Salud mental

¿Cómo se puede apoyar a una persona con trastorno bipolar?

Al querer ayudar a alguien con esta condición, muchos tratan de adivinar qué es lo que necesitamos. Según mi experiencia, lo mejor que pueden hacer es empezar por una pregunta muy sencilla: “¿Qué puedo hacer por ti?”

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Ilustración: Héctor Huamán

Antes de empezar, creo que lo más responsable de mi parte es hacer un disclaimer: deben saber que no soy psicóloga ni psiquiatra. Mi intención con esta columna no es decirles que tienen que seguir al pie de la letra mis consejos. Esta columna no está tallada en piedra. Pero sí pueden tomar lo que les sirva y adaptarlo a su contexto.

Estoy segura de que, como familiares, amigos o parejas de una persona con trastorno bipolar, deben haber sentido impotencia, dolor, confusión y rabia más de una vez. Algo de lo que se habla poco es del papel de los cuidadores y de cómo ellos también sufren por no poder entender totalmente lo que atraviesa la persona con el diagnóstico.

Y lamento romperles el globo: nunca lo sabrán. En estos casos, el “me pongo en tus zapatos” no sirve de mucho. Lo más importante, en realidad, es acompañar a esa persona que te importa a transitar por las subidas y bajadas de la forma más asertiva posible y cuidando que no se ponga en peligro.

A continuación, enumeraré tres cosas que deberías evitar decir o hacer si no quieres orillarla a una crisis emocional. Ojo que, muchas de estas cosas, las hacemos pensando que serán de gran ayuda, pero terminan siendo todo lo contrario.

1) Hacer comentarios invalidantes. Existen frases bastante comunes, que parecen inofensivas, pero que pueden llegar a ser bastante violentas y traumatizantes. Algunas de ellas son ‘no es para tanto’, ‘pero si lo tienes todo’ y una de las más peligrosas, ‘deja de querer llamar la atención’.

El trastorno bipolar no es algo que decidimos tener, ni que particularmente disfrutemos. Si te decimos cómo nos sentimos, no esperamos que minimices esos sentimientos. Puedes no saber qué hacer, es válido, pero no existe justificación ni explicación alguna para decirle a una persona que sufre alguna de estas frases.

2) Dar consejos no solicitados. ‘¿Por qué no haces yoga? A mí me va súper bien’ o ‘Seguro no le estás echando suficientes ganas, te apuesto que, si te esfuerzas, vas a mejorar’, son algunos de los miles de consejos que recibimos los siete días de la semana. Generalmente, estos consejos no los pedimos, nos los imponen.

Si alguna vez dijiste algo como esto, estoy segura, con la mejor de las intenciones, es importante que te tomes un rato para reflexionar. No todo funciona para todos y aunque algún tipo de ejercicio te ayude con tu estado de ánimo, puede que no sea del agrado de la persona a la que se lo recomiendes.

Además, es necesario que sepas que nuestra condición no tiene cura. Aunque la actividad física puede ayudar, no va a “quitarnos” el trastorno bipolar. Tampoco lo harán las vitaminas ni los cuencos tibetanos.

3) Hacer sentir inferior a la persona por no hacer “lo que todos hacen”. La idea no es recordarle que tiene trastorno bipolar todo el tiempo, pero si te dice que no quiere tomar, no le insistas. Si te menciona que debe dormir a las 10 de la noche, no lo trates como un niño.

Por nuestro bien, hay ciertas cosas que nos recomiendan evitar y una de ellas es el alcohol. No es una buena idea consumir sustancias psicoactivas cuando nuestros síntomas se parecen mucho a los que ellas generan. Menos si estamos tomando medicación.

Me ha pasado más de una vez que amigos y familiares han tratado de insistir y me han excluido sutilmente por no adecuarme a su forma de “pasarla bien”. Sé que quieren que me sienta como “una más”, pero en estos casos no lo soy y, por mi seguridad, prefiero ignorarlos, aunque su actitud termine, de una forma u otra, dañándome.

Lo mismo pasa con las horas de sueño. Con o sin un trastorno, lo ideal es que los adultos durmamos, como mínimo, unas siete horas todos los días. Claro que eso, en la vida real, es muy difícil de conseguir, pero si tenemos la posibilidad, no deberíamos tener que soportar una serie de comentarios burlones cuando nos despedimos.

Lo único que se logra con esa actitud es que la persona se rinda y quiera abandonar el tratamiento y todas las adaptaciones que había hecho para no tener que pasar por momentos incómodos en donde se le recuerda que es “diferente”.

Ahora que ya saben lo que no tienen que hacer, les diré lo que sí podría ayudar. Son cosas bastante simples, pero que pueden hacer una gran diferencia.

Si realmente quieres hacer sentir a esa persona querida, contenida y apoyada, antes que nada, debes hacerle la siguiente pregunta: ¿qué puedo hacer por ti? Resiste a la tentación de actuar de forma impulsiva y decirle lo primero que salga de tu cabeza. Solo pregunta y escucha. Lo que más queremos es que nos escuchen. No queremos que se nos juzgue y menos que hablen por nosotros.

Conocer sus necesidades es clave para suplirlas. Quizás quiere algo rico de comer o que te sientes a su lado sin decir nada o, por otro lado, que lo dejes solo por un momento. Pero no lo sabrás hasta que no le ofrezcas tu tiempo y un espacio seguro para comunicarse.

Psicoedúcate. Mientras más conozcas del trastorno, más sencillo será para ti ser un acompañante. Pero no te quedes solo con eso, la teoría no es suficiente. El espectro del trastorno bipolar es bastante amplio, hay muchos tipos y la forma de manifestarse varía de persona en persona. Por eso es necesario que conozcas cómo se muestra en tu pareja, amigo o familiar.

Tener un bloc de notas para hacerle seguimiento a la variación de sus estados emocionales es vital. Poner todo en papel les ayudará a darse cuenta cuando la persona está entrando a la manía o hipomanía o a la depresión. Podrán identificar señales de alerta a tiempo y así conseguirán que cada episodio sea mucho más leve.

Debes saber que conseguir la estabilidad en el trastorno bipolar no depende de una sola persona o de un solo método: es una combinación de factores. La responsabilidad no puede, ni debe, recaer solo en ti.

Si en el proceso necesitas ayuda, pídela. No puedes hacer nada por nadie sino estás pasando por un buen momento emocional.

No te voy a mentir: será difícil. Habrá mucho avance y también mucho retroceso, pero si estás dispuesto a desaprender todas las ideas que tenías de lo que significa vivir con esta condición, a desarrollar paciencia y compasión, sin que esta se transforme en una pena que te obligue a mirar a la persona desde arriba, el proceso no tiene por qué ser tan tedioso ni doloroso.

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