Chile

Madres migrantes: dar a luz lejos de casa
y padecer la xenofobia

Los casos de maltratos y discriminación a las mujeres migrantes que dan a luz en los hospitales de Chile reflejan que son uno de los grupos más expuestos a la violencia obstétrica. El programa oficial que capacita a las gestantes para que reclamen sus derechos avanza lento por la resistencia al cambio del personal de salud.stantes para que reclamen sus derechos avanza lento por la resistencia al cambio del personal de salud.

La mañana del 23 de julio de 2018, Sirelys Ávila dio a luz en el Hospital Clínico San Borja Arriarán, en Santiago Centro, el establecimiento de salud que atiende la mayor cantidad de nacimientos de mujeres migrantes en Chile. Ávila es venezolana, y cuando le llegó el momento de parir solamente la acompañaba su mamá. Su esposo seguía en Venezuela.

Salió de su país, huyendo de la crisis, con siete meses de embarazo. El tiempo entre su ingreso a Chile y su parto se lo pasó resolviendo trámites migratorios y buscando un lugar para vivir. Cuando llegó al hospital la pasaron a observación. Tenía dos centímetros de dilatación. Le dijeron que esperara para inducirle el parto. Aunque dijo que tenía sed, nunca le dieron agua. La matrona tampoco le prestó atención cuando pidió que su mamá pasara a la sala. Esto, pese a que las guías de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiendan ambas cosas: el acompañamiento y la ingesta de líquidos y comidas durante el trabajo de parto.

Sirelys no recuerda cuántos tactos vaginales le realizaron. Pasó la noche ahí y cada tanto le hacían un tacto nuevo. Durante el día, cada vez que la doctora o la matrona le hacían un tacto, se lo hacían también los estudiantes internos en el hospital. Recuerda que, ya entrada la madrugada, le dolía más cada vez que le hacían un tacto que las contracciones.

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La transformación de Chile en un país que recibe migrantes afectó su tasa de natalidad: el 12% de los niños nacidos en 2018 es de madre o padre extranjero, según cifras del Registro Civil. Las mujeres migrantes son una de las poblaciones más vulnerables a sufrir violencia obstétrica. Foto: Mike González

Supo más sobre lo que venía gracias a la compañera de la habitación, que ya iba por su cuarto embarazo. Le advirtió: «cuando sientas presión, como un empujón, estás lista». Del momento en el que empezó a pujar solo recuerda los retos de la matrona, que le decía que dejara de gritar, que no estaba colaborando, que no lo estaba haciendo bien, y que la iban a dejar sin anestesia hasta que quisiera «pujar de verdad».

La matrona le dio hojas de papel y colores para que se relajara dibujando, pero cada vez que el dolor de una contracción la hacía parar de dibujar, la retaban para que lo volviera a hacer, porque «para algo te lo dimos».

Cuando finalmente la pasaron a preparto y le pusieron la epidural, su mamá pudo pasar a acompañarla. Sirelys estaba tan agotada que le dijo que no podía más, que ya que ella estaba ahí, se iba a desmayar y al despertar se enteraba de lo que pasara. Pero no lo hizo. En ese momento llegó otro doctor que la animó a pujar y usó los fórceps. Marcela, la hija de Sirelys, nació a las 5:43 de la mañana. Hasta el día de hoy, su agradecimiento con aquel doctor es tan grande que dice que fue «un ángel» que la ayudó en medio de una pesadilla.

Sirelys no la pasó bien, pero sabe que hay madres migrantes que la pasan todavía peor: las que no habla español. Ese día también estaba pariendo una haitiana, y Sirelys recuerda con desespero las conversaciones entre el personal: «Yo no le voy a colocar la epidural, que siga gritando», escuchó decir. También afirma que llegaron a decir que a ella nadie la había mandado a parir, ni a venir a Chile.

No es la primera mujer que se queja de malos tratos y xenofobia en ese hospital. A principios de 2019 tres mujeres venezolanas presentaron querellas contra el establecimiento por negligencia médica, violencia obstétrica y xenofobia durante el pre y postparto. Denunciaron que el equipo médico no había actuado a tiempo y que recibieron comentarios xenófobos.

También está corriendo otro proceso legal contra el hospital de parte de una ciudadana peruana, que lo demandó por una indemnización de perjuicio por falta de servicios al momento del parto de su hijo, en mayo de 2015. Denuncia que fue discriminada por ser peruana, que recibió malos tratos y que el intento de inducir el parto vaginal por más de 48 horas fue tan grave para su bebé que derivó en asfixia perinatal severa y bradicardia fetal, por lo que nació con grave daño neurológico y murió a los ocho meses de edad.

Los dos procesos comparten un obstáculo principal: en Chile no existe ni definición ni marco legal que hable de la violencia obstétrica.

Existe, sin embargo, la Ley 20.584, Ley de Derechos y Deberes del Paciente. En su artículo 2, señala: «toda persona tiene derecho, cualquiera que sea el prestador que ejecute las acciones de promoción, protección y recuperación de su salud y de su rehabilitación, a que ellas sean dadas oportunamente y sin discriminación arbitraria, en las formas y condiciones que determinan la Constitución y las leyes».

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Sirelys llegó a Chile huyendo de la crisis venezolana. Es una de los 288.233 venezolanos residentes en el país del sur. Foto: Mike González

Para Carmen Gloria Palma, abogada y directora del Observatorio de Violencia Obstétrica, la ley tiene problemas desde su nombre. Explica que una mujer embarazada no es una paciente, es una mujer sana que necesita acompañamiento en un proceso natural que no requiere intervenciones salvo en caso de alguna complicación.

Asimismo, considera que es una ley que no protege a los pacientes y que no contempla la situación del parto y gestación como un proceso continuo, sobre todo en la parte de consentimiento informado. En la realidad, eso te lo dicen en el minuto que estás entrando a la sala de parto, cuando debería hacerse desde el primer control. No hay un control real de que sea un consentimiento libre y expreso.

Cuando le tocó dar a Luz, Sirelys no conocía el concepto de violencia obstétrica. Nunca se enteró, tampoco, de la existencia de Chile Crece Contigo, los talleres del gobierno que, entre otras cosas, buscan informar a la mujer embarazada sobre el parto respetado. El programa arrancó en 2007, bajo el primer mandato de Michelle Bachelet. Según cifras que dio Blanquita Honorato, jefa de la división de promoción y prevención de la Subsecretaría de la Niñez a Pauta, cada año unas 100.000 mujeres se benefician de Chile Crece Contigo. En 2017 nacieron 219.186 niños.

Michelle Sadler, una antropóloga que se ha especializado en violencia obstétrica, ha escuchado incontables testimonios de mujeres que se sienten engañadas. Que sí conversaron sobre el parto respetado, que sí fueron a talleres de Chile Crece Contigo, que sí conocen la ley, pero que en pabellón se encuentran una realidad distinta.

—Recuerdo un caso en especial: ella pidió que el parto fuera sin anestesia ni oxitocina. El doctor le pone un goteo, ella empezó a sentir mucho dolor y a sospechar que era oxitocina. Le pregunta al doctor, y el doctor le dice «no, hijita, eso es un antibiótico, porque tienes una infección». Ella se lo cree. Más tarde entra su acompañante y ve que la bolsa de suero era de oxitocina. Le mintieron en la cara.

En 2017 el Observatorio de Violencia Obstétrica realizó una encuesta entre 11.357 mujeres que habían dado a luz en Chile entre 1970 y 2017. Los resultados –las únicas cifras que se tienen sobre la violencia obstétrica en Chile– evidencian que ha habido avances. Lentos, pero avances al fin y al cabo.

Los resultados de la encuesta ratifican las observaciones generales de las organizaciones internacionales: las poblaciones más propensas a sufrir violencia obstétrica son las mujeres pobres, jóvenes, gordas y migrantes. Y a mayor grado educativo, menos casos de violencia obstétrica se registran.

La encuesta muestra, también, una baja sostenida de intervenciones como el rasurado de vello púbico, enemas y la maniobra de Kristeller; sin embargo, estas se siguen dando, a pesar de ser desaconsejadas por la OMS y el Ministerio de Salud chileno. Otras intervenciones sí han aumentado en frecuencia, como el uso de oxitocina y anestesia durante el parto. A veces, como explica Michelle Sadler, estos procedimientos se llevan a cabo en contra de los deseos de la mujer.


Con la edición de Jaime Cordero


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