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Epidemias activas en 2022: ¿cómo combatir los brotes?

La lucha contra las enfermedades infecciosas tiene tres pilares fundamentales: higiene y prevención del riesgo de exposición, vacunas y fármacos antivirales.

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Hace medio siglo se predijo que las enfermedades infecciosas dejarían de ser un problema gracias a las vacunas y a los antibióticos. Pero la realidad ha sido bien distinta.

Para empezar, en 1981 apareció el sida, que se ha cobrado hasta ahora más de 50 millones de vidas. Todavía en la actualidad, cada año se infectan por VIH 1'5 millones de personas en el mundo.

Más reciente tenemos la pandemia de covid-19, que irrumpió a finales de 2019 y de la que lentamente vamos recuperándonos en occidente, en gran parte gracias a las vacunas.

Por el contrario, en China, donde hasta hace poco se había impuesto la política de “covid cero”, el resurgir actual de casos recuerda a modo de déjà vu lo que vivimos en Europa, con el colapso de hospitales y un elevado número de fallecimientos. A nivel mundial, hasta la fecha se han confirmado 650 millones de infectados por SARS-CoV-2 y más de 6'5 millones de muertes por covid - 19. Además, las consecuencias de la llamada covid persistente o prolongada todavía están por determinar

Auge de las infecciones respiratorias

Además de estas pandemias víricas, a finales de 2022 hay constancia de brotes epidémicos de al menos otras seis infecciones humanas.

En el hemisferio norte, el otoño-invierno ha llegado con brotes importantes de infecciones respiratorias por gripe y virus respiratorio sincitial (VRS). Los dos años de mascarillas y el aislamiento social para hacer frente a covid-19 han favorecido el resurgir actual de las infecciones por virus respiratorios.

Tenemos vacunas y antivirales (oseltamivir) frente al virus de la gripe pero no frente al VRS. Los ancianos y los inmunodeprimidos son las poblaciones más vulnerables. El VRS afecta, además, a niños de corta edad, ocasionando cuadros de bronquiolitis que pueden causar la muerte.

Epidemias por virus de origen africano

El brote de viruela del mono (monkeypox o ‘mpox’, según la OMS) se inició en Europa en mayo de 2022. Se ha extendido por más de cien países y se han confirmado 82 000 casos, de los cuales 60 han fallecido. En España se han confirmado 5 000 casos, casi todos entre hombres que practican sexo con hombres con promiscuidad elevada.

Entre tanto, en Uganda ha surgido un nuevo brote de Ébola. Está producido por la variante de Sudán, frente a la que no hay vacunas. Se han confirmado más de 150 casos y 55 fallecimientos, diez de ellos entre personal sanitario que atendió a los pacientes. Se han cerrado las escuelas y se han creado áreas de aislamiento en los hospitales. El último brote importante de Ébola fue en África occidental en 2016 y 2017, con más de 28 000 infectados y 11 300 fallecidos.

Epidemias por agua o alimentos contaminados

En Haití hay un nuevo brote de cólera desde principios de octubre. Hasta la fecha se han comunicado más de 10 000 casos sospechosos y se han producido más de un centenar de muertes, muchas de ellas en niños menores de 14 años. El último gran brote de cólera en Haití ocurrió en 2010, tras el terremoto que sufrió la isla. Hubo más de 800 000 casos y 10 000 muertos. Las pobres condiciones higiénicas, la malnutrición y la limitada infraestructura sanitaria han favorecido el resurgir de la epidemia actual.

A principios de 2022 se comunicaron dos casos de parálisis por el virus de la polio en Jerusalén (febrero) y en Nueva York (junio). La poliomielitis era una enfermedad infecciosa terrible y frecuente hasta hace medio siglo. Está producida por un virus ARN que se transmite principalmente por vía fecal-oral, esto es, a partir de aguas contaminadas. Aunque muchos casos son asintomáticos, algunos pacientes desarrollan daño neurológico, con destrucción neuronal en la médula espinal. Se produce de forma irreversible parálisis fláccida de las extremidades inferiores en uno de cada 200 infectados. Las formas más graves, con encefalitis, pueden ser mortales.

Tras la II Guerra Mundial, la vacuna inyectada con virus inactivados (vacuna de Salk) y, una década después, la vacuna oral con virus atenuados (vacuna de Sabin) consiguieron eliminar la infección en gran parte del mundo. Sin embargo, todavía es endémica en Afganistán y Pakistán, donde la cobertura vacunal es insuficiente. Las guerras y la pandemia de covid-19 han empeorado el acceso a las vacunas en otros países del Tercer Mundo, como en Yemen, donde se han descrito brotes recientemente.

En los países occidentales, alrededor de un 6 % de los niños de menos de 6 años no están vacunados y son susceptibles de padecer la infección. Desde principios de año, el estudio de aguas residuales en Londres, Nueva York y Jerusalén ha comunicado la presencia de virus de la polio. En todos los casos se trata de la variante atenuada utilizada en la vacuna oral (Sabin). Las autoridades sanitarias han emprendido campañas de refuerzo de la vacunación en todos los niños de 1 a 9 años.

Aunque la vacuna oral de la polio (Sabin) es más efectiva que la de virus inactivados, ocasionalmente puede producir enfermedad. Por eso, la vacuna inyectada con virus inactivados (Salk) ha vuelto a recomendarse y es la más utilizada actualmente. Eso sí, aunque evita el desarrollo de enfermedad, no bloquea la infección y transmisión del virus.

La OMS aprobó hace dos años una nueva formulación de la vacuna oral, con un nuevo virus atenuado que incorpora un sistema de hipermutagénesis, que anula el riesgo de reversión a formas virulentas. Ya la han recibido más de 100 millones de personas en el mundo y está prevista su administración masiva en casos de emergencia sanitaria.

Prevención de nuevos brotes epidémicos

La lucha contra las enfermedades infecciosas tiene tres pilares fundamentales. El primero es la higiene y prevención del riesgo de exposición. El segundo son las vacunas, que bloquean la infección (esterilizantes) o protegen de formas graves. La tercera arma contra las infecciones víricas son los fármacos antivirales.

En un mundo globalizado, con flujos migratorios importantes, convendría focalizarse en tres intervenciones:

  1. Programas actualizados de vigilancia sanitaria (OMS, CDC, eCDC, etc.).
  2. Asegurar tasas de vacunación elevadas, para evitar el resurgir de brotes de infecciones víricas que creíamos controladas.
  3. Disponer de reservas suficientes de antivirales para uso inmediato en caso de necesidad.

Vicente Soriano. Facultad de Ciencias de la Salud & Centro Médico, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja.

Este artículo fue originalmente publicado en The Conversation bajo la licencia Creative Commons.

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