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Nuestro remedio contra la epidemia de desinformación

COMPRUEBA
Ilustración: Rocío Urtecho (Jugo Gástrico)

Las noticias falsas se han convertido en un auténtico problema de salud pública. Una epidemia, tan nefasta y peligrosa como aquellas bacterias y virus sin cura que solían generar nuestros grandes temores. Ahora, la información se viraliza y propaga sin control de calidad de por medio, con efectos muchas veces terribles. El mundo se enfrenta a una epidemia de desinformación, impulsada por asociaciones pseudocientíficas, empresas interesadas únicamente en el marketing y charlatanes varios. No es exagerado afirmar que se trata de un asunto de vida o muerte.

El rebrote del sarampión en distintas partes del globo, relacionado con las brechas de inmunización y el temor y escepticismo sobre las vacunas, es una clara prueba. Ha pasado más de una década desde que el tristemente célebre estudio del exmédico británico Andrew Wakefield que relacionaba la vacuna triple vírica con el autismo fue rebatido y desmentido. Sin embargo, sigue habiendo padres que se oponen a que sus hijos sean vacunados. En el 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó que más de 82 mil personas se contagiaron de sarampión en 53 países. Solo en Europa el virus mató a 72 niños y adultos, mientras que en Estados Unidos murieron 41 y en Brasil fallecieron cinco personas.

TERAPIAS QUE NO CURAN

Muchas personas ponen en riesgo a diario su vida cuando abandonan una cita médica y dan crédito a falsas noticias de salud que incluyen historias basadas en inverosímiles investigaciones, testimonios sorprendentes de pacientes, dichos de curanderos y supuestos ‘terapeutas alternativos’ que aseguran haber encontrado tratamientos milagrosos para enfermedades crónicas como el cáncer, una de las principales causas de muerte en el mundo. Hace algunos años fui testigo de cómo mi hermana y otras mujeres con cáncer de mama comieron por varios días gorgojos vivos como parte de una “terapia natural”. Lo que no he podido constatar hasta ahora es si alguna persona que se sometió a este “tratamiento” sobrevivió al cáncer y, sobre todo, si alguien ha podido acreditar que curó su cáncer gracias a los gorgojos sanadores que promueve desde el 2002 el argentino Rodolfo Merlino en un libro que ha sido reproducido en sitios web y canales de YouTube en Perú, Chile, Argentina y otros países de la región.

Las notas sobre el cáncer, sus causas y sus tratamientos, están a la cabeza de las noticias falsas que inundan las redes sociales. En el 2016, el diario británico The Independent reportó que las 20 historias más compartidas en Facebook en el Reino Unido incluyeron la palabra “cáncer” en sus titulares, y más de la mitad de ellas contenía afirmaciones ya desestimadas por autoridades médicas. La noticia más popular era un artículo en el que se afirmaba que la planta diente de león curaba el cáncer en 48 horas. Otra medición más reciente, difundida en octubre de 2018 por el Colegio de Médicos de Barcelona, denunció que cuando se hacen búsquedas con las palabras “cura” y “cáncer” en YouTube, el 74% de los 50 primeros resultados son patrañas y mensajes pseudocientíficos. Detrás de esos contenidos hay personas y empresas que lucran con las esperanzas, el miedo y el dolor de los enfermos y sus familias, ya que muchos se refugian en las llamadas “terapias alternativas” para buscar ayuda más allá de la ciencia.

Durante varios años, Belle Gibson, una australiana de 25 años que se hacía llamar “la bloguera anticáncer”, mantuvo un exitoso espacio web, vendió libros publicados por la prestigiosa editorial Penguin y hasta tuvo un app en la librería de Apple. Gibson aseguraba a sus millones de seguidores que había superado un cáncer al cerebro, supuestamente diagnosticado en el 2009, con una terapia basada en alimentación natural, ejercicios y mentalidad positiva. Gibson decía que ella misma era la prueba de que sus consejos funcionaban y logró ganar cerca de medio millón de dólares vendiendo esa historia. Seis años después de iniciar su campaña, varias inconsistencias en su testimonio empezaron a quedar en evidencia en la prensa de su país, y Gibson tuvo finalmente que reconocer en público que nunca estuvo enferma. La joven está ahora a punto de pisar la cárcel porque no ha pagado la multa de 410 mil dólares que le impuso la agencia de gobierno australiano para la protección de los consumidores.

DUDAR DE LAS NOTICIAS

Estamos intoxicados de noticias de salud falsas que prometen bienestar. Al mismo tiempo, estamos desencantados de todo lo que leemos, escuchamos y vemos, ya que el clima de desconfianza se generaliza cuando no sabemos discernir los datos fiables de las mentiras. Todos seguramente hemos leído notas publicadas en diversos medios de comunicación basadas en supuestos estudios científicos que revelan cosas como: “comer tomates puede reducir el riesgo de cáncer de próstata”; “beber leche podría disminuir la esperanza de vida”; “dormir del lado izquierdo disminuye el riesgo cardiovascular”; “el brócoli tiene componentes que curan el cáncer”; o “tomar el té muy caliente dispara el riesgo de cáncer de esófago”. Hay que tener mucho cuidado con estas noticias.

Lo cierto es que hay diversas formas de diseñar estudios sobre salud pública. Entonces, si una noticia se basa en un estudio, tenemos que preguntarnos “¿qué tipo de estudio?”. Un estudio científico no es sinónimo de verdad científica y no todos son igual de confiables; todos tienen diferentes limitaciones y no deben interpretarse de la misma manera. Mucho menos podemos pasar por alto que hay estudios sesgados por los conflictos de interés de sus autores y patrocinadores. “La ciencia vive una epidemia de estudios inservibles”, dijo al diario El País el médico e investigador de la Universidad de Stanford, John Ioannidis, quien se dedica a la metaciencia, es decir, el análisis del trabajo de otros científicos para comprobar si se respetan las reglas fundamentales que definen la buena ciencia.

En el 2017, un grupo de investigadores de Estados Unidos, Reino Unido y Holanda, encabezado por Ioannidis, firmó un manifiesto para recuperar la credibilidad y fiabilidad de la ciencia. Dicho pronunciamiento se sustentaba en un análisis que advertía que el 85% de los esfuerzos dedicados a la investigación biomédica son un desperdicio porque se abandonan en etapas muy tempranas y, cuando se aplican, no están bien diseñados. En el caso de los ensayos clínicos con pacientes, “solo el 5% sigue todos los pasos correctamente”, denunció Ioannidis. El editor de la revista Neuroscience, Juan Lerma, afirma que recibe unos 2.000 estudios al año y muchos tienen deficiencias en el tratamiento de los datos estadísticos. “Hace falta una reflexión general sobre el exceso de publicación y las presiones por sacar estudios. Las universidades miden los resultados ‘al peso’, y eso es un error”, advirtió.

Los periodistas no podemos cerrar los ojos a este problema. Cuando se trata de difundir noticias de salud y medicina resulta crucial que nuestro trabajo vaya más allá de la divulgación acrítica de informaciones sacadas de la web. Hay experiencias importantes e inspiradoras, como la sección “Show me the evidence” que dirige la periodista Julia Belluz en el sitio de noticias Vox, en Estados Unidos. Está también la iniciativa “Salud sin Bulos” promovida por la Asociación de Investigadores en eSalud (AIES) de España, que detecta y notifica las noticias falsas de salud, con el apoyo de diferentes sociedades científicas, instituciones sanitarias y colectivos profesionales.

“El público tiene que aprender a separar la paja del trigo”, dice el oncólogo Elmer Huerta, fundador y director del Preventorio del Cáncer en Washington, una organización que funciona desde 1994 para educar a la comunidad latina sobre cómo cuidar su salud y prevenir tanto el cáncer como otras enfermedades. Desde hace algunos años, Huerta dirige también un programa llamado “Cuidando tu salud” en la emisora Radio Programas del Perú, donde atiende llamadas del público y usa un lenguaje sencillo para explicar complejos conceptos de salud pública y ciencia médica. Su programa es también uno de los pocos espacios donde se ofrece información de salud libre de fines comerciales; es decir, no es un espacio que, detrás de la imagen y discurso de un médico, vende un producto determinado. Por el contrario, Huerta denuncia estas prácticas y ha empezado a hacer chequeos de notas de salud desde sus redes sociales.

Estas experiencias son los principales referentes de la naciente sección de verificación de datos de Salud con lupa, que se suma a partir de ahora al combate de las noticias falsas sobre salud pública y medicina para informar mejor a los lectores de nuestra región. Los fraudes que viajan por sitios web, que son amplificados por algunos medios y que se comparten por Whatsapp en grupos de amigos y familiares, serán detectados y desmontados en este espacio.

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