En las últimas semanas, hemos sabido de amigos o familiares que han dado positivo a la covid-19. Quizá nosotros mismos, incluso si ya habíamos pasado por la enfermedad antes. A diferencia de marzo de 2020, sin embargo, es más probable que las personas infectadas solo requieran descanso y atención a sus síntomas desde casa. Esas parecen ser, por el momento, las características de la fase de la pandemia en la que nos encontramos.
El 26 de junio, el ministro de Salud confirmó que Perú se encuentra en la cuarta ola de la pandemia, al haber pasado de un promedio de 1.800 casos de covid-19 a la semana a 11 mil casos por semana. De acuerdo a la alerta epidemiológica emitida por el Ministerio de Salud, el incremento de personas infectadas se ha asociado a la mayor presencia de las subvariantes de ómicron, BA.4 y BA.5, que se consideran más contagiosas. Es por ese motivo que, al crecer el número de personas infectadas, las chances de quedar expuesto al virus y volver a infectarse también crecen.
Ahora, es importante notar que la alerta por el alza de contagios no ha supuesto un incremento en el número hospitalizaciones o muertes. De acuerdo al epidemiólogo César Ugarte, la cuarta ola de covid-19 debería ser similar a la tercera en cuanto al aumento de casos, sin que estos pongan en aprietos al sistema de salud. En ese sentido, considera que el mensaje sobre la pandemia no debe apelar al miedo, pero sí a la precaución.
“Tenemos que aceptar que es probable que varios terminen infectándose, debido a la alta transmisión que tienen las variantes, pero eso no quita que sigamos cuidándonos”, indica. A lo largo de la pandemia, hemos puesto en práctica distintas medidas para protegernos de la enfermedad del covid-19: el lavado de manos, el uso de mascarillas, la ventilación, el distanciamiento y la más importante, la vacunación. Aunque todas ellas resultan útiles, la forma en que nos cuidemos dependerá de nuestras propias condiciones de vida.
Medir los riesgos, cambiar el mensaje
Para el epidemiólogo César Ugarte, el Gobierno debería comunicar pautas para que cada persona haga un balance de sus riesgos. “No es lo mismo tener una familia donde hay una persona con inmunosupresión o cáncer, que tener una familia joven sin comorbilidades”, comenta.
Analizar las características de nuestra familia o de nuestras condiciones de vida puede llevar, por ejemplo, a que una persona siga usando la mascarilla en espacios abiertos, y otra no. O a que una acuda a una reunión con un grupo de amigos y otra persona prefiera no hacerlo. Además, explica César Ugarte, es importante que el mensaje también invite a pensar más allá del corto plazo. “Estamos viendo que gran porcentaje de pacientes que han tenido covid tienen efectos posteriores. No todos, pero hay un porcentaje, y hay que considerar esos riesgos”, indica.
El infectólogo Juan Celis opina que no hay que perder de vista los casos de covid-19 que sí han requerido hospitalización. “Es claro que está afectando básicamente a la población no vacunada, población con vacunación incompleta y población vulnerable: inmunosuprimidos, trasplantados y que tienen enfermedades crónicas”, señala Celis. Por eso mismo, considera, el mensaje del Gobierno respecto a la vacunación —así como otras medidas— tiene que ser más focalizado.
De acuerdo al Repositorio Único Nacional de Información en Salud (Reunis), al 1 de julio, 65,5% de peruanas y peruanos cuentan con tres dosis de la vacuna contra la covid-19. Pero la cobertura no es igual de alta en todas partes del país, y tampoco en todos los grupos de riesgo. Lo mismo sucede con la cuarta dosis, que está dirigida especialmente a la población más vulnerable. “Pienso que el mensaje general de ‘vacúnate’ funcionó en su momento, pero ahorita no se está concentrando en la población en más peligro”, señala Juan Celis.
El infectólogo resalta que hay indicios de que con las subvariantes BA.4 y BA.5 la caída de anticuerpos es más rápida, lo que realza la necesidad de las dosis de refuerzo para las personas adultas mayores, con comorbilidades o enfermedades crónicas. “Es el momento de ir hacia ellos, no esperar a que vayan a vacunarse”, dice.
La Defensoría del Pueblo también ha expresado preocupación sobre el impacto que la cuarta ola de covid-19 puede tener en la población sin vacunar o que tiene un esquema incompleto. “Un gran porcentaje ha recibido la primera y la segunda dosis, pero por distintos motivos no está cumpliendo con llevar la tercera. En ese punto sería importante una estrategia de comunicación que sea distinta a la de las olas previas”, comenta Carlos Almonacid, jefe del Programa de Derechos de la Salud de esta entidad.
Para el abogado, también es importante que el Gobierno haga una revisión de las medidas de prevención vigentes, pues se observa que muchas de ellas se han flexibilizado. “El uso incorrecto de mascarillas, la falta de ventilación en locales cerrados, la falta de distanciamiento en eventos masivos… se están volviendo comunes. El Ministerio de Salud tiene que hacer ajustes a la normativa. Y no para que sean más rigurosos, sino para que, dado el nuevo contexto, evalúen dónde se tiene que priorizar las medidas de prevención y cómo implementarlas. Por ejemplo, ¿dónde realmente se necesita pedir el carné de vacunación?”, plantea Almonacid.
En diferentes frentes, el objetivo se mantiene: llegar a la población que tiene más probabilidades de terminar en un hospital si se contagia en la cuarta ola.
Lo que podemos esperar
Hace una semana, antes de que se confirmara que nos encontramos en una nueva ola, el director del Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC), César Munayco, declaró que es probable que entremos a una fase endémica de la covid-19, algo que el Ministerio de Salud ya había adelantado en marzo de este año.
Una enfermedad se considera endémica cuando afecta un lugar determinado en determinados periodos. “Lo que pasaría es que habría un número de casos constante, con pequeños picos algunos meses. Entonces, ya no desaparece, se queda en la comunidad y tenemos que vivir con ello finalmente”, explica el epidemiólogo César Ugarte.
En nuestro país, particularmente en la Amazonía, existen enfermedades endémicas como el dengue, la malaria y la fiebre amarilla. Por eso mismo, en estos territorios, agregar otra endemia a la lista no sería una buena noticia.
“Puede convertirse en una endemia/epidemia; es decir, todos los años tener brotes cada vez que hay una nueva variante. Sería malísimo, porque tendríamos que estar cambiando vacunas todos los años . Eso es bastante peligroso”, considera Juan Celis, quien trabaja en Iquitos, una ciudad donde en abril se reportaban de tres a cinco casos de dengue cada día.
Finalmente, aún hay mucho que no se conoce sobre el desarrollo de la pandemia en Perú. Como resalta Celis, no contamos con estudios locales que nos muestren cómo se está comportando la inmunidad en nuestro país, ya sea por infección o por vacunación. Esos datos permitirían tomar mejores decisiones respecto a la necesidad de dosis de refuerzo para poblaciones específicas. “Deberíamos tener una cohorte peruana: mil o dos mil personas vigiladas constantemente para ver cómo se comportan, cómo se infectan, qué tal está cayendo la vacunación… esos estudios no los tenemos”, explica.
Sin datos claros sobre la situación de la inmunidad en el Perú, contamos con la experiencia de Sudáfrica, Estados Unidos y países de Europa para tomar previsiones. En la cuarta ola, las reinfecciones con variantes de ómicron muestran que aún personas vacunadas y que pasaron por la enfermedad antes, pueden contraer covid-19. Pero el escenario no es el mismo que el del 2020 y o el 2021. Y las medidas que adoptemos deben considerar ese cambio.
Lo que no varía: un sistema frágil
Las pruebas de diagnóstico. Si bien el incremento de casos no fue acompañado de un alza crítica de hospitalizaciones y muertes durante la tercera ola de la covid-19, un servicio en particular resultó saturado: el de las pruebas moleculares. “Gran cantidad de trabajadores acudieron a centros del primer nivel para hacerse la prueba, necesaria para obtener descanso médico o un subsidio de parte del Estado”, recuerda Carlos Almonacid, de la Defensoría del Pueblo. La alta demanda por pruebas, ya sea moleculares o de antígenos, generó también un fuerte incremento de precios en el sector privado. Además, las largas colas y la aglomeración elevaban el riesgo de contagio.
Sobre ese punto, el epidemiólogo César Ugarte considera que el Estado debería repartir pruebas en los establecimientos de salud de la misma forma que se reparten preservativos. “Sería importante darle poder a la persona para que se tome la prueba, junto con una campaña de comunicación que muestre cómo se hace el hisopado y qué hacer si sale positivo”, explica.
El personal de salud. Se ha extendido la vigencia de los contratos del personal CAS covid hasta julio, pero aún no queda claro qué sucederá luego con estos trabajadores. Aunque el ministro de Salud anunció que se busca pasarlos al régimen CAS regular, aún no se conoce cuándo se llevará a cabo dicha migración. Se trata de un asunto de preocupación en muchos establecimientos de salud, donde los CAS covid laboran en distintas especialidades. “Es importante que tengan garantía de continuidad, pero que puedan seguir no solamente viendo covid, también otros temas, porque en el país faltan recursos humanos”, dice Carlos Almonacid.
Los otros pacientes. Aunque se espera que los casos de covid en la cuarta ola no aumenten de manera significativa las hospitalizaciones, es importante recordar lo que ocurrió en olas anteriores, cuando el contagio de personal de salud causó el cierre de algunos servicios en ciertas regiones. El cierre de servicios afecta sobre todo a quienes, desde antes de la pandemia, experimentaban dificultades para acceder a una atención integral, como los pacientes oncológicos.