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Peter Tsai: el creador de la mascarilla N95 ha encontrado un método para reutilizar su invento

El científico taiwanés Peter Tsai tiene actualmente la misión de probar distintos métodos para que su mascarilla pueda reutilizarse. Se jubiló hace dos años, pero levantó un laboratorio en su casa para ayudar a contener la pandemia de COVID-19.

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Peter Tsai, inventor de las mascarillas N95, trabaja ahora en formas de mejorar este equipo de protección esencial para el personal de salud que trata a los pacientes con COVID-19.
Ilustración: Kipu Visual

Desde que empezó la pandemia del nuevo coronavirus, el profesor Peter Tsai suspendió su jubilación e improvisó un laboratorio en su casa de la ciudad de Knoxville, en el estado de Tennessee (Estados Unidos), para probar las formas más eficientes de esterilizar y reutilizar un equipo que inventó en los años noventa: la mascarilla N95. Este dispositivo médico se ha convertido en el más solicitado y escaso para proteger al personal de salud que atiende a los pacientes con COVID-19.

"Comencé a trabajar casi 15 horas al día de manera voluntaria, pero no me importó. Prefiero vivir el resto de mis años con la certeza de haber ayudado a salvar vidas que hacerme rico", dice Tsai, un ingeniero taiwanés, experto en materiales, que llegó a los Estados Unidos en 1981.

A diferencia de otros cubrebocas, incluidas las máscaras caseras y las cubiertas de tela, las mascarillas N95 filtran de manera segura los contaminantes que están en el aire. Por eso, en los últimos meses, Peter Tsai intentó todo lo que se le ocurrió para esterilizar a bajo costo estas mascarillas sin perder la eficacia de la filtración: las hirvió, las coció al vapor, las puso en un horno e incluso las dejó a la luz del sol durante períodos prolongados.

Tras intentar múltiples enfoques en su casa, el profesor Tsai publicó un informe de emergencia que proponía una variedad de métodos para limpiar y reutilizar las mascarillas N95 sin comprometer la carga electrostática requerida para que funcione el sistema de filtración.

Su hallazgo central fue que las mascarillas N95 se pueden calentar a 70 grados celsius durante 60 minutos usando un método de calor seco sin disminuir la tecnología de filtración. Su hipótesis fue validada por los Institutos Nacionales de Salud en Estados Unidos. Después de que publicó su primer informe en abril, Tsai continuó sus experimentos y compartió con entusiasmo sus hallazgos con la comunidad científica y con cualquiera que lo pidiera.

El profesor Peter Tsai, de 68 años, se dedicó por varias décadas a la ingeniería de materiales y a la cátedra universitaria. Así perfeccionó una tecnología basada en fibras no tejidas (generadas por procedimientos mecánicos), que origina una carga electrostática y repele el 95% de partículas, entre ellas, virus que son transportados en microscópicas gotas de saliva en el aire.

Su avance en la mascarilla N95 se produjo cuando lideraba un equipo de investigación en la Universidad de Tennessee en 1992. Su objetivo era desarrollar una tecnología de carga electrostática, casualmente llamada carga de corona, para filtrar partículas no deseadas. Su invención finalmente se convirtió en la base de la mascarilla N95.

Las N95, llamadas así por ser capaces de filtrar el 95% de partículas en el aire, fueron ideadas para proteger inicialmente a los trabajadores de la industria de la construcción, pero no fue necesario mucho tiempo para darse cuenta de su importancia en el sector salud. Primero se demostró su utilidad para frenar los contagios de tuberculosis y posteriormente, en 2003, para prevenir la extensión de la primera epidemia de un coronavirus mortal: el SARS.

“El enfoque principal de mi tecnología ha cambiado con los años”, afirma Tsai. Entre las muchas compañías y grupos de investigación que se han acercado a él está N95DECON, un grupo colaborativo de científicos voluntarios, ingenieros y médicos de Estados Unidos que buscaba formas de descontaminar y reutilizar la mascarilla N95.

Además, Tsai ha ayudado a levantar nuevas líneas de producción de las fibras de las N95. "Aunque se retiró en 2018, nunca dejó de trabajar y de pensar en formas de mejorar su tecnología", dice Maha Krishnamurthy, vicepresidenta de la Fundación de Investigación de la Universidad de Tennessee. "En realidad no podía renunciar. Es una cualidad de todos los grandes investigadores: nunca se puede apagar el cerebro", apunta.

Una de las contribuciones de Tsai ha sido trabajar con los laboratorios Oak Ridge para cambiar su sistema de producción y poder producir fibras para 9 mil mascarillas N95 por hora. Este proceso ha sido compartido con toda industria que quiera comenzar a fabricar máscaras o mejorar la velocidad con que generan este implemento convertido en primera necesidad en todo el mundo.

Con información de la Agencia EFE

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