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Nobel de Medicina 2020: El valor del descubrimiento del virus de la hepatitis C

Tres científicos recibieron el prestigioso premio por el descubrimiento del virus de la hepatitis C, una enfermedad que mata a 400 mil personas al año y afecta a 71 millones en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud. Su hallazgo hizo posible el desarrollo de nuevos medicamentos para evitar más muertes.

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Harvey J. Alter, Michael Houghton y Charles M. Rice, ganadores del Premio Nobel de Medicina en 2020.

El Premio Nobel de Medicina 2020 se otorgó a tres científicos que han contribuido en forma decisiva a la lucha contra la hepatitis C, un virus que provoca cirrosis y cáncer de hígado. Los virólogos Harvey J. Alter, Michael Houghton y Charles M. Rice hallaron varias pistas que condujeron a identificar a este nuevo virus de transmisión sanguínea.

Antes de su trabajo, el descubrimiento de los virus de la hepatitis A y B había sido un avance fundamental, pero seguían sin poder explicarse la mayoría de los casos de hepatitis en la sangre. Con la nueva revelación, se pudo comprobar la causa de los casos restantes de hepatitis crónica e hizo posible el desarrollo de nuevos medicamentos que han salvado millones de vidas.

Harvey J. Alter (Nueva York, 1935) se graduó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Rochester y se formó en medicina interna en el Strong Memorial Hospital y en los Hospitales Universitarios de Seattle. En 1961, se unió a los Institutos Nacionales de Salud. Desde 1969 pertenece al Departamento de Medicina de Transfusión del Centro Clínico como investigador principal.

Mientras que Michael Houghton recibió su doctorado en 1977 en el King's College de Londres. En 2010 se trasladó a la Universidad de Alberta y actualmente es profesor en la Cátedra de Investigación de Excelencia en Virología de Canadá y director del Instituto de Virología Aplicada Li Ka Shing.

Charles M. Rice (Sacramento, 1952) obtuvo su doctorado en 1981 en el Instituto de Tecnología de California. Desde 2001 es profesor en la Universidad Rockefeller de Nueva York. Entre los años 2001 y 2018 fue el director científico y ejecutivo del Centro para el Estudio de la Hepatitis C en la Universidad Rockefeller, donde sigue activo.

Un agente infeccioso desconocido

La clave del éxito de la intervención contra las enfermedades infecciosas es identificar el agente causal. En los años sesenta, Baruch Blumberg determinó que una forma de hepatitis transmitida por la sangre era causada por un virus que llegó a conocerse como el virus de la hepatitis B, y el descubrimiento condujo al desarrollo de pruebas de diagnóstico y una vacuna eficaz.

En ese momento, Harvey J. Alter estudiaba la aparición de la hepatitis en pacientes que habían recibido transfusiones de sangre. Aunque los análisis de sangre para el recién descubierto virus de la hepatitis B redujeron el número de casos de hepatitis relacionada con transfusiones, el equipo de Alter demostró que quedaban muchos casos.

Las pruebas para la infección del virus de la hepatitis A también se desarrollaron en esta época, y se hizo evidente que no era la causa de estos casos inexplicables.

Alter y sus colegas demostraron que la sangre de estos pacientes con hepatitis podía transmitir la enfermedad a los chimpancés, el único huésped susceptible además de los humanos. Estudios posteriores también demostraron que el agente infeccioso desconocido tenía las características de un virus. Se había definido así una nueva y distinta forma de hepatitis viral crónica, que se conoció como hepatitis ‘no A, no B’.

El problema ahora era su identificación y se consiguió más de una década después. Michael Houghton, en un trabajo para la empresa farmacéutica Chiron, logró aislar la secuencia genética del virus. Su grupo creó una colección de fragmentos de ADN de ácidos nucleicos encontrados en la sangre de un chimpancé infectado.

La mayoría de estos fragmentos procedía del genoma del propio chimpancé, pero los investigadores predijeron que algunos derivarían del virus desconocido. Asumieron que los anticuerpos contra el virus estarían presentes en la sangre extraída de los pacientes con hepatitis, utilizaron sueros de los humanos para identificar fragmentos de ADN viral clonado que codifican las proteínas virales. Tras una búsqueda exhaustiva, encontraron un clon positivo derivado de un nuevo virus de ARN de la familia de los flavivirus: el virus de la hepatitis C.

La pieza que faltaba

Este hallazgo fue decisivo, pero faltaba una pieza del rompecabezas: ¿podría el virus por sí solo causar hepatitis? Para responder a esta pregunta los científicos tuvieron que investigar si el virus clonado era capaz de replicarse y causar la enfermedad. Fue Charles M. Rice, junto con otros grupos que trabajaban con virus ARN, quién observó una región no caracterizada anteriormente en el extremo del genoma del virus que podría ser importante para su replicación.

Rice también observó variaciones genéticas en muestras de virus aislados y formuló la hipótesis de que algunas de ellas podrían obstaculizar la replicación del virus. Mediante ingeniería genética, consiguió una variante de ARN del virus de la hepatitis C.

Cuando se inyectó en el hígado de los chimpancés, se detectó el virus en la sangre y se observaron cambios patológicos parecidos a los observados en los humanos con la enfermedad crónica. Esta fue la prueba final de que el virus de la hepatitis C por sí solo podía causar los casos inexplicables de hepatitis mediada por transfusión.

Los descubrimientos de los tres premios Nobel han permitido el diseño de análisis de sangre muy sensibles que han eliminado el riesgo de hepatitis transmitida por transfusión en una gran parte del mundo. Este avance también ha supuesto el desarrollo de medicamentos antivirales que pueden curarla. Porque si bien la hepatitis C sigue siendo una gran preocupación de salud en el mundo, ahora existe la oportunidad de eliminar la enfermedad.

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