Salud mental

¿Puede hacer algo la familia por un miembro que va a terapia?

En esta tercera columna sobre psicoterapia, el psicólogo clínico Álvaro Valdivia explica la importancia de la familia en el proceso terapéutico del paciente.

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Cuando una persona asiste a terapia, realmente trae a la consulta mucho más de lo que vive de forma individual, trae el reflejo del sistema de familia del cual proviene, y, al cual, con conciencia o no, invita al terapeuta a participar de forma temporal. Por ello, en esta tercera columna acerca de psicoterapia, deseo visibilizar la importancia de la familia en el proceso del paciente.

A veces se suele pensar que si una persona busca ayuda psicológica es porque esa persona tiene problemas que se originan solamente dentro de él. Por lo tanto, concluyen que lo que suceda en terapia no tiene ninguna relación con el resto. Sin embargo, la realidad es más compleja y tiene matices. Creo que todos, por experiencia propia, podemos reconocer el efecto de las acciones de quienes nos rodean en nuestro interior. Si alguien decide acudir a terapia porque se siente incomprendido en su familia, existe un origen compartido para esa emoción. Si a un adulto le cuesta creer que lo pueden amar de verdad, puede que haya un trauma de la infancia que provoca ese recelo. No se trata de encontrar culpables en el proceso terapéutico, pero sí es saludable que el paciente reconozca que sus emociones son válidas porque responden no solo a las características que cada uno trae al nacer, sino también al ambiente y a los estímulos donde nos desarrollamos.

Además, la consulta ocupa normalmente una hora a la semana de la rutina del paciente. ¿Qué sucede el resto del tiempo? El paciente decidirá si desea compartir su proceso terapéutico con alguien más y hasta dónde quiere hacerlo. Sin embargo, desde mi experiencia puede decir que, en muchos casos, es realmente imprescindible la alianza entre el terapeuta y la familia para el beneficio de quien solicita la ayuda. Así, me gustaría compartir algunas ideas que grafican la importancia del trabajo con la familia:

Un miembro temporal del sistema familiar

Que alguien que no tiene lazos sanguíneos ocupe un lugar transitorio en una familia puede ser una situación bastante extraña. No obstante, en muchos procesos de terapia se toman decisiones trascendentes y de altísima importancia para el bienestar de la persona que va a la consulta y de su familia; y, es en estas decisiones, donde muchas veces se pide orientación al profesional a cargo. Por ejemplo, si una pareja de padres se da cuenta de que ya no desean estar juntos, y de forma adulta y saludable deciden separarse, pero su único hijo de 22 años se encuentra en terapia pues está muy deprimido y con ideas suicidas, es probable que ambos padres realmente necesiten la orientación del profesional para poder decidir cómo manejar la situación. Quizá se reúnan todos para conversar y ver qué pueden hacer.

Este un claro ejemplo, entre muchos otros, de cómo la opinión de aquella persona “externa” es parte de una compleja comunicación familiar en la cual se van a tomar decisiones concretas, a las cuales les seguirá mucho apoyo profesional. En este caso el terapeuta está siendo parte del sistema familiar. Reconocer este punto puede ayudarte a ver la realidad de la terapia de forma totalmente distinta y, así, aprovecharla mejor.

Acuerdos, vínculo y límites

Y entonces, si aceptamos este ingreso temporal al sistema familiar por parte del terapeuta, lo más sano es que todos los miembros de dicho sistema puedan tener acuerdos, generar un vínculo sano y tomar los límites que sean necesarios. La mejor forma de hacer esto es hablándolo en las sesiones que se requieran. No hay reglas para tomar acuerdos y establecer límites. Para algunas familias, el rol de terapeuta es específico a lo que se le pida de manera expresa, para otras, múltiples necesidades insatisfechas (incluso no dichas de forma directa) pueden incluir al terapeuta, tanto en la decisión como en el mantenimiento.

Siguiendo el ejemplo del apartado anterior. Luego de que los padres, el hijo y el terapeuta se reúnan y logren hablar de la realidad del término de la relación conyugal (mas no parental), un sinnúmero de nuevas necesidades puede aparecer: ¿quién se irá de la casa?, ¿con quién vivirá el paciente?, ¿qué tipo de comunicación deben tener en casa?, ¿quién le ayudará en momentos de crisis?, ¿quién se encargará de los imprevistos que surjan?, etc. En todo este proceso, es realmente el vínculo, además de las capacidades profesionales del terapeuta, lo que hará que la transición sea lo menos difícil posible. Y, como dije en la columna sobre la construcción del vínculo entre terapeuta y paciente, no existen pasos pre determinados para que este sea sólido, cada familia lo va construyendo a lo largo del camino.

¿Teléfono malogrado?

Muchas veces, los profesionales recibimos versiones opuestas de un mismo hecho, y tenemos la necesidad y difícil tarea de mantener neutralidad y respeto. No obstante, esta situación es una receta perfecta para la catástrofe, pues es muy fácil que se genere un “teléfono malogrado” y la percepción errada de alianzas entre miembros de la familia con el terapeuta para opacar a un miembro. Por ello, lo mejor es hablar de manera sincera con todas las personas involucradas.

En base al ejemplo que he presentado: si ambos padres llaman al terapeuta de manera independiente para darle información de su hijo, sin hablarlo primero, y esperando que solo con eso se pueda manejar la situación, es muy probable que el resultado sea desfavorable. Lo más apropiado es que el tema se maneje en una sesión en la que estén todos presentes.

La necesidad de que la familia se involucre

Aunque suene extraño, existe también la posibilidad de que este ingreso temporal del terapeuta al sistema familiar sea percibido por la familia como un “alivio” pues pueden así desentenderse para que el terapeuta “haga todo”. ¿No es, acaso, responsabilidad afectiva de la familia, en primera instancia, el velar por la salud emocional de todos los miembros? Bajo ninguna perspectiva debe un terapeuta aceptar esta realidad.

¿Qué pasaría si, en el ejemplo descrito, ambos padres dejaran de velar por su hijo luego de su separación, dejando sólo al terapeuta la labor de ayudarle? ¿Realmente podría mejorar? ¿Qué sucede si en la familia hay violencia, abuso, negligencia u otros temas denunciables? He dejado para el final un tema poco conocido, pero muy importante: los terapeutas estamos en la obligación de denunciar actos de violencia en las familias, si es que tomamos conocimiento de ello. Esto va más allá del vínculo y de la terapia, pues se trata de una obligación a la que nos somete la ley en el Decreto Supremo N° 009-2016-MIMP. El artículo 15 de dicho secreto, sostiene que: El personal profesional de los sectores de salud y educación que en el desempeño de su cargo, tomen conocimiento de actos de violencia, deben presentar la denuncia correspondiente. Para tal efecto cuentan con orientación jurídica gratuita de los Centros Emergencia Mujer y de las Oficinas de Defensa Pública del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos en los lugares donde existan estos servicios. Art. 15 del Reglamento de la Ley N° 30364, Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar.

Sé que este deber que tenemos los terapeutas es algo que puede ser sorpresivo, y es por ello que quise compartirlo, pues es realmente en la información veraz y responsable en la que podemos apoyarnos para una mejor salud mental. Finalmente, el proceso terapéutico de un miembro de la familia puede repercutir en el bienestar de todos los miembros porque puede vigorizar sus lazos de maneras saludables y convertir el hogar en un lugar más seguro para cada miembro.

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