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Una oportunidad para seguir comiendo sabroso pero mejor

Existen más de veintitrés enfermedades asociadas a la obesidad, sin embargo, tuvo que aparecer una nueva para que miles de peruanos dejemos de ignorar el peligro inminente en cada alimento que elegimos comer. Ahora que insistimos en anunciar una “nueva normalidad”, quizás haya llegado la hora de replantear nuestra forma de alimentarnos.

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Siete de cada diez peruanos mantienen una dieta desequilibrada, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática.
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Un reto inesperado para los peruanos durante la cuarentena ha sido pasar más de cien días comiendo sólo lo que se prepara en casa. Hay quienes extrañaban el desayuno que compran todas las mañanas mientras esperan el bus, los paseos a los centros comerciales que terminan con la familia sentada en el foodcourt, las galletas y gaseosas que van adquiriendo de kiosco en kiosco camino al trabajo, o las visitas dominicales a la pollería favorita del barrio. Los peruanos en el confinamiento pensamos mucho en comida. Según Google Trends, una herramienta que determina lo que más buscan las personas en la web, la búsqueda de “delivery de pollo a la brasa” en el Perú aumentó en un 400% en el mes de mayo.

Los peruanos, además, saturamos el navegador durante la cuarentena pidiéndole recetas de alfajores, arroz con leche, picarones, crema volteada y pye de limón. Un repertorio muy nacional para endulzar la desgracia. Sabemos bien que entre nuestras prioridades está consentir al estómago. Tenemos una fama mundial por hacerlo. Y un problema local que enfrentar: somos expertos en comer sabroso, pero no tanto en comer bien.

De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el sobrepeso y la obesidad en peruanos mayores de quince años se elevó de 54.6% en el 2014 a 69.9% en el 2019. Es decir, siete de cada diez peruanos mantienen una dieta desequilibrada. Hace dos años, la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES) arrojó que solo un 10% consume los 400 gramos de frutas y verduras que un adulto necesita al día.

Karissa Becerra, directora de La Revolución –una ONG que se dedica a enseñar a niños y sus padres a alimentarse bien- considera que la pandemia ha evidenciado nuestros malos hábitos alrededor de la mesa y que es una oportunidad única para visibilizar la conexión directa entre nuestra salud y los alimentos que nos llevamos a la boca. “Nosotros elegimos alimentos de muy mala calidad. La industria alimentaria en el Perú ha hecho una excelente publicidad para confundirnos. Creemos que la leche y el arroz son muy buenos para la salud mientras que las ensaladas no nos alimentan sólo porque no nos sentimos llenos”, advierte Becerra.

Contra esas, y otras creencias y costumbres muy arraigadas, tendremos que luchar si queremos mejorar la salud de nuestra población. Más de cuatro meses de noticias constantes recordándonos la fragilidad del cuerpo humano pueden ser suficientes para tomarnos en serio cada bocado que elegimos.

El colapso de nuestra dieta

Un reporte del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades publicado el 8 de mayo de 2020, revela que 360 de 1.444 fallecidos por el nuevo coronavirus en el Perú presentaron algún tipo de comorbilidad (24.9%).

Las patologías con mayor porcentaje fueron hipertensión arterial (8.7%), diabetes mellitus (8.0%) y obesidad (4.3%). Todas enfermedades crónicas que nos dañan silenciosamente por los excesos que cometemos en nuestra alimentación. El alto consumo de sal está estrechamente ligado a la hipertensión;el estilo de vida y el sedentarismo, a la diabetes (más allá de los genes hereditarios); y la obesidad es, como se sabe, la matriz de un sinfín de males: desde problemas en las articulaciones hasta tumores cancerígenos.

La repartición de alimentos en nuestro plato es la base de esas estadísticas. Hasta finales del 2018, el peruano consumía cerca de 52 kilos de alimentos ultraprocesados al año, mientras que sólo 32 kilos de verduras o seis kilos de carne de res. La balanza nutricional del país se inclina con gran diferencia hacia las grasas, el azúcar y la sal. Las proteínas, vitaminas y minerales tienen poco peso en nuestra dieta. Basta con analizar una mesa limeña a la hora de almuerzo: ¿hay papa al lado del arroz blanco? ¿hay una ensaladera con opciones coloridas y frescas? ¿hay un filete de pescado o un chorizo revuelto con huevo? ¿hay una jarra de limonada o un refresco de sobre?¿hay un tazón de fruta picada o de mazamorra empaquetada?

El antojo y la costumbre no son los únicos factores que rigen nuestras elecciones al comer. Como mencionó la experta en nutrición, Karissa Becerra, la publicidad instala en nuestra mente mensajes engañosos sobre lo qué es nutritivo y lo que es “no tan dañino”. Si no tenemos información clara al alcance, los peruanos somos consumidores ciegos a la hora de elegir nuestros alimentos.

¿Sabemos qué estamos comiendo?

Después de años de tensiones con la industria alimentaria, en junio del 2019 entró en vigencia la Ley de Alimentación Saludable que ordena que los productos procesados y ultraprocesados lleven encima de sus empaques advertencias nutricionales en formas de octógono: alto en sodio, alto en azúcar, contiene grasas trans, etc. Estos avisos también se deberían transmitir en la publicidad por televisión, radio o internet. Por primera vez en el Perú, el público podía tener una idea de lo que comía al primer vistazo cada vez que se acercaba a una bodega o a un supermercado.

Pero con menos de un año en vigencia, esta ley encontró un obstáculo. En medio de una crisis sanitaria,una comisión del Indecopi declaró a la publicidad de los octógonos sobre empaques de alimentos como una “barrera burocrática”. La viceministra de salud, Nancy Zerpa, no tardó en declarar que el MINSA impugnaría esa decisión pues la obesidad y el sobrepeso son también epidemias que amenazan a los peruanos. “Es obligación del Ministerio de Salud tomar acciones ahora y fomentar que la población se informe de manera adecuada sobre el contenido de nutrientes críticos como el azúcar, grasa saturada, grasas trans o sodio en los productos procesados. Solo de esa manera, puede defender su derecho a la salud”, precisó.

La Ley de Alimentación Saludable ha cosechado resultados en poco tiempo. Según un estudio de la consultora Kantar, con solo tres meses de vigencia, los octágonos consiguieron reducir el consumo de mantequilla, mayonesa o sillao en un 4% y el de panetones, galletas y gaseosas en un 10%. Además, algunos fabricantes de yogures y bebidas han reformulado sus productos para utilizar menos azúcar. Si esta educación al consumidor se mantiene en el tiempo, los peruanos aprenderemos a exigir productos de mejor calidad. Queda probado que no somos simplemente comensales caprichosos sino que, durante décadas, hemos elegido nuestros productos favoritos sin contar la con información necesaria para hacerlo bien.

Cocinar en casa

Aunque de manera abrupta, la cuarentena nos obligó a pasar más tiempo en casa al poner en stand by el ritmo apurado de nuestra cotidianidad. Cuatro meses en los que miles de peruanos mejoraron su alimentación aún sin proponérselo. Al menos, las familias que pudieron llenar sus alacenas y refrigeradoras. No hay entorno más propicio para comer alimentos frescos que el hogar. Ni platos más nutritivos que los preparados en casa.

“Ahora mucha gente ha sacado el mandil y se ha visto obligada a cocinar en sus hogares, pero la posibilidad de que esto perdure en el tiempo es solo eso, una posibilidad. Nada certifica que en un mes no volveremos a comer alimentos de muy mala calidad”, señala Enrique Jacoby, ex viceministro de Salud. La cuarentena ya terminó y los doscientos mil restaurantes que existen en el Perú se están reactivando progresivamente. En julio, el peruano regresa a su normalidad, la de siempre, la que le ofrece cientos de opciones a la hora de comer y le deja muy poco tiempo parar preparar cuidadosamente sus propios alimentos.

Pero hay una oportunidad muy valiosa en el resto del 2020: los niños seguirán sin la tentación de los kioscos escolares ni las loncheras con antojitos ultraprocesados. Los padres pueden utilizar estos meses para cambiar los hábitos alimenticios de la familia. En un estudio publicado a inicios de este año, el Centro de Excelencia de Enfermedades Crónicas de la Universidad Peruana Cayetano Heredia analizó la percepción de trescientos padres peruanos sobre la cantidad de sal que le echan a sus comidas. Si bien el 67% de ellos aceptaba que se le pasaba la mano y estaba dispuesto a reducir su consumo, les era complicado asimilar el cambio de sabor en sus alimentos. El estudio concluía que independientemente de lo saludable que pudiera ser una comida,a los padres les importaba que fuera sabrosa porque creían que, de lo contrario, sus hijos no la comerían.

La definición de “sabroso” es una herencia que los padres dejan a sus niños. Los pequeños que crecen tomando gaseosas a la hora del almuerzo difícilmente podrán disfrutar el dulzor de un jugo de naranjas frescas. Por eso, en La Revolución, los expertos en nutrición recomiendan a los padres que durante los dos primeros años de vida de sus hijos no les den nada de azúcar añadida ni sal. Eso permitirá que ellos formen su propio umbral de dulce y lo salado. Una acción tan simple como cambiar los snacks diarios de un niño – las galletas por un plátano, los chizitos por pecanas, los chocolates por yogur con miel, una cajita de jugo por un vaso con agua-, los protegerá de la dependencia a sabores tan intensos que normalmente se consiguen con solo el abuso de sal, azúcar o saborizantes sintéticos.

Si enseñamos a nuestros niños a comer mejor, la salud del Perú en el futuro estará más robusta para enfrentar cualquier nueva calamidad.

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