Noticias

Sequías en Perú: ¿estamos ante uno de los efectos del cambio climático?

Desde setiembre del 2022, las zonas altoandinas del país experimentan una de las peores sequías de los últimos cincuenta años. Aunque en algunas zonas ha empezado a llover, la producción agrícola y ganadera tomará un tiempo en recuperarse.

000389818W
Foto: Andina

En medio de la crisis social y política que atraviesa el Perú, una emergencia climática en los Andes parece haber perdido eco en los noticieros. Desde setiembre de 2022, la ausencia de lluvias en la sierra perjudicó el ganado y los cultivos de más de 3 mil comunidades del centro y sur del país. Y aunque actualmente en ciertas regiones ya ha empezado a llover, las sequías han dejado secuelas graves en la producción agrícola y ganadera.

No es un fenómeno nuevo: según la agencia meteorológica de Naciones Unidas, este es el tercer año consecutivo que el Perú se enfrenta al mismo problema. Sin embargo, la intensidad de las sequías del 2022 ha sido tan fuerte que, según los especialistas, desde hace más de cincuenta años que no ocurría algo similar. “Es un valor récord”, señala el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi). Pero la crudeza de esta estadística solo palidece ante la realidad de las pérdidas: en tres meses se han secado lagunas, han muerto cientos de animales y se han estropeado incalculables cultivos.

El origen de este suceso reside en el Fenómeno de La Niña, un evento de enfriamiento anómalo de las aguas del océano Pacífico que provoca alteraciones en los vientos y las lluvias, lo cual puede afectar gravemente la disponibilidad de agua en algunos lugares, exacerbando inundaciones o sequías. Es la primera vez durante el siglo XXI que ocurre tres veces de forma consecutiva. Pero, ¿por qué este fenómeno viene sucediendo de manera tan intensa precisamente ahora? ¿Es ocasionado por el cambio climático? ¿De qué modo impactan las sequías en la escasez de alimentos? En este artículo responderemos a estas preguntas.

¿El cambio climático influye en La Niña?

“No ha llovido ni una gota durante los meses de octubre y noviembre”, alertó en una entrevista Grinia Ávalos, subdirectora de Predicción Climática del Senamhi. Esto originó que el gobierno decretara Estado de Emergencia por 60 días en algunas regiones del país como Arequipa, Puno y Huancavelica. Este tiempo corresponde al pronóstico de duración del Fenómeno de La Niña, el cual tiene un 75% de probabilidad de que persista hasta febrero de 2023, de acuerdo con los datos más recientes de la Organización Metereológica Mundial (OMM).

“Cuando aparece La Niña, básicamente representa dos cosas para el Perú: 1) una primavera más seca de lo usual, principalmente en toda la región andina y parte de la región amazónica y 2) un periodo lluvioso, más lluvioso de lo habitual, por lo tanto, no sería raro que después de esta sequedad importante que tenemos entre enero y febrero, tengamos lluvias por encima de lo normal”, explicó Ávalos.

Aunque lo primero que pensamos cuando vemos esta clase de fenómenos es en el cambio climático, no se tiene certeza de que este “triple episodio” de La Niña haya sido ocasionado por él. De hecho, según la OMM, ni el Fenómeno del Niño (cuando se calienta la superficie del mar en el océano Pacífico) ni el de La Niña son producidos por el cambio climático, sino más bien ambos son fenómenos naturales que ocurren desde hace miles de años. Sin embargo, para algunos especialistas, sí es probable que el cambio climático intensifique el impacto de La Niña y lo vuelva más extremo en regiones vulnerables. Es decir, no sería de extrañar que este evento de enfriamiento se recrudezca como consecuencia de los cambios de temperatura global que venimos experimentando.

En un triple episodio de La Niña, el mayor riesgo tiene que ver con la predictibilidad: cada vez se vuelve más difícil identificar los patrones estacionales de las lluvias. “La Niña es más impredecible (que el fenómeno del Niño) en cuanto a sus patrones de afectación, pero además, cuando persiste, por más que tengamos tres años fríos, los patrones de lluvia siguen siendo diferentes”, explicó Ávalos en una entrevista a Economía Verde.

Y no solo esto, sino que la afectación de la sequía se va alargando hasta el año siguiente, perjudicando con más fuerza a las poblaciones y ecosistemas que subsisten básicamente por el agua. Es lo que viene sucediendo en las zonas altoandinas del Perú, en donde pequeñas lagunas con un metro o medio metro de profundidad, que solo dependen de las lluvias para seguir existiendo, se están evaporando por las sequías. Estas pérdidas de lagunas provocan un impacto económico muy grande en las comunidades, porque sin ellas se afecta por ejemplo la hidratación de los ganados.

¿Cómo impactan las sequías en la escasez de alimentos?

Según el Plan Nacional de Cultivos del Ministerio de Agricultura y Riego, el 63,8% de la superficie agrícola depende de las lluvias, “sobresaliendo la región natural de la sierra con 50,7% de la superficie total bajo secano (un territorio que depende del agua de lluvia y no del riego humano para poder producir alimento de consumo humano y del ganado)”. Por eso, una temporada de sequía tan extensa como la que vivimos es un factor que sin duda reduce la producción de alimentos en toda esta región. Por ejemplo, para la papa se espera una caída de la producción de hasta un 40%, según las cifras reportadas en medios como El Economista.

Para explicar los peligros del cultivo de alimentos existe un concepto llamado “riesgo agroclimático”, el cual calcula la probabilidad de que la producción agropecuaria se pierda debido a los fenómenos climatológicos. En el caso de la papa, el Plan Nacional de Cultivos de 2019 advirtió que el riesgo agroclimático entre los meses de setiembre y octubre fue entre medio y muy alto porque hubo “un déficit de precipitaciones y las temperaturas diurnas manifestaron valores por encima de su valor normal”.

Durante noviembre de este año, para la Sierra Sur, por ejemplo, Senamhi pronosticó que “la disponibilidad hídrica disminuiría nuevamente, producto de lluvias previstas inferiores a su promedio climático. Este descenso de humedad aunado a los días cálidos, seguido de noches más frías de lo habitual incrementarían los niveles de riesgo (alto) para el cultivo de papa, retrasando la siembra, extendiendo el periodo de emergencia de semillas y disminuyendo la tasa de crecimiento vegetativo”.

Es decir que el comportamiento de los cultivos como el de la papa están estrechamente relacionados con las condiciones climatológicas, y desde luego, la falta de agua reduce las condiciones para que las plantas puedan desarrollarse con normalidad. ¿Por qué la Niña reduce las lluvias?

“El patrón anómalo de vientos secos reseca la atmósfera andina e inhibe la producción de lluvias: reduce significativamente las precipitaciones y nubosidad. Por eso, en el día hay temperaturas más altas de lo usual y, por la noche, al no haber nubosidad, descienden y se registran heladas. Afecta a los requerimientos de los cultivos que están en temporada de siembra”, explicó Ávalos para el Centro Peruano de Estudios Sociales (CEPES).

El peligro de tener fenómenos como La Niña es que, cuando experimentamos climas extremos, las cosechas se pierden fácilmente. En este caso, como no hay lluvias para los cultivos, la producción de vegetales disminuye. Y cuando llega el período de lluvias extremas que advierte Ávalos, la intensidad de las precipitaciones hace que se pierdan toneladas de alimentos.

Bajo este escenario es necesario considerar que el Perú es uno de los países con mayor inseguridad alimentaria en Sudamérica. Eso significa que “actualmente unos 16,6 millones de personas, más de la mitad de la población, no tiene acceso regular a alimentos suficientes, seguros y nutritivos en Perú, pese a que el Banco Mundial clasifica al país como una economía de ingresos medios altos que puede producir todos los alimentos que necesita”, según la ONU.

Los expertos aseguran que las precipitaciones empezarán a normalizarse hacia fines de diciembre. Sin embargo, si la alteración de lluvias continúa y se prolonga la escasez de agua, la industria de alimentos se verá obligada a importar productos de otros países para satisfacer la demanda nacional. Además, con la crisis por la falta de fertilizantes (cuya compra sigue sin materializarse y todo indica que su escasez se extenderá hasta febrero del 2023), no solo peligra la seguridad alimentaria, sino también la estabilidad de los precios, afectando finalmente los bolsillos de los peruanos.

Más en Noticias

Más en Salud con lupa