temperatura corporal es regulada por un proceso que se conoce como homeostasis: cuando los termorreceptores de la piel detectan un incremento de temperatura mandan una señal al cerebro para que active mecanismos -como la sudoración o el incremento del flujo sanguíneo- para mantener la temperatura normal del organismo, que varía entre los 36.5°C y 37°C. Sin embargo, este proceso falla en situaciones extremas de calor y los órganos, como el corazón o los riñones, pueden dejar de funcionar hasta producir la muerte.
No existe un consenso sobre la definición de las olas de calor; sin embargo para la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) se trata de un “periodo inusualmente caliente, y seco o húmedo, que se inicia y termina de forma repentina, y que dura por lo menos tres días, con un impacto en los seres humanos y los sistemas naturales”. Las olas de calor son un problema de salud pública que ocasionan anualmente la muerte de miles de personas en el mundo y que están siendo desde el 2016 más frecuentes, intensas y duraderas como consecuencia del cambio climático, un evento que aumenta la temperatura global e intensifica los fenómenos meteorológicos.
Durante los últimos meses en Madre de Dios, principalmente en octubre, se han presentado condiciones elevadas de calor. Si en la ciudad de Iñapari la temperatura usual es de 32.5°C, esta ha llegado a los 40°C; mientras que en Puerto Maldonado ha pasado de los 32°C a los 38°C. Los pronósticos del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) muestran que las temperaturas máximas en la selva sur del país continuarán en diciembre, enero y febrero con un 48% de probabilidad de que estén por encima de lo normal, y un 38% dentro de lo normal.
En este escenario de incremento de la temperatura global, las personas que tienen mayor riesgo de sufrir un golpe de calor son aquellas que realizan actividades al aire libre, como agricultores, trabajadores de construcción o vigilantes, sin ningún tipo de precaución. Así sucedió con el soldado que falleció en Puerto Maldonado y al día siguiente con una comerciante boliviana de 44 años de edad que perdió la consciencia en la calle y fue llevada al Hospital Santa Rosa, donde murió a la hora de ser hospitalizada. Nueve días después de este lamentable suceso, falleció un hombre de 54 años de edad en similares condiciones.
El 2016, durante la ola de calor que afectó Piura con temperaturas que llegaron hasta los 37°C, fallecieron ocho menores de edad. Presentaron fiebre recurrente de hasta 40°C durante varios días, diarrea, deshidratación y convulsiones.
Los niños, las personas con comorbilidades -como obesidad, diabetes e hipertensión arterial- y los adultos mayores tienen un alto riesgo de sufrir un golpe de calor porque sus organismos toleran menos los cambios abruptos de temperatura. Desde el Hospital Santa Rosa han confirmado la muerte de cinco personas por golpes de calor en menos de dos semanas. Los dos últimos casos se tratan de adultos mayores: un hombre de 69 años que había estado trabajando en el campo bajo el sol y otro de 61 años que ingresó por fiebre y piel sudorosa, pero que luego presentó una falla renal.
De acuerdo con Marina Romanello, directora ejecutiva de Lancet Countdown, una iniciativa que identifica las amenazas del cambio climático para la salud, en comparación con los años noventa, ahora hay un 85% de más muertes de adultos mayores de 65 años relacionadas al calor. Este incremento, explica, es más del doble de lo que se hubiera esperado si la temperatura global no hubiera aumentado. Si el incremento de la temperatura -que ahora está 1,1°C por encima de la época preindustrial- llega a los 2°C, las muertes vinculadas con el calor para mediados de este siglo serán 4.6 veces más frecuentes en los mayores de 65 años.
¿Por qué incrementa la temperatura?
El aumento de la temperatura en Madre de Dios, y en general en la selva sur del país, se debe a una mezcla de factores que se agudizan con el cambio climático, explica el ingeniero meteorólogo del Senamhi, Gabriel Caro-Sánchez. Entre estos factores se encuentran el fenómeno El Niño, los vientos secos amazónicos que se producen en Brasil y un anticiclón conocido como la Alta de Bolivia.
El Niño es un fenómeno natural que calienta la superficie del mar en el Pacífico central y que tiene diferentes impactos en el país. Mientras en la zona de la costa norte produce lluvias intensas, en la sierra sur oriental ocasiona que las precipitaciones sean menores. En la zona de la selva sur, donde se ubica la región de Madre de Dios, es usual que empiece a llover a finales de septiembre e inicios de octubre; sin embargo, con la presencia de este fenómeno, las precipitaciones -que ayudan a regular la temperatura- no han sido constantes. “Lo ideal es que llueva días seguidos, pero sucede que ahora hay tres días con mucha lluvia, luego hay una semana seca, dos días con lluvias y otra semana seca”, dice Caro-Sánchez.
En noviembre, lluvias poco frecuentes que han hecho que las temperaturas disminuyan en Madre de Dios. La temperatura promedio en empezó con 36°C y a finales de mes osciló entre los 30°C y 33°C.
La comisión multisectorial encargada de estudiar El Niño estima que este fenómeno continuará hasta mediados de otoño y que alcanzará su mayor intensidad a fines de año e inicios de 2024. En su más reciente comunicado advierte que existe un 60% de probabilidad de que El Niño sea fuerte para el verano y un 31% de que sea moderado. Así se espera un déficit de lluvias sobre todo en la sierra sur del país, como Cusco y Puno, y en la parte selva sur, donde está Madre de Dios.
Las olas de calor que golpean a Brasil también tienen un impacto en la selva peruana. Julio, agosto, septiembre y octubre fueron los meses más calurosos, según su Instituto Nacional de Meteorología (Inmet), con temperaturas que superaron los 40°C en varias zonas del país vecino. En aquellos meses los vientos secos de la amazonía brasileña han ingresado a la zona de Madre de Dios y propiciado que las condiciones climáticas sean más cálidas.
En este escenario también influye la Alta de Bolivia, una circulación de vientos que giran sobre este país a unos 14 mil metros de altura en sentido contrario a las manecillas del reloj y que apoya a la formación de lluvias entre septiembre y octubre en el Perú. Los vientos jalan la humedad de la sierra y la selva, y eso permite la formación de nubosidad y lluvias. Sin embargo, “ha llegado septiembre y no se ha formado este sistema, tal vez porque ha habido poca humedad en el altiplano”, dice Gabriel Caro-Sánchez.
En los últimos meses la temperatura en Madre de Dios ha llegado hasta los 40°C por tres días consecutivos, pero este incremento continuará en los próximos años. El Senamhi estima que para el 2050 la temperatura media en esta región se elevará entre 2.8 °C y 3.2 °C, y las temperaturas máximas alcanzarán un incremento de 3.6°C a 4°C.
Las señales de los golpes de calor
Cuando falla el mecanismo que tiene el organismo para regular la temperatura, empiezan a aparecer algunas señales de alarma como sed intensa, sequedad en la boca, ahogamiento, fiebre, sudoración excesiva, o piel enrojecida y seca, a los minutos u horas después de la exposición ante el calor extremo. En situaciones como estas, el médico infectólogo del Instituto Nacional de Salud (INS), César Cabezas, recomienda llevar a las personas afectadas a un lugar fresco, retirarles la ropa innecesaria y aplicarles compresas de agua fría para reducir su temperatura corporal, e inmediatamente trasladarlas al centro de salud más cercano.
En situaciones de mayor gravedad, quienes están atravesando un golpe de calor pueden presentar dolores musculares, de cabeza o estómago, vómitos, convulsiones y desmayos, que incrementan sus riesgos de morir, más cuando se trata de personas vulnerables como pacientes con enfermedades crónicas, niños o adultos mayores. “Si hay un daño del cerebro, hígado o riñón, como ocurre con temperaturas altas en el organismo, puede inducir a un daño multiorgánico y producir el fallecimiento de la persona en pocas horas”, explica el doctor Cabezas. Si bien hay personas que sobreviven a los golpes de calor, se estima que entre el 7% y 20% de ellas quedan con algún grado de daño neurológico persistente.
Una de las principales recomendaciones para protegerse del calor intenso es permanecer en lugares frescos y evitar la exposición durante el mediodía y las dos de la tarde, cuando la radiación ultravioleta es mucho más fuerte y dañina. Sin embargo, no todas las personas pueden cumplir estas recomendaciones porque implicaría que dejen de trabajar, y ello impactaría en sus economías. También es importante mantenerse hidratado para evitar un shock térmico, vestir ropa liviana -de preferencia algodón- y utilizar sombreros o sombrillas.
El golpe de calor es uno de los efectos directos de las extremas temperaturas en un contexto de cambio climático, pero no es el único impacto relacionado con la salud. Melina Galdos, investigadora en cambio climático y salud, de la organización benéfica Wellcome Trust, menciona otros tres impactos. El primero se da en la nutrición, dado que la presencia de gases de efecto invernadero está cambiando la composición de los alimentos y haciendo que pierdan sus valores nutricionales, como los cultivos de arroz, que son parte de la dieta diaria de las personas. También con la escasez de lluvias la agricultura está siendo golpeada. El segundo impacto es el empobrecimiento de la calidad del aire con las olas de calor, que exacerban cuadros de asma o alergias. Y el tercero es la proliferación de epidemias de dengue, zika o chikungunya cuando el aire está más caliente y también cuando llueve intensamente.
Debido a estos escenarios y teniendo en cuenta que el cambio climático es una realidad que afecta el bienestar y la salud humana, los países deben elaborar planes para tratar de mitigar estas problemáticas y también para adaptarnos a ellas en base a un análisis de los impactos que se están teniendo. Por ejemplo, en Estados Unidos, en ciudades como New York o Phoenix, se han empezado a construir como medidas extremas centros de enfriamiento -espacios públicos que cuentan con aire acondicionado- para que las personas se refresquen cuando ocurran las olas de calor y así prevenir muertes.
“En América del Sur creo que no hay tanta concertación en pensar en cómo nos vamos a adaptar o mitigar frente al cambio climático. Las medidas dependen del país, de la geografía y de quiénes están detrás de esas agendas. En Perú, con tanta inestabilidad política y social, la pregunta clave es quién va a empezar a empujar esa agenda”, señala la investigadora Melina Galdos. El cambio climático y la salud son temas que se deben manejar de manera intersectorial, pero en el país la coordinación en el Estado tiene varias fallas.