14N: La noche que no termina

Gloria Alejandro Yáñez (26)

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Foto: Omar Lucas

La pelota se le escapa a una niña que juega en la Plaza Mayor de Puente Piedra. Rueda entre varias personas sin que nadie la detenga, pero Gloria Alejandro la ataja con su pie izquierdo, el mismo que desde hace un año lleva siete clavos para poder moverse. “Me olvidé que es el que tengo mal”, dice mientras sigue caminando.

Gloria vive para ayudar. Esa es la fuerza que la levanta cada mañana y la misión que le encomendó su madre, Isabel, fallecida hace 14 años. Isabel solía ocupar cargos de representación entre los padres de familia del colegio de sus hijos y llevaba a Gloria a cada reunión que ella presidía. También reaccionaba rápido ante una injusticia. Cuando Gloria estaba en segundo de primaria tomó sin permiso el reloj de un compañero de su clase. Su mamá se enteró y la obligó a devolverlo al día siguiente y pedir disculpas. “Pasé una gran vergüenza, pero fue la lección de mi vida”, dice.

Antes de morir, Isabel inscribió a su hija en el taller de catequesis de la iglesia de su distrito. En ese lugar, Gloria formó un grupo de amigos con el que afianzó su deseo de ayudar. Años más tarde, cuando estudiaba Educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Gloria fue delegada de un curso, de su promoción y finalmente, miembro de la Federación Universitaria; es decir, una de las representantes de todos los estudiantes sanmarquinos durante el 2019.

La muerte de su madre también la convirtió en una persona independiente, que asumió la responsabilidad de cuidar a su padre y a su hermano. Pero luego del 12 de noviembre de 2020, cuando se fracturó el pie izquierdo mientras escapaba de las bombas lacrimógenas lanzadas por los policías, Gloria debió vivir en una silla de ruedas por tres meses y permitir que su papá la ayudara a cambiarse de ropa o a ir al baño.

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Gloria ha encontrado en las luchas sociales una causa de vida. Aún con el pie izquierdo fracturado, ella ha decidido representar a las víctimas de las marchas contra el régimen de Manuel Merino.
Foto: Omar Lucas

Ha pasado un año, pero Gloria aún no puede caminar demasiadas cuadras ni sentarse a lavar su ropa por mucho tiempo. “Vivo con temor, porque si me vuelvo a lesionar y se rompen los clavos, no será fácil reconstruir el pie”, cuenta. Por todas esas limitaciones, Gloria fue diagnosticada con cuadros de depresión y ansiedad. No podía ver las noticias de los demás heridos de las marchas sin sentir que se ahogaba y tenía constantes pesadillas del día en que le operaron el pie izquierdo durante seis horas.

Gloria cree que estos pensamientos negativos llegaron a su mente porque no podía hacer muchas labores. Pero hace un par de meses volvió al activismo social, esta vez para ayudar a las víctimas de las marchas entre los días 10 y 14 de noviembre de 2020. Eso le ha dado un nuevo sentido de vida.

“A veces me dicen cosas como para qué fui a marchar, que me rompieron el pie y no he recibido nada. Pero yo creo que es un tema de deber cívico. Así me lo inculcaron mis profesores, San Marcos, mi madre”, dice Gloria. Ningún clavo en su pie le impediría volver a marchar para que otros jóvenes no pasen una experiencia como la suya.

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