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La voluntad de prestarle tu hombro a la ciencia

Leves dolores de cabeza, carrasperas, hormigueos en los brazos, dolores musculares e incluso cólicos. Malestares pasajeros que presentaron algunos de los voluntarios de la vacuna china de Sinopharm. A propósito del acuerdo de compra de 38 millones de dosis, dos estudiantes de ciencias de la salud, una defensora de derechos humanos, un chef y una actriz nos cuentan sus experiencias.

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Voluntarios para probar la vacuna de Sinopharm pasan por los protocolos en la Universidad Mayor de San Marcos.
Composición Salud con lupa

El 19 de diciembre, el último sábado antes de la Navidad, Úrsula Goyzueta Muente fue la última voluntaria de su grupo que recibió la primera dosis del estudio experimental de la vacuna del laboratorio chino Sinopharm en el Perú. En gran medida por el destino, pero sobre todo por su paciencia. Una paciencia que pone a prueba desde hace un par de décadas cuando incursionó en las telenovelas y las miniseries. Un mundo de ficción donde nadie la conoce como Úrsula sino como Laly. Laly Goyzueta.

Según ella, esa mañana que fue vestida con un jean y un polo a rayas nadie la reconoció en el campus de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su primera cita, en realidad, estaba pactada para una semana antes. Pero el estudio se frenó a causa de síntomas adversos en una voluntaria de más de 60 años. Una alerta que no la hizo desistir. Ni siquiera cuando ese sábado, un doctor le dijo a ella y a cinco voluntarios más que las dosis se habían terminado. A pesar de estar al final de la cola, Laly decidió esperar por si algún voluntario incumplía los requisitos (haber contraído Covid-19, estar en proceso de gestación o tener comorbilidades). Mientras todos se fueron, ella se quedó.

Una hora después, el mismo médico se le acercó para preguntarle si todavía deseaba ponerse la vacuna. Ella dice que por poco y saltó de la silla. Sentía que tenía una responsabilidad con el país y, en algún sentido, con un tío suyo que murió de coronavirus a mediados del 2020. “No quiero que ninguna familia peruana pase por lo que yo pasé. Por eso me duelen tanto los trolles de las redes sociales. Nunca me ha interesado figuretear. Ya estoy vieja para eso. Lo hice de buena voluntad”, nos dice Laly Goyzueta por teléfono el último domingo, un día después de haber recibido la segunda y última dosis del ensayo.

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La actriz Laly Goyzueta recibió su segunda dosis de la vacuna de Sinopharm pocos días antes de Navidad.

En los primeros días de la dosis inicial, Laly tuvo sueño, un poco de dolor de brazos, cierto dolor de cabeza y su rinitis alérgica se puso más intensa. Pero no más que eso para tranquilidad de su familia, pero sobre todo de su único hijo, un adolescente de catorce años que se tocó de nervios cuando se enteró que a su madre, la compañera con la que tantas veces se ha disfrazado de superhéroe, le iban a aplicar la ‘temible’ vacuna china. “Eso fue lo más difícil. Hacerle entender que no iba a pasar nada malo. ‘¿Por qué tú? ¿Y si te pasa algo? Te necesito’ me decía”, señala la actriz.

A la fecha la investigación promovida por el Centro de Estudios Clínicos de la Universidad Peruana Cayetano Heredia y la Unidad de Ensayos Clínicos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos suma 12 mil voluntarios en el Perú. El doble de lo previsto cuando se abrieron las inscripciones a finales de agosto. Junto a Argentina, Perú es uno de los dos países en la región donde Sinopharm, una empresa del Estado chino, está llevando a cabo la fase III del ensayo clínico de su vacuna. Los otros países son Indonesia, Pakistán, Emiratos Árabes y Egipto, completando un estudio global de 60 mil personas.

Se trata de un ensayo aleatorio pues es cuestión del azar que a un paciente se le inocule una de las dos candidatas a la vacuna o placebo (inyección sin la vacuna) y también denominado doble ciego pues ni el médico ni el paciente saben qué solución contiene, aunque la proporción indica que dos tercios de las inyecciones del estudio sí son vacuna.

Hace una semana, el presidente de la República Francisco Sagasti aseguró en conferencia de prensa la compra de 38 millones de dosis de Sinopharm. Días después, la Cancillería sostuvo que si bien las negociaciones están avanzadas solo se ha concretado la compra de un millón de los treinta y ocho. Es más, según la ministra de Relaciones Exteriores, Elizabeth Astete, por cuestiones logísticas el primer lote no llegaría en este mes sino en febrero.

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Sofía García Carpio, defensora de derechos humanos.

Sea como fuere, la noticia despertó optimismo en medio de la confirmación del primer caso de la nueva variante del coronavirus en el Perú. Más allá de las gestiones gubernamentales, una dosis de esperanza lograda por los voluntarios. “Muchos familiares y amigos me dieron las gracias. Creo en la ciencia y sentía que debía dar un aporte”, dice Sofía García Carpio, una luchadora de los derechos humanos que recibió su segunda dosis el viernes pasado. Ella se animó por un razonamiento lógico: si más gente participa, las chances de que el Perú adquiera la vacuna crecerán.

El proceso de la primera dosis que le aplicaron en la Cayetano Heredia tardó alrededor de cinco horas. Una cadena de exámenes que incluye cuatro muestras de sangre, pesaje, toma de temperatura, presión y oxígeno, prueba rápida y molecular de Covid-19 e incluso test de embarazo. Tal como se consigna en el documento de consentimiento informado, se recomienda (aunque prácticamente se prohíbe) que las mujeres salgan embarazadas hasta que concluya el periodo de estudio. Es decir, un año.

Sofía cuenta que sintió un poco de miedo a medida que se acercaba su turno, pero luego sintió confianza por el nivel de organización y cuidado. Aunque no hizo fiebre, la dosis le causó dolor muscular y diarrea. Pero fue cuestión de días. Luego del segundo pinchazo no presentó mayores síntomas. Hay una distancia de 21 días entre la primera dosis y la segunda. Desde que inició su proceso, Sofía es monitoreada por un personal de salud que le escribe todos los días por WhatsApp para vigilar su estado. A ella y a los 12 mil voluntarios. Si bien las personas también pueden notificar cualquier anomalía mediante la plataforma digital del estudio, se dispuso 150 profesionales para esa labor.

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Aixa Sánchez Arbulú, estudiante de Tecnología Médica.

Eso lo puede corroborar Aixa Sánchez Arbulú, una estudiante sanmarquina de tecnología médica en el área de laboratorio clínico que pertenece a la primera generación de voluntarios. A ella la pincharon en septiembre. Desde entonces, la monitorea una doctora diariamente. Llamadas de dos minutos que se han convertido en rutina. A sus 23 años, Aixa es la única voluntaria de su familia. “Ya que aún no puedo participar de las investigaciones a fondo, pues que la ciencia lo haga a través de mí. Al menos por ahora”, sostiene.

Sin embargo, Aixa tiene la seguridad de integrar ese tercio que ha sido inoculado con placebo. Desde hace un par meses toma pruebas rápidas en una clínica ocupacional a trabajadores mineros. Y como parte del protocolo debe pasar por un control de dos pruebas rápidas por semana. Hasta ahora, en ninguno de sus resultados se han registrado los anticuerpos generados por el Covid-19.

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Andrés Chion, chef peruano de ascendencia china.

A Andrés Chion, un chef peruano de ascendencia china, le sucede lo contrario. Él cree que recibió la vacuna por el dolor de cabeza que acusó en los primeros días, allá por octubre. No tuvo temor básicamente por el prestigio de los laboratorios y las instituciones involucradas. “Sé que no me pasará nada porque son compañías grandes que no van a arriesgar su reputación, colocándote algo que te puede dañar”, dice.

Según las fases previas del estudio menos del 5% de pacientes presentó fiebre y otras molestias como náuseas. No obstante, el doctor Germán Málaga, investigador principal del proyecto que representa a la Universidad Cayetano Heredia, nos dijo que ese número podría llegar al 10%. Nos comentó, además, que el porcentaje de deserción de aquellos voluntarios que no se acercaron a recibir la segunda dosis asciende al 2%. Una cantidad que ya tenían prevista.

Con la llegada de la vacuna Sinopharm se ha provocado una situación digna de debate: ¿es conveniente que se liberen los datos y los voluntarios se enteren si finalmente recibieron vacuna o placebo o tendrán que esperar el año que dura su monitoreo? ¿Y qué pasará con aquellos que sí fueron inoculados con placebo? ¿Serán prioridad para el Estado? Málaga responde: “Seguramente se vacunará a nuestro personal de salud y a los voluntarios antes de que empiece el Gobierno. Pero tampoco podemos apresurarnos porque no contamos con todas las vacunas. La otra razón para ser cautelosos es la preservación del estudio. Si rompemos rápidamente los “ciegos” se desnaturaliza al estudio y el esfuerzo encomiable de los voluntarios sería infructuoso. Se perdería la posibilidad de tener datos peruanos válidos. Primero, esperemos los resultados de eficacia de la vacuna que los tendremos a finales de enero probablemente”.

Si bien se ha destacado la cadena de refrigeración de la vacuna Sinopharm, al punto de que pueda ser transportada fácilmente a zonas alejadas en la costa, sierra y selva, se ha cuestionado también su precio (72, 5 dólares la dosis) y su porcentaje de eficacia (79%). Aunque este último aspecto sí haya sido aclarado en el sentido de que a pesar de no contar con el 95% de efectividad de la Pfizer-BioNTech, sí cuenta con el aval de buena parte de la comunidad científica.

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Arturo Montalvo, estudiante de Enfermería.

“Apareció el pensamiento en redes sociales de que nos iban a insertar microchips e iban a controlarnos. Por eso desertaron mucho. Pero yo tuve claro que lo mío era la búsqueda del conocimiento”, dice Arturo Montalvo, estudiante de enfermería de 25 años. “Teníamos que tomar la iniciativa para ser tomados en cuenta”, agrega.

Mientras tanto, la británica AstraZeneca realiza ensayos en tres centros médicos de la capital (Clínica Internacional, clínica Ricardo Palma y centro de investigaciones médicas de La Perla) y hace tan solo unos días, la compañía biofarmacéutica alemana CureVac inició los ensayos de su vacuna contra el COVID-19 en el Perú. El laboratorio espera reclutar 35 mil voluntarios en Europa y Latinoamérica.

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