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Los niños malnutridos tienen menos oportunidades para el resto de sus vidas

La dieta durante los primeros años de vida de un niño puede definir su capacidad cognitiva, su futuro desempeño académico y las oportunidades laborales que tendrá como adulto.

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Un informe del Banco Mundial publicado en 2017, asegura que los padres peruanos a menudo interpretaban equivocadamente los síntomas de la desnutrición al creer que la baja estatura de sus hijos era de orden hereditario.
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En menos de diez años —entre 2008 y 2016— el Perú redujo de 28% a 13% la desnutrición crónica en niños y niñas menores de cinco años. Frente a estas cifras no poco alentadoras, el presidente de entonces, Pedro Pablo Kuczynski, proyectó como objetivo de gobierno reducir esta cifra a 6,3% para 2021. Sin embargo, la crisis política, económica y sanitaria, junto al actual contexto internacional, han desacelerado el avance del país contra la malnutrición. ¿Cuál es la situación actual? Según el último reporte publicado por INEI (Endes 2020), el 12,1% de la población menor de cinco años sufrió desnutrición crónica y la anemia afectó al 40% de menores de tres años y al 20,9% de mujeres en edad fértil (de 15 a 49 años).

Más allá de las cifras, ¿qué significan estas enfermedades para un niño tan pequeño? Fernando Castro, coordinador de sistemas alimentarios de la FAO Perú, explica que antes de los tres años es cuando se inician las etapas de desarrollo, y el padecimiento de la desnutrición crónica y la anemia generan daños irreversibles. “Esto genera menores capacidades intelectuales y oportunidades para su desarrollo futuro, porque el sistema nervioso no ha podido lograr el desarrollo pleno”, comenta.

Aunque estos padecimientos existen en todos los estratos sociales y lugares del país, la presencia en el ámbito rural es sustancialmente mayor frente al urbano. En muchas zonas rurales del país, al menos la mitad de los niños de edades tempranas sufren de desnutrición crónica y anemia, lo que los marca con menos oportunidades para el resto de sus vidas. “Estos problemas se reflejan posteriormente en un menor desempeño académico, menos posibilidades de desarrollar una carrera profesional y, por ende, menos posibilidades de salir del círculo vicioso de la pobreza”, explica Castro.

Mientras que la causa principal de la anemia es la deficiencia de hierro, la desnutrición infantil crónica es resultado de una alimentación baja en calorías, proteínas y micronutrientes. Un niño con anemia suele estar cansado y tener palidez en la piel. En el caso de uno con desnutrición, el síntoma principal puede hallarse en su talla. Un informe del Banco Mundial publicado en 2017, asegura que los padres peruanos a menudo interpretaban equivocadamente los síntomas de la desnutrición al creer que la baja estatura de sus hijos era de orden hereditario.

Carmen Quinteros, nutricionista especializada en salud pública e investigadora de la Universidad Cayetano Heredia, explica, además, que en los últimos años también se han generado simultáneamente problemas de sobrenutrición. “Hay gente con anemia y que tiene obesidad. O niños menores de cinco años con desnutrición crónica que tienen sobrepeso”, afirma, y agrega que cuando ambos males coexisten estamos hablando de “doble carga de malnutrición”. En muchos casos, esto se da a causa de la ingesta de alimentos ultraprocesados, que contienen grandes cantidades de azúcar y que generan una sensación de llenura, pero son deficientes en nutrientes.

La especialista asegura que a lo largo del país son diversos los motivos por los cuales se desarrollan estos problemas, e identifica tres causas: acceso, cultura y educación. Por ejemplo, en muchos casos, los alimentos disponibles en ciertas zonas del país son solo carbohidratos, que no aportan hierro ni proteínas, y, asimismo, el acceso a productos cárnicos, proteínas de origen animal, suele ser más costoso. Del mismo modo, existe el rechazo a ciertos alimentos por temas culturales o de costumbre: la sangrecita es un alimento más accesible, rico en proteína animal y hierro, pero que no goza de demasiado favoritismo. Por último, la educación alimentaria es un tema crucial: Quinteros asegura que “existe demasiada percepción no informada” y eso influye al momento de optar por una dieta más rica en nutrientes.

El agravante de la crisis internacional

La FAO estima que el precio de los alimentos a nivel global aumentará entre un 8% y 22%. Esto debido a que Rusia y Ucrania, actualmente en conflicto, son los principales exportadores de commodities agrarios como el trigo o el maíz, así como de fertilizantes como la úrea. Este contexto internacional producirá en el Perú una crisis aún más grave en cuanto al acceso a una dieta saludable y, por consiguiente, agravará los índices de malnutrición.

Esta condición puede traer a largo plazo consecuencias irreparables para el aprendizaje, la salud y los ingresos a futuro de cientos de miles de niños en el Perú. ¿Qué hacer frente a esto? Basados en las experiencias previas, hay ciertas rutas trazadas.

El éxito de este país en la lucha contra la anemia y la desnutrición crónica se empezó a gestar en 2006 cuando el Perú tenía una de las tasas más altas de desnutrición infantil de América Latina. En ese año, la sociedad civil convenció a los candidatos presidenciales a firmar un compromiso con metas específicas frente a la malnutrición en este grupo etario. Estas políticas las continuaron cuatro gobiernos sucesivos.

Además del compromiso político y la continuidad, Fernando Castro, de la FAO, apunta otras estrategias. “Se deben ir integrando distintos frentes, como los ministerios de Economía y Salud. Se debe involucrar a los gobiernos regionales y locales, aumentar la cobertura de programas sociales como Qali Warma y las campañas de suplementación de hierro”. Castro sugiere como esencial también un monitoreo constante, no solamente a los niños, sino también a mujeres gestantes, para que el niño pueda nacer sin enfermedades nutricionales. Además, es importante mejorar la inmunización a temprana edad, promover la lactancia exclusiva en los primeros seis meses y aumentar el acceso a servicios como agua y saneamiento, de tal forma que se reduzcan enfermedades respiratorias o estomacales que afecten el desarrollo de los menores.

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